Hace unos días, conversando con grupo de amigos, llegamos a un consenso sobre la preocupación concerniente al aumento de los precios del barril de petróleo. Allí se dijo que un gran número de instituciones financieras, incluyendo Goldman Sachs y Citigroup, han proyectado que el barril podría superar los $US100 para mediados de este año. El argumento se basa en que mientras continúe entre Rusia y Ucrania, habrá una fuerte presión en los precios de la energía, además de un aumento en la importación de petróleo por parte de China.

Sin embargo, es nuestra humilde opinión es que, aunque es cierto que existen las condiciones para ese escenario, sobre todo en la época de verano, es que nuestra preocupación principal no debería ser tanto el precio, dino la recomposición de los mercados petroleros a corto y largo plazo.

Explicábamos que, precisamente, debido a ese conflicto bélico estamos presenciando la reconfiguración de las relaciones comerciales tradicionales. Como ejemplo vemos cómo China depende cada vez menos del petróleo saudí, ya que aprovechó la venta a descuento del oro negro del Ural y aumentó su importación desde Rusia en un 22%, de 1.60 MM b/d a 2 MM b/d. En cambio, la importación de Arabia Saudita disminuyó en un 5%, y la importación de crudo desde Angola disminuyó en un 36%.

Un cambio similar ha ocurrido en la India que aumentó su importación de petróleo de Rusia de un 1% a un 35% de la totalidad de su importación, lo que representa alrededor de un 1.6 MM b/d. Como explicábamos en nuestra entrega anterior, “China vs la OPEP:¿Quién tiene la sartén por el mango?” Esto ha obligado a Arabia Saudita a buscar nuevos mercados, especialmente con el principal consumidor del mundo, que es Estados Unidos, convirtiéndose en un país energéticamente independiente (con más exportaciones que importaciones).

Es de orden, desde ya, abrir nuevas puertas para el abastecimiento de los derivados del petróleo ante el realineamiento de los mercados que se avecinan

Pero hay más. Esas mismas condiciones pueden darse en América Latina. Desde el inicio del nuevo milenio, la producción de petróleo ha disminuido en México, de 3 MM b/d, a 1.5 MM b/d, lo que representa una disminución del 47%. En Venezuela también ha disminuido, de 3 MM b/d a alrededor de 0.5 MM b/d.

Por otro lado, Brasil ha aumentado su producción, y los descubrimientos petrolíferos de más de 11 mil millones de barriles del oro negro en Guyana hacen que se estime que para el 2025 entre ambos países producirán el 60%  de lo que produce Arabia Saudita.

Teniendo en cuenta ese reajuste en los mercados, es inevitable considerar la posibilidad de gestionar acuerdos para garantizar la importación a largo plazo del petróleo y sus derivados al igual la diversificación de su importación. Los ejemplos están ahí, como el Acuerdo de San José y Petrocaribe.

El Acuerdo de San José se dio en un contexto económico y financiero internacional de agudas perturbaciones, como consecuencia de desajustes estructurales en los países desarrollados. En él se proponía responder a la necesidad de encontrar suministros estables de energía para los países importadores, ante los elevados costos de la energía en los años 1979 y 1980

El programa de cooperación energética fue, finalmente, suscrito en el 1980 por México y Venezuela. A través de este, entidades financieras oficiales otorgarían créditos a los beneficiarios hasta el 30% de sus respectivas facturas petroleras, con un plazo de 5 años y una tasa de interés anual del 4%, que podrían convertirse en otros de hasta 20 años con una tasa de interés del 2% para proyectos prioritarios de desarrollo económico, en particular aquellos relacionados con el sector de energía. Teniendo en cuenta la rampante inflación de doble dígito de la época, sin lugar a duda, el programa representó una valiosa opción de abastecimiento y financiamiento para los países importadores de la región, incluyendo a la República Dominicana.

En el caso de Petrocaribe establecido en el 2005 como un acuerdo de cooperación entre Venezuela y varios países del Caribe, en retrospectiva, a pesar de que siempre se ha querido dar un corte electoral, en particular para la República Dominicana, fue muy beneficioso, ya que permitió comprar petróleo de Venezuela en condiciones preferenciales, con la opción de pagar una parte del valor a largo plazo. De hecho en nuestro caso particular, la deuda acumulada fue cancelada con descuento de un 52%, incluso, bajo una audaz operación financiera, reduciendo la deuda del Sector Público No Financiero(SPNF)  de 37.2 % del PIB a 34 % del PIB.

Tomando estos dos acuerdos como pilares y viendo la reestructuración de los mercados, diríamos que es de orden, desde ya, abrir nuevas puertas para el abastecimiento de los derivados del petróleo ante el realineamiento de los mercados que se avecinan.

 

Miguel Andújar en Acento.com.do