Dentro de la variada gama de los cultores de cuentos fantásticos en el siglo XIX, el Norteamericano Edgar Allan Poe, pudo haber conquistado sin duda, un lugar preponderante en el imaginario universal. No porque sus historias sean graciosas, o porque afecten los sentimientos de los lectores, sino por su carácter eminentemente sobrecogedor. Ninguna literatura llega a ser grande por lo que la gente cree de ella, sino por lo que ella hace de la gente, que la ubica en un plano estético más humano y por lo tanto, menos salvaje. Así que su literatura sabe poner sonido en el corazón y advierte con alevosía el sentido de las cosas menos advertidas por el común de la gente. Esta es la razón por la que no hay otro Poe en Norteamérica, ni mucho menos en el mundo. Sus cuervos son sus cuervos y sus detectives son sus detectives: Dupin es Dupin y nadie lo puede igualar. Él es como aquel río soñado por Heráclito: irrepetible. Mientras Dupin es un desarmador tramposo de tramas y conjeturas criminales, Poe, es un acabado creador de fantasmas que se escurren por las noches como almas sigilosas en calles empedradas y angostas, con sus misteriosos castillos de estilo gótico, abandonados al amparo de la vida puritana del siglo XIX.
Cuando se piensa en el cuento de terror, fantástico o policial, nos llega a la memoria ese nombre tan peculiar de un clásico inolvidable como Poe. Su literatura sabe penetrar en los sentidos de los lectores y sabe modificar los estados de ánimo para crear nuevas circunstancias que luego se convierten en fantasías memorables: Poe, es un ferviente creador de sentidos y un admirable creador de fantasmas. Este autor no tiene escrúpulos a la hora de hacer que sus lectores padezcan placer y terror, miedo o insomnio. Esa teoría de lo circunstancial que le viene desde el fondo de su inteligencia representa una de sus armas posibles como narrador.
Poe no era político, sin embargo, era un liberal empedernido. Luchó mucho contra su alcoholismo, que casi era patológico en él, pero no pudo. Se dice que vivía en un estado permanente de embriaguez. Mientras tanto, fue un creador original, irónico, sagaz, capaz de penetrar en los rincones más ocultos de las almas humanas, para la que no conocía frontera. Escudriñaba con lupa, para ver, en qué lugar preciso pudiera clavar su filoso aguijón estético. Luego, crear una llaga jamás olvidada en la piel de los lectores más acuciosos. Y su detective Dupin era capaz de descifrar con precisión matemática los casos más difíciles y estrictamente cerrados del crimen norteamericano, a quien solo le bastaba con leer las crónicas policiales.
Estamos ante un hombre que pudo haber sido abogado, médico o comerciante, como bien lo quería su padre y como bien lo ordenaba el establishment moral de la sociedad norteamericana de entonces. Pero el destino le indicó que pudo haber sido algo más ingenioso que abogado, médico o ingeniero: Fue un excepcional creador de fantasías y de mitos. ¿A caso ganaría mucho dinero con esta profesión, o se sustentaría económicamente, ante las exigencias de una sociedad que demandaba cierta holgura, ciertas representaciones materiales? En vez de esto, Poe optó por cultivar su inteligencia de una manera sórdida y sagaz, para que muchos siglos después los lectores del mundo sigan creyendo en la imagen desgarradora de aquel mítico cuervo negro, de nunca jamás, que aparecía por las noches, para convertir a este hombre en uno de los creadores más originales de la literatura de terror y la paranoia. Podríamos decir, de la persecución secreta de sus fantasmas. A pesar de eso, y a decir de sus críticos más acertados, Poe, fundó una estética del terror muy característico, al que le imprimió su propia poética. Solo basta con detenerse un poco en su famosa Teoría de la composición
Poe, es dueño de la ambición más extraña del mundo. Es miembro del grupo de los que componen un raro flow literario y de aquellos que prefieren el sueño de seguir siendo una figura memorable y sin dinero, a la figura detestable y con dinero. Para él fue más fácil morir pobre materialmente y haber creado un mito alrededor de su figura, que morir rico y olvidado. Sin embargo, el destino fue cruel con el propio Poe, en tanto que le negó el olvido. Es bueno detenerse un poco en esta extraña paradoja: El olvido de Poe no guarda silencio ni tiene sustancia alguna. Pertenece a un coro de voces trepidantes en la literatura universal, cuyo sonido va en cascada, pues sus aguas son como las de Heráclito.
