Debo confesar que conocía al autor de este libro, porque escuchaba mucho su nombre por quienes pasaron por su magisterio, y algunos trabajos suyos en los medios periodísticos. Pero, desconocía su universo poético, que ahora leo y disfruto. Nunca pensé que era un poeta bueno, porque en su mayoría los que vienen del área académica universitaria, no lo son. Sin embargo, me he quedado sorprendido, por la certeza de sus textos. El poemario «Hojas del camino» (2019), del maestro Dinápoles Soto Bello es la reunión de tres vidas en una sola: la religiosa, la existencial (sentimental, amorosa, natural, viajera) y la del físico-matemático-científico.

Desde hace tiempo, aunque para nosotros los dominicanos sea extraño, hablar sobre poesía y ciencia. Ambas tienen un objeto común: un sujeto concreto y subjetivo. Por eso, ya muchos investigadores y científicos, absorben y aceptan el nivel de subjetividad. Desde esta perspectiva, existe una relación entre poesía y ciencia, porque una y otra utilizan la lengua para su concreción. El sujeto es racional y subjetivo.  En tal sentido, el renombrado escritor y lingüista Manuel Matos Moquete, en su interesante trabajo Lenguaje y ciencia: sujeto epistémico, sujeto individual y obstáculos epistemológicos nos explica: «En las ciencias del lenguaje, específicamente, a esas dificultades se agregan dos hechos propios de ese campo: las manifestaciones del lenguaje implican, intrínsecamente, al sujeto; y ese sujeto es también, intrínsecamente, subjetivo» (Moquete, 2024).[1]

Hojas del camino.

La ciencia busca desde la objetividad, la razón y la verdad. La literatura tiene la palabra, como instrumento indispensable para crear, pensar y saber. Poseen algo que es común, para poder lograr sus objetivos, ya sean científicos o literarios, que se pueden resumir en tres palabras: el ser humano, la naturaleza y el asombro. Con sobrada conciencia sobre el tema, José Luis Garrido explica:

Ambas nacen del asombro por la naturaleza y la necesidad de los seres humanos de comprenderla y describirla. Las dos requieren curiosidad, intuición, paciencia, observación, creatividad, tesón. El neurocientífico Antonio Damásio afirma que la poesía es una actividad científica, y el físico Pedro Miguel Etxenique nos recuerda que la ciencia no es la única forma de conocimiento verdadero (y pone como ejemplo que no se puede describir la belleza de un atardecer en términos exclusivos de reflexión, refracción, longitud de onda…). ¿Vosotros qué creéis?  (Garrido, 2023, pág. 1).[2]

En la antigüedad no había separación entre poesía y ciencia, así lo comprueban dos paradigmas mayores: Parménides y Lucrecio, ambos se valieron de la subjetividad del lenguaje humano para plantear sus hallazgos científicos.  El mismo autor, lo refiere:

Pero vayamos al principio. En sus comienzos, filosofía, ciencia y poesía eran lo mismo. En la antigua Grecia se creía que las Musas inspiraban todas las «artes», incluyendo entre otras la música, la historia, todas las formas de poesía y la astronomía y las ciencias exactas. Filósofos como Parménides explicaban la ciencia con lenguaje poético. Posteriormente, el romano Lucrecio escribió su extenso poema «De rerum natura» para describir en verso buena parte del conocimiento científico de la época (¡incluyendo la teoría atómica!).[3]

Después, comenzaron aparecer decenas de poemas que han surgido, desde elementos y contenidos científicos en distintas lenguas en el mundo. Pero, todavía, algunos románticos continúan separando la ciencia de las humanidades. Aun sabiendo, que esta última, también se vale de la primera: haciendo uso de sus instrumentos metodológicos y sus técnicas de investigación, para realizar sus estudios o tesis de grado, postgrado y doctoral.

Soto Bello tuvo la oportunidad de ser becado en el extranjero, en el corto gobierno del maestro y escritor Juan Bosch, en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, México, el célebre ITESM, el mismo que hoy se conoce como Tecnológico de Monterrey o sencillamente TEC.  Aunque solo ha publicado este poemario, en su larga vida, desde temprano fue llamado por la literatura. Formó un grupo literario de poesía física-matemática, en la Universidad Católica Madre y Maestra. Es decir, siempre ha tenido una vinculación profundamente intrínseca, entre la poesía y la ciencia, sin dejar atrás su apetito espiritual y religioso.

El libro de Dinápoles, desarrolla la poesía y el conocimiento de la ciencia de las matemáticas, esto lo convierte en un poeta innovador de nuestra literatura. El autor realizó estudios de maestría en Francia y en Alemania en Ciencias Físico-Matemáticas, siendo un maestro sobresaliente de la (UCAMAYMA). Poesía humana y científica, en ella es más rebelde y transformador, porque se reviste de innovación, como lo hace en sus poemas matemáticos: «Lluvia numérica» y «Tiempo muerto».[4] Esto no es común en la tradición de la poesía dominicana. En este último poema, además de su don poético, nos habla del tiempo muerto del hombre, utilizando los «ceros absolutos» y el «infinito total» «de la geometría dormida».

