Los caligramas de Guillaume Apollinaire, poesía visual en donde la propia enunciación del verso es la configuración del referente, las (des)figuraciones polisémicas de Pablo Picasso (La mujer que llora, Señoritas de Avignon), hasta la fragmentación enigmática y la variedad matérica en un collage de Braque, la expresión de los sentimientos no deja de ser un refinado artificio de diseño basado en una filosofía de lo geométrico (pitagórico, euclidiano, cartesiano), y que como en todo buen arte, su polifonía semántica se anticipa a su época, en este caso a la teoría de la relatividad que años después consagró a Albert Einstein en el ámbito de las ciencias. La lección de los cubistas y los creadores de las demás vanguardias estéticas, dispuestos a subvertir todo lo establecido, nos puede servir de brújula para deconstruir la compleja y ambiciosa propuesta de Víctor Saldaña en su ópera prima.
Sombra de nada es un poemario germinal e iconoclasta, fundamental para entender la ruptura con los discursos que le anteceden. Escrito en un tono, estilo, estructura y recursos experimentales tan potentes que todavía se lee como novedad a pesar de su edición en el 2002, hacen ya veinte años justos. Aunque no se le conocen otras publicaciones, la suya es una obra breve pero intensa. Esperamos que no se trate de un autor de aporte unitario. De todas maneras, sea consciente o inconsciente de su proeza –no le conocemos más allá de la cordialidad de los eventos culturales–, es el papel del crítico deslindar los hitos, sobre todo aquellos que la miopía o la falta de rigor epistemológico no han podido vislumbrar, por lo que me atrevo a sostener que así como tenemos personajes que con diez libros publicados en muy esporádicos textos atisbaron “la poesía”, con solo este título le bastaría a Víctor Saldaña para merecer un lugar entre las propuestas más originales en la historia de la literatura dominicana.
El texto se plantea como una especie de estudio redactado bajo la estructura argumentación-demostración de las tesis doctorales, en donde se afirma una tesis que en las próximas páginas se pretende argumentar hasta arribar a las conclusiones, en parodia al método científico y su lenguaje. Utilizando como subterfugio o tópico principal las propiedades del polen para combatir la desnutrición infantil, el autor nos introduce en su libro-poema en disposición de ensayo-lúdico, un aporte a la cultivación de la poesía de largo aliento en su generación, más inclinada a la brevedad (poesía, cuento), entre quienes la inclinación hacia la microficción ha estado de moda, con extremos radicales, como las novelas que se escriben en plataformas como Twitter. Sombra de nada es un artefacto estético a lo Rosa de tierra, Hay un país en el mundo, Vlía, Pluralemas, Banquetes de aflicción, Canto a Proserpina, cuya intención totalizante en las elucubraciones de la voz poética salen a implicarse desde los primeros versos:
¿Cómo construir un poema que además de cantar…? Pág. 10
Sombra de nada es un librito tan bien logrado que parece escrito por Pedro Peix. ¿Cómo así, Berroa, no será una hipérbole del lector u otro chiste del fumista? Pues ni una cosa ni la otra… Lo reitero. El que ha leído mis exégesis o las ha escuchado al calor de la oralidad, bien sabe que no tengo un temperamento propenso al elogio, las adulaciones o hagiografía. Un crítico literario debe proceder con un espíritu justiciero capaz de superponerse a la subjetividad. En el contexto de su aparición y aquilatado con el rasero de sus contemporáneos, Sombra de nada es un texto único, una rareza, un referente de nuestra poesía, al igual que Rosa de Tierra de Rafael Américo Henríquez, los Pluralemas de Manuel Rueda, el Ruletario de Enrique Eusebio, el Pluróscopo de Alexis Gómez Rosa, los originalísimos versos de Zacarías Espinal y todo lo mejor entre los límites de lo tradicional y la transgresión.
