(4 de diciembre de 2024, conversatorio en casa de Varinia Caamaño. Tertulia del Café Literario y el Club de Lectura Verónica Sención)

Hacer de uno un objeto para si mismo y para el otro es saber expresarse uno mismo. Hay máscaras del autor que conforman su imagen y el autor propiamente dicho”, (Bajtín, 1999, p. 301)

Luces de Alfareros es una obra que muestra que su autora, Ana Almonte, sabe expresarse y que, además, sabe ponerse máscaras en las narraciones que revelan su sentir, su pensar y su anhelo de justicia en un mundo resquebrajado por la ambición descomunal, la violencia, las drogas, la marginalidad, la pobreza, las guerras, en fin, un mundo lleno de desastres y de porquerías que afligen a Almonte.

La autora de esta obra escoge precisamente a un marginado, a un discriminado a un ser físicamente marcado y lo coloca en el centro de su creación literaria Attias Treviño, un enano. El lector culto, viajado, versado en literatura, psicología, museología, en critica textual, bien leído y que además sabe extraer las hebras relevantes de un libro, utiliza todos sus conocimientos y va apropiándose de las pistas que Ana Almonte va dejando en las narraciones y construye con ellas la identidad ideológica de la escritora.

Ella, la autora, construye Luces de Alfareros, hurgando en el lenguaje y seleccionando un léxico que la conduce a una semiótica de los translenguajes que apunta hacia los postulados teóricos de Julia Kristeva una filosofa, teórica de la literatura y el feminismo, psicoanalista y escritora francesa de origen búlgaro. La obra de Julia Kristeva se enmarca en el estructuralismo, neoestructuralismo y posestructuralismo. Sus referentes teóricos son: Claude Levi-Strauss, Roland Barthes, Michel Foucault, Sigmund Freud y, fundamentalmente, Jacques Lacan. La disgregación que acabo de hacer tiene como finalidad puntualizar la importancia de la semiótica del lenguaje en Luces de Alfareros.

Volviendo a la obra de Ana Almonte vemos que el protagonista, Attias Treviño,  del primer capítulo, titulado  “Preludio, Una oruga en la hoja” evoca a los enanos de la gran obra Las Meninas de Diego Velázquez, pintor español del siglo XVII (1599 -1660) y al famoso enano de la pantalla gigante, Peter Dinklage, que actuó en la película Juego de Trono.  Attias es tan atrevido como en su época fue el pintor Diego Velázquez que colocó en un lugar protagónico a enanos mientras pintaba a la Infanta Margarita y de paso se pinta el mismo en la obra a través de la técnica del espejo con la finalidad de reclamar justicia e igualdad para todos los seres humanos.  Del mismo modo, Ana Almonte coloca en el centro, en la apertura de Luces de Alfareros a un enano Attias Treviño y pone el dedo en la llaga con las descripciones que de él ofrece acerca del mal trato y rechazo al que las personas con alguna incapacidad o “defecto físico” son sometidas.  Por otra parte, Attias evoca al actor Peter Dinklage por la fama que va consiguiendo.

Ana Almonte.

La caracterización que hace la autora de Attias, el enano, cuando habla de su infancia, de su adolescencia y de su adultez alcanza dimensión colectivizante por la verosimilitud de los episodios y anécdotas que ofrece.  Las personas diminutas como Attias son víctimas del bulling, de maltratos, de la discriminación, estigmatización, estereotipos, y resultan, además, rechazadas por la sociedad. Estremece la cosificación que se hace de Attias, la gente lo rebaja a una cosa, a un bulto a cualquier cosa menos a un ser humano en las primeras etapas de su vida, lo cual muestra la crueldad del drama humano y su lado obscuro.  El lector siente compasión y empatía por Attias, al menos eso sentí yo mientras leía, debido a que lo que se lee mimetiza lo que generalmente hemos visto en algún momento de nuestra existencia, abuso y discriminación. Como sabemos, los enanos eran usados como entretenimiento en las cortes y en los circos y que una gran parte de la humanidad les vociferaba improperios y hasta les lanzaban objetos cuando veían a uno de esos seres pequeñitos por las calles.

La escritora Ana Almonte denuncia a través de la figura de ese personaje la conducta aberrante que se suele tener contra cualquier individuo que nazca con algún impedimento o defecto físico y/o mental.  El Attias rencoroso y vengativo que se va perfilando lo crean los verdugos, esos seres malvados que le hacen daño, desde que nace. La madre de Attias, una prostituta de mala calaña presenta una conducta similar a la de la Madre de Pascual Duarte personaje que crea Camilo José Cela en su famosa novela La familia de Pascual Duarte. Ella, la madre del enano se convierte en la primera enemiga feroz que tiene la criatura. “De manera que las primeras miradas inquietantes, las primeras miradas fugaces, las primeras miradas lastimosas, las primeras miradas de asombro, las primeras miradas de agonía, resignación, de desprecio, y de absoluta iniquidad, las recibe de la madre.” (pág., 18). Ana Almonte le dice al lector a través del narrador heterodiegético: “Cuidado, tus acciones convierten en individuos perversos o en seres amables a las personas con las que interactúas.”   Y es precisamente eso lo que vemos que pasa con el enano Treviño se convierte en un ser frio, calculador y vengativo que utiliza los medios que sean para sobrevivir y que juega con la carta de la inteligencia para lograrlo y se convierte en el Sabio Salomón.   Sobrevivió a los maltratos físicos y psicológicos, a las penurias de emigrar como polizonte, a trabajar en el exterior en el bajo mundo de las drogas, a lograr acumular una fortuna inmensa pagando un precio muy alto, pero al final lo traiciona su mejor amigo, Lindito y a consecuencia de eso muere trágicamente en un accidente.  La caracterización que hace la autora de luces de Alfareros de Attias Trevino y de los demás personajes tiene aciertos y desaciertos.  Un gran acierto es que sus personajes evocan sutilmente a personajes del canon de obras literarias y pictóricas relevantes, las Meninas, por ejemplo, por medio de la figura del enano, a  Misericordia la novela de Benito Pérez Galdós con la figura de María Gracia, a La Familia de Pascual Duarte con la madre del enano, etc.  Attias Treviño es un personaje bien trabajado desde un plano psicológico. Sin embargo, hay que apuntar que en algunos momentos pierde un poco la verosimilitud.  Por ejemplo, en la escena en la que el enano niño le pide a María Gracia que lo describa físicamente y en la escena cuando el padre se despide del niño y lo deja en casa de Dulce, su hermana. Ilustramos este punto cuando la voz narrativa dice: “Papo lo abraza y le dice que asuma valor.”, (pág., 32). O cuando el narrador omnisciente interpreta los pensamientos del niño: “Attias desprecia en silencio a esa clase marginal que a todo pone títulos y sobrenombres. Para él era una juventud aneja, analfabeta, retrógrada, que emergía de ese suelo pordiosero al que llevaba años analizando sin que, hasta el momento, supiera lo mejor que podría suceder a sus días venideros.” (pág., 40). De igual modo, pierde verosimilitud Dalsy Dabrowski (nieta de Dunda Dabrowsk, que vendía las joyas con diamantes y que introdujo a Attias a la clase de poder en USA)i)  en la escena cuando el avión cae al mar. La voz narrativa dice que ella siente que algo la ha golpeado, herido, etc., en una pierna, y en vez del personaje enfocarse en la herida se dirige hacia el fondo del mar en busca de una sortija que se le ha salido del dedo, la ligera preocupación que siente Dalsy ante la posibilidad de que lo que le ha sucedido es que algún tiburón la haya mordido, se disipa en pensamientos que no reflejan temor ni pánico. Luego cuando sale de la mar impedida prácticamente para caminar por la hinchazón y por la hemorragia de la pierna lo que hace es una retrospección de su pasado inquietando al lector que se formula un montón de preguntas ante la conducta del personaje (esto raya en lo fantástico).  ¿Por qué no piensa en el amante que la acompañaba? ¿Por qué no piensa en si hay otros sobrevivientes? Por que no se pone el torniquete en la rodilla desde que sale del agua en vez de ir a merodear para ver que encuentra para comer…

Dra. Teonilda Madera, autora de este análisis sobre la novela "Luces de alfareros".

Hay que apuntar también que en Luces de Alfareros hay mucho silencio, muchas oraciones inconclusas, mal uso de algunos tiempos verbales, por ejemplo, se usa el presente del indicativo cuando debería usarse el imperfecto, pero también hay una gran riqueza en el léxico que utiliza la autora y una gran documentación de los lugares que utiliza como escenario para las escenas.

Ana Almonte deja por sentado en esta obra que posee amplios conocimientos del canon literario y construye el universo de sus personajes haciendo uso de figuras retóricas tales como: la hipérbole (con la paralización del tráfico por varias horas debido a un enigma  que más adelante sabemos es un accidente causado por un supuesto niño), la personificación (“Las estatuas en Georgia, de quienes en vida alumbraron con aires de héroes, lloran disimuladamente gritan, ríen por sus padecimientos de siempre, en el tiempo las humilla”, pág., 13, la repetición enfática (“De manera que las primeras miradas inquietantes, las primeras miradas fugaces, las primeras miradas lastimosas, las primeras miradas de asombro, las primeras miradas de agonía, resignación, de desprecio, y de absoluta iniquidad, las recibe de la madre.” pág., 18),  aliteración (…el tajo de bomberos y de policías permanece quieto en el primer campanil del puente… pág., 12 )imágenes visuales esplendidas en algunos casos cuando describe algo o a alguien (“…con aquel suelo revuelto desdibujando el rastro de dos figuras fulminadas por una naciente luz dorada que se cuela por encima de aquellos ranchos de amplios aleros” pág., 20),  la retrospección como técnica narrativa.

Deseo apuntar que Luces de Alfareros cautiva porque Ana Almonte escribe una obra en la que claramente se vislumbra la vasta investigación que realizó para documentarla. Además, hace un despliegue de nombres de escritores y de personajes relevantes: Gatsby, Agatha Christie, Ana Karenina, Virginia Wolf, Whitman, Faulkner, Edgar Allan Poe, Marcel Proust, Margaret Yourcenar, entre otros, logrando con esto insertar la intertextualidad de forma indirecta ya que al citar a los autores evoca las obras que ellos escribieron (pág., 106). Y por último no puedo dejar de mencionar algunos de los temas más sobresalientes que se abordan en Luces de Alfareros: el desamor, el  abuso infantil, la emigración, la pobreza, el bulling, el amor platónico, las drogas, la prostitución, la venganza, entre otros.  ¡Enhorabuena, Ana Almonte!