En el tomo XLVII de la Anglo-American Cyclopedia, Adolfo Bioy Casares, en una pesquisa un poco inusual, durante el correr de una mañana de verano Bonaerense, demostró a Borges sobre la existencia secreta de Tlon Uqbar, cuyos datos falsos se revelan en una página incierta. Según Bioy, nadie había estado nunca en Uqbar, pues este era un país indocumentado, habitado por heresiarcas anónimos, cuyos gnósticos llegaron a crear “el invisible universo de la ilusión en sus habitantes”, así mismo como Borges siembra en los lectores, la duda sobre la existencia o no de Uqbar.

Tenemos pues que, la creación de Tlon se comporta como una fina ironía sobre las posibilidades del conocimiento, o puede ser, un pasaje alegórico sobre la ciencia. Cuando no, una burla acerca del registro de los saberes humanos.  Con esto supone Borges que el mundo puede estar compuesto sobre la base de una hipótesis, que no es ni verdadera ni falsa, ni científica ni empírica, tal vez de un orden divino, lo que ningún humano ha podido llegar a comprobar. A partir de estas conjeturas el autor se plantea este tipo de fantasía (fundacional, por demás, en la narrativa latinoamericana del siglo XX), si es posible, para sembrar con la duda, algún hecho memorable en el universo mental del hombre. Para ver, para jugar un poco con el pensamiento. Para encaminarnos a las coordenadas del arte y la fantasía y para acercarnos en definitiva, a un terreno inédito ubicado entre los límites de la realidad y la fantasía, como mecanismo creativo y estético de su universo fantástico. Sobre todo, porque el lector no entiende, no sabe situarse, en el punto perfecto de su universo mental, cuando arrastra con sus dudas y sus miedos posibles. A propósito de esto, el propio Borges advierte que “la mente es una especie de teatro donde las percepciones aparecen y desaparecen, vuelven y se combinan de infinitas maneras”. De forma tal que los datos de Uqbar asociados a este pensamiento, pueden ser partículas o imágenes de nuestra realidad infinita, que como trozos del universo flotan sigilosas en nuestra mente, arrojadas en el mar de la duda.

Jorge Luis Borges y Maria Kodama.

Sin embargo, en algunos de sus pasajes más memorables el autor nos revela como un hecho cierto la misteriosa existencia de Uqbar. Nos revela además, la vida de los sabios de Tlon y los presenta con fino detalle y con sentido, como si esto se tratara de una moneda que haya aparecido en el fondo de un carguero pirata encallado en alta mar desde los tiempos de la colonización imperial.

Me imagino que en estos días (o en los días en los que escribió el cuento, cuando ya era ciego), los heresiarcas de Tlon han visto a Borges como un bicho raro, porque los ha puesto al descubierto de la gente menos avezada y más común, (aquella comunidad invisible de los lectores hembras). Ellos entienden que su universo, debe ser un poco más hermético y secreto, como el mundo de los pichiciegos. En cambio, a los heresiarcas de Tlon, Borges le ha jugado una mala pasada, porque los ha sacado a la luz pública para que la humanidad conozca de su existencia real, de sus interioridades precisas, de sus desmanes secretos, de sus posibles contactos con la ciencia y para dejar establecido, que las criaturas imaginarias y los espacios como Tlon también tienen alma y materia. Tienen vida propia y tienen geografía. Con esto, Borges le demuestra a la humanidad que si no fuera por la intervención de las   leyes divinas y de la física, las posibilidades de existencia de Tlon, habrían sido remotas, y a la vez, sus dioses y sus hombres fueran bichos raros, extraídos de la nada, en vez de ser habitantes de Uqbar. De manera que vistas estas premisas, podríamos afirmar que los escenarios de Tlon, son escenarios reales, porque son ilusorios.  Intuyo además, que Uqbar es un universo cerrado hecho de agua y material elástico. Su descomposición es perturbadora y angustiosa, porque puede llevar a la quiebra del pensamiento. Ahora los sabios de Uqbar responden preguntas capciosas sobre las posibilidades de creación de esta misteriosa bola de cristal que parece un universo cerrado.

Hoy por hoy, los Dioses de Uqbar deben estar boyando en la fragua del infierno, gracias a  la ira que le ha provocado imaginar que su mundo ha sido descubierto por dos  herejes argentinos, toda vez que su mundo  pertenece al mundo de las sociedades secretas.