«1×9+2= 11    nube   nueve     sube nueve    llueve/12×9+3= 111 nueve   sube mueve   lleve     nube/ 123×9+4= 1111   nueve llueve    nube      nueve    sube/   1234×9+3= 11111     nueve       nube               nueve     sube       mueve     llueve» (Lluvia numérica).[5] «Presencia vegetal del silencio./ Ceros absolutos./ Infinito total./ Paisaje y conciencia:/ dos soledades confundidas/ en una sola mansedumbre,/ mismidades holladas en el instante,/ apretadas de vacío,/ suspendidas/ del punto solo de la realidad inmóvil./ El hombre está ahí/ quieto en su espacio fijo/ de geometría dormida./ Sus ojos abiertos circunferencias en exilio…/ El tiempo no respira ya/ cadáver cósmico en la tarde »(Tiempo muerto). Asimismo, recomiendo leerse el poema: «Homenaje físicomatemático a José Luis Alemán, pág. 81». Permítaseme, concluir esta parte, con las palabras de Gerardo Herrera Corral:

Los símbolos matemáticos son lenguaje en búsqueda de precisión y las ecuaciones de la física son una expresión lingüística de conceptos y leyes de la naturaleza. Al final todo es lenguaje, pero el sentido específico de los significados y el arreglo justo de las palabras figuran en la ciencia como lo hacen en la poesía. (Corral, 2018, pág. 1)[6]

Continuaré ahora, con el sujeto poético-religioso que anida en el alma de Soto en su libro «Hojas del Camino». Desde el mismo título, el texto se convierte en un confesionario de una vida múltiple y diversa del autor-sujeto, pero se inicia invocando su amor a la divinidad: «Tú y yo, dos silencios/ unidos en espíritu;/ dos astros solitarios/en un mismo sistema. / Tú y yo, dos-¡ay!- Tormentos/ en un mismo dolor…»[7].

Poesía mística donde revela su relación con su fe cristiana, desde diferentes perspectivas y experiencias. La búsqueda de un Dios insondable y necesario, que ahonda en la profundidad de su alma y en la sangre noble de su corazón, ante el amor a Dios que ha sido frenado e intervenido por el amor de su amada, lanza su ruego:

Perdóname, Señor, por haberla amado tanto, / si a veces por mirarla me olvidé de tus ojos;/ si mis versos son pena, si mis penas son llanto, / perdóname, Señor, vengo hacia ti de hinojos…/ Yo busco entre tus brazos el sueño del olvido, / y busco en tus palabras la luz de mi esperanza. / Señor de los consuelos: recógeme en tu nido, / y no le digas nunca lo que mi voz alcanza. / Era como una aurora, casta como una flor;/ en su espíritu el mío encontró sus esencias;/ acunaban sus ojos un profundo fulgor/ y en su voz candorosa encontré mis cadencias![8] El poema concluye: «Dormía en sus cabellos la flor de la leyenda;/ eran sus manos pálidas huerto de mi llanto;/ mas ahora, ¡oh Cristo! Te la doy como ofrenda. / Perdóname, Señor, por haberla amado tanto». En algunos fragmentos de Ternura, dice: […]«tu sonrisa lejana mi ternura despierta,/ tus pálidas mejillas de un humano cristal./» […] Tesoro de mi alma,/ escucha mi silencio,/ levándoteme esos ojos donde probé/ de tus lágrimas la sal. Dame tus brazos doloridos/bálsamos de espíritu ungido de pesar. / En el cielo hondo y claro, duerme la luna, / sueño diáfano allá en la lejanía. / […] Yo siento en mis adentros tu presencia bienhechora, / tus ojos son dos lunas que me miran tranquilas/ entre dulces neblinas de melancolía. / Inmenso es el silencio en tu alcoba solitaria, / en el vasto misterio de la noche…[9]

Con su ansia divina a cuestas contempla la naturaleza y su entorno esencial, mostrando sus virtudes y sus dolores existenciales, en la nostalgia de sus recuerdos infantiles y juveniles. Poseído de la gracia de lo poético, se instala en su aura creativa. En los acordes de sus versos, no solo lleva su fe, sino también sus haberes y sus lastimadas angustias. Poesía hecha de misticismo, naturaleza, amor, cotidianidad y lejanía.

La nostalgia cuelga en cada uno de sus versos y en la materialidad de sus amores. Una poética que se desposa, con su ir y venir, sin ambages y sin peros. Expresa lo que siente y piensa sin ninguna máscara lingüística, sin esconderse detrás de su fe o de la institucionalidad social.

