La túnica

 “Alguien habrá que alguna vez

haya escuchado en el silencio

el atroz mordisco de la madrugada?”

-José Miguel Regalando-

 

Vienen los recuerdos

de otros hombres que has sido,

una rojísima manzana,

una ultrajada mujer, agua, una flor

humilde de belleza, sangre sustantiva

del latido, fruta en la boca de una adolescente,

mientras ve a un hombre

de veraz pasar; ya sabes que fuiste

el guerrero que levantó ambos brazos

al cielo, al decir con alta voz

e incontenible entusiasmo: “!Ganamos!”.

Y luego, vacío hacia adentro de ti,

ves el jardín de cuerpos muertos.

Y bajas  despacio la espada,

sucia de lo que fue la vida de otros,

Avergonzado,  estás en este monasterio

Aquí, el día inicia a medianoche

y te das a meditar; y luego realizar

las tareas de todo budista,

mientras haces silencio, lejos del mundo

del cual huiste para no enloquecer

por la prisa sin sentido,

por el miedo que se siente

con solo pensar que podrías llegar

a saber quién eres.

 

Apología del agua

—De Lao-Set a Heráclito—

A Gustavo Olivo

-Maestro del silencio

 y la palabra-

 

Qué recia en tu blandura eres,

que sin cesar, moldeas

en su pesadez a la roca

que siendo soberbio su estar,

no puede como tú

fluir aun en su sueño!

Y tú, que en la eterna vigilia,

eres imparable haciendo

blancas flores de espumas,

siendo azul esperma

de sagrada lujuria y medrar,

tampoco podrías soñar

las diez mil formas de la ilusión,

al margen del tránsito

en este tercer plano lateral.