«A veces la poesía viene enlatada / solo queda sacarlas de las cajas,  / acomodarlas en las góndolas / y esperar que algún hambriento la busque», dice Carlos Colón Ruiz (San Sebastián, Puerto Rico, 1997), en El gondolero, uno de los poemas que conforman  Hambre nueva / New Hunger (Pulpo Editorial, San Juan, Puerto Rico, 2023), y que constituye una especie de declaración de principios sobre el propio ejercicio poético, y la afirmación de que la poesía puede estar en cualquier lugar, así sea en el asiento trasero de un taxi o en un pasillo de supermercado.

Carlos echa mano de la cotidianidad para construir un discurso poético en el que el sujeto poético, y el que poetiza, vive una vida, supuestamente no poética, común y corriente. Sin embargo, es de ahí, de ese día a día aparentemente rutinario de donde sale la sustancia que configura el decir poético de este libro.

Poeta Carlos Colón Ruiz, puertorriqueño.

Siento un leve eco de Mario Benedetti y sus Poemas de la oficina, en el tratamiento de lo laboral como rutina, como oficio de sobrevivencia, el estar encerrado por una jornada en un espacio que, aparentemente, no es poético, pero Carlos, como hizo Benedetti (que encontró poesía entre escritorios y libros contables), encuentra poesía entre góndolas y enlatados, entre hora de almuerzo y la necesidad de llegar a fin de mes.

Aquí vamos viendo instantáneas de la cotidianidad que retratan la hostilidad del entorno que rodea al sujeto que poetiza, que puede ser perfectamente La Habana o San Juan o Nueva York o Santo Domingo.

«La plusvalía de poner mil latas / en unas viejas góndolas antes que acabe la noche», escribe en Latas.

Vertedero, que transcribo a continuación, da una panorámica precisa de esto:

«Edificios interfiriendo el panorama, / pájaros electrocutados por nudos de cables, / ratas devorando la basura del restaurante chino, / residuos de sangre goteando de un mofle, / asesinato de madre e hija frente a una sala de emergencia, / testigos huyendo de la zona del crimen, / Jesucristo afeitándose la barba para una propaganda, / calor que agoniza el espíritu, / puentes que sostienen la agonía del pueblo, / turistas sin camisas despintando los parques, / la muerte no viene arrugada con el tiempo.

Hay además otro hallazgo aquí, desde los ojos del poeta: la realidad de saberse atrapado por «la maldita circunstancia del agua por todas partes», como escribiera Virgilio Piñera, y que aquí está evidenciado en el poema Isla:

«Llego a la costa más cercana, / me quedo paralizado por el miedo / admiro y doy un paso adelante / quedan los pies bajo el agua. // Ahora sé que vivo en una jaula».

Hambre nueva, configura una mirada crítica, desde la ironía y desde lo metapoético, no solo al ejercicio de escribir, a la locura de escribir, en un mundo cada vez más deshumanizado, o quizás cada vez más «despoetizado». A pesar de eso, la poesía sigue siendo un reducto de resistencia, un destello entre los pasillos del supermercado y una esquina cualquiera en la que muere cada día la esperanza, la misma esperanza que renace cada vez que escribimos, o leemos, un poema.

 

Luis Reynaldo Pérez en Acento.com.do