En las últimas semanas, uno de los temas más tratados y de igual manera se le ha dado mucho seguimiento, ha sido el de la evolución del mercado de petróleo; desde la reducción de la oferta por parta de la OPEP+ hasta el anuncio el pasado martes de la Casa Blanca de ventas adicionales de sus Reservas Especiales (SPR en inglés).

Entre las perspectivas e incertidumbres muchos prevén una tendencia alcista a corto plazo del hidrocarburo, sin embargo, le comentaba a un amigo que por el contrario a corto plazo por lo menos hasta el segundo trimestre del 2023 vislumbramos una tendencia a la baja, salvo algún imprevisto entre el sin número de variables que afectan el precio del WTI y el BRENT.

Nuestra preocupación, más que los precios del oro negro, radica en uno de sus derivados, el diésel, pues en estos momentos EE.UU., tan solo tiene en sus reservas comerciales 106 MM de barriles de diésel, lo que representa el punto más bajo desde mediados de octubre del año 1951, cuando sus inventarios para la fecha siempre se encontraban entre un 25-30% superior de lo que se encuentran en estos momentos.

Una futura escasez, y como consecuencia, la continuación del encarecimiento de este derivado implicaría el encarecimiento del transporte de los vehículos de carga, autobuses, trenes, así como de los barcos que transportan mercancías alrededor del mundo; además de que es el carburante del que depende un sin número de industrias para el funcionamiento de sus máquinas.  En pocas palabras, sería otro ingrediente negativo a las presiones inflacionarias que aún persisten.

A nivel macroeconómico se puede afirmar que en la medida en que aumentan los precios del diésel, también lo hacen los bienes que en general se transfieren a los consumidores.

Para que se tenga una idea clara del actual panorama, señalamos lo siguiente: el diferencial promedio de un barril de petróleo a uno de gasoil del 2002 a la fecha, promedia US$15.70 el barril, y sucede que al cierre del pasado viernes ese diferencial se situaba en US$86.50, es decir, más del 400% por encima de su promedio, al mismo tiempo que el precio en el mercado spot supera los US$200 por barril en el New York Harbor.

Ahora bien, nos preguntamos, ¿por qué esta situación? Pues porque el mercado del gasóleo, a nivel local en los Estados Unidos, se ha recuperado mucho más rápido que la gasolina y el jet fuel del impacto de la pandemia, como también está el tema de la exportación, ya que en la actualidad EE. UU. posee menos capacidad de refinación que antes, con una capacidad, de acuerdo US Energy Information Administration (EIA) de 17.95 MM b/d, comparado a 18.09 MM b/d en el 2021.

Esa disminución se debe al cierre de algunas refinerías en los últimos años, y otras razones son originadas por daños de huracanes, altos costos de operación, así como a la incapacidad de completar ventas. A todo lo arriba señalado debemos añadirle, tal como lo expresó el ministro de energía de Arabia Saudita, Abdulaziz  bin Salman: “No vemos escasez de petróleo, más bien falta de inversión en nuevas refinerías”. Concordando con lo estipulado, hay que recordar que los EE.UU., de manera particular no ha construido una sola refinería desde mediados de la década de los 70s, y a nivel global en los últimos dos años se han perdido más de 400, 000 b/d que estaban llamadas a ser refinadas.

Es de notar que, navegando dentro del contexto geopolítico, tenemos que además de EE.UU., el gran grueso de la capacidad de refinación restante se encuentra en Rusia y China, como también, la mayor parte del petróleo que se convierte fácilmente en destilados está en Irán, Rusia y Venezuela. Vistas las cosas de ese modo nos damos cuenta de que la crisis del diésel es de carácter estructural.

A nivel macroeconómico se puede afirmar que en la medida en que aumentan los precios del diésel, también lo hacen los bienes que en general se transfieren a los consumidores. Viéndolo así, esto añade otro problema a la lista de dificultades que ya tenemos, poniendo en riesgo la seguridad energética, tanto para Europa, como América Latina.

En el caso particular de Europa, dependiendo tan solo en el pasado mes del 40 % de la importación de diésel proveniente de Rusia, pero en nuestro caso particular, en alrededor del 70 % de nuestro diésel ya refinado proviene de los EE.UU. A medida que Europa disminuye su dependencia de Rusia, la misma nos conducirá a competir en la región euro con el resto de América Latina, por una cantidad limitada de diésel.  Todo apunta a que cuando no es una cosa, es la otra.

 

Miguel Andújar en Acento.com.do