El 19 de junio del año pasado, falleció el filósofo español Andrés Ortiz-Osés quien nació en Aragón en 1943. Fue profesor de la Universidad de Deusto en Bilbao y prolífico autor: escribió más de una treintena de obras cuyos inicios se sitúan desde el 1973.

Ortiz-Osés ha sido de los filósofos españoles que más ha aportado a la filosofía hispánica de los últimos cuarenta años: motivó la traducción de Verdad y método de Gadamer. Coordinó importantes ediciones en editoriales de prestigio. Fundó conceptos filosóficos totalmente nuevos que enriquecen el modo de comprender la realidad humana. Propició importantes diálogos filosóficos. Aupó un importante círculo de estudio en su universidad que generó todo un discipulado. Fue el creador del gran Diccionario de hermenéutica y otras obras parecidas, siempre incluyendo a una gran diversidad de pensadores de todas partes sin discriminar origen, concepción o edad.

El filósofo español Andrés Ortiz-Osés y el autor de este escrito el filósofo dominicano Edickson Minaya.

Pero, sobre todo, a Andrés Ortiz-Osés se le recordará por haber creado una de las tendencias más importantes en la hermenéutica contemporánea: la hermenéutica simbólica, que tanto fruto ha dejado y sigue dejando en todas las partes del mundo académico y filosófico.

En general, lo que caracteriza la hermenéutica simbólica ortizosesiana es que se resigna a la parcialización en filosofía y a la fragmentación del saber. Frente a estas actitudes, opta por un enfoque interdisciplinario que determina su estilo de pensamiento y escritura filosófica. Asimismo, la hermenéutica simbólica descansa sobre la base de una concepción que entiende la realidad como relación e implicación. Además, entiende que la conducta simbólica nos ofrece una «lógica implicatoria» sin la cual no es posible entenderla como sistema comunicativo de las culturas.

Una de las cuestiones que considero más importantes, es que esta hermenéutica nos obliga a revisar el modo de entender la actividad racional y la manera en que se conforma el mundo que experimentamos. Su abordaje se construye sobre la base de una teoría del simbolismo y del lenguaje entendidos como fuente de sentido y dinámica de la vida psíquica-corporal.

En la hermenéutica simbólica ortizosesiana, la relación ser humano-mundo-lenguaje es quiasmática, mientras que la racionalidad es vista como actividad puramente simbolizadora. Todo esto conduce hacia una teoría del sentido que involucra lo afectivo, el lenguaje, la cultura y la actividad de interpretar. De ahí que se hable siempre de invención y construcción del sentido, agregándole una carga emocional. Pues, sentido, es «dirección/direccionalidad afectiva».

Desde aquí, la filosofía hermenéutica en Andrés Ortiz-Osés establece un importante diálogo con las ciencias humanas, fomentando investigaciones de carácter interdisciplinar, en un claro intento por superar la llamada fragmentación de los conocimientos especializados al interno de la cultura contemporánea.

La partida de Ortiz-Osés no significa ausencia de su pensamiento fructífero, sino todo lo contrario: es ahora cuando resurge con la poderosa fuerza de un pensamiento vivo que vale la pena escudriñar, con el único solo objetivo de que pueda servir de marco teórico para enfocar, en el ámbito de la teoría de la interpretación, el abordaje de los sistemas simbólicos que fungen como motor de cualquier cultura respecto a la producción del sentido.

Por esa razón, ha muerto el filósofo, pero no sus ideas y textos que gravitan como rocas en los estrechos del pensamiento hermenéutico actual.