Con un procedimiento articulado en oraciones y frases cortas puestas de relieve ante una representación de la narrativa contemporánea, intertextualizada básicamente a la novela objetalista y objetivista  de mediados del siglo XX,(nouveau roman) y apropiada, a través del pulso o latir  de todo escritor que maniobra con el recurso de la descripción dilatada, más bien científica en cuanto a lo que se es, hallamos valores esenciales a este, también, denominado "Ojo del lente fotográfico" visto en importantes escritores existencialistas de Francia del  pasado siglo. Ojo contemplador del objeto que, en nuestro caso, se torna particular a la percepción de la escritora colombiana Consuelo Triviño Anzola, donde supone, en el organigrama piramidal de su obra,  un mirar agudo, distanciado de  estereotipos  y sujeto, ese mirar, evidentemente, a un espacio o varios espacios compuestos por materia, la que atrapa detalles que solo pueden ser vistos sin la necesidad de reproducir una naturaleza general en la que, además de  lo físico, recoge, a nivel del subconsciente humano, lo que el lector puede y no puede palpar, mas, sí sentir: emociones, estados anímicos como: angustia, ansiedad, miedo, incertidumbre, planos diversos y fluctuantes donde mora lo eventualmente patológico o lo muy racional, que se advierte y antepone, según los antecedentes ya admitidos y asumidos por la autora, como un potencial de la existencialidad segmentada, la que ratifica y fija la conducta de los personajes dependiendo de las cosas que le atañen, pues la reiteración  de la realidad se impone como regla conductual, permitiendo que los personajes se desplacen por sí mismos alejados de un cuadrante estático- lineal, donde los hechos pueden ser el resultado de una circunstancia inacabada. Así, con estos pormenores, resaltamos, a modo festivo, una de sus piezas fundamentales, entiendo, adherida a la narrativa de habla hispana moderna. Su nombre: Transterrados.

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Esta novela, cuya primera edición data del 2018, no simula abordar la cámara "eye" propia de la narrativa experimental de escritores objetalistas, nativos en Estados unidos en un periodo donde las vanguardias derrumbaron la creación literaria, enriqueciendo, erróneamente, a la técnica, menos aún, no simula, esta novela abordar una mirada a un espacio demasiado específico o demasiado globalizado. Sustentamos la teoría objetalista al referirnos, diametralmente, al ojo en movimiento que contrarresta, ese que, a su vez, prima dentro de otro ojo como testigo en la misma cámara que retrata el movimiento, y hace una radiología de la situación o situaciones imperantes tomando en cuenta el objetivo. Por ejemplo, en los iniciales párrafos de Transterrados, Triviño pondera la atmosfera circular en detalles de un tren que se desplaza indiferente al ambiente mediático de humanos y a lo que el ojo de la narradora capta y asume desdoblada en un personaje femenino y otros adyacentes, lo que constituye esa dualidad espacial observada, de manera que la imagen en constitución física, matizada por el fluir del tren, y todo lo que exista dentro y fuera de ese tren es propiedad del personaje que cuenta, que difunde,  porque la imagen e imágenes recreadas en esa visión nacen de ese personaje, en consecuencia, se articula,  se teje un universo puro y paralelo a la realidad, universo que, en esa acción inmediata del tren, asume, la narradora, hasta cierto punto, desde un ángulo  impresionista,  como una totalidad al margen de las demás totalidades, situación que nos obliga  a recordar a escritores como Nathalie Sarraute, Michel Butor y  Alain Robbe Grillet, quienes lograron, dentro de sus individuales estilos,  romper con patrones establecidos anteriormente en la literatura tradicional de finales del siglo XIX. De acuerdo a nuestro particular juicio, prevalece en estos precursores inmediatistas, desarrollar la corriente objetivista  de la realidad que tan solo se ve, dejando de lado aquel armajo biográfico, cronológico, genealógico de personajes, lugares y de cosas, a simple vista emancipadas por el romanticismo para tan solo centrarse en un punto focal específico, dimensionando a veces el trayecto o contenido de la novela como elemento condicionador de esa realidad en potencia hasta llegar a un desenlace simplificado en un área de la realidad presente.

