La investigación literaria sigue siendo mundialmente menor que la producción de textos de ficción. De ese modo lo considera el escritor francés Jean-Marie Schaefer en su libro Pequeña ecología de los estudios literarios ¿Por qué y cómo estudiar la literatura? (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 13-20; traducción de Laura Fólica).
El mencionado autor afirma que la ausencia de estudios literarios ha sido propiciadora de la prevalencia de una actitud dogmática en cuanto al enfoque desde donde se estudia la literatura. Las pocas investigaciones que se realizan sobre obras literarias enfocan la crítica desde la perspectiva de un canon tradicional insuficiente que no se basta en sí mismo para dar cuenta de la inmensa cantidad de obras que se publican en el mundo cada año.
Según Schaeffer, el estudio literario no se basta con un canon tradicional porque este suele constituirse a partir de criterios mezquinos y excluyentes. Este autor sostiene, además, que las obras excluidas se componen de una gran diversidad verbal y estilística que, si se investigaran desde una perspectiva ontológica, y no sólo deóntica, generarían cánones mucho más acordes con la naturaleza de los géneros y subgéneros creados por la praxis literaria, sin que ello represente el abandono de lo que hace que una expresión verbal sea considerada arte.
Las cuestiones relativas a la investigación literaria afectan de forma directa la enseñanza de la lengua y la literatura.
La República Dominicana no es la excepción en cuanto a la ausencia de investigación sobre textos literarios. Según un estudio realizado por el escritor Avelino Stanley (2013), a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo XX, el promedio anual de publicación de novelas oscilaba entre las tres y cinco por año. Sin embargo, en el 1998 RD alcanzó las 18 novelas.
El índice se mantuvo gradualmente en ascenso hasta alcanzar la cifra de treinta y dos novelas, en 2007 y 2008, respectivamente. Resta verificar cómo ha seguido aumentando el índice de publicación de novelas desde esa fecha hasta nuestros días (Stanley, Avelino (2013) La novela dominicana contemporánea. RD: FUNDESEP. 78 pp).
En contraste con el aumento de las publicaciones de obras literarias, la crítica dominicana cuenta, desde Pedro Henríquez Ureña hasta el presente, con muy pocos investigadores constantes.
Por esa línea han transitado Andrés L. Mateo, Diógenes Céspedes, Odalís Pérez, Manuel Matos Moquete, Manuel Núñez, Manuel Mora Serrano, Giovanni Di Pietro, Manuel García Cartagena, Basilio Belliard, Bruno Rosario Candelier, Plinio Chaín, Nan Chevalier, Alex Ferreras, Néstor Rodríguez, Pura Emeterio Rondón, Marcio Veloz Maggiolo, Avelino Stanley, Julio Cuevas, Roque Santos, Luis R. Santos, Ibeth Guzmán, Miguel Aníbal Perdomo, Ángela Hernández, Chiqui Vicioso, César Zapata, Juana Montero, Fernando Cabrera, Fari Rosario, entre otros y otras. La lista tal vez no exceda los cincuenta investigadores asiduos sobre temas literarios.
Ha de entenderse que las cuestiones relativas a la investigación literaria afectan de forma directa la enseñanza de la lengua y la literatura, pues el desconocimiento del acervo histórico, socio-cultural, antropológico, literario y pedagógico se suele traducir en elaboración de políticas públicas importadas que responden a criterios del mercado global y que, por vía de consecuencias, laceran la formación de ciudadanos con identidad nacional y de compromiso social.
Estas acotaciones relucen en el contexto de la despedida del año 2021 y de la bienvenida al año nuevo (2022) que ya no es tan nuevo. La Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña ha informado que durante todo el año 2021 “se registraron 1,803 libros, de los cuales 1,412 fueron impresos y 391 digitales”. Restaría clasificar esos libros en científicos y literarios. Dentro de los literarios, nos queda pendiente saber cuáles son los géneros de mayor publicación (Novelas, cuentos, poemas, ensayos, teatro, etcétera).
Aun así, es evidente que el año 2022 supondrá una gran oportunidad para fortalecer la lectura metódica de todos esos libros. Por supuesto, todos esos textos demandan lectores y creo suponer que dichos lectores se encuentran en las universidades y en las escuelas.
Ojalá que a partir de este nuevo año los problemas de lectura y de escritura en nuestras escuelas y universidades empiecen a ser asumidos como un compromiso institucional, en vez de continuar adjudicándoselos a los estudiantes y profesores.
En definitiva, deseamos un nuevo año con mejores perspectivas de vida y de salud para que juntos podamos continuar mirando al futuro con fe y esperanza.