Jesús Rivera, uno de los locutores icónicos de la República Dominicana, apasionado por la buena radio, la historia y la escritura de guiones de teatro, siempre flaco, ronda las ocho décadas y con envidiable tino intelectual, prefiere aclarar que se siente con facultades vocales disminuidas como para seguir grabando con la calidad requerida anuncios y documentales como Trujillo. El Poder del Jefe, de René Fortunato.

Pero está activo y sigue con la jovialidad y la sencillez que  practicaba en sus tiempos de director de Radio-Radio y productor-realizador del potente programa Proscenio. Tiene residencia en Estados Unidos con su familia, aunque va y viene mientras enriquece su cuenta de Facebook con post instructivos sobre historia, geografía, anécdotas de sus vivencias, incluida la de su celebrada obra de teatro “Vivencias de un  viejo barrio” (su Villa Duarte, en el costado sureste de la ría Ozama), con varias funciones exitosas en Bellas Artes.

Exmaestro de ceremonias del presidente Salvador Jorge Blanco (1982-1986), “sin adular”, ha contado su experiencia en Radio Mil al popular Jochy Santos y su programa radiofónico “El mismo golpe”.

“Déjame decirte algo: cuando yo empezaba en la radio, en La Voz del Trópico me rechazaron por malo; en Radio Unión me rechazaron por malo, y en Radio Mil me dejaron como tres semanas haciendo un programa del Trío los Panchos, y a las tres semanas me dijeron: ¡bye, bye!”.

Ironiza: “Pero mira cómo son las cosas de la vida: de Radio Unión me llaman después para que dirigiera la emisora, y les dije: muchas gracias, no me interesa. De La Voz del Trópico me llaman un día dizque porque hicieron un concurso y yo dizque gané como el locutor más popular e iba a recibir el pergamino, y otra anécdota me la voy a callar… (Reclamo de los tertuliantes para que hable)… Ok., la diré, por la provocación de ustedes, Un día, Jiménez Maxwell me invitó a comer a su casa, y me dijo que me quería como director de Radio Mil, pero que no le contestara en ese momento, sino que lo pensara, que lo consultara con mi almohada. Nunca le contesté…Con  Sencillamente porque yo entendí que no era justo. Tenía ahí a locutores como Bueno Torres y otros que hicieron la historia de Radio Mil y otros y yo no iba a  dirigir ahí… Hay un antes y después de Radio Mil”.

En 1984, ya retirado y vencido por los altibajos de la vida, el inquieto Joaquín  Buenaventura Jiménez Maxwell presentó su libro “Espinas y rosas en la vida de un locutor”, y en 2008, “Memorias del fracaso de un triunfador”. Moriría el 8 de agosto de 2011, 76 años, agobiado por las amarguras en su profesión y los engaños que, decía, sufrió en la Tabacalera donde era accionista; tras el intento fallido por replicar a Radio Mil en Radio Cordillera (en la capital) y –como nos contó una tarde al pie del edificio Metropolitano, con el sueño de construir en RD un gran cabaret al estilo del emblemático Tropicana, de Cuba.

Detrás del telón

No todos como Rivera tuvieron la dicha de pasar aun fuese de manera efímera por la cabina de Radio Mil. Muchos terminaron descalificados de entrada y otros ni se acercaban por el edificio condicionados por las versiones sobre coto cerrado que circulaban en los corrillos faranduleros.

La emisora de Manuel María Pimentel, bajo la dirección de Jiménez Maxwell (y socio, decía), fue puesta en escena el 14 de mayo de 1963 con sello de calidad y estilo muy particular. Él no fue tan buen locutor como sabueso para identificar un nicho en el mercado y echar a andar un proyecto radiofónico que se ancló durante décadas en el imaginario de las audiencias.

Joaquín Jiménez Maxwell

El sonido, las voces, la combinación, el estilo particular y el compromiso social del  Primero de la Primera, Radio Mil Informando, lo llevaron ganar tanta credibilidad que, generalmente, para buena parte de los oyentes, los hechos eran creídos solo cuando la información era servida por ese canal auditivo, pese a la calidad mostrada por Noti Tiempo (1959), de Radio Comercial, y Noticiario Popular (1976) y otros.

