A través de los tiempos, la poesía impone a los poetas libérrimo goce interior de las formas poéticas, acedándolas al propio sentir, al reclamo interior que lo alienta a escribir, y a la respiración cósmica que sintetiza la eternidad en uno cualquiera de sus pensamientos. Me gusta cuando abríamos el portal Voces del Sur.com y leíamos: "el universo cabe en un verso”, frase que constituye un poema con cinco silabas en sus dos líneas, de Virgilio López Azuán, porque me acuerda a fray Juan, cuando dijo que “un sólo pensamiento del hombre vale más que todo el cosmos”.

Cada libro de poemas es como una tienda hebrea en medio del desierto de la palabra, donde cada gran poeta es una especie de patriarca del espíritu; si leyendo a Fabio Fiallo respiramos las canciones o lieders alemanas de Enrique Heine, y las Rimas de españolas de Gustavo Adolfo Bécquer, y en éste las lieders de aquél ruiseñor que a decir de Menéndez y Pelayo hizo nido sobre la peluca de Voltaire; y así, en Pedro Mir, a quien Joaquín Balaguer llama el príncipe de los poetas dominicanos, cuando leemos sus poemas Contracanto a Walt Whitman, o Huracán Neruda, o Hay un país en el mundo, gozamos formas poéticas del autor de Hojas de Hiervas, o imágenes de nerudianas, o de Canto a la Patria ( que recuerda la Oda II A Augusto, de Horacio) de Apolinar Perdomo, cuando no novedosas imágenes que tienen su cordón umbilical en el príncipe del arte menor en las letras hispánicas, Federico Garcia Lorca, y así cada buen poeta sabe, instintivamente, en su sed de infinitud, que tiene que aunar fuerzas con otros que han logrado ser en ese mismo sentido, antes de romper el cascaron de su Yo y con los pedazos de éstos cascarones construir su propia tienda ideal, a la manera de un divino hebreo.

El poema XV de 20 poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda, es de rima asonantada, con acentos interiores fijos como un pentagrama musical, de la misma manera que el Himno Nacional dominicano, de Prud´Homme tiene el mismo ritmo interior que aparece en el poema Blasón, de Rubén Darío.

Rubén Darío.

El más grande horaciano español fue Fray Luís de León, a decir de Marcelino Menéndez y Pelayo, más aun cuando lo imitaba que cuando traducía a Horacio, y así vemos, por ejemplo, que la más famosa de las composiciones poéticas del místico español, titulada Vida retirada, retrotrae desde la primera estrofa el aliento interior de la Oda II Beatus ille, de Q. Horacio Flaco, y que parece inspirar también la primera estrofa de la larga composición titulada Romance, de Lope de Vega. Sin embargo, ¿Cuánta originalidad e independencia de espíritu en cada uno de estos grandes poetas? Veamos:

La Oda II Beatus ille, de Q. Horacio, empieza, diciendo:

Dichoso el que de pleitos alejado,

Cual los del tiempo antiguo,

Labra sus heredades, olvidado

Del logrero enemigo.

La Vida retirada, de Fray Luís de León, comienza, admirado, diciendo:

¡Qué descansada vida

La del que huye del mundanal ruido,

Y sigue la escondida

Senda por donde han ido

Los pocos sabios que en el mundo han sido!

El famoso Romance, de Lope de Vega, inicia sumergido en su propio yo, diciendo:

A mis soledades voy,

De mis soledades vengo,

Porque para andar conmigo

Me bastan mis pensamientos.

En un poema que se titula Anhelos del corazón, y que aparece en mi libro Sinfonías de la paternidad (2005, editorial gente, Santo Domingo, D. N., Rep. Dominicana, agotado), su la terceras de sus tres estrofa asimilan en verso informalista no sólo la Vida retirada, de de León, la aspiración profunda de lograr un verso libre, una poesía sin rima ni metro, completamente libérrima, ajena por completa al prosaísmo que domina hoy día el verso blanco. Sigo trabajando en esa dirección, en la búsqueda de lograr un poema absoluto, una poesía pura, libre, con versos sin metro; si me ha acercado a ello, a sido siguiendo la religión que hago con el acento emocional que domina la primera estrofa de la ya citada composición Vida retirada. Veamos:

Toda mi vida se va contigo,

con sólo arrimarnos el uno del otro.

Qué dichosa vida nos esperara

en cada puerto, al despertar cada mañana

abrazados como dos hermanitos del alma,

como dos viejos ciegos bien atendidos,

saboreando en silencio los bellos paisajes

que una vez, juntos, cansados del mundo,

pudimos ver. Toda mi vida,

si pasas por mi lado, te la llevas tú, amor.

En los poemas Canto triunfal a la raza americana, e Iluminación, que también aparecen en mi libro Sinfonías de la paternidad (2005), tras esa misma búsqueda, empieza diciendo:

Cada hombre, cada mujer americana

es del tamaño de su frente, pero su frente

es más alta que el cielo,

si el amor alienta los horizontes de sus sienes.

Iluminación, a mitad del poemita, expresa:

Nosotros somos

un intento de amor bajo las nubes,

para poder sentir los círculos plenos

que traza el universo,

alineándonos corazón a corazón,

como los cuerpos celestes…

Y es que todo poeta, en tanto que persona humana, es una construcción; como ha dicho José Ingenieros, el individuo se constituye de tres grandes herencias: la herencia biológica, la herencia social, y la herencia individual, y podríamos decir que el estilo, que la fuerza vital que proyecta el poeta en sus versos desde su interior, es esta última herencia, o sea, el aporte que hace su Yo, apropiado del Yo de los demás, pero sin perder su propio Yo, como dijo el poeta ruso Etuchenko, en Fukú, un libro dedicado a Cristóbal Colón,  por lo que me atrevo a decir que sin la herencia de las mejores virtudes de la poesía de otros tiempos, ¿qué podemos ofertar en nuestros poemas hoy? Me quedo aquí para dejarles a ustedes a las Elegías de Duino, de Rainer María Rilke, y a poetas como Franklin Mieses Burgos y al colombiano León de Greiff, pues aquí únicamente he querido referirme a la línea de los clásicos. De ahí que la libertad