Como maestro indiscutible de la narración, sus cuentos siempre exploran los límites del terror. Hay en estas historias una peculiar infografía del mal: Sarcófagos, castillos medievales, tumbas antiguas, sótanos, profundos pozos, mares turbulentos, cementerios abandonados y palacios góticos. Todos estos símbolos del terror giran alrededor de la noche, junto al extraño mundo de las pesadillas de sonambulismos y absurdos. La mayoría de los conflictos son extremos y las muertes descabelladas están rodeadas de situaciones inimaginables. Las historias de Poe provocan en su mayoría un desconcertante estado de angustia y suspenso. Una atmósfera pavorosa que seca el aliento y trastorna el sueño. Esto se puede observar en la Caída de la casa Usher, donde encontramos la angustiosa situación de una mujer que ha sido enterrada viva por la decisión descabellada de su hermano.
En Poe, las variaciones de los escenarios y las apariciones de sus fantasmas son patéticos. Generalmente encontramos extrañas historias de ermitaños personajes que viven en casas abandonadas, en zonas montañosos y palacios antiguos, cuyos motivos principales están envueltos en inexplicables circunstancias.
En muchos casos, sus historias bordean la esfera del psicoanálisis, pues encontramos en ellas profundas y acertadas reflexiones sobre el comportamiento psicológico y cambios inesperados en la conducta humana: Diferentes trastornos mentales, ataques de histeria, metempsícosis y bipolaridad. Una mezcla extraña, en la que se bifurcan el ensayo y la reflexión filosófica con la narración, pues la injerencia del pensamiento en la ficción adquiere aquí un valor desconocido, casi científico.
El tinte de esta importante intromisión representa una bufonada y una alegoría a la vez. Yo diría más bien, una caricatura de lo grotesco, pues algunos cuentos provocan una suerte de curiosidad, risa y placer. En Charla con una momia, el autor nos da un paseo por el tiempo, en el que se analizan filosóficamente las condiciones históricas del Egipto antiguo. Cinco científicos miran con minucioso detalle, el mundo milenario de las momias egipcias y su importancia para la cultura de este país. Esta momia, que de paso en muy antigua, hace una honda reflexión sobre el pasado y lo compara con el presente, hecho que hace vacilar a estos científicos sobre la condición de la historia y la base de un sistema de aplazamiento de la muerte en el tiempo y la congelación de la vida normal con la esperanza de haber despertado siglos después en un mundo dotado de un mejor presente. Estamos hablando de que, para los egipcios el sistema de momificación adelanta el tiempo y adelanta el futuro. Este pasaje, es una burda ironía de Poe sobre la significación de la vida y sobre la condición del hombre como sujeto histórico y universal, si se quiere, en una estrecha línea que separa la ficción de la razón y la verdad de la mentira. En función de encaminar la ficción a un plano de veracidad más aceptable, Poe nos plantea esta real posibilidad, para crear en nosotros la ilusión de eternidad. Finalmente, uno de los cinco científicos termina convencido de que debe momificarse.
El principio general de este arte se inicia cuando los personajes ponen en juego su lúcida intervención de la razón. Pues su estética hegeliana bordea cierta cercanía con la ciencia. Se encuentra entre la frontera de lo exacto con lo inexacto. En definitiva, un tránsito hipersensible que no tiene definición posible.
Sus fantasías seguirán siendo necesarias, mientras existan mecanismos de terror en el mundo, igual que las alegorías de E.T. Hotman, que serán necesarias mientras exista lo sobrenatural. En tanto el mundo tendrá más lucidez, gracias a esa perfecta y permanente religión del arte, que componen las historias de Poe, cuyas teorías se bifurcan en el contacto con la vida y sus inacabados misterios. Esta figura tiene su efecto cuando logra que los lectores escojan libremente el camino para el que han sido elegidos y vivan la suerte de su espanto. El origen de este arte encuentra sin duda, sus principales fundamentos estéticos en la obra de Hotman. Aunque Poe haya superado su maestro, hay entre ellos interesantes puntos de contacto y puentes secretos que entrelazan ideas. Aunque en direcciones diferentes, sus pensamientos provocan expectativas distintas. En su vida de escritor, influyó bastante, haber escuchado maravillosas leyendas de mitos antiguos sobre historias marinas, apariciones de muertes repentinas, cadáveres abandonados, crímenes escandalosos y cementerios improvisados en los barracones de negros esclavos. Estas historias que escuchaba desde chico en las plantaciones de la familia representan sin duda las claves secretas de su singular obra, en la que subyacen la cábala, la alegoría y la superstición.
Eugenio Camacho en Acento.com.do