Si el título despertó su curiosidad e interés, ese era el objetivo. Seguro muchos de ustedes habrán imaginado caminos conceptuales para explicarlo, incluyendo el del morbo. Pero no se trata de lo último o cosas parecidas. Los que siguieron el camino de la explicación lingüística acertaron. La riqueza semiótica de la lengua española y todos los campos de estudios sociolingüísticos nos aproximan a una gama de conceptos que incentivan al investigador a hurgar en los intersticios de una expresión humana de doble articulación.
Lola Pons Rodríguez, una destacada lingüista española, también quiso impresionarnos con el título de su libro Una lengua muy muy larga, que Francisco Risco la define como “Una combinación brillante de erudición y frescura. A través de cien amenos episodios, Lola Pons pone la historia de la lengua al alcance de cualquier lector”.
Tanto André Martinet, Roman Jakobson, Noam Chomsky, Johann Wolfgang von Goethe, Shakespeare, Lu Xun, Rabindranath Tagore o Rudyard Kipling, por nombrar algunos que releo en español, nos legaron, según sus estudiosos, no solo la belleza de sus respectivas lenguas, sino que sirven como ejemplo del buen decir, del arte literario, de las formas de hablantes y la riqueza de vocablos que han construido plataformas para la comunicación lingüística y estética.
No podemos escribir del español y la cultura en Santo Domingo sin nombrar a don Pedro Henríquez Ureña. Tomaré dos libros como ejemplo: El español en Santo Domingo (1940) y La Cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936). Pongo como referencia el texto de Orlando Alba, Pedro Henríquez Ureña y el español en Santo Domingo, publicado en el 1985 por los “Cuadernos de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, 13, pp. 47-68”, donde valora la obra de Henríquez Ureña y reconoce sus méritos, llegando a catalogarlo como “un clásico dialectal de Hispanoamérica” (p. 52).
Pero no quiero sondear en las profundidades de la historia y evolución del español en Santo Domingo o el español criollo. Sería un ejercicio para un ensayo crítico, analítico y comparado con mayor profundidad. Es traer a nuestros lectores algunas curiosidades de nuestros hablantes. En ese sentido, no quiero dejar de destacar los aportes de importantes estudiosos y literatos dominicanos en la creación de referentes lingüísticos para mantener viva la riqueza de nuestras formas de comunicación. Pecando de importantes omisiones nombraré a Bartolo García Molina, Odalís Pérez, Ana Marchena, Orlando Alba, Bruno Rosario Candelier…
Cuando tenía 8 años de edad, a la casa de mis abuelos llegó una señora de “las lomas de Barahona”. Llegó con un camisón floreado, unas soletas, un paño amarrado a sus cabellos, y encima de la cabeza una “muda” de ropas. Desde que vi a la mujer, mis ojos se levantaron como dos faroles encendidos por la extraña visitante que nunca había bajado al “pueblo” y se fue criada entre montañas y conucos. La señora llegó y le dijo a mi abuela una frase que nunca olvidaré: “Mi coma´ no le truje na´ po´que no contré na´ que tre´”. Solo esa frase escuchada en la niñez me guió para siempre en las formas de hablar de la gente. Bueno, mi padre era azuano y profesor. No había una palabra que dijéramos “incorrecta”, que junto a mis hermanos la corrigiera.
En otra ocasión, iniciando el ejercicio de mi carrera como ingeniero agrónomo, fui a un sembradío “cundío en yerba” que debía ser eliminado. El agricultor me dijo: “Dígame si le pueo echá Fusilá. Eso fusila la yerba”. Todos los agricultores le decían “Fusilá” al herbicida llamado Fusilade que es de tipo sistémico. Nadie compraba Fusilade, si no “Fusilá”. También, otro agricultor llenó de agua un “caró” donde sembraría unas plantas. Al instante, como el suelo era algo arenoso, se filtró el líquido y quedó totalmente vacío. Al ver que el agua se esfumó tan rápidamente, solo llegó a exclamar: ¡Ay, el caró se chupió el agua!
Lo último que me provoca, en la era de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, es la frase: “Llámame para atrá” o “llámame pa´ trá”, cuando se habla por celular quieren que la llamada les sea devuelta.
En sentido general, todas estas expresiones desatan el humor y las disfruto con toda la emoción de un amante del estudio de la lengua, muy particularmente de la sociolingüística o la enseñanza del español.
Cada vez que se me dan esos casos, digo para mis adentros: “¡Mi lengua, qué lengua, hermosa lengua!
Domingo 21 de enero 2024