Con alegría y agradecido, ya nos encontramos en la última reflexión de esta serie de cinco que nos propusimos compartir con los lectores de esta columna semanal, para llevarlos junto a mí a vivir la experiencia histórica en el Festival del Caribe de Santiago de Cuba 2023, el pasado mes de julio.
Hemos querido intercambiar saberes culturales y académicos de lo que ocurrió en la Fiesta del Fuego en esta versión 42. Los cuatro tópicos tratados estaban conectados uno de otro, con un eje transversal, la puesta en valor de la cultura y la identidad caribeña, unidad cultural en la diversidad.
El día del cierre del evento, luego de la tradicional celebración del desfile final de las diferentes comparsas y delegaciones frente al parque Céspedes y el edificio de la Alcaldía de Santiago. Todos los caminos conducen a la Alameda, la emblemática avenida del hermoso malecón de la ciudad caribeña. Es que ha llegado el momento esperado por todos los que cada año disfrutan de la muy tradicional “Quema del Diablo”.
El fuego convoca al pueblo
No hay edad, todos caben para deleitarse en el hermoso evento que cierra la programación del festival. Es un acto donde el protagonista mayor es el fuego y reúne a santiagueros y visitantes, que en vasos comunicantes desde la impronta africanas se unen como pueblos caribeños y latinoamericanos para honrar la memoria y el legado negro que vive entre nosotros.
Pedro Palao Pons en la obra: “El gran libro de los rituales”, nos explica:
“En el caso del fuego, es fácil suponer los motivos de su adoración. Básicamente, se le rendía culto por la fascinación que este provocaba y por su origen desconocido, lo que impactó a casi todos los pueblos primitivos. Se piensa que el culto al fuego surgió en la prehistoria, más exactamente en el paleolítico medio (150.000 a. C. – 40.000 a. C.), con la aparición del Homo Neardenthalensis. Se presume además que, en los períodos de prolongadas lluvias, donde todo el fuego de la aldea se encuentre extinto, se hubiese carecido de dicho elemento durante meses y tal vez hasta años. En tal caso, es seguro que la persona que haya logrado devolverlo a la aldea sería considerada como un héroe. A partir de ese punto, se interpreta que el fuego fue sinónimo de salvación, protección y alimento, es esa la causa del elaborado culto que se le rindió más tarde”.
En el festival del Caribe, son varios los rituales que se organizan y tienen como elemento primordial el fuego, por ejemplo, cuando subimos al Cerro del Cimarrón en el Cobre, se realizaron danzas rituales a cargo de miembros de religiones afrocubanas y hubo fuego; por igual en los rituales de sacrificios en la Casa de las Religiones Populares; en el desfile de la serpiente el fuego no faltó; en la actividad del Gran Gagá de Chicharrones, con la quema del diablito y el baile en círculo de los creyentes honrando la candela en el intenso sol santiaguero de mediodía; también estaba el fuego en el desfile final del evento y el fuego mayor que se convierte en el más esperado la noche final.
Homenaje a la rebeldía de los negros esclavizados
Las principales autoridades de la ciudad se unen a los miles de espectadores que esperan con ansias que suban las llamas, la ceremonia también fue encabezada por Juan Martén, Sacerdote de Ifá, las mujeres de los grupos de Gagá mueven sus caderas negras con el toque del tambor y la adrenalina que sienten al vivir esa noche entre fuego, calor e identidad cimarrona. La conga sigue llenando la avenida con su salida del desfile, la noche se asoma y llega el momento de prender el fuego, todos en exceptivas.
Las llamas suben, calienta la gente, el baile del gagá sigue, el toque del tambor se hace más intenso, los miembros del cuerpo del orden cuidan a los presentes sin dejar de vivir el momento. Las llamas van consumiendo al gigantesco muñeco que representa a Lucifer, colocado en la Alameda santiaguera, cerca del mar que es por donde llegaron a ese archipiélago los componentes de la identidad cimarrona, y al quemar al Diablo queda desbrozado el camino hacia un exitoso de todos, se limpian los caminos, se van los males y queda oficialmente clausurado el festival hasta su próxima versión 43 en julio del 2024.
Una experiencia enriquecedora
Del 3 al 9 de julio, fueron unos días de encuentros entre identidades y culturas caribeñas, en Santiago de Cuba con la Fiesta Campesina en La Casa del Caribe; el Gran Gaga haitiano-cubano en la comunidad de Chicharrones; la clausura del Tercer Congreso Mundial sobre la muerte; la ceremonia a Yemayá en la playa Juan González; la Carga de la Mpaka, símbolo de la festividad, la descarga artística comunitaria en la casa del escultor y pintor Alberto Lescay y el magistral Concierto de la Orquesta Sinfónica de Oriente, dirigida por el Maestro Villarreal.
TV Santiago en su portal web ha publicado un reportaje titulado: Se despide hoy Catrina con la quema del Diablo. Nosotros compartimos el ultimo parrado que resume todo lo que ha significado este maravilloso encuentro cultural cimarrón:
“Coloridos, nuevas amistades, compartir con artistas, intelectuales, investigadores, académicos de Cuba, México como país invitado, Barbados, Martinica, República Dominicana, Estados Unidos, Puerto Rico, Haití y hasta de Egipto. La Catrina icono de resistencia azteca y a oportunidad del encuentro con grupos de danza, ballet, artistas, dramaturgos, pintores, dibujantes, cantores y teóricos de universidades e instituciones estatales y comunitarias en defensa del Sur negro, mulato, mestizo, blanco, indio, resistente y alegre”.
Eso es lo que se vive en el Festival del Caribe y por tal razón lo he querido compartir con todos mis lectores y seguidores kalungueros de Acento digital esta serie de artículos que culminamos hoy. Mis afectos para todos.