Trabajar en el quinto y último piso del edificio José Armenteros o Metropolitano (ahora con pinta de ruina), en la avenida Máximo Gómez esquina avenida San Martín, Distrito Nacional, martillaba sin cesar en las mentes de muchos locutores. En algunos llegaba hasta la obsesión.

Pero para lograr ese objetivo no bastaba una voz microfónica, timbrada y afinada con el aval de un bagaje cultural como el de Rivera. Era imprescindible poseer agallas y voluntad para pulsear para vencer la resistencia, o acomodarse a las prescripciones no escritas de algunas de las estrellas.

Como ha dicho el locutor pedernalense Julián Almonte, quien pasó de Radio Comercial y otras estaciones a laborar en la división de FM, Radio Mil Estereofónica, y ahora en Café 90, en Kendall, Miami-Dade, condado en Florida, EE. UU., “muchos  locutores y periodistas no solo se veían como estrellas, sino que también se presentaban como estrellas insustituibles, verdaderos anillos”.

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Julián Almonte

Almonte narró las adversidades que hubo de superar para ingresar y luego permanecer. Capeó los vendavales por su perseverancia y el espaldarazo que –precisa- recibió del director-locutor  Jacinto Miguel Ovalles (fallecido).

Edward Pineda, 64 años, comenzó la carrera en Radio Guarocuya, de su natal Barahona, y viajó a la capital para trabajar por cinco años en la “Tercera emisión de la música que el pueblo pide”, en Radio Comercial, hasta que ingresó a Radio Mil donde laboró por ocho años en “Voces  internacionales” y otros espacios.

Detrás del telón tuvo que vivir una realidad inesperada.

“Yo, de una forma inteligente, me guarecí con Fernando Valerio y el equipo de locutores que estaba ahí, que eran los mandamás, que le ponían las cosas difíciles a todo el que iba a entrar ahí. Yo agarré y me fui con ellos porque Valerio decía que no creía en gente que no bebiera. Entonces, yo cogí ese camino, le seguí la corriente y me puse a beber con él en el parqueo y fui su canchanchán… Así, nunca me pusieron ningún tipo de trapisonda; al contrario, ellos me defendían porque yo, de una manera  inteligente, me arropé con ellos. Tuve que adaptarme porque tú sabes que, al llegar yo de pueblo y ser nuevo allí, y tú sabes que todas las emisoras, cuando uno llega nuevo, siempre hay un anillo que no deja pasar a nadie, el que ellos creen que no puede pasar, no pasa”.

Pineda sigue ampliando: “¿Tú te acuerdas el supermercado que había en la esquina, cerca de la  emisora, el del chino, en la San Martín con Máximo Gómez? Ahí tuve que coger un fiao para yo complacer a La culebra, Valerio. Primero me  hice amigo del chino, porque también nos poníamos a beber ahí y me di a conocer. Cogí un litro de whisky fiao y nos lo bajamos ahí mismo (risas)… Tú sabes que Valerio era el que le hacía la vida imposible a los locutores (risas)… Él le ponía apodo a todo el mundo. A mi puso El Mamú… Decía: ¿Y ete mamú? (risas). Recuerdo que cuando tú llegaste a la emisora dijo: ¿Y ete peloterito, ¿de dónde salió? Ese hombre era el diablo, no se le iba una. Pero, comoquiera, uno hizo el trabajo y le dio la pela”.

Desde Barahona, a donde ha vuelto y trabaja en la radio, Pineda no deja de reír.

“A Billy (Reynoso), Valerio lo tenía loco. También a  Johnny Reyes, y a Freddy Peguero… los tenía al coger el monte. Una vez Freddy se declaró como prestamista. Entonces, Valerio le cogió unos cuartos prestados. Y Freddy, encojonao, con su vozarrón vivía diciendo: yo no sé cómo voy a cobrar mi dinero a ese hombre. Y Valerio me preguntaba: ¿Qué fue lo que te dijo el ventorrillero ete? No le voy a pagá, y si me ataca mucho, voy a hacer que lo cancelen. Y al final no le pagó na”, cuenta y ríe a carcajada.

