Paz escribe: “La fijeza es siempre momentánea”. Al decirlo, pronuncia (produce) una frase única. La función del hablante es producir y construir frases. La función de la crítica es desmontarlas, desintegrarlas: deconstruirlas, para decirlo en sentido posestructural, derrideano. Cada palabra es metáfora de otra palabra que es metáfora de otra palabra, y así sucesivamente.

Octavio Paz – El camino

Permanencia es metáfora de fijeza. Movimiento es metáfora de cambio. Cambio es metáfora de devenir; devenir es metáfora de llegar-a-ser, que, a su vez, es metáfora de tiempo en sus transformaciones incesantes. Este juego metafórico guarda estrecho vínculo con el mecanismo de la deconstrucción, en donde cada signo remite a otro signo, que, a su vez, remite a otro, y así ad infinitum. Esto nos lleva a un juego sin fin, al “juego de las diferencias, a lo que se ha denominado la “semiosis infinita”.

 

La escritura es la memoria de la lucidez. El mono gramático es la memoria de una experiencia íntima del autor: la experiencia del camino de Galta, recorrido una vez por Paz, reinventado por las palabras, recreado por la magia fascinante del lenguaje. En virtud de la creación poética, la experiencia personal –única e irrepetible- se transmuta en experiencia literaria.

 

En San Agustín, la memoria es el tiempo vivido y recordado, la forma de autoencuentro del yo.  “Soy yo el que recuerdo, yo el espíritu”, nos confiesa en el libro X de Las Confesiones. Este yo se desdobla y se reconcilia en el pasado-presente. Desde los románticos (Keats), el sujeto del texto se reconoce como diverso del sujeto personal del autor. En Proust, el repaso de la memoria (de su memoria) es, de principio a fin, un análisis teórico del mecanismo del recuerdo involuntario. El “yo” personal ya no tiene ningún valor en literatura, ni coincide con el yo literario. Esto lleva directamente a cuestionar la permanencia del yo, la identidad del sujeto.

 

El hombre que camina por este texto es el poeta que lo escribe. En 1970, Paz escribe desde el recinto de Cambridge sobre el otro Paz que, un día cualquiera de los años sesenta, recorre el paisaje inhóspito de Galta. Entre el Paz que emprende el camino de Galta y el Paz escritor (¿figura del lenguaje?) que después lo rememora y lo escribe, el sujeto es el mismo y a la vez distinto.  Se trata del mismo sujeto que se reconoce diverso, distinto, otro, en la escritura. El texto es recreación de un momento privilegiado y experiencia poética vivida.

 

Pero, ¿por qué las palabras y no más bien el silencio?, uno podría preguntarse. Sabemos que, más allá de las palabras, simulacros de realidad, habita la Nada. Sabiéndolo, el poeta es aquel que acepta consciente el desafío de las palabras, y las palabras “andan en busca de su sentido, y en esto consiste todo su sentido”. El sentido no está en el texto sino afuera, más allá del texto, más allá de las palabras. El escritor expone su retórica como se despliega una estrategia en el campo de batalla. ¿Qué sentido le atribuimos a la retórica de un autor? Uno cualquiera o muchos. Ya esto es interpretar, descifrar. Y así, interpretamos, desciframos, esto es: dotamos de sentido a la retórica de un texto, a sus figuras discursivas, a sus formas significantes.

 

La apertura, la indeterminación y la ambigüedad, la transgresión de los géneros literarios y, sobre todo, el hibridismo, son características singulares de El mono gramático. Kant concibe la imaginación como una facultad híbrida entre la sensibilidad y el entendimiento. Ella equivale al pensamiento sensible o a la sensibilidad que piensa. Como la imaginación kantiana, el texto de Paz es un producto híbrido en que el pensamiento siente y el sentimiento piensa. Como antes, aquí se asume plenamente la divisa surrealista de tocar con el pensamiento y pensar con el cuerpo.

La escritura de El mono gramático trastrueca y subvierte los géneros literarios tradicionales haciendo que participen por igual la narración, el ensayo y el poema en prosa. Sorprendiendo siempre al lector, Paz pasa alternativamente de un género a otro: ahora narra o describe, un momento después explica o teoriza, luego nombra o poetiza. Y así, combina y transgrede los géneros. Al combinarlos, los disuelve; disolviéndolos, los fusiona con sorprendente acierto en un ejercicio de ars combinatoria. No importan ya los géneros. Estamos únicamente ante el texto: amplio, abierto, ambiguo, indeterminado; texto resplandeciente, radiante, centelleante, como el cuerpo mismo de Esplendor deseada por los dioses.

 

En los vericuetos de este asombroso texto, aparece y reaparece el poeta-pensador describiendo los vericuetos del camino de Galta, en donde “aparece y desaparece el Mono Gramático: el monograma del Simio perdido entre sus símiles…Ideograma del poeta, Señor/Servidor de la metamorfosis universal”.