"Negros del continente, al nuevo mundo habéis dado la sal que le faltaba: sin negros no respiran los tambores y sin negros no suenan las guitarras”. (Bailando con los negros, Pablo Neruda)
Del 3 al 10 de julio del año en curso, viví unos días de experiencias, conocimientos, intercambios cultural, académico, encuentro con la identidad afro, además de ser parte de la reivindicación y puesta en valor de la historia negra, como solo lo saben hacer muy bien en la ciudad de Santiago de Cuba cada año, con la celebración del Festival del Caribe, también llamado Fiesta del Fuego.
Agradezco profundamente a los organizadores de este maravilloso evento internacional por la invitación como investigador dominicano a participar de esta 42 edición, organizada por la prestigiosa Casa del Caribe, con el apoyo del Ministerio de Cultura de Cuba, la Dirección Provincial de Cultura de Santiago y todas las instituciones vinculadas.
En esta oportunidad, el país invitado lo fue México y el tema central del evento se dedicó a las celebraciones mexicanas de la vida y la muerte, como manifestaciones en las que confluyen la espiritualidad, la magia, la diversidad cultural, la historia y la cultura material de todo México y que se ha expandido por el mundo, que por su trascendencia han sido declaradas por la UNESCO, Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad en el año 2003. Es por eso que tengo el interés de compartir con todos los lectores de la columna semanal Kalunga, algunas de las vivencias que tuve en Santiago de Cuba en este mes de julio.
De las visitas más impresionantes que tuve y que casi se convierte para mí en una hazaña para poder llegar, fue tener la oportunidad de subir al Monumento al Cimarrón, ubicado en el poblado del Cobre en las montañas de la histórica, reconocida y resistente Sierra Maestra, a unos 25 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba.
No por coincidencia fue levantado este monumento frente a la emblemática Basílica de Nuestra Señora del Cobre, con una medida de 10 metros de alto, al que se accede por medio de 333 escalones y al subir se disfruta de la vista panorámica de la laguna del cobre y del pueblo del Cobre, donde viven unos 17.000 habitantes de acuerdo a datos de la ciudad.
Como investigador y activista del tema afro y su legado, para mí, fue impresionante la visita a este lugar, lleno de historia, magia y energía, que solo el que lo ha visitado sabe a qué me refiero. Construido en el año 1997, en el mismo lugar que fue escenario la Primera Rebelión de Esclavos en Cuba y parte de las manifestaciones de cimarronaje que sucedieron en América. Sabiendo, como muy bien explicamos a los que subimos al cerro, que la primera Rebelión de Esclavos en América ocurrió en Santo Domingo en 1521.
El monumento es una escultura elaborada en bronce y metales reciclados diseñado y construido por el destacado escultor y artista de la plástica cubana, Alberto Lescay Terencio, quien nos acompañó subiendo los escalones, acompañado por el emblemático calor de Santiago y el sudor que nos recordaba la lucha y la resistencia de los hombres y mujeres que se alzaron contra el español opresor y colonialista blanco, en las mismas montañas que forman parte de la historia cubana, como espacio de táctica, estrategias y clandestinidad del ejército rebelde del 1957 del Comandante Fidel, que sirvió para difundir la lucha del Movimiento Revolucionario contra la tiranía del dictador Fulgencio Batista, bajo la ideología nacionalista de izquierda y antiimperialista, reivindicando la figura y las ideas del pensador cubano José Martí.
Junto a Lescay, iban con nosotros rumbo a la cima, la hija del distinguido intelectual cubano Joel James, el agregado cultural de la Embajada de México en Cuba, antropólogo, Santiago Tuyo Sánchez, el joven tenor cubano, Orlando Martí, el amigo Yasmani Castro y otros que, como yo, subían por primera vez al monumento. Este espacio de resistencia negra en el Caribe, nos rememora el
fenómeno de la esclavitud, presente en la mayor de Las Antillas durante años, que dejó una profunda huella en la sociedad cubana, que llega hasta nuestros días de la mano de historia negra, tradiciones, costumbres, símbolos y ritos de la religiosidad popular.