Consuelo Triviño Anzola.
Consuelo Triviño Anzola.

Para que tengamos una idea acabada de lo que, anteriormente, expresamos desde los inicios de este artículo, reproduzco fragmentos vitales de la novela Transterrados:

Finalmente, ocupó un sitio junto a la ventanilla. Pegado al móvil, el hombre ni se inmuta, nadie existe a su alrededor. Le pidió permiso dos veces para que la dejase pasar. Entre la estación central y el destino hay siete paradas. Ella se sienta mirando al frente. En dirección contraria, una pareja, tan ajena como el vecino. La mujer estira las piernas. La golpea y no se disculpa. Sus ojos la evitan. Fuera del tren el paisaje se va cubriendo de sombras… (pag.13, capítulo 1)

Y sigue diciendo: Siluetas de cuerpos femeninos en luces fluorescentes. Flechas que señalan el camino. Por aquí trabajan unos; por allá buscan chicas. Se compra la ilusión de poder. Aumentan los ingresos en la caja B. Trenes clandestinos llevarán el dinero a secretos paraísos.

El cielo se tiñe de malva y naranja incandescente. Ruedan los fotogramas de la desolación. La vida sigue un curso sinuoso en aquel paisaje devastado. El sol ilumina los bordes de las nubes cenicientas. El conjunto semeja los restos de un incendio. La tonalidad de aquella trayectoria la conmueve, quizás porque la tarde carga un sentimiento de fatiga y derrota.

Estudiantes y funcionarios subieron por la mañana comentando entre risas y murmullo los últimos cotilleos de la tele. Los obreros silenciosos salieron más temprano. Los del turno de noche roncan en los asientos. Al final del día, los ojos adormecidos se entregan a audaces ensoñaciones. (pag.14) 

Consuelo Triviño Anzola.

Al igual que esta estrategia estructural, Consuelo construye un artilugio temático: un proyecto y dentro del proyecto, late el segundo núcleo temático. Sobre esos dos ejes giran conflictos, personajes, procedimientos y recursos. El primero, se nos muestra de este modo:

Nuestro libro sería un testimonio de la emigración desde distintos puntos de vista. Se basaba en las crónicas que él ya había escrito. Pero requería un trabajo de campo y un hilo conductor que le diera coherencia. Luis Jorge se entregó diligente a la preparación del material. Acudía a cada cita con el texto prometido. En todo momento separó lo profesional de lo afectivo. Demostró audacia cuando le daba una vuelta a las situaciones más complejas. Encontraba una línea de interpretación más allá de los condicionantes de cada persona. Así me enseñó a ver a sus compatriotas desde otra perspectiva. (pág. 14). 

El segundo núcleo está contenido en este mismo párrafo de la novela “Ya no era importante si era bueno o mala persona, si era el culpable”. Jorge Luis Peña a quien la autora reclutó para que participara junto a ella, el personaje femenino, conductora de la narración “en la cartografía de la emigración”. En qué consiste la naturaleza del segundo, pues en esta nota de la novela, que opera a la vez como no: “La nota de prensa era rotunda. Luis Jorge Piña había estrangulando a Patricia Valdivia, su compañera sentimental” Así, un crimen con dos personajes emigrantes.

Sobre estos dos núcleos fluyen los sucesos que van tejiendo esa cartografía de la inmigración en la que predominan los rayados extrañados del vivir, el individual, como el colectivo,  con la creación de unos personajes disímiles de procedencias, pero con un cordón que los ata con firmeza: la suerte que corren en un país distante del nacer puestas en la uniformidad del vivir.