A todos Valerio ponía sobrenombre: Cuello duro a Wilfredo Muñoz; Cuadrao, a Bueno Torres; “Boca e pecao” a Johnny García;  Murmullo a Freddy Peguero, Angora a José Bejarán, El fedallín a Juan Santana; Bocú a Billy Reynoso; El grifo a Frank Rodríguez; Pelotero a Tony Pérez (por el afamado Grandes Ligas cubano Tony Pérez); Chupa sangre al prestamista poderoso que comenzó como ascensorista del edificio y mensajero de la  emisora, Roberto Alfonseca; Pico de oro al guardián Zarzuela. Mamú a Edward Pineda… A Mariano le puso el apellido Álvarez porque suponía que sus apellidos de famliares, Abad Brazobán, no vendían; y por la misma razón, Juan Sosa, le pegó Johnny Reyes. A Valerio, todo el que le conocía en ambiente de la radio le llamaba La culebra, por la descamación continua de la piel a causa de la psoriasis y el impacto de la diabetes desatendida.  El 10 de febrero de 2010, Valerio una de las voces representativas de Radio Mil Informando, moría con 59 años.

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Edward Pineda

Brígido José Bejarán (José Bejarán), 69 años, nativo de Villa Vásquez, en la línea noroeste, locutor comercial y narrador de juegos del béisbol local y Grandes Ligas, tras dejar a Radio Mil Informando, vive en Nueva York donde opera la emisora digital Radio Mil.net.

Ingresó a la empresa a inicios de los años 80. Como los inquietos pueblerinos con ansias de escalar en la radio capitalina, no cesaba, a la par de sobrevivir con un agobiante tren de trabajo.

“Yo trabajaba en Radio Reloj Nacional, de Radio Continental (emisora de Pepé Justiniano que pasó al circuito Radio Mil). Me desplazaba a las 8 de la mañana cuando terminaba el noticiario, hasta Baní, provincia Peravia, para hacer horario en Radio Ambiente. Luego venía para leer en la emisión de la tarde (tercera) de Radio Reloj Nacional y luego me iba a La inconfundible, Onda Musical, para trabajar en horas de la noche”.

Bejarán cuenta que “en ese trajín, me contactaron de Radio Mil y me dijeron que me iban a recoger en un sueldo todo lo que yo ganaba, que solamente tenía que renunciar a esas emisoras. Y yo no lo pensé dos veces. En ese tiempo, como en el tiempo que tú entraste, Radio Mil Informando era el norte de todo profesional de la radio, todo el mundo quería trabajar ahí, el rating por las nubes… Así que renuncié de las otras y comencé a trabajar en Radio Mil Informando”.

Rememora su primera experiencia en la cabina. “Fue con Buenaventura Bueno Torres, mi compadre (así nos decíamos, sin bautizo de hijos), que descanse en paz. Tal como apuntas, en un audio que recuperé hace un tiempo y lo subí a las redes, oyéndolo bien ahora, él me llevaba a mil en mi apertura, aunque en ese momento yo no lo vi como un acto de mala fe o zancadilla, yo pensaba que él, como un locutor probado, con una larga experiencia en ese estilo, yo pensaba que me quería demostrar sus condiciones. Entonces yo pensé: pues déjame caerle atrás, por eso íbamos los dos volando bajito. Hay dos versiones: o quería demostrarme sus condiciones, o me quería probar hasta dónde yo podía llegar…  Después yo logré bajar un poquito la velocidad y acoplarme”.

Aunque nunca tuvo la publicidad de Maxwell, Bueno Torres y Fernando Valerio, Bejarán lució credenciales de más versatilidad. Leía noticias, narraba juegos, grababa comerciales y era apasionado por la imitación del campesino cibaeño, que concretó en el personaje Vale Pascual para hacer crítica social y hasta ensalzar artistas.

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José Bejarán

“Fue un tiempo maravilloso donde nos llevamos bien” –narra- “comencé trabajando en el noticiario, pero también en los bloques musicales donde logré también recibir el beneplácito tanto del director en esos tiempos, Joaquín Jiménez Maxwell, como  del público. Para todo locutor en ese tiempo, era un éxito rotundo el tú poder llegar a lo que se consideraba como la número uno en la radio de la República Dominicana”.