Se trata de un homenaje a los esclavos que en esa localidad se sublevaron en 1731 y obligaron a la Corona Española a tomar la insólita decisión para esa época de concederles la libertad en 1831, antes de que se aboliera definitivamente la esclavitud en Cuba en 1886.
De acuerdo a lo que nos compartió su autor, el escultor Lescay, la estatua conmemorativa posee como premisa hacer del sitio un lugar de rescate de los valores que trajeron los esclavos africanos y que, bajo la mezcla con el aporte de europeos y asiáticos, conforman la cultura cubana.
“El concepto de libertad es tan actual, de todos los días y de todos los momentos, que tampoco podía ser una imagen estática; es como una transformación, una metamorfosis. La idea de la libertad no puede ser atrapada nunca”.
“Eso fue descrito muy bien por el novelista cubano Alejo Carpentier en su obra Reino de este mundo en el pasaje donde se habla de la quema del cimarrón y al final no apareció nada allí y la deducción es que se había ido. Ese es el concepto que traté de atrapar en esta obra. El Cimarrón, por otro lado, es un símbolo muy importante porque implica libertad. No se trata del negro corriendo y el otro detrás. No. Es un concepto universal y no privativo de los negros: puede ser de chinos, de blancos, de todos los seres humanos del mundo porque donde quiera que hubo esclavitud existieron los cimarrones. Aún en muchas partes del mundo los hay, aunque disfrazados de otras formas”. Establece Lescay.
Este monumento forma parte, también, de la Ruta del Esclavo, un proyecto de la UNESCO, dirigido a divulgar la realidad de esa forma de explotación y su influencia en las culturas de nuestro continente. Para Lescay esa obra constituye un símbolo universal como los códigos y los elementos que utilizó también son universales.
La escultura en el pueblo de El Cobre deviene, más que un monumento, un escenario de la existencia de dos símbolos: el de la Virgen y el del Cimarrón como esencias vivas de su gente.
Otro aspecto a destacar, sobre el monumento, es que, en su nganga, un símbolo cimarrón cubano ligado a la religión del Palo Monte, tiene objetos y pertenencias de importantes santeros y santeras cubanos ya fallecidos, como es el caso de las partencias del altar yoruba de la madre del mismo creador, la señora Esmerida Merencio Frometa, mambosa y espiritista cruzada con el vudú, quien además fue la que de acuerdo a un sueño, le manifestó a su hijo Alberto en qué lugar de la cima debía colocar el monumento, y luego de realizado fue la que realizó la bendición del mismo acompañada de otros santeros y sacerdotes de las religiones afro. Por esa razón, ese lugar guarda tanto respeto y cercanía con el autor, como pasa con todos los cubanos y quienes visitan y reconocen lo ocurrido desde un ejercicio de integración y honra cimarrona caribeña.
Hasta hace pocos años, quienes visitaban el monumento debían escalar el monte y demostrar así su resistencia, pero recientemente, se construyeron cientos de escalones que permiten subir de forma más segura y participar de las ceremonias religiosas que se realizan cada año para la celebración de la fiesta del fuego y disfrutar de las hermosas vistas que fueron testigos silenciosas de las revueltas que protagonizaron los esclavos en busca de su libertad y que hoy se ha inmortalizado su legado y puesto en valor para que no se pierda en el tiempo, formando parte de los Patrimonios Culturales Cubanos.
Una pregunta como colofón
¿Cuándo en República Dominicana, como país donde ocurrió el primer levantamiento de esclavos en diciembre del año 1521, se construirá un monumento o espacio como este, que honre y ponga en valor el legado de nuestros ancestros y ancestros cimarrones y cimarrones?
Dejo abierta la pregunta y me despido hasta la próxima entrega para compartir con ustedes otra de las vivencias de la Fiesta del Caribe, Santiago de Cuba 2023.
"El monumento al Cimarrón, más que una escultura, es un símbolo de libertad”. Alberto Lescay