Lo fantástico en Borges es una condición de exploración de una realidad remota, que se trasunta en un plano interior cognitivo, mientras en Cortázar las cosas suceden en un plano más cercano a lo netamente cotidiano. Por esta razón hay en Borges un orden metafísico, cuya materia principal es el tiempo. Mientras Borges interviene en las leyes de la realidad y propone un mundo paralelo. Cortázar en cambio, viola las leyes de ese mundo y explora lo sobrenatural. En tanto Borges es más sideral, más arcano, Cortázar viola las leyes del sueño. En Borges hay una condición profética del tiempo que se sumerge en el mundo de lo eterno. De ahí que sus fantasías sean memorables porque desafían la eternidad. Esta idea puede ser aterradora en la vida del hombre común, diríamos en el concierto de la vida cotidiana. Sin embargo, la idea de eternidad en el arte como la concibe Borges es un ideal estético y filosófico de la belleza. Por eso concibe el laberinto como un desafío mental, eterno. De manera que la alegoría al laberinto puede acercarnos a la idea del encerramiento psicológico del hombre moderno y su vida asociada a las máquinas. O sea, esto quiere decir que cada quien maneja un laberinto personal, como también maneja un infierno personal. Así que el hombre de hoy crea su propio laberinto mental y ese laberinto puede llegar a desafiar las coordenadas del tiempo infernal como sucede en Los dos reyes y los dos laberintos.

¿En qué tiempo podemos rastrear la creación de Uqbar? En ningún tiempo preciso. Uqbar no tiene tiempo, ni tiene historia, por lo tanto, no habrá historia sin tiempo. Uqbar es un infinito de la creación de los ciclos matemáticos de la memoria, asociados a las condiciones inmateriales de la realidad, como la creación del tiempo mítico o imaginario, así como la transfiguración de la mirada, o lo que el ojo ve a través del espejo, mejor dicho, la idea del mundo como representación.

Con la lectura de Uqbar se pierde la lucidez instantánea y puede uno alcanzar un estado en que la memoria se anula. Dado que todo lo que se plantea, el cerebro lo registra como cierto, como válido, como un estado normal del mundo material. Esto se explica cuando vemos una película y lloramos, nos angustiamos o nos aterramos, porque el cerebro configura las imágenes como un trozo de la realidad. O sea, Borges es capaz de subvertir la realidad del estado mental del lector y hacer que su mente cambie la percepción sobre esa realidad y asuma otra menos terrenal. Es un estado hipnótico que da paso a la existencia del milagro, y de un estado agónico de anulación del tiempo normal del reloj, para dar paso al tiempo imaginario (mítico). Eso significa que la pérdida de la lucidez aquí pretende la creación de otra condición no menos memorable: la fantasía. En una de Las Cartas del Boom (Alfaguara 2023), Cortázar le explica muy bien a Vargas Llosa, este tipo de conjeturas, cuando este analiza un pasaje de La casa verde.

Con la lectura de Uqbar, Borges nos acerca también a la idea planetaria de los ciclos temporales: Primero, la idea imaginaria de la creación del universo, registrada en fracciones de segundos (si es que alguien lo imaginó alguna vez), la materia como propulsora de la velocidad de la memoria, que es hija de un tiempo preciso y finalmente el futuro como ciclo imaginario verbal. En definitiva, una propuesta que reúne a ciencia cierta la creación mítica del universo y su competencia con el libro del Génesis en la Biblia. Este tipo de temas es recurrente en Borges. Por ejemplo en El Aleph, el ojo de Borges es el ojo de Dios, con el que contempla de manera simultánea todos los escenarios del universo. Ya existía en él el concepto de unicidad universal. Esto significa que la idea del “mundo global” o, “aldea global”, ya estaba propuesta en la literatura latinoamericana por Borges, mucho antes que el filósofo canadiense Marshall McLuhan.

De manera que en Uqbar existe esa extraña condición del tiempo eterno en el que Borges le imputa a Platón en su famoso ensayo El tiempo circular, que los planetas en su forma equilibrada regresarán algún día a su punto de partida original, que viene siendo lo mismo que el tiempo circular.

Eugenio Camacho en Acento.com.do