1. Los modos políticos

Es indudable que llegado el siglo XX, el abanico político en el Caribe cambia de amo colonial y de proyectos políticos en algunos casos. La presencia gravitante de los Estados Unidos es ya un hecho innegable en la región, que había iniciado lentamente el cambio de su geopolítica. EU amparado en los principios de la doctrina Monroe, compra la deuda externa de algunos pueblos del Caribe y arrincona a España. Ocupa a Haití y Santo Domingo en los inicios de siglo XX, se queda con Puerto Rico y finalmente negocia a Cuba, antes de la llamada Guerra cubano-norteamericana de 1898.

En estas luchas por el dominio de la región, Estados Unidos se queda con Puerto Rico en un formato originalmente colonial, y luego, con la llegada de Luís Muñoz Marín, se orienta un modelo neocolonial llamado Estado Libre Asociado en que hay una dependencia económica, política, con ciertas autonomías culturales y de orden político como la elección del Gobernador y el libre tránsito a los Estados Unidos, es considerado este el 52 Estado de la Unión.

Finalmente, Cuba, luego de varios ensayos democráticos alternados con dictaduras, comienza la segunda mitad del siglo sustituyendo la dictadura de Fulgencio Batista por el régimen socialista de Fidel Castro dándole una fisonomía diferente a su sistema político-económico. La existencia de un grupo dominante y con vocación de proyecto burgués nacional se hacía muy evidente a diferencia de lo acaecido en las demás islas caribeñas.

Santo Domingo conoció en la primera mitad del siglo XX, inestabilidad, caudillismo y ocupación norteamericana y más luego un régimen dictatorial. Llegada la segunda mitad del siglo XX, inicia una transición democrática que no encuentra caminos de definirse.

Haití se desplaza todo el siglo XX entre dictaduras y alguno que otro respiro democrático leve, su clase dominante representa la más atrasada del continente y la región y las luchas intestinas han desangrado su economía y tejido social, hoy subsiste bajo un régimen de fragilidad total y cuasi con perfil de una sociedad fallida.

Los movimientos sociales y de resistencia políticos en la región caribeña han conocido algunos momentos de apogeo como los Guerrilleros del este en República Dominicana o los liboristas, también en el sur de la República Dominicana, además de la Guerra de abril de 1965, ya conocemos los resultados cubanos y su revolución. El cacoismo, entre la segunda y la tercera década del siglo XX en Haití que trazó un camino de resistencia rural, pero que fue opacado por las fuerzas conservadoras.

Jamaica y otros pueblos de la región caribeña siguen caminos de lucha que rápidamente se desactivan y ha recorrido el sendero de la descomposición social y política, como otros casos del Caribe francés específicamente los movimientos de resistencia en Guadalupe y Martinico, también caracterizados por la atomización y desconexión con las grandes masas, luego de finalizada la llamada Guerra Fría.

Inglaterra desde finales del siglo XIX queda prisionera de sus propias iniciativas (esta vez los avances de su decisión ante la esclavitud), luchando los sectores avanzados capitalistas de ella a favor de la abolición.

Guarda sus colonias Inglaterra bajo condiciones de dependencia anómala. La pobreza se dejaba ver en muchas de ellas y se fue diluyendo el modelo de explotación clásico de ésta, en el Caribe hasta que en 1964 se produce la descolonización de sus antiguas posiciones en la región caribeña y otras partes del mundo.

La Francia de finales del siglo XIX, sigue con su proyecto colonial en el Caribe, crea la figura de territorios de ultramar para camuflar sus dominios imperiales en momentos en que se cuestionaba esta presencia y sus tentáculos en distintas partes del mundo en lo interno, y ante la oportuna decisión de Inglaterra de abolir la esclavitud.

Luego llegado el siglo XX, esta forma de dominio colonial francés se transforma en Provincias de ultramar. No obstante, la dependencia es evidente. Las luchas y movimientos liberadores en las colonias inglesas y francesas abortan tempranamente en el siglo XX y se diluyen en formas políticas reducidas a grupos intelectuales y de clase media vanguardistas con poca incidencia en la población, la cual se inclina por estas formas de dominación por ventajas económicas y laborales, más que por asimilación cultural.

La confrontación de modelos culturales se hace presente y continua como un nudo aun no resuelto. Holanda hace de sus pequeñas colonias, Aruba, Curazao y Bonaire, espacios de estancias de capitales metropolitanos comerciales y financieros a lo que se sumó después de la segunda mitad del siglo XX, el petróleo y el turismo, en un formato político, ya en el siglo XX, de autonomía, pero con fuertes vínculos económicos y de inversión.

