Si la vida no la muere

Ella, espantando revoluciones,

abonando anarquías,

soñando un parto de sociedad estéril,

agonizando en silencio,

mientras la vida la iba muriendo.

Con Oro, Sulfuro y Muerte,

sufrió Desvivencias, en un Laberinto,

suplicando la última oportunidad,

Entre Nieblas, maldijo al Innombrable,

las Brumas de una Floresta en llamas,

la obligó a pedir el Ultimo Deseo,

ser ella, mientras la vida la iba muriendo.

No supo de jerarquías,

inventario de la noche final,

si el silencio sigue atando su recuerdo,

sus locuras, sus corduras manicomiadas,

sus cuatro estaciones en cada comida,

sus desmanes,

sus críticas lacerantes,

su llama extinta.

Si la vida no la muere,

seguirá siendo ella en el sin tiempo,

seguirá mandándome a hacer fuego

con mis versos verdes,

seguirá siendo ella en el más allá,

sembrada en el más acá.

©Esteban Tiburcio Gómez

Cotuí, 27 de octubre del 2006.

Si la vida no la muere.

Mélida García nos engañó haciéndonos creer que era realmente ella, una figura metamórfica que a lo largo de su vida fue transformándose constantemente; cambiando de piel, de nombre, de espacio. Durante su paso por este plano físico, nunca fue la misma. Recuerdo que en una ocasión le entregué el manuscrito de mi primer libro de cuentos. Meses después me lo devolvió, completamente deshecho al parecer con una tijera de sastre, como si lo hubiera cortado y desmembrado a propósito. Algunos párrafos estaban sujetos por un clip, mientras que el resto, el más voluminoso, estaba esparcido en un desorden absoluto. Tras entregarme el fragmento más pequeño, me dijo con desdén:

—Eso es lo único que se puede leer; lo demás, puedes quemarlo.

En ese momento mi inmadurez literaria no me dejaba comprender la trascendencia de aquella sentencia lapidaria. Años después, acabé por agradecerle ese gesto de coherencia que yo había bautizado de herejía.

Mélida acompañada de amigos.

Al decidir escribir estas líneas, no pude evitar una profunda preocupación por la falta de visibilidad de una obra de tal trascendencia. Durante mis visitas a varias bibliotecas en busca de sus libros, me encontré con que en muchos casos no había ninguno disponible o solo uno, lo que me llenó de nostalgia. Aquellos que me conocen bien saben de mi profunda preocupación por la preservación de la memoria histórica, especialmente cuando se trata de seres cercanos y queridos. Con el mayor respeto, quiero expresar que tal vez fue un error dejar esta obra como parte de un testamento, y considero que los herederos deberían reflexionar sobre la posibilidad de revivirla. De lo contrario, podrían permitir que se desvanezca aún más en el olvido. En mi opinión, lo más valioso sería compartir esta obra con la comunidad educativa en todos los niveles, mediante una reedición en el país y su disponibilidad en plataformas digitales importantes, como Amazon, para que llegue a un público más amplio.

Mélida García.

Mélida García, nació en la tierra de los sueños dorados, en donde canta la guinea, Cotuí, el 16 de enero de 1956. Allí, en un rincón del Cibao, su voz comenzó a florecer y a dar frutos en la izquierda revolucionaria. Realizó sus estudios primarios en la escuela Juan Sánchez Ramírez, y sus estudios secundarios en el Liceo Francisco Henríquez y Carvajal, donde su espíritu inquieto buscaba el conocimiento como un navegante ansioso de nuevos horizontes.

Mélida García se graduó como Licenciada en Filosofía y Letras, pero su sed de saber la llevó más allá, hacia una maestría en Lingüística y Literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Como educadora, compartió su pasión por la lengua española, la literatura y la sociología, sembrando semillas de conocimiento en San Francisco de Macorís y Cotuí. Su aula se convirtió en un refugio de ideas, donde cada alumno era un potencial escritor, un futuro creador.

