Hace unos meses, escribí en las redes sociales la falta que hace la presencia física de Emilio Cordero Michel en estos días de debates y confusión sobre cuestiones de la historia. Decía que, si él tuviese presente muchas cosas que se están diciendo y haciendo, simplemente no se dijeran ni mucho menos se hicieran. Por ejemplo, hoy no estaríamos ante la polémica exaltación del general Ramiro Matos a la Academia Dominicana de Historia. Simplemente porque con Emilio físicamente vivo, este señor no fuera miembro de esa institución ni tantas cosas falsas se hubiese leído y oído para justificar dicha exaltación. Una de las cosas más groseramente falaz es la afirmación de Matos de que Emilio no negó la versión que él sostiene sobre el asesinato de Manolo Tavárez.

 

A ese propósito dice: “a raíz de cuestionamientos públicos relacionados a la muerte de Manuel Aurelio Tavárez Justo, mi mejor testigo es quien fuera presidente de la Academia, el señor Emilio Cordero Michel, siendo mi testimonio de conocimiento público, figurando en el periódico El Siglo, de fecha viernes 16, sábado 17 y lunes 19 de junio del año 1995, nunca negados públicamente por el Sr. Cordero Michel en vida”. En su reciente carta de defensa al cuestionamiento que se hace a su elección en la Academia de Historia Dominicana, vale decir hace 27 años después, reitera una afirmación que fue desmentida por Emilio Cordero dos días después en el referido periódico. Tiempo suficiente para que el general tuviera conocimiento de ese desmentido.

Emilio, siempre, valiente y estrictamente apegado a la verdad dijo:” el general Ramiro Matos declaró al diario El Siglo que se ha estado novelando con el fusilamiento del Dr. Manuel Aurelio Tavárez Justo y su grupo, el 21 de diciembre del 1963. Y es cierto. No solamente se ha novelado sino que se ha llegado aún más lejos: a la fabulación. El fabulador ha sido, precisamente el propio Ramiro Matos”, afirmando que: “Manolo y su grupo venía a rendirse, traían camisetas y pañuelos blancos amarrados en varitas. Fueron hechos prisioneros; los colocaron de espaldas a un corte de carretera y allí lo fusilaron (…) esa falsa declaración del general retirado Matos desdice mucho de quien aduce ser intelectual y artista, además de historiador”.

Por eso, en su reciente carta, del pasado 23 de marzo, el general Matos miente cuando dice: “el señor Cordero Michel fue testigo de estos hechos, y él mismo se encontraba temeroso de su destino en el momento en que me lo presentaron. Como guardián de los Derechos Humanos, di instrucciones precisas de que le custodiaran, que no se detuvieran en ningún lugar hasta entregárselo al comandante de la Zona Norte, el coronel Adriano Valdez Hilario, E.N. El señor Cordero Michel, nunca negó esta versión de los hechos”. Resulta inaceptable que Matos construya su defensa con el falso alegato de que Emilio no “negó” su versión sobre los hechos (cosa que sí hizo hace 27 años) y que al no hacerlo se convierte en su testigo que valida dicha versión. Una fabulación para evadir responsabilidad.

Cordero Michel se caracterizó por su probidad personal e intelectual y por su coherencia, por eso se ganó el respeto y la admiración de todo ser humano sin recovecos. En sus manos, decenas de potenciales y de consagrados historiadores pusieron sus textos para que se los corrigiese, confiando en su honestidad y franqueza en sus opiniones. Siguiendo ese rigor, esa capacidad de encontrar las causas y efectos de los hechos históricos concluye diciendo que Matos “aunque no estuviera presente en el fusilamiento de Manolo Tavárez y sus compañeros, por haber sido el comandante militar de la zona, sobre él recae la responsabilidad de lo sucedido en Las Manaclas”.  Esta es una acusación inequívoca, no un inexistente silencio exculpatorio con el que el general Matos pretende auto validarse y venderse como “protector de los derechos humanos”. ¡Vaya uste a saber!

La discusión sobre la relación o no entre la vida privada y pública de una persona, existe desde que se produjo una división entre las esferas pública y privada en la sociedad moderna, y esta no se zanja en los tribunales. Quien asume lo público ha de saber que su vida privada está indisolublemente ligada a su vida pública. Los linderos entre ambas esferas prácticamente no existen. En el caso que nos ocupa, no se puede separar la obra intelectual del general  de sus hechos como militar. Máxime cuando este militar ocupó altos cargos en un ejercito cuya historia moderna es, en gran medida, la historia y de la represión/atropellos y que además jugó un rol protagónico en momentos en que ese ejercito fusiló a dos personalidades del calado de la Manolo Tavárez y Francisco Caamaño

De uno de esos dos fusilamientos, Emilio Cordero Michel responsabiliza públicamente al general Matos. Esa circunstancia, unida al hecho de que este último en su reciente carta reitera que Emilio nunca negó su versión sobre los hechos de Las Manaclas, omitiendo u ocultando el dato de que aquel sí lo hizo hace 27 años, plantea un dilema ético/moral a la Academia Dominicana de la Historia que la obliga a enfrentarlo con seriedad y sin discusiones guidas por la pasión.