Refiere que “tanto es así que locutores famosos le pedían a Joaquín (Jiménez Maxwell) ingresar, pero no podían hacer el estilo. Joaquín le ponía 15 minutos a hacer el estilo. Sé de uno, que ya murió, que dijo: Mira, Joaquín, yo no puedo hacer esto, y se fue. Y así era. Podías tener la voz más extraordinaria, con excelente dicción, fluidez y entonación, pero si no lograbas encajar con ese ritmo, con esa entonación de los locutores de Radio Mil Informando, era difícil, o te sacaban, o te ibas”.

Bejarán cita al locutor Johnny García como el gran subestimado de la camada, pese a sus grandes dotes.

“En ese momento era de los locutores de noticias más seguros. Él nunca se equivocaba si no estaba relajando con uno en el aire. Te abrazaba mientras tú leía en el aire; te echaba una llave para que tú no pudieras seguir hablando y él seguir con la lectura solo, hasta que le daba la gana, y después te daba un empujón y te soltaba pa que tú siguieras leyendo. Tremendo, tremendo locutor. Pero su informalidad es inherente a él, se la  llevará a la tumba cuando se muera. Todavía es la hora que cuando  hablamos, me jarta de malas palabras. Eso es lo que se llama un  tíguere que nació pa hacer reír a los otros y disfrutar su vida como a él le da su gana… Lo grande de ese tíguere es que cuando se  metía a la cabina de los locutores de música y acechaba que nadie viera desde la recepción, y,  de repente, se bajaba el pantalón y pegaba la nalga frente a donde estábamos leyendo noticias. Eso lo hacía rápido, por un segundo, nunca nadie se dio cuenta” (risas).

Leer con precisión, afinado, combinado y al ritmo exigido debía pasar la prueba diaria de dejar en el oyente la sensación de normalidad aunque en plena lectura una nube de humo de cigarro copara la cabina, o un locutor travieso se llevara por segundos la noticia que se leía, o le agarrara la nalga o “puyara” el costillar del lector, o alguien, en una breve pausa de anuncio, contara alguna anécdota caliente.

Un lugar exclusivo

Radio Mil exigía contrato de exclusividad, voces que se adecuaran a su estilo y destrezas para leer noticias o conducir programas populares exigentes situados durante décadas en los primeros lugares de los públicos, como “Pídalo hoy y escúchelo mañana”, “El club femenino”, “Voces internacionales”, entre otros. La parrilla de la programación siempre estuvo bien articulada con el privilegio de temas musicales exclusivos.

Destacaban Freddy Báez, Alberto Güílamo, Joaquín Buenaventura Jiménez Maxwell, Wilfredo Muñoz, Bueno Torres, Norma Graveley, Ida Cesín Hazim, July González, Johnny García, José Bejarán, Vilma Cepeda, Mónica Martínez, Fernando Valerio. De la nueva camada: Mariano Álvarez, William Mercedes, Edward Pineda, Johnny Reyes, Freddy Peguero y Frank Rodríguez.

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Desde la izquierda, Carlos Estrella, empresario y admirador eterno de Radio Mil Informando; los locutores Johnny García, Bueno Torre (f), Wilfredo Muñoz (f) y José Bejarán.

Por razones varias, unos abandonaban y regresaban, como Valerio, García y Bejarán; otros se marcharon definitivamente, como Freddy Báez, la Cesín Hazim, July González y el buena gente de Güílamo, quien siempre me animó a insistir para ingresar a la emisora. Su motivación fue clave para vencer tantas versiones negativas en el ambiente.

El día de mediados de los ochenta en  que le informé al dueño de Radio-Radio, Rafael Martínez Gallardo, que me había aceptado la oferta de para leer noticias en Radio Mil Informando, se sorprendió.

“Tony, no te vayas, quédate aquí, que estás seguro, allá no…”, advierte Martínez Gallardo, quien ahora ronda los 97 años de vida.

Le remarco que en aquella empresa me  exigen contrato de exclusividad… No me deja seguir.

Mira, Tony, el dueño, Manuel, es mi amigo,  yo  hablo con él para que sigas aquí sin que te afecte, así puedes crear más programas de radio hablada, conversando con los oyentes”.