La pluma de Mélida no solo dejó huellas en el aula, sino que también vibró en las páginas de periódicos como El Siglo, El Caribe, El Nacional, Listín Diario la revista Vetas y El Nuevo Diario. Su voz resonaba, no solo como narradora, sino como crítica, miembro de la Unión de Escritores Dominicanos y del Taller Literario Domingo Moreno Jiménez. Fue una de las fundadoras de la Fundación Cultural de Cotuí, un espacio que promovía la creatividad y la reflexión en su querido pueblo.

Mélida y Andy Castillo, Librería Caliope, Washington High, New York 2004. Lanzamiento del libro Oro Sulfuro y Muerte.

En 1992, con la publicación de «Entre nieblas», Mélida se convirtió en la primera mujer de Cotuí en dar vida a un libro de cuentos. Esta obra marcó el inicio de una trayectoria literaria rica y diversa, donde se entrelazaban la narrativa y la poesía. Entre sus obras destacan «La Floresta», «Brumas», «El Innombrable», «Desvivencias» «Inventario de la noche» y «Laberinto». «El último deseo» Su novela «Oro, sulfuro y muerte» aborda la lucha de su gente contra la contaminación y las enfermedades provocadas por una empresa minera, un grito de justicia que resuena aún en las memorias de su comunidad.

Mélida no solo fue una escritora; fue un faro de valentía y dedicación. Su activismo comunitario y su compromiso con la cultura fueron reconocidos por instituciones como el Ayuntamiento de Cotuí y la Universidad Nordestana. Su legado sigue vivo, como un eco en el corazón de aquellos que la conocieron, aquellos que leyeron sus palabras y encontraron en ellas un refugio.

Fallecida en 2005, su nombre perdura como un símbolo de resistencia y creatividad. En su honor, el 13 de febrero de 2015 se inauguró el Teatrillo Mélida García en la Escuela de Bellas Artes, un homenaje a su invaluable contribución a las letras y a la cultura de Cotuí. Narradora, poeta, crítica y educadora, dejó una huella indeleble en su pueblo natal. Su vida y su obra son un testimonio del poder transformador de la literatura: de cómo puede inspirar, de cómo puede dar voz a los que no la tienen. En cada página, en cada verso, su esencia sigue viva, como un susurro de las montañas de Cotuí que se eleva, inquebrantable, hacia el infinito.

 Sus amigos escritores la recuerdan

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Noé Zayas. Narrador, poeta y amigo de Mélida.

«Cuando la conocí en la década de los ochenta, Luisa era una mujer profundamente comprometida, que navegaba por un mundo lleno de dificultades. Militante y miembro del comité central de la llamada "línea roja", un grupo de hombres y mujeres que luchaban por mejorar la crítica situación del país en aquel entonces, su dedicación la llevó a vivir en condiciones de pobreza y a enfrentar una persecución constante. Sin embargo, estas adversidades no lograron apagar su amor por la literatura; era una gran lectora y poseía una memoria formidable. Más tarde descubrí que su verdadero nombre era Mélida García. Cuando la vida se tranquilizó, se entregó por completo al arte y la literatura, sin renunciar al amor que sentía por los demás. Su hogar se convirtió en un refugio para todos los artistas que necesitábamos un lugar donde discutir sobre literatura, compartir una comida o incluso descansar. Fue una maestra excepcional y una crítica sabia y consciente del verdadero significado de una obra de arte. Aquellos de nosotros que tuvimos la fortuna de estar a su lado le debemos una deuda impagable de amor y consideración hacia lo humano».

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«Mélida García asumió su vocación literaria explorando distintas vertientes y géneros con una sensibilidad única y un compromiso inquebrantable. En la poesía, se destacó por su capacidad de cantar desde lo íntimo hasta lo social, abordando temas locales y universales con una voz profunda y reflexiva. Su poiesis en "Inventario de la noche", revela una búsqueda constante de lo esencial en las emociones humanas. En sus cuentos y novelas, García desplegó una mirada crítica hacia la realidad, marcada por la ironía, el humor y una aguda observación de la sociedad. En "Oro, sulfuro y muerte", como cronista de su tiempo, desplegó una honda crítica al problema continuo de Cotuí y la explotación del oro».

