Se puede afirmar que en la novela El reino de este mundo (1949), de Alejo Carpentier hay un gran componente estético concentrado en el mito, en lo esotérico, en la leyenda y en la cábala. Específicamente los mitos provenientes de las regiones africanas de donde procedían la mayoría de los esclavos traídos a las tierras americanas durante el período de colonización, lo que dio al traste con la esclavitud.
La originalidad de la novela radica en la mirada que ella puede proporcionar hacia las interioridades de un Haití espiritual. Visto de este modo, Carpentier nos presenta el mundo de los esclavos y la historia, desde una perspectiva antropológica, así que ve el mundo desde la óptica del vodú, cuyos orígenes lo encontramos en la religión Yoruba. Sin embargo, de acuerdo al planteamiento que hace Carpentier, la realidad latinoamericana tiene otro matiz. Me refiero al hecho de descubrir un mundo disperso, pero que estaba ahí, lleno de música, colores, sabores, olores y sonidos. Como esta realidad se ha disparado categóricamente ante sus ojos, ese mundo, tiene la carga emocional de los héroes de la novela, quienes nos presentan una biografía espiritual del Haití del siglo XIX, rodeado de desesperanzas y frustraciones, que a la postre fortalecieron las almas de sus dueños. ¿Se podría decir que Carpentier explora el dolor y los sentimientos? Como el mundo de Carpentier es un mundo visto desde la óptica de los personajes, también explora con mucho acierto, las esferas del dolor y la angustia de quienes padecieron el oprobio de la esclavitud, como lo padecieron miles de esclavos desterrados del África Central. .
El reino de este mundo, no es grande a los ojos del lector porque narra unos hechos que fueron trascendentes para la historia de Haití y para la historia de América, en cierta medida, sucede porque Carpentier humaniza y dimensiona el dolor que provocó la esclavitud. Solo tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué los lectores no se compadecen con los blancos, cuando Mackandal lanza su embestida y envenena todas las aguas y la leche de las reses? Simplemente porque el espíritu de venganza se dimensiona más allá de los límites, y esa venganza es, precisamente, la que consagra el deseo y los sentimientos de millones de haitianos, que proclaman una justicia divina que trascienda el ámbito terrenal. Al fin, una venganza que subyace agazapada en el trasfondo de una idea religiosa.
Sobre este particular interés, apunta Carpentier en el prólogo que hiciera a su magistral novela: “pisaba yo una tierra donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes licantrópicos de Mackandal, a punto de que esa fe colectiva produjera un milagro el día de su ejecución. Para empezar, –dice Carpentier–, “la sensación de lo maravilloso presupone una fe”. En esencia, ¿Qué vendría siendo lo Real Maravilloso en la cultura latinoamericana? ¿Lo real maravilloso es una asombrosa manera de sobredimensionar la realidad través de la historia? O, ¿Es simplemente otra forma de contemplar la realidad escarbando en ella, el mito y la leyenda?
De manera que el principal mecanismo de lo real maravilloso se concentra en los poderes de metamorfosis del mandinga Mackandal. Aquello que, en gran medida, Alejo Carpentier ha llamado “poderes licantrópicos”. El mito de la licantropía viene de muy lejos. Es una creencia que al parecer, ha arrastrado siglos de historias. Diríamos, desde los tiempos remotos de la antigüedad clásica en occidente cuando parte de características folklóricas muy originales. Es probable que este mito universal haya existido mucho antes de la escritura, y que haya llegado hasta nosotros, gracias a las antiguas leyendas del mito del hombre lobo, La metamorfosis de Ovidio, El asno de oro de Plinio Apuleyo y en un plano mucho más cercano, en El coloquio de los perros de Cervantes.
Sabemos que los franceses atrapan y sacrifican al mandinga. Sin embargo, el deseo de justicia de tantos hombres sufridos se apodera de estos espíritus exaltados y de hecho tiende a obnubilar la versión material del sacrificio, para dar paso a lo real maravilloso. Entonces, esa masa irredenta de haitianos, amparada por una fe ciega, está segura que algún día Mackandal regresaría a vengarse de los blancos, hecho ave, pájaro, falena o animal de la selva. Esa esperanza un poco conmovedora es la que convierte a esta novela en un artefacto maravilloso sin precedentes en la narrativa latinoamericana.
Lo cierto es que los acontecimientos narrados en El reino de este mundo, a los que de manera específica se refiere Carpentier, no son simples estampas del folklor haitiano, en virtud de que no se caricaturizan, sino que en la novela, representan signos de identidad de la cultura. A mi modo de ver, esta es una realidad que francamente supera la ficción. Aquí la historia no se maneja como un simple dato, por la razón de que el lector, tanto puede creerlo como no, sino por el alcance que tienen en la vida de los personajes, amén del efecto humano que conlleva y el acierto que tuvo la novela en los lectores y en la crítica internacional, al plantear una teoría, que trascendió los límites de las posiciones teóricas extremas en la literatura hispanoamericana.
En buena medida, la novela parece incierta, en cuanto a la falsedad o veracidad de los datos, razón por la cual, el autor, mientras narra va fragmentando el tiempo y con esto se percibe, aunque de manera muy lenta, el efecto que esa fragmentación, dislocada, va consiguiendo en los lectores. Esta versión del tiempo no es una versión hecha al azar, sino que constituye una estética bien definida por parte del autor, en razón de que esa intrahistoria que va construyendo el lector en la medida que el relato avanza, es a ciencia cierta lo que recrea las coordenadas del mito. Podría decirse también que la novela bordea, si se quiere, la esfera de lo fantástico. Cierto, pero ese modo de operar literariamente solo es posible en la imaginación. De paso, el efecto de lo fantástico en la novela no llega a perfilarse como tal, porque la fantasía, en ningún caso, obedece a un mandato de los dioses y el hecho maravilloso, como el de Mackandal, debe ser evocado y respaldado por el poder divino. Mientras lo fantástico se queda en el plano de la ficción y de lo onírico, lo maravilloso sucede a través de un estado supra sensorial de los sentidos.
¿Cuál es el peligro que se advierte en todo esto, si las transformaciones de Mackandal y Ti Noel, son claramente fantásticas? Simplemente que su antropomorfismo, vuelve y muta hacia la esfera del lado humano. En lo fantástico ocurre lo contrario, los ejemplos más cercanos que tenemos son La metamorfosis de Kafka y Axolol de Cortázar. Aquí la muda se queda en el lado de la bestia, mientras que en lo maravilloso, regresa. En la novela, estas mudas tienen momentos mágicos, porque la vemos como acontecimientos naturales, sin embargo, se vuelven más cercanas a nosotros, cuando la evocamos y la sentimos como hechos completamente extraordinarios, fuera de todo orden establecido. A eso que Carpentier le llama, en la cultura latinoamericana, el “estado límite”.