Casi me convence. Radio-Radio era una emisora modelo en selección de la música, buen ambiente laboral, buenos locutores, calidad de la programación  (Sábado Viejo, Recuerdos del  Club del Clan, El Mundo de la Infancia, Tangos inolvidables, La historia de los éxitos, Proscenio), Pero pensé. Con nostalgia le enfaticé que no podría con tanta carga. Y aceptó.

La de locutor de noticias resultaría una travesía dura, a ratos insufrible, pero productiva y memorable.

El pilar de la estación

El diario matutino El Siglo, pionero de la digitalización de la redacción, sentía la rudeza del golpeteo de la crisis económica. Yo había regresado, no a mi rol de reportero de salud desempeñado por varios años desde la fundación de este medio del grupo Bancomercio, el 3 de abril de 1989, sino como corrector de estilo.

Al final de una reunión de emergencia al filo de la medianoche, en la Dirección, para tratar rumores sobre quiebra del banco, había salido la propuesta de Manuel María Pimentel, vicepresidente de esa entidad y propietario de Radio Mil, para sumar a nuestra condición de locutor de noticias la función de director de prensa.

Una semana después, por la mañana, Manuel llegó a la emisora como había prometido y de inmediato, previa conversación privada, pidió que le acompañara a la sala de redacción junto a Pedro Justiniano Polanco (Pepé), vicepresidente, y Wilfredo Muñoz, director general.

Ante el grueso de periodistas y secretaria, anunció que, a partir de la fecha, Tony Pérez “es el director de prensa en adición a sus funciones de locutor de Radio Mil Informando, espero su mayor colaboración porque tenemos dificultades que debemos resolver”.

Hubo sonrisas y caras duras de algunos amigos que, entendían, merecían el cargo por sus años de reporteros en la empresa y “porque él es muy joven y puede esperar”.

Respuestas a los desafíos

Un nuevo contexto había que encarar. No eran tiempos de la guerra de abril de 1965 tras el derrocamiento del gobierno constitucional del profesor Juan Bosch. Habían pasado los sangrientos 12 de los gobiernos de Joaquín Balaguer. La confrontación político-ideológica mundial entre los bloques capitalista (liderado por Estados Unidos) y socialista (Unión Soviética) llegaba a su final.

Las audiencias daban visos de demandar otras propuestas. La amplitud modulada perdía fuerza frente a la frecuencia modulada. La situación económica presentaba síntomas tenebrosos. La colocación publicitaria era más retadora.  Ante la carencia de análisis crítico sobre el fenómeno, el temor ganó terreno y muchos prefirieron claudicar antes que apelar a la trasformación y la readecuación con reforzamiento de la calidad.

En Radio Mil Informando se optó por actuar. La sala de redacción y la red corresponsales (Reportero mil) hubieron de ser sometidas a cambios. Igual, la estructura del noticiario y la locución, sin perder la esencia.

Camilo Javier

Para reforzar la plantilla, fueron reclutados periodistas noveles como Néstor Estévez (importado desde Sabaneta, provincia Santiago Rodríguez), Elvis Lima, Daniel Martich y Camilo Javier, quienes sobrevivieron a contracorrientes. Los veteranos Simón Díaz y Radhamés González pidieron ser reintegrados tras años fuera de la empresa.

Fueron creados tres turnos de trabajo, cada uno con su coordinador para garantizar la actualización del noticiario 24/7. Se apostó a la producción propia del noticiario, no a la mera reproducción de notas de prensa y copias al dedillo de las noticias de los impresos. Fueron implementadas las técnicas del periodismo radiofónico en la redacción de las historias.

Por primera vez fue introducida una línea de reportajes en diferido, nuevos eslóganes y secciones como la semblanza El Personaje Mil y la sección sobre los barrios de la ciudad, ganaron gran reconocimiento público, inclusive de El Gordo de la Semana, de Freddy Beras Goico. Además de los avances (¡Radio Mil, avanzando!), se crearon los boletines (resúmenes previos al noticiario).

Hubo una mayor concentración en los intereses de los sectores desposeídos del país. Una apuesta a “radio callejera” que redituó frutos.