Valentín Amaro. Poeta, narrador y amigo de Mélida.

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«Hablar de Mélida García es invocar la pasión como expresión de la literatura. Su quehacer escritural, su consagración a la creación de mundos posibles la sitúan, en justicia, como la figura literaria más representativa de su provincia. Vivió por y para la literatura. Mélida García se reinventó, al grado de ser ella misma sus propios personajes. Invocarla, es asistir a compulsiones cuyo propósito, sin dudas, la justificaron y le refrescó en lo posible la existencia… Visitar su casa en el Barrio de los Mineros en Cotuí, era exponerse a entrar en un laberinto, el laberinto de donde emergían descostrándose, hacia esta ladera de la realidad los personajes que le fueron sustituyendo su espacio vital, impostoras otredades que reclamaban su identidad… La impronta de Mélida García merece ser ideal referencial para muchos…»

Ramón Antonio Jiménez. Poeta Tao cuántico, narrador y amigo de Melba.

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Diógenes Abréu, poeta, prosista y pintor dominicano, residente en Nueva York, dedica un poema, a la escritora y amiga.

A Mélida García

Las palmas y el oro de este pueblo
son para ti, Mélida,
porque uno no se marcha en el poema
cuando lo desgarra la muerte, no:

uno se queda ungido al olor
de la metáfora que revienta como espiga madura
y lo embadurna todo con el color de la naranja;

el pan y las garzas de este pueblo
son para ti, Mélida,
no en la tarja que te guarda
ni en la cruz que te abraza con su no querer vivir,
si no en la metafísica de la esperanza,
la misma esperanza que le sobrevivió al sulfuro
y a las mañas,
esa que se quedó a solas contigo en la oscuridad
y te prestó su calma;

la Cofradía, la Guácara y las comparsas
también son para ti,
te las damos los borrachos de espantos
al ver el cuchillo del dolo
presionado contra nuestras gargantas;

la presa es tuya,
el Parque Duarte es tuyo,
el Flamboyán es tuyo,
el río, la noche, la Zafra: tuyos,
y hasta las espuelas del gallo
en la circularidad y el ron de la gallera son tuyos,
tuyo el pez, el cura, la viuda, el jornalero,
la cáscara del conuco reventado por la semilla nocturna
del amor: tuya,
el paisaje reflejado en los ojos de un perro enamorado: tuyo…
mas no es tuyo el silencio de la palabra ajena
que en la mudez de la abundancia
se olvida que el prójimo sangra;

las palmas y el oro de este pueblo,
el pan y las garzas,
la Cofradía, la Guácara y las comparsas:
todo cupo en tu lengua de ciguapa mágica,
todo atado en el poema, Mélida,
como sólo tus dedos zurcieron la nostalgia.

© Dió-genes Abréu
New York, Octubre 2006

A continuación, compartimos algunos fragmentos de la obra inventario de la noche de Mélida García, publicada por la editorial Ángeles de Fierro.

A-manuscrito
Dedicatoria del libro inventario de la noche a Monseñor Jesús Ma. De Jesús Moya, Rector de la Universidad Católica Nordestana (UCNE) en donde impartía docencia.

Anemia de amor

Si fueras un poquito menos roca

me habrías desatado esta cadena

y le habrías quitado la condena

a este corazón que se disloca.

Mas cómo amor pedir a inconmovible

ser hecho enteramente de granito

a quien no afecta el ávido grito

de mi alma sin cura ya posible.

Y la anemia de amor que debilita

A mi interior hundido en un gran pozo

No hallará en quien a diario quita,

de indiferencia lleno, o de gozo,

fuera mi voluntad que ya marchita

por él se hunde sin paz y sin reposo.