Su poetizar va marcando el reloj de sus tiempos, en los cuales su naturaleza física ha ido y vivido, sin dejar de recuperar en la nostalgia del recuerdo su territorio de origen amado y nunca olvidado: Baní y su República Dominicana. Factura su vida desde su impronta religiosa y material, para ahondar sus afanes en la concreción de la palabra y sus laberintos llenos de hojas, caminos, alucinaciones y pesares. Crea una especie de mea culpa, de un hombre espiritual, pero que igualmente transita su territorialidad.

En la contraportada de la bellísima edición, con la modestia y la humildad que les albergan, explica que el único fin, verdadero, fue reunir y publicar los poemas dispersos que había realizado en toda su vida, para que no se perdieran en las hojas del tiempo. Sin pretender convertirse en un poeta importante de la literatura dominicana, simplemente que lo lean.

«Este libro recoge todos escritos a lo largo de una vida, clasificados entre s grades etapas: la del romanticismo temprano de las ilusiones platónicas, la de la tórrida efusión vital propia de la juventud, la de la madurez que resulta de la acumulación de años sedimentados de vivencias existenciales. Se publican con el solo propósito de que no se pierdan, y destinados más bien a familiares y amigos, entendiendo su autor, además, que muchos de ellos no reúnen los méritos que les permitan hacer una digna visita al Parnaso. No obstante, espero que sean leídos con benevolencia y que ésta llegue a ser retribuida con poemas considerados de mayor calidad» (Bello, 2019).[10]

El texto poético de Dinápoles Soto Bello, se puso a circular en junio 2019, en el marco de la Feria del Libro de la Madre y Maestra. Presentándolo, el crítico e intelectual Bruno Rosario Candelier, subrayó: «el único poeta dominicano que es físico y metafísico al mismo tiempo». Luego añadió: «Paisaje y conciencia son dos palabras claves para entender la belleza y el sentido de la lírica de Soto Bello: el paisaje se vincula a la física, y la conciencia a la metafísica, dos vocablos que revelan un acierto intuitivo del autor, al tiempo que perfilan la dimensión física y metafísica de su sensibilidad estética» (Candelier, 2019, pág. 1).[11]

Es un autor auténtico, donde la palabra se hace poesía, aunque algunos se quedan en el berrear de lo cotidiano, como por ejemplo pasa en los poemas: «El almuerzo en la cafetería de la UCAMAYMA», «Andes en mi corazón, Santo Domingo» y Amas a Santo Domingo, amiga».[12] Cuando se refiere a Dios, a la naturaleza y al entorno amoroso y familiar, se hace mejor poeta. En la época que están escritos sus textos, nuestra poesía estaba constreñida en los atisbos del compromiso panfletario, donde el llamado social pesaba más que la creación literaria.  Mientras eso acontecía, él estaba sustraído en una poética fisicomatemática, religiosa, naturalista-contemplativa, erótica-amorosa y familiar.  Viviendo y observando cada una de ellas, a través de las voces de su camino, ungido en el asombro de la palabra que lo confiesa, lo desafía, lo atormenta y lo persigue. […]«Tu presencia hace circular/ olas profundas…».[13] [..]«y el crepúsculo en paz/ sus brumas de tristezas…»[14] « Después de haber sufrido lo bastante,/ después de tantas luchas y quebrantos,/ después de haber ahogado en cada instante/ mi existencia triste, amargos llantos,/quiéreme mucho./ Después que recogido en la penumbra,/ enfermo de la vida y del destino,/ tu luz me diste que mi pecho alumbra;/ después de los cansancios del camino,/ quiéreme mucho./ ¡Y esperar tanto tiempo tu llegada!/ Vagué en la ruta con el alma incierta,/ los ojos turbios, la sonrisa muerta./ Cuando sientas mis lágrimas, amada,/ quiéreme mucho…»[15]  Para terminar, en la voz del poeta fisicomatemático Dinápoles Soto Bello, lo haré con un fragmento de su poema Trébol lírico: […]«La tarde está serena;/ errante vaga el cierzo,/ en tanto que mi pena/ deshecha va en un verso…/ Canciones de misterio,/tristes pulsan las hojas;/ hay, en el cementerio,/ peregrinas congojas…/Flota un vapor de alma/ que escapa de las huesas;/¡Oh muerte! ¡Cuánta calma! ¡Qué lúgubres tristezas! …»[16]


[3]  Ibídem.

[4] Págs. 78-80.

[5] El poema es separado por un espaciado, en cada palabra (nube    nueve     sube     llueve). Además, viene con la siguiente bibliografía: «E. Condon; Curiosities of Mathamatics Haldeman-Julius Company, Kansas, U.S.A., 1925».

[7] Unión, pág. 13

[8] Ruego, fragmento, pág. 14.

[9] Ternura, pág. 15.

[10] Bello, D. S. (2019). Hojas del camino. Santo Domingo: Amigo del Hogar.

[12] Págs. 48, 55,57.

[13] Tu presencia, pág. 20.

[14] Te amo quietamente…, pág. 21.

[15] Después…, pág. 22.

[16] Pág. 24.