I.- CLARA LEDESMA 60 AÑOS DESPUÉS EN EL CENTRO LEÓN [1]

Clara Ledesma «Eco atávico». Tinapapel. 26 x 35.5 cm. 1964. Colección Centro Cultural Eduardo León Jimenes.

¿Qué es la imagen, qué es la imagen como teoría de la luz, como visión de la supra, infra y surrealidad?  ¿Por qué se le da carácter de lenguaje a la imagen y, se dice que toda metafísica del lenguaje tiene una significación?

Entiendo que, para reflexionar sobre «lo poético y lo femenino  en la obra de Clara Ledesma», y en torno a ese vocablo de lo que llamamos arte hay que hacerlo desde distintas ópticas que son «vocaciones intimas» que se bifurcan y   tienen  caminos de evidencias crípticas, de transfiguraciones  de lo que consideramos ordinario,  y que pueden adquirir  una expresividad solo intuitiva.

Clara Ledesma. «La angelona protectora (homenaje a Lili Duluc) », 1976. Col. Familia Duluc Ledesma.

La expresividad intuitiva, quizás, es la creación misma, al menos que de una idea o de un pensamiento abstracto surja el problema  de saber o entender qué es la imaginación creadora y, en esto es que (desde mi punto de vista) subyace  el significado ideológico/humano que nos provoca el estímulo de la imagen.

Para abordar una obra de arte, la impronta de una creadora como Clara Ledesma (1924-1999), es necesario  ver hacia atrás (hacia el pasado)  y tratar de interpretar los palimpsestos de su universo, ya que  durante siglos (desde el Renacimiento) hemos leído múltiples interpretaciones, aseveraciones teóricas, convicciones intelectualizadas sobre esa épica y lírica realización de la actitud escrutadora del artista, hacia lo que ve, escucha, olfatea, intuye o siente. Pero todo esto no es más que, impresiones, visiones psíquicas, aproximaciones apreciativas, particulares maneras de describir/definir lo que nos absorbe el subconsciente.

Clara Ledesma. «Universo con luna roja», 1971. Colección Banco Central.

El arte/creación  es un acto de conciencia o no que nos vincula a una acción individual, desde lo colectivo, de un individuo o una persona  que tiene un vínculo preexistente con el exterior, y que su interior lo hace rector de las metamorfosis de las cosas.

A la obra  de una consagrada creadora como Clara Ledesma, los vivos, podemos aproximarnos desde una filosofía  o metafísica  del ser donde procuramos hallar su valor estético, su valor sociológico, su valor onírico o su valor conceptual si humanamente está  expresada allí (en la obra) nuevas formulaciones sobre su visión del mundo, ya que todo, finalmente, es solo pensamiento;  pensar o disponer el pensar para hacer preguntas sobre lo que nos transmite la interacción del espíritu con la existencia de lo desconocido o aquello por conocer.

Clara Ledesma. «Sin título». Mixtapapel, 1983. Colección Familia Duluc Ledesma.

Se habla, siempre, de que el arte pictórico tiene sus leyes. Sí, el arte geométrico tiene sus leyes (el dibujo de la anatomía), el realismo, el naturalismo tienen sus leyes, pero la INVOCACIÓN  dialéctica  de entender la tirantez de las fuerzas cuando se pretende salvaguardar a la conciencia no tiene leyes que no sean otras que proteger (desde la sobrevivencia) las formas contradictorias del mundo del cual somos protagonistas y espectadores.

Una creadora como Clara Ledesma  lo que transmite es su saber y, al hacerlo nos ayuda a no darnos un descanso obligado en los cuestionamientos que traemos desde el Útero de la madre; una creadora como ELLA nos da (con su saber) la posibilidad válida de exigirle al silencio que satisfaga nuestras curiosidad, puesto que  nombra con la imagen/de la luz la Totalidad entre lo que es, lo que no es o será, puesto que lo absoluto no existe y, menos aun lo Unitario.

Clara Ledesma. «Casetas». Óleotela, 1963. Colección Museo de Arte Moderno.