Desde el inicio resulta evidente un complejo entramado de voces, una polifonía que raya los límites de la experimentación (sus mentores coquetearon con la poesía concreta), con variantes que van de los versos en estrofas tradicionales, la prosa, el diálogo, las tablas con datos estadísticos, el aforismo, las listas, los pie de página, los apéndices, la información expositiva de las noticias (¿reales o inventadas?), las canciones, los subgéneros vigentes de la poesía rimada (como el soneto y el haiku), hasta la argumentación seudo-científica. En una especie de torre de Babel en donde la voz poética se refiere al poeta como si éste fuera un narratario, apelado en segunda persona, pero que vuelve a la primera persona (tono tradicional de la lírica), para con sutiles transiciones mutar a una tercera persona (tono de la épica). Hay que resaltar que la persona gramatical oficial de las tesis doctorales es la tercera persona y el libro está planteado como tal. El resultado es un poema-anfibio al que le da igual cantar en las alturas, transitar lo telúrico o sumergirse en las profundidades.
Este criterio de la experimentación a conciencia se ve ejemplificado a cada momento, como cuando se nos presentan los fragmentos intitulados Soneto afinado en M y Soneto Afinado en T, entre los cuales destacamos el segundo:
Turbándome tus tantos torbellinos,
tentándome tú (tu tórax, tu temple),
te tomo, te toco, transida tirso,
tallando tu torso: tesoro turgente.
Tienes tristeza, tu tensión te tumba.
Tengo tragado turbulento titubeo,
tornándome tonto termino mi tesón,
termino tirado (tosco ternero).
Tiembla tu tórax, tesoro terrible.
Te trasladas toda, turbio taconeo.
Todavía te tengo transparentemente.
Toco triste toda tu ternura transida.
Túrnome tántrico, terrible tanteo.
Tu torso termino taciturnamente.
El poemario también resulta disruptor desde su entramado simbólico-conceptual. Se plantea sobreponer la sombra a la luz, en una jugada de audacia semántica que sabotea el reino de lo establecido, que para animales retinianos y memorísticos las formas y los colores son parte esencial de la vida en sociedad, de toda la cultura. Valorar la sombra y cantar su rectificación es una propuesta que invita a pensar/avanzar al lector (la humanidad) hacia un cambio de visión. Si prevalece el cromatismo en el imperio de la luz, lo cierto es que en el universo (la realidad) abunda más la sombra que los ocupantes de la misma (luz, forma, materia). Fundamentado en este principio, como Baudelaire con sus Flores del mal, Saldaña se atreve a contradecir las luces del paraíso:
…en el salón de luz donde se necesitan lámparas
para ensombrecer. (Pág. 20)
En el clímax del poema este sentido se remata como una bandera:
PORQUE A FIN DE CUENTAS
TAMBIEN TODA SOMBRA
ES UNA ESTANCIA HERMOSA (Pág. 65)
A veces el parágrafo de poesía en prosa torna muy narrativo y llega a estar exento de recursos, como en la antipoesía de Nicanor Parra, y en plena contradicción a otros momentos del libro-poema, puesto que como lectores ya estamos condicionados al vuelo, torrente referencial y versificación iniciales, a partir de donde todo se complejiza a manera de collage, lo que demuestra la intención de polifonía. Por eso encontramos versificación tradicional:
Lo muerto, lo ido, lo desaparecido, lo olvidado.
Todo solo es fuente, río, lago,
sombra de nada reflejada sobre el agua. (Pág. 7)
Somos imagen y semejanza de un ser sin imagen que se asemeja a nada.
Geometría de ausencias, piezas para la arquitectura de la virtualidad.
