Hoy las aulas de los centros educativos de la República Dominicana se convierten en un espacio marcado por la alegría y la vitalidad que cada niño y cada profesor proyecta. Se vive una atmósfera que evidencia, como síntesis, una sociedad despierta dispuesta a labrar su desarrollo y a vencer las condiciones que la vulneran y que ralentizan su avance. La escuela aporta para que esta síntesis sea una realidad; contribuye para que las transformaciones socioeducativas, político-económicas, tecnológicas y culturales impacten el desarrollo de la sociedad dominicana. La escuela tiene potencial suficiente para ayudar en los procesos de construcción de un país más educado y civilizado.
En este día, se le abre paso al júbilo y a los sueños infantiles; se le expande el espacio a la imaginación creadora de estudiantes, docentes, gestores y personal auxiliar de los centros educativos. Hoy se inicia un período que ha de romper barreras y eliminar ambientes restrictivos y paralizantes. Es el momento de estar atentos a las nuevas preguntas, ideas y experiencias que traen los niños. Es la ocasión propicia para acoger sus iniciativas, sus nuevas propuestas. Desde los más pequeños hasta los más adultos, han de encontrar espacios para recrear la planificación elaborada por la escuela, por los profesores. Sí. La planificación escolar debe estar abierta a los aportes de los estudiantes.
El 26 de agosto de 2024 le ofrece una oportunidad a los docentes y gestores para hacer creíble la pedagogía de la imaginación de que habla Paulo Freire. Es la hora oportuna para quitarle todo freno a los aprendizajes previos de cada estudiante. En el tiempo de vacaciones, ellos aprendieron y desaprendieron. Además, tuvieron la valentía de sobrevivir a las condiciones que les fueron adversas. Lograron aprovechar las circunstancias que les fueron favorables para poder retornar de nuevo a la escuela. Por ello, es necesario que los docentes y los gestores descubran la importancia de acoger y valorar los nuevos aprendizajes y experiencias que traen los estudiantes.
El año escolar ha de distinguirse, desde el primer día, por un ambiente en el que estudiantes, docentes, gestores y personal auxiliar aprendan a construir juntos con las familias. La representación familiar ha de estar presente en la apertura del curso escolar. Su presencia testimonia que la escuela y la familia constituyen una red de aprendizaje y de trabajo conjunto, que va más allá del color de un partido, del credo religioso y de la posición social. Desde el primer día, la escuela y la familia han de construir lazos que permanezcan en el tiempo, que sean sostenibles. La conjunción familia-escuela ha de otorgarle al proceso de aprendizaje y de enseñanza un sentido transformacional.
La apertura del curso escolar se ha de distinguir, además, por la energía positiva que toda la sociedad les envía a los actores de la gesta de hoy. La sociedad dominicana ha de celebrar el inicio de un nuevo año escolar. Esto no es posible en muchos países del mundo, por conflictos bélicos, carencia de los medios necesarios, por represión política y religiosa, como el caso de Afganistán, asediada por los talibanes. A la celebración y al disfrute del nuevo año escolar, se ha de agregar una planificación pedagógica acertada y coherente con las necesidades de los estudiantes y del contexto nacional. Asimismo, se ha de poner un empeño más serio que el año anterior en un desempeño eficiente de los docentes, de los gestores y del Ministerio de Educación de la República Dominicana.
Este curso escolar ha de ser clave para la construcción de un presente-fututo más esperanzador y desafiante para todos los sectores de la sociedad. El compromiso no es exclusivo del Minerd y de la escuela. El compromiso es de todos. No más discurso sobre lo que tiene que hacer la escuela. Es necesario revisar lo que cada ciudadano está haciendo para que otra escuela sea posible. Es muy fácil decir lo que debe hacer y lo que no debe hacer la escuela. Es más difícil asumir un compromiso sostenido con el impulso a la calidad que requieren los aprendizajes de estudiantes y docentes. Es más desafiante la corresponsabilidad que se necesita para que la escuela no se aísle y tenga más incidencia social.
A partir de hoy, la vida de los pueblos cambia. Los niños van a clase y revolucionan el tránsito; se transforma el silencio con su algarabía y, sobre todo, la mochila, los cuadernos y el lápiz recuperan la vida. Las aulas adquieren otros rostros, otros retos. Se abre hoy un dinamismo nuevo que demanda de la población apoyo efectivo. Llegó la hora de empezar la labor y de asumir la calidad de la educación escolar como un hecho de justicia. Llegó el día de subrayar la formación escolar como derecho humano irrenunciable, como un esfuerzo constante de equidad, de inclusión y de fortalecimiento de la dignidad personal, institucional y social.
¡Felicidades a todos los estudiantes, docentes, gestores y familias en este día!