  1. El mundo Económico

A finales del siglo XIX, el azúcar dominaba como producto agroexportador las economías del Caribe y en el caso dominicano, y de otras islas, se combinaba con el café y el cacao. Este contrapunto, como le llamó el investigador cubano Fernando Ortiz a la relación de estos productos, implicó capitales locales, de antiguas metrópolis como Francia e Inglaterra y a los Estados Unidos, en una dinámica comercial que comenzaba ya el balbuceo de un capitalismo insipiente en estas economías, y con surgimiento de movimientos sociales, organizaciones obreras, luchas campesinas y presencia de los primeros gérmenes de la clase obrera ya en las primeras décadas del siglo XX.

Pero tampoco esta presencia industrial importante, no evitó pobreza, marginalidad y una intensa migración intra-caribeña, a tal punto que Santo Domingo recibió poblaciones migrantes de diferentes islas del Caribe causante de una recomposición fundamental de nuestra identidad cultural, a finales del siglo XIX y principios del XX, aquí y en toda la región.

Caracterizado el Caribe como región exuberante por sus paisajes exóticos y bellas playas, luego de imponerse en América Latina un modelo desarrollista a mediado del siglo XX; se reajusta su economía hacia el modelo de sustitución de importaciones y en la zonificación de la economía mundial, pasamos al área de economía de servicios: zonas francas, turismo y posteriormente remesas.

Toda la región ha centrado su esfuerzo en la segunda mitad del siglo XX, en la producción de servicios para satisfacer necesidades, sobre todo, externas, y de los capitales y caprichos de ocio de sociedades más desarrolladas.

Su modelo de desarrollo acentúa la exclusión, hay asimetrías en estas economías, pues unas son socialistas, otras de capitalismo tardío, otras, enclaves de capitales antiguamente coloniales, y algunas, enclaves de grandes emporios económicos, comerciales y de inversión turística y financiera.

Este modelo de desarrollo basado en la inequidad social expulsa a sus pobladores hacia regiones desarrolladas convertidas en destinos migratorios: Inglaterra, Francia, Canadá, Estados Unidos, y otros lugares desarrollados del mundo como España, Italia, Alemania. Esta migración forzada ha convertido al inmigrante en diáspora con personalidad y peso social propio y sostienen sus débiles economías con las remesas e inversiones locales.

  1. La modernidad en el Caribe en los inicios del siglo XX

Con presencia tardía, la modernidad se afianza en el Caribe hacia la mitad del siglo XX, entre otras cosas en sus áreas administrativas burocráticas e institucionales, infraestructuras, edificaciones y obras de desarrollo. Es así como vemos los cambios acaecidos en Puerto Rico, sobre todo en San Juan, su capital. Santo Domingo, capital de la República Dominicana, conoce cambios producto de la decisión del régimen de Trujillo de realizar la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, en donde se hizo un emplazamiento de edificaciones bastantes modernistas, y se le suma a esta iniciativa la construcción de la Universidad de Santo Domingo y la urbanización de Gascue.

No obstante, es Cuba y su ciudad, la Habana, la mayor expresión de modernidad en el Caribe comparable tan sólo con Buenos Aires. La Habana, caracterizada por una desahogada construcción, moderna arquitectura y viabilidad avanzada para su época, compitió en diseño y modernidad con las más destacadas ciudades del continente americano. Otras capitales del Caribe redefinen su urbanística con más lentitud y bajo la impronta de sus antiguas metrópolis.

En los tiempos actuales la modernidad se ve afectada o articulada a la tradicionalidad, conjugando binomios impactantes en que la vida en el Caribe se vive en contratiempo al ritmo mundial. La locomotora, la electricidad y el vehículo de motor, se aproximan al Caribe a fines del siglo XIX, teniendo a Cuba como primeriza de estas tecnologías modernistas, que alcanza otros saltos ya hacia la mitad del siglo XX en todo el Caribe, en unos más que en otros.

Una alegría acompaña la cotidianidad del caribeño hoy sumergido en una globalización a la que se contrapone una glocalización, es decir, una lucha entre identidad, migración, apertura o mundialización y reafirmación del ser nacional, donde la frontera deja de ser referente absoluto de identidad, pasando a ser la misma, transfronteriza y transterritorial, siendo la cultura el último recurso de subsistencia, adaptación y reafirmación de sus identidades amenazadas y en muchos casos mutantes, dentro de un mundo impactado por agentes de cambios significativos como el turismo, los medios de comunicación, la propia migración, el impacto digital, entre otros agentes.

Vivimos a ritmos en contrapunto entre modernidad y tradicionalidad, migración y reafirmación, cambio y permanencia (que la literatura caribeña ha denominado, lo real imaginario), pero profundamente marcados por el siglo XIX, portador del traje que nos vistió social, cultural, política y económicamente, y del cual aún nos quedan algunas prendas por desvestir.