Y  en estos dos ejes centrales, fluye la historia que, como la misma estructura objetiva supone, genera las pequeñas historias que han creado con sus propias existencias. Allí, en el espacio de convergencia, España, los diversos personajes que habitan en las páginas tejiendo esa cartografía humana están determinadas por estas razones: el éxodo o huida, la búsqueda de un vivir más concordante con lo soñado o deseado y en sentido contrario, el desencanto, la aniquilación paulatina de ese sueño en cuanto a encogerse en su adentro al ver y sentir que las posibilidades de salir airosos son distantes y escasas. En un sentido amplio, distendido, la sensación que prevalece y crece es el ser atrapado en dos mundos que les pertenecen a estos sobrevivientes, como el sitio de anclaje, así mismo del nacer y crecer, concluyéndose como habitantes libres, sin destino ni espacio, aún sabiendo, conformidad o engaño, que el éxodo ha marcado desde los mismos inicios del mundo, la condición del ser humano. Sabían, igualmente que el concepto fue debilitándose con el huir, las circunstancias se imponían sobre la esencia primigenia: una ejemplificación: el crecimiento poblacional mundial.

Luis Jorge Peña, personaje central, el coautor del proyecto, Patricia Valdivia, compañera sentimental de Luis Jorge, asesinada, Juan Fernando, fotógrafo, Leonel, Mónica, personajes configurados y otros a trasluz, siluetados, desfilan y dan grosor a lo simultáneo.

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Novela de la emigración, a pesar del título, que proviene de muy lejos y que también en el mismo espacio de lo muy cerca. Novela de emigrantes que se acomoda en un país por afinidades legitimidades por herencias, y razones políticas, exilio propiamente, matiz existente, pero, esencialmente, novela de nudos, conceptos y de formas. Y uno de los atributos compositivos y expresivos de ella, estimamos, recoge esa atmósfera, que envuelve la incertidumbre por encima de las tantas solidaridades espontáneas, según la proliferación de culturas, hay un arraigo de identidad personal en cómo se manifiestan los personajes.

Y sobre esto, nos referimos a ese plano de lo inmediato, lo tocable cada día- Consuelo Treviño logra, con harta plenitud, a través de procedimientos narrativos muy de la actualidad contextual, esa sensación de lo inmediato tocable, sin acudir a antiguos rastros históricos primarios.

Ahora, sumemos este, otro rasgo, que   nos ofrece en totalidad nos remite a una exactitud de lo observado e integrado, común de la autora: la identificación de conflictos, complejos, prejuicios dentro de misma comunidad de inmigrantes. Y mediante sutiles contrapuntos, paralelismo y yuxtaposición afloran, saltan, esos males que, a su vez, se constituyen en fuerzas que se enfrentan entre sí a las diversas procedencias. Y ya amplía el tramado de conflicto a extenderse y penetrar por la intimidad de los países generadores de la emigración. Veamos como ilustra este fragmento.

  Uno se ve forzado a hacer cosas humillantes, dijo una chica dominicana. ¿entonces, por qué no te marchás a tu tierra y recuperás tu dignidad? Preguntó el argentino. Quien te dijo que aquí se vive te engañó, tenés que poner todo en la balanza. Lo malo: el descender de categoría, el sufrir soledad, la falta de perspectiva de futuro, el paro, la incomunicación, las diferencias culturales.

Finalmente, diríamos que Consuelo Triviño, dentro de la narrativa latinoamericana, en las últimas décadas, se halla en un sitial privilegiado. De ese cuerpo narrativo suyo, a nuestro entender, Transterrados representa un momento personal destacable cuando escribir es un arte, por supuesto, amparado a un adecuado nivel expresivo, nivel que en su propuesta expone soplos de vidas culturalmente desarraigados, subyugados por un   sistema económico globalizado, señalado, la mayoría de veces, de esnobista, arbitrario y exclusivo.

 

José Enrique García en Acento.com.do