El despertar de la conciencia social es nuestro segundo y verdadero nacimiento. La esencia del arte se revela en su sensibilidad ante la belleza del mundo y en los retos que plantea la sociedad en la que ha tocado vivir al artista. Ésta lo dota de un sentir particular que le impulsa a crear y recrear formas, de ver y presentir situaciones, como si fuera en su auxilio. El artista busca fortalecer el espíritu de los individuos para que crean en ellos mismos de manera que sean capaces de llevar a cabo las transformaciones fundamentales, partiendo desde su ideal de libertad y fuerza de voluntad.
La cultura es todo aquello que busca socializar ese arte que aquí y allá nos despierta haciéndonos responsables ante nosotros mismos, la familia, la comunidad y nuestra nación de hacer aquello que nos toca desde la inspiración. Una obra de arte, en cualquier medio en el que esté expresada, es un llamado genuino a todas las fuerzas dormidas, dispersas, engañadas y manipuladas, para que recuerden, hombres y mujeres, el sentido real y grandioso por el que han nacido, por el que deben de luchar, mientras y durante antes de quedar totalmente dormidos.
He visto muchas películas, pinturas, obras de teatro. He leído mucha literatura y poesía. Cada cierto tiempo me encuentro con algún creador que, dentro de la multitud de voces, casi perdido entre la muchedumbre, me guiña un ojo. Entonces, sucede el milagro de encontrarnos en el desafío de la encrucijada, entre lo establecido y lo deseado. Henrik Ibsen, un creador noruego, aportó desde el teatro una visión de la esperanza de manera rotunda. Adaptada desde su libro la película, “Un Enemigo del Pueblo”, obra con más de cien años de haber sido escrita, podría trasladarse a la actualidad sin que nada nos parezca ajeno. Su contenido se centra en el poder del dinero, por encima de cualquier otro valor, tal como la vida de las personas o el de la naturaleza. Hace una fuerte crítica a la clase política, experta en tergiversar y mentir para alcanzar sus objetivos. También lanza sus dardos contra la prensa, dispuesta a pactar con los poderes para convertirse en su portavoz. Así, decir algo que resulta incómodo, aunque sea la verdad, puede traerle funestas consecuencias al que lo haga. A pesar de eso, el protagonista, lleno de valor y esperanza, se lanza hacia esta difícil empresa en contra de todos los valores caducos de su sociedad. Para que estos puedan ser restaurados, es necesario contar con nuevos maestros, pero sabemos por experiencia propia, que los hombres realmente poderosos son seres solitarios.
Hay una reivindicación de la mujer y su participación desde su esposa conservadoras que parte de sus creencias tradicionales y la seguridad del hogar y su evolución sobre la fidelidad a su esposo cuando el juego se pone difícil, ella es la primera que se une incondicionalmente a la causa de su esposo el Doctor Stockmann, y su hija maestra de escuela quien siempre ha estado de parte de los ideales de su padre. Más allá de lo anecdótico de la trama, lo interesante y que sigue suscitando polémica es la tesis de que el enemigo más peligroso del juicio y de la libertad es la opinión de la mayoría. Para Ibsen la mayoría no siempre tiene la razón, muy al contrario, nunca la tiene, es la minoría la que la posee, pues la mayoría tiene la fuerza, pero no tiene la razón, porque ¿quiénes son la mayoría en el sufragio? ¿Los estúpidos o los inteligentes? Sin embargo, ¿Qué importa que tengas la razón si no tienes el poder?, le contesta a su marido, la señora Stockmann.
Esta obra escrita en 1882 tiene el hecho coincidente, que cuando los dígitos de su nacimiento se recomponían de nuevo entre los mismos números, pues él nació en 1828 en Cristianía, como se llamaba antiguamente, Oslo Esta obra me ha impactado tanto que me gustaría sugerirla para que sea vista y discutida en grupos y colectivos, aulas y gremios. También puede ser disfrutada de manera individual en estos momentos en que los políticos de todos los partidos se disputan los cargos, tienen en la prensa a sus aliados pagos cuya función es hacer parecer como verdad cualquier tipo de mentira. La población ha depositado en pocos hombres y mujeres la esperanza de construir una sociedad mejor. Para llenar las expectativas, los electores deberán haber sido formados e informados, la masa debe convertirse en pueblo que ha dejado de ser turba que responde solo a dádivas de sus propios verdugos. Los individuos deben desarrollar conciencia y asumir responsabilidad. Las mayorías no siempre tienen la razón pues desconocen lo que más conviene colectivamente.
Un enemigo del Pueblo es una obra de teatro, adaptada al cine, que iza su mejor bandera para desmontar la mentira de la conciencia de la mayoría y su capacidad para elegir. Esta obra cae como anillo al dedo a la sociedad dominicana actual, cuya conciencia necesita ser sacudida. Su voluntad debe ser motivada y su ética inspirada de manera que logremos alcanzar un sueño colectivo real y fecundo.