Oh, agua, si te ahogaras en el agua
contra el otro estado que tampoco eres, en los salones de la transparencia. (Pág. 22)
Versificación tradicional que converge con la prosa poética, en donde también cambian la tipografía de los caracteres y la disposición espacial, con negritas, resaltados, encuadres, párrafos totalmente escritos en mayúsculas y divisiones de una página en varias columnas o secciones, como en los libros didácticos, de tal manera o configuración que los aditivos visuales son canal del mensaje más allá de las palabras:
Investigar no es una marcha insensata sino una constancia de infinitos, una recaudación de astros personales que van bebiéndose la noche de estas calles desoladas, silenciosas sinfonías de oscuridad; sabíamos que la repetición no existe, pero que esta razón no podía detener nuestra marcha hacia las intermitentes puertas que cedían paso al deseo. (Pág. 10)
Se trata de una declaración de principios en sintonía con el eclecticismo que impera en la actualidad, en inusitados cambios de registros, en el que magistralmente se mixturan el requinto de la bachata, las variaciones como en los acordes del jazz, así como la armonía y equilibrio tonales que nos remiten a la música clásica. Se trata de un desconcierto ante la uniformidad que caracteriza y homogeniza a los ochenteros y su Poética del pensar, ante quienes un libro-poema-lúdico como el de Saldaña podría ser visto como inconsistente en el sostenimiento de un tono lírico, unísono y constante, cuando se trata de uno de los valores estéticos en la meticulosa configuración del conjunto. Inclusive, podría adjudicarse las variaciones tonales a las pretensiones de la voz poética y su estratagema de simular el estilo argumentativo y científico de las tesis doctorales.
Otro aspecto interesante es que el poemario se articula bajo sólidos criterios narrativos, en el sentido de las recapitulaciones, reiteraciones y resúmenes para concatenar con pasajes anteriores. Procedimientos de la dramaturgia en general empleados con mayor frecuencia en ciertas artes que en otras (cuento, novela, teatro, cine, ópera, videojuegos…), pero poco utilizados en la construcción poética. A través de los diversos relatos salen a relucir las identidades de los personajes, como el niño que alimenta la memoria del enunciador principal, el padre tabernero, el joven drogadicto, la madre agredida hasta terminar en feminicidio, y el poeta decadente. Hasta la voz de un niño egipcio se implica, justo antes de aparecer la del tirano Rafael Leónidas Trujillo. Dentro de la torre de Babel nos llama la atención que se hable abiertamente de adicción a las drogas, pues quizás fue la primera vez que un poeta abordó el tema en este tono –tan descarnado cual realismo sucio– que creemos cosa muy reciente:
…mientras uno iba cayendo lentamente desde el artificio del último pase y volvía a sentir el hambre, el dolor de las venas pinchadas y el ardor de la nariz desollada de tanto oler y huir, y uno deseando este momento, este vagón en penumbras en donde me pincho el último poco que me queda… (Pág. 40)
Como hemos podido ver, Sombra de nada constituye todo el material conocido de su autor, por lo que se trata de una obra breve pero intensa: el alarido de un poseso, una canción en trance, el desacato de un iluminado, un ritual de bacantes, la sesión de exorcismo a un fantasma de personalidades múltiples, la voz de una sibila, el monólogo del hierofante, los oráculos de un alienígena… Repito. El poemario de Víctor Saldaña es el texto más original que se escribió en la primera década del siglo XXI. Hay quienes argumentan que el libro fundador de la nueva poesía dominicana fue Cuartel Babilonia. Lamento refutarlos. El texto poético más importante de inicios del siglo XXI fue Sombra de nada de Víctor Saldaña. Porque si bien el aporte de Homero Pumarol consistió en una variación del tono imperante en las generaciones anteriores (90, 80…), más allá de lo discursivo, en Víctor Saldaña aparecen empleados todos los procedimientos estético-técnicos de la poesía actual en el globo terráqueo, no solo en los límites insulares de la República Dominicana. Sería prudente para la historia de la poesía dominicana que la crítica se planteara la siguiente pregunta (no tan retórica como parece, aunque me parece que de momento no la voy a responder). ¿Cuál estilo, tono y recursos estilísticos cuenta con más cultivadores entre los autores del siglo XXI, el camino de Homero Pumarol o el de Víctor Saldaña?