El 25 noviembre de 1984, coincidiendo con la fecha de las Mariposas que, en palabras de doña Dedé Mirabal, siguen vivas en su jardín; el Comité de Historia de Mao, junto a otras entidades locales, convocó al pueblo maeño para rendir tributo a Rebeca Sánchez, una de las grandes educadoras del país. Para la ocasión, Manuel Rodríguez Bonilla, uno de los fundadores de dicho Comité, escribió un perfil biográfico basado en los datos ofrecidos por ella en conversaciones ocasionales sin que sospechara el propósito de su interlocutor. Cuatro decenios después, debido a su escasa circulación, comparto las ideas centrales de dicho perfil en interés de contribuir a su inclusión entre los grandes maestros dominicanos.
Rebeca Sánchez nació en la villa de Santa Cruz de Mao en febrero de 1893. Hija de Francisco Antonio Sánchez y Amelia Rodríguez, reconocida como la primera maestra nombrada en este poblado en 1888 y por ser hija de Baltazar Rodríguez, restaurador, hermano de Santiago Rodríguez, uno de los artífices del grito por la libertad de los dominicanos dado en Capotillo en agosto de 1863.
Como era costumbre, a los cinco años de edad, la niña Rebeca había sido alfabetizada por su madre. De sus inicios en la educación formal destacan las orientaciones de Juan de Jesús Reyes, maestro de varias generaciones maeñas que impartía nociones de Gramática, Matemáticas, Historia y Ciencias Naturales. También contribuyeron a su formación su tía, Carmelita Rodríguez, y Antonia ´Evertz´, maestra de origen vegano.
En 1913 fue designada en Mao como Maestra Ayudante de la Escuela de Hembras Nuestra Señora de la Victoria, donde laboraba su madre, de quien recibió alfabetizados sus primeros alumnos. Por sus palabras, se sabe que la asignación de su sueldo, ascendente a seis pesos al mes, sucedió un año después. También sostuvo que como alumnos de este grupo figuran Mélida de la Rosa, Lucinda Reyes, Honoria Reyes, Fidelina Reyes, Teresa Marrero, Juana Reyes Taveras, Amada Cabral, y otros que con el paso del tiempo fueron parte de las familias más reconocidas de su comunidad.
Como resultado de las dificultades que desde 1916 afectaban al sector educativo gracias al gobierno militar de intervención impuesto por Estados Unidos, la “señorita Rebeca” se estableció en Puerto Plata en 1921. Allí permaneció dos años y, como maestra particular, tuvo entre sus alumnos a los hijos de los munícipes más distinguidos. Mas, al cambiar las circunstancias regresó a su villa natal en 1923, requerida por Ramón Emilio Jiménez, inspector de Instrucción Pública. Fue designada en la escuela de la comunidad rural de Pretiles, y de esta, pasó a la Escuela Graduada Mixta de la común de Valverde en 1924, donde permaneció tres años.
Se estableció en Santiago en 1927, acompañada de Virgilio Antonio Pereyra, con quien había contraído nupcias tres años antes en Puerto Plata, y de su hija Filena Pereyra Sánchez, nacida en 1925. Trabajó en la Escuela Nocturna Cuba, de esta provincia, sin cobrar un centavo hasta que, por gestión de Virgilio Mainardi Reyna, se le asignó el sueldo de 40 pesos al mes por labores en las tandas diurna y nocturna.
En 1931 llegó a Santo Domingo, sector Villa Francisca, y se convirtió en la segunda maestra oficial de la escuela pública de Los Mina. Su desempeño la hizo merecedora del traslado en 1936 a la Escuela de Mata Hambre, ubicada en el entorno de lo que sería la Ciudad Universitaria. Esta etapa de su labor educativa, reconocida por los inspectores de Educación más rigurosos, finalizó en 1939.
De la Capital, la señorita Rebeca pasó a El Cercado, San Juan de la Maguana, donde laboró como maestra en el año lectivo 1939-1940. Allí contó con mejores condiciones de trabajo, debido, probablemente, al hecho de que Víctor Garrido, entonces secretario de Educación, era de esta comarca. Del sur, pasó al este del país y entre 1940-1945 fue maestra en Ramón Santana, que para entonces pertenecía a San Pedro de Macorís; durante los años 1945-1956 laboró en la escuela de Hato Mayor en todos los grados de primaria.
Luego de medio siglo de labores, y con la salud disminuida, pasó a las filas del retiro en septiembre de 1956 pero, de regreso a Santo Domingo, continuó su sacerdocio como maestra particular en provecho de los niños de la Ciudad Colonial y de sus barrios cercanos durante casi dos decenios. Como balance, destacan 70 años, de cien que viviera, dedicados al servicio que mejor traza el camino de la libertad: la educación. Para llegar a las aulas de Mao, Puerto Plata, Santiago, Santo Domingo, San Juan, San Pedro de Macorís y Hato Mayor, tuvo que vencer distancias considerables a pie, soportar el hambre y la estrechez económica, pero siempre llegó y llegó a tiempo, pudo más su vocación. En Rebeca Sánchez tenemos a una de las educadoras más abnegadas de cuantas conoció el país en el siglo XX, debe salir de la jubilación impuesta por la memoria histórica.