Se prohibió el montaje de campañas de descrédito contra personas de la sociedad, incluidos funcionarios y otros políticos. Se amplió el espectro de participación con la inclusión de otros líderes y actores comunitarios. Los barrios ganaron espacio a través de las notas del día y los reportes especializados..

En cuanto a locución, se apostó a flexibilizar la manera de leer, hasta ese momento determinada por la coyuntura hostil de las décadas 60 y 70. El equipo de lectores de noticias estaba integrado por: Fernando Valerio, José Bejarán, Johnny García, Wilfredo Muñoz, Billy Reynoso, Juan Santana, Tony Pérez y otros talentos.

García y Bejarán, entre otros, mostraron actitud favorable al cambio necesario para que el noticiario se escuchara más diverso y más conversado que leído, a tono con las demandas de las nuevas audiencias.

Hubo gritos por los cambios, desprecios “por esos inventos en un noticiario tan tradicional”. Pero el nivel de audiencia subía, según encuestas acreditadas. La publicidad aumentaba y ya quedaba poco espacio para colocarla. Fue necesario extender media hora a los horarios de las emisiones.

Una ardiente campaña

La presión política de sectores del Partido Revolucionario Dominicano (PRD que soñaban con el control editorial del noticiario, era cada día mayor, “porque es la única emisora que no controlamos y se oye demasiado”.

Varios periodistas del equipo se reunieron en casa de un dirigente perredeísta de primer nivel (ya fallecido), Winston Arnaud, y allí acordaron la estrategia de “hacer volar” al director del noticiario. Decidieron ir en comisión a la oficina del propietario en El Napolitano, en vista de que él -según plantearon- era íntimo amigo del secretario general del partido Hatuey De Camps y del expresidente Jorge Blanco. Y asistieron.

Minutos después de la reunión, tras marcharse los quejosos, Manuel me llamó por teléfono y contó lo acontecido. “Tranquilo, no hagas caso, sigue haciendo tu trabajo”, aconsejó.

Ante el fracaso de la gestión, siguieron los ataques. El líder del poderoso PRD, José Francisco Peña Gómez, los rechazó de plano y grabó un mensaje destacando la función social y posicionamiento del noticiario y su respaldo a las iniciativas, que fue difundido de manera recurrente, durante meses, en las emisiones noticiosas.

Ardía la campaña política de cara a las elecciones del 16 de mayo de 1996. Leonel Fernández y Jaime David Fernández Mirabal, los candidatos a la Presidencia y a la  Vicepresidencial por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), ganarían las elecciones.

Durante un nutrido encuentro con las nuevas autoridades en el salón de Las cariátides, en el Palacio Nacional, luego de la juramentación en el Congreso, el 16 de agosto, Manuel María Pimentel, al lado de Rafael Corporán de los Santos, Euclides Gutiérrez Félix, me dijo: “Tony, debemos apoyar a este hombre (Leonel)”.

Días después, los periodistas que, desde el PRD, adversaban al candidato Leonel Fernández se convertían en más “leonelistas” que Leonel, y luego más danilistas que Danilo Medina, y ahora, la mayoría, abinaderistas.

El periodista Camilo Javier, ahora en prensa de Interior y Policía, confiesa: “Haber pasado por la academia de Radio Mil fue una experiencia inolvidable y un sueño hecho realidad. Lo más lejos que tenía era que formaría parte de una estación número 1 en materia informativa. Un día me llamó el colega Francisco García (ido a destiempo) para que aplicara por una plaza por la salida de Alberto Caminero…. Una sorpresa para mí fue que el director de prensa fuera mi vecino en Bello Campo, Tony Pérez, quien me asignó mi segundo reto: El Resumen Semanal. La inmediatez de las informaciones con la tecnología disponible, con frecuencia nos ponían en tensión por el interés de ser los primeros, pero lo lográbamos porque había pasión en lo que hacíamos. Son de las experiencias que no se olvidan. Gracias a Radio Mil y Tony Pérez por la oportunidad y las enseñanzas que me han ayudado a ejercer el periodismo con responsabilidad y respeto a la profesión”.

En 1997, Radio Mil Informando, como ha atestiguado José Bejarán, seguía “volando alto”. Años después el circuito de emisoras fue vendido a otro grupo empresarial que, hasta ahora, no lo ha ubicado entre sus prioridades.