A Héctor Guerrero Heredia y a Ricardo Nieves.
Para desmarcarse de los filósofos, Byung-Chul Han recurre a una cita de Gilles Deleuze: “Todo filósofo que produce un nuevo idioma, un nuevo pensamiento, un nuevo lenguaje, es un idiota. Se despide de todo lo que ha sido. Habita esa inmanencia virgen, aún no descrita, del pensamiento”. Y no se trata de ridiculizar los juicios de un pensador tan categórico y profundo como Deleuze, sino diferenciar el papel del filósofo antiguo (el “idiota” de Deleuze) del moderno. “El idiota antiguo pretendía alcanzar unas evidencias a las que llegaría por sí mismo: entre tanto dudaría de todo”. En contraposición, “El idiota moderno no pretende llegar a ninguna evidencia (…) quiere lo absurdo, no es la misma imagen de pensamiento ”- dice Byung-Chul Han, citando a Deleuze.
Porque no es un filósofo, es un escudriñador acucioso de los cambios del mundo postmoderno, y de los impactos que el sistema cognitivo ha sufrido. Un exégeta. Y es que, si como él mismo afirma, “Ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube”, es claro que el sistema cognitivo está en crisis. Y no cualquier crisis, sino una crisis estructural, porque “con su dataísmo, el régimen de la información revela rasgos totalitarios. Se esfuerza por lograr un conocimiento total. Pero el conocimiento total dataísta no se consigue con el relato ideológico, sino con la operación algorítmica”. Un reto capital para el mundo del conocimiento erigido después del cartesianismo, porque , según Yung-Chul Han, “El big data y la inteligencia artificial ponen al régimen de la información en condiciones de influir en nuestro comportamiento por debajo del umbral de la conciencia(…). Su psicopolítica basada en datos interviene en nuestro comportamiento sin que seamos consciente de ello”.
En el nivel más profundo, sin embargo, establece una diferencia fundamental característica del pensamiento humano. Lo afectivo es esencial para el pensamiento humano. Y eso lo diferencia de la inteligencia artificial. “La primera afectación del pensamiento es la carne de gallina”- dice como si bromeara. “La inteligencia artificial no puede pensar porque no se le pone la carne de gallina. Le falta la dimensión afectivo-analógica, la emoción que los datos y la información no pueden comportar”. Y eso no es todo, dos cosas más se conjugan para evidenciar la embestida contra el sistema cognitivo. La primera se funda en la naturaleza del régimen de la información, atravesado por la inestabilidad, empinado sobre la necesidad inherente de aceleración, porque la información se sucede en el tiempo de manera infinita, y eso reprime las prácticas cognitivas que requieren de dedicación y tiempo, como el saber, la experiencia, y el conocimiento. ¿Es posible levantar un sistema de pensamiento adherido al fluir indetenible de la información?
Hay dos formas de racionalidad en el mundo de hoy: La racionalidad digital y la racionalidad comunicativa. La racionalidad digital prescinde del discurso, de la comunicación. Mientras que la racionalidad comunicativa se organiza desde la capacidad de razonar, y la disposición a aprender. La racionalidad comunicativa estaba ya en la idea de relato de Jurgen Habermas como falsa conciencia, pero Byung-Chul Han la reconfigura polarizándola contra la racionalidad del dataísmo. La inteligencia artificial no se despliega desde el razonamiento, sino que computa. Sustituye el aprendizaje discursivo. El caso del ChatGPT, o del ChatGPT 4, que no son más que programas de inteligencia artificial, iniciado el 30 de noviembre de 2022, genera contenidos escritos muy cercanos a los que la racionalidad comunicativa puede construir. Imita el habla humana, conversa y responde preguntas, un modelo de lenguaje alimentado por la inteligencia artificial, entrenado por más de 175 millones de parámetros, con algoritmos que pueden entrelazar respuestas muy acertadas y completas, en un tiempo tan fugaz que el cerebro humano no puede alcanzar. Cada vez más perfeccionado y depurado, porque del Chat GPT al Chat GPT 4 hay un salto cualitativo muy amplio. El Chat GPT 4 es ya un inicio de ruptura de prácticas sociales como la educación, la creatividad, y son múltiples los puestos de trabajo, enumerados ya, que se vaciarán de contenido y dejarán de existir operados por seres humanos.
Entender ese mundo es el objetivo fundamental de Byung-Chul Ham, sobre todo porque “la política y la gobernanza son sustituidos por la planificación, el control y el condicionamiento.” Y en ese universo dataísta “la democracia cede al avance de una infocracia basada en datos (…) y los análisis de datos mediante inteligencia artificial sustituyen a la esfera pública discursiva, lo que significaría el fin de la democracia.” No se trata de un “Gurús del apocalipsis tecnológico”, ni de un filósofo “más platónico que aristotélico”, sino de un pensador preocupado por los efectos de poder que puede generar la inteligencia artificial a corto plazo. En un Consejo ejecutivo de la UNESCO sobre normativa de la inteligencia artificial celebrado en noviembre del 2021, en París, le pregunté a Andrés Merejo, el filósofo dominicano que más a escrito sobre este tema, sobre la disyuntiva del pensamiento en la era de la hegemonía del dataísmo. Y él me respondió: “Hay que trascender el regocijo del dato”. Y tal vez de eso se trata, ¿pero cómo?