Por esto es, de sabiduría de quienes se asumen  como creadores  (y no solo como artistas) surcar a la materia de manera distinta al común de los mortales,  para darnos una regiduría diferente, no indiferente, de la empatía nuestra con lo que nos circunda.

La obra de Clara Ledesma, sobre todo sus dibujos en tinta (que son lo que me seducen, poéticamente)  me atraen para crear una epistemología; una epistemología sobre qué es el proceso de creación denominado «arte», que los críticos profesionales y los historiadores del arte, pueden favorecer  o no. Sin embargo, es obvio, y es compresible (para mí) que la imagen, tiene texto y contexto de supra, infra y surrealidad cuando su génesis la explica la poética, ya que la génesis de una obra es una visión particular del yo, del otro y de aquellos que tienen una autonomía relativa o se hacen sujetos trasindividuales, es decir, orientados a afirmarse como humanos.

Clara Ledesma. «Mujer tocando una flauta», 1966.

Y es, lo que veo, miro, observo (desde la poética) en la obra de Clara Ledesma: sujetos trasindividuales/humanos que  hacen catarsis, cuando se asoman como esencias  con los otros a través de la mediación,  de la socialidad, que tienen de frente a  estructuras que son las que coexisten entre sí, para hacernos  sujetos conscientes o no: la estructura histórica y la estructura libidinal.

Así, como estoy convocada a conversar sobre  «lo poético y lo femenino  en la obra de Clara Ledesma» es justo que me esfuerce en exponer mi sustrato teórico y epistemológico en el cual sustentaré las sensoriales percepciones  que compartiré sobre su arte, porque debo (en mi caso) ir conociendo interpelando  las identidades asignadas a su obra, es decir,  lo dicho y lo no dicho, ya que  a final de cuentas,  escribir o reflexionar sobre una obra es una actitud volcada a la filosofía del lenguaje.

II.- CLARA LEDESMA Y SUS ALUMBRAMIENTOS

Clara Ledesma (a la izquierda) en la inauguración de su exposición en la Galería Andre´s. Santo Domingo. 5 de abril de 1965. Calle Arzobispo Nouel No. 30.

Así, también es  desde  una «filosofía de la voluntad» propia [2] desde donde se deben descubrir los criterios que tiene la artista, Clara Ledesma,  para elaborar  metafísicas del ser o del sujeto femenino que son  alegorías audaces femeniles o de féminas nacientes que traen su propia idea del lenguaje, argumentos sin arbitrariedades sobre sus existencias, porque Clara  crea inéditas  leyes del ritmo, del movimiento que danzan, ya que  sus espíritus o ellas mismas nos muestran  las fábulas inquebrantables  de las diadras caribeñas que no solo son del bosque sino del mar, porque lo que veo son diadras en sus dibujos.

La lúcida Clara Ledesma  lo que crea son féminas  singulares  que nacen del agua, del cielo, de los arbustos y del recuerdo. Clara trajo consigo palimpsestos  que no se desvanecieron al nacer.  Clara desde el asombro onírico  hizo  que sus ojos llevaran a su paleta, a través de sus manos, su  reencuentro con el extraordinario mundo natural/vegetal, porque ella pobló al universo de esencias que levitaban,  que se alzaban y reintegran al firmamento volcándose sobre el alfabeto del tiempo que hizo un  alfabeto de los sueños.

Clara Ledesma. «Dibujo para Danicel». Mixtatela, 1970. Colección Familia De los Santos.

 Alfabeto del tiempo  y  alfabeto de los sueños son los dos Universos o mundos pictóricos de  Clara Ledesma para  comprender  que la Naturaleza toma libertades propias, que se conecta con la inalterabilidad del encanto, del misterioso encanto que surge cuando hace que la conciencia (a través de  la racionalidad)  te conduzcan a apropiarte de lo inmaterial e intangible,  y la llama del éxtasis de los sentidos de libertad a tu curiosidad.

Clara, desdoblándose en la virtud del instante,  proyecta historias de mujeres que no tienen nombres y  crea en ellas, y a partir de ellas, nodrizas prenatales  [3].  Sencillamente es así como lo veo y lo intuyo desde mi fatigada esencia. Nodrizas vertiginosas, legítimas, reivindicativas, que tienen el saber y traen el saber de lo fugaz y fugitivo y, es por esto que este reino que crea Clara se hace figurativo, encantador, un legado de colores, de formas, de cosmos y microcosmos que emergen  de la exaltación de lo sensorial.

Lo sensorial es el saber; el sumergirse y emerger del crepúsculo y de la aurora. Absurdo es el mundo que en rebeldía total continúa exaltando a la violencia, a las anodinas maneras  de engaño y crueldad; sin recordar que, el mundo es solo una evocación, una admirable evocación del ir y venir. El mundo, el mundo nuestro,  solo está vivo por el sol y la LUNA, por la irradiación de la luz y, lo súbito es solo las ánimas trayendo sus anhelos, sus fatigas y sus fracasos.

Es por esto que me pregunto, ¿qué es lo que hace que una creadora como Clara Ledesma  despierte a su subconsciente? Creo que, es el milagro de concebir su admiración  por la superabundancia vital   de la energía. Una creadora voluntaria como Clara entra a la escena del mundo para explorar su magnitud espiritual y femenina. No disimula que va a alumbrar (siempre) a otras, las de ojos de estrellas, las de cuerpos frágiles, en apariencia,  diminutos o no de los cuales admiramos su belleza.

Clara, enteramente regocijada con sus alumbramientos, cuida de su apreciabilidad, de los subterfugios y de sus enigmas. Sus obras expresan, quizás, las apariencias cósmicas de las  femeninas, féminas y femeniles a través del valor de  las sensaciones, ya que hay entre ellas, intercambios  literales entre los significados de la Naturaleza y los sortilegios de lo sobrenatural y, un airecillo (escondido) del Edén, del desafortunado Edén o Paraíso desde el cual las teologías cristianas de occidente pretenden avergonzar a las mujeres

Clara abstrae a las criaturas féminas del Edén, porque sospecha (y con toda razón)  que la victoria nuestra no es ser belicosas sino creativas ante este mito milenario. Así, Clara armoniza  a los imaginarios;  echa a un lado las distorsiones  y aventaja a las arbitrariedades de los imaginarios. Se hace amante del tiempo, de la Naturaleza y del Mundo para tejerle y contra-tejerle líneas que tienen el propósito de probar que,  la Historia tiene sus códigos primigenios y devocionarios  por encima de los privilegios que los otros asumen.

Clara se auto descubre con lealtad a sí misma; su lealtad es sobrenatural;  le llega del aire y del agua, del viento y de la marea, de la sobreexcitación ante el descubrimiento de las formas. Quizás, tal vez, probablemente, vino imbuida de optimismo para darle la  libertad a su corazón  de mostrarnos lo excepcional y lo hermoso de sus mundos oníricos.

Sé que, la libertad del corazón es difícil de lograr; porque a esa libertad la frecuentan fuerzas titánicas que atentan  con la satisfacción propia, que es no rehusar a la existencia, a la bondad que se tiene para enaltecer a la Humanidad y evitar la desolación, los martirios y las cenizas que se esparcen cuando la destrucción aniquila todo.

Es por esto que, Clara nos demuestra, supongo, más allá de la inalterabilidad de las leyes naturales, que sus creaciones tienen respuestas  para la compresión de la Naturaleza física y de la Naturaleza inmaterial que los introspectivos, lo que está en su yo-mismo, admiran desde las apariencias.

Así, descubrir las apariencias es desaprender las nociones de lo temporal y de lo intemporal.  Y un poema es esto. Darle muerte a las apariencias. Darle un zarpazo a las representaciones que nos esclavizan; crear, oír (sin ruidos) a la metáfora es hacer la rendición de cuentas del soplo de nuestra sabiduría.

Una creadora como Clara  estuvo como tripulante dentro de esta enorme esfera, una esfera de la cual no salimos, ni saldremos nunca, porque en ella solo nos transmutamos. Pero acontece que, aquí, en la superficie terrestre alumbramos  nostalgias y alegrías. Clara (entiendo poéticamente) alumbró sus órbitas  recónditas  (sin confusión alguna) sobre las paradojas del aquí y del ahora. Era la descodificación de sus dos lóbulos cerebrales  a través de los trazos de sus manos; era encontrarse con el sentido de la observación y el sentido de la existencia, y, esto: no tiene regulación matemática. Es metafísica pura. Advertirlo, es lo necesario y, lo que puede darnos la llave para la laboriosidad de una «interpretación» sobre lo plasmado por Clara. No es asunto solo de inteligencia, civilización o apologías de los tiempos y de épocas, de istmos, de movimientos pictóricos o de corrientes estéticas. Es desandar el ADN de una obra que no requiere defensa, solo  un interés vivo de replanteamientos o contemplaciones.

Los historiadores del arte tienen su tarea, los críticos también, los poetas también tienen su tarea. Creo que he realizado mi tarea, suscitar (en mí), y espero en ustedes, cuestiones que no requiere de algoritmos ni de inteligencia artificial (IA), ya que lo Humano es providencia; lo demás: anteojos que traerán desolaciones al espíritu, puesto que el aliento creativo (humano) siempre será urdido por el pensamiento y el uso de la mano.

III.- CLARA LEDESMA Y ¿QUÉ ES LA POÉTICA?

Clara Ledesma. «Sin título». Óleotela, 1989. Colección Viriato Pernas.

Iuri Tinianov dijo que «La palabra no tiene significado preciso. Es un camaleón que nos muestra matices, y aun colores distintos » [4] expresando, además, que  « […] el concepto de «emoción artística» descubre su naturaleza híbrida y nos lleva antes que nada al problema de la objetiva « relación entre las partes de una representación» que la determina, o sea a la cuestión de la construcción de la obra de arte. » [5]

De estos criterios de Tinianov pretendo entender qué es la  poética, el discurso de la representación, los nexos entre la palabra y las emociones asociadas a una obra de arte. ¿Qué es lo perceptible del arte para que el poeta tenga indicios de lo que sus ojos abiertos ven?

Todo lo que pueda escribir sobre la obra de Clara Ledesma  son solo los significados imaginarios que puedo hacer un sintagma, sintagmitizar, adjetivar, subordinar a una metáfora única  que le asigna a la imagen (a la obra) una beatitud (emoción).  Lo visto por los ojos (que es lo que hacemos ahora)  lo presumimos individual y, luego, pretendemos hacerlo colectivo. Unos dirán que es, que la obra de Ledesma tiene fuerza comunicativa,  que aflora con matices poéticos que bien pueden ser los trazos y  colores con connotaciones a expensas de lo que proyecta y, es, quizás, esto lo que percibimos y que pudiéramos llamar la visualización de la metáfora, una metáfora con tonalidades lingüísticas, porque sí, es el lenguaje del espíritu  lo que nos hace leer los símbolos del subconsciente manifestado.

Si es de nuestro grado la visualización de la metáfora pictórica/cromática, entonces, concluimos que sí, es una obra artística poética que, afortunadamente la explicaremos con un léxico lírico y, nos conducirá en dirección de justificar su conjunto desde la filosofía del lenguaje.

Y, este es el punto. ¿Puede la obra de Clara Ledesma  darnos indicios y fundamentos per se de sus significados, ayudarnos a comprenderla  desde  la metáfora, o, lo  que es su equivalente: la función rítmica de  sus líneas y de sus trazados? Si es así, estamos listos y preparados para hacer el hallazgo de sus metáforas visuales y sus metáforas sonoras en la consciencia porque nos seducen cuando procuramos (al conversar con los demás)  saber su determinatividad a través de los distintos matices de su paleta, de las articulativas variantes de las imágenes que adquieren formas, porque los nexos entre el arte visual y la poética son infinitos.

Son nexos jerárquicos  y nexos de identidades que les unen. Es por esto que, una interpretación poética de la obra de Clara Ledesma  hace que la obra sea renombrada desde lo sensorial,  es decir, desde la atrayente  fascinación que pueda ejercer para que se evoque a través de palabras que subrayan  la construcción verbal/visual  que provoca  a los sentidos.

Es por esto la inevitabilidad  de buscar el ritmo que subyace en cada obra de arte a estudiar;  el ritmo de los colores o la progresión  rimante de lo que expresa o nos expresa. Clara Ledesma intuyo que conocía la alquimia perfecta de lo que planteó, por eso  (en sus dibujos)  no hay punto rítmico débil en sus trazados, sino articulaciones rítmicas sutiles, enriquecidas  con la acentuación de las figuras que, es literalmente, darle la característica y la esencia que la imagen debe asumir en su creación, siendo ésta la traslación (a la obra) de sus significados.

La imagen/ visual, he aprendido,  es un desprendimiento de los sentidos y, bien podríamos decir, quizás, fragmentos de nuestros sentidos, de la diversidad de ideas que contienen nuestros sentidos. Por esto,  lo visual y lo poético tiene relaciones entre sí constructivistas desde la objetividad y la subjetividad. El espíritu de la creadora siempre tiembla, se sacude, se estremece ante lo reconocible e irreconocible y, pone en evidencia lo que rige al lenguaje: una función predicativa envuelta en el misterio de los signos.

IV.- CLARA LEDESMA Y LA METÁFORA DE SER MUJER

De izquierda a derecha Nidia Serra, Noemí Mella, Celeste Woss y Gil (Profesora de la ENAV), y a l extremo derecho Clara Ledesma. 26 de enero de 1950.

Yo, amo a la metáfora. Y, Clara Ledesma descubrió que es así. Amo sus metáforas que me asombran porque habitualmente en la vida, pocas veces, una metáfora tiene tanta heterogeneidad y se  viste con distintos elementos lúdicos, telúricos y oníricos, supra, infra, surreales  que traen asociaciones poéticas.

Clara Ledesma y su maestro José Gausachs Armengo.

Mujeres con distintos vestidos, mujeres flotantes, mujeres con el corazón traído desde siglos anteriores, navegando en el aislamiento de las aguas donde hay enjambres de peces.  Mujeres ilusorias con autonomía propia. Mujeres nacidas liberadas y libertarias. Mujeres  que se advierten como criaturas  de emociones agradables. Mujeres de expresividades estéticas únicas.  Mujeres que no son de alabastro ni de cristal ni solo de tinta, color y sobre papel. Mujeres que concelebran el reino vegetal, el reino acuático, el reino de las múltiples formas. Mujeres que la Tierra y en la Tierra no tienen nombres porque no es necesario para su existencia.

Es por esto que, asumo las expresiones de  Iuri Tinianov [6]  de la «emocionalidad del arte» y de la  «emocionabilidad en la palabra» que se hace: Poética.

Por lo tanto, concluyo diciendo que,  la emocionalidad del arte y la emocionalidad de la palabra es la poética de Clara Ledesma. No sé cómo lo descubrió ni cómo llegó allí,  a darnos las claves de su creación: la emocionalidad poética.

 

NOTAS

[1] El presente artículo  es la presentación realizada por Ylonka Nacidit-Perdomo en el Conversatorio «Vocaciones Íntimas: lo poético y lo femenino en la obra del Clara Ledesma»  realizado el miércoles 19 de junio de 2024 en la Mediateca del Centro León en la ciudad de Santiago de los Caballeros.

[2] Chesterton,  Gilbert  Keith. Ortodoxia. Segunda Edición. Prólogo de Alfredo Marquerie.  (Espasa-Calpe. Argentina, S. A.  Colección Austral. Traducción de Alfonso Reyes.  Buenos Aires, 1945): 54

[3] Ibídem, 75.

[4] Tinianov,  Iuri El problema de la lengua poética. Traducción de Ana Luisa Poljak. Primera edición en español (Buenos Aires: Siglo Veintiuno  Argentina Editores S. A., 1972):57.

[5] Ibídem, 87.

[6] Ibídem, 45.