El buen trago, la noche, la bohemia, representaban un excelente telón de fondo para conversar con Luis –Terror- Días. Si no dominaba el arte de la conversación, para mí, mi canchanchán en esa materia era un excelente técnico. Sabía cuándo escuchar, y cuándo le tocaba intervenir. Hablábamos de literatura (imagínese usted que el Terror leía a Poe, Whitman y Faulkner en inglés). Hablaba de arte, folklore; pero jamás de política.
Fue en una de aquellas veladas donde me mostró unos apuntes en los que demostraba que en el país existen más de 30 ritmos musicales registrados por él, que el aporte a la música afrocaribeña, incluyendo el jazz, tienen su genoma en República Dominicana, porque nuestro país al ser la puerta del Nuevo Mundo recibió todos los sonidos musicales antes que los demás territorios conquistados por los europeos.
Según concebía Luis, eso nos daba, claramente, un privilegio. Recuerdo cuando al día siguiente de uno de sus conciertos, una nevada nos impidió salir a caminar por Broadway, como ya era habitual. Sin embargo, eso no nos atormentó, pues estábamos bien avituallados, en el apartamento teníamos bebidas, comida, libros y la guitarra.
Observábamos la nieve precipitarse sobre el río Hudson y el Washington Bridge, arropándolos con un extenso manto blanco, un paisaje que daba la impresión de ser un cuadro de René Magritte. Desde el piso 28 el paisaje ofrecía una vista impresionante, y todo apuntaba a que conversaríamos a nuestras anchas.
Ese día discutimos sobre la lectura de los dos tomos del libro de Flavio Josefo: "Historia del pueblo judío". Extrañamente para mí, Luis no estaba en rebeldía, más bien parecía que su frecuente irreverencia se había esfumado, y por lo contrario me hablaba de la grandeza de ese pueblo y los aportes a la humanidad.
Yo, lo contradecía, recordándole los crímenes cometidos por los gobernantes de Israel contra el pueblo de Palestina, cómo los palestinos ha sido despojados de sus tierras.
Con Luis, y su serenidad, nada valía para hacerlo cambiar de opinión. Entonces yo, rabioso, le hice mención de la masacre de Sabra y Shatila, de 1982, dirigida por ese monstruo llamado Ariel Sharon, quien debe estar disfrutando del infierno, y no precisamente dantesco. En esa matanza murieron más de tres mil civiles. Luis permaneció tranquilo.
El Terror tomó la guitarra, aparentemente no deseaba atormentarse un día de nevada por conflictos históricos que no tenían solución a la vista. Empezó a cantar “El guardia del arsenal”….. “ Yo nací en la bahía de Manzanillo, caribe tengo la voz” .
Yo, por la curiosidad dominado, quería saberlo todo sobre él. Deseaba indagar cómo escribía, cómo le llegaba la inspiración, en qué pensaba ese genio para elegir el tema de una canción.
Siempre escuché a críticos y seguidores del Terror, deecir que toda su música era producto de investigaciones en campos, barrios, burdeles, colmados y arrabales. Acicateado por este background, le pregunté que si esa canción era producto de algún estudio, investigación de campo o simple escarceo intelectual.
Para mi sorpresa, Luis soltó una carcajada. Como si se burlara de mí o de los críticos y analistas de su música. “No ombe. Esa canción la escuché en un sueño, me levanté y la escribí tal como la oía".
Eso me hizo recordar el cuento Casa tomada de Julio Cortázar, publicado por Jorge Luis Borges en la revista Anales en 1946. El cuento narra la historia de dos hermanos que viven en una casa grande y un día, alguien que ellos no saben quién es, empieza a tomar la casa por habitación, ellos tampoco saben por qué son empujados hacia afuera hasta perder la casa.
Los críticos interpretaron esta historia como una crítica a la dictadura, incluso el filósofo argentino Pablo Freirmann lo interpreta como una metáfora en torno a los inmigrantes que llegaban a Argentina intentando sacar de su espacio a los nacionales luego de la amnistía decretara por Perón.
En una entrevista realizada a Cortázar sobre el cuento Casa tomada, dijo algo similar a lo expresado por Luis: “Eso fue un sueño y lo escribí como cuento”.
Los genios escriben obras para ser interpretadas en cualquier contexto o momento histórico. La canción de Luis, El guardia del arsenal, como el cuento Casa tomada, de Cortázar, fueron el producto de dos sueños que se volvieron dos símbolos para dar respuestas universales.
Esa noche de nieve y tragos, Luis continuó tocando. En un momento se encontraron nuestros ojos, él, con un gesto y sin dejar de tocar, me pidió una cerveza, yo caminé a la nevera y regresé con dos botellas para beneplácito de nuestros paladares. Me senté a escucharlo tocar y cantó, tan sólo para mí solito. Entonces la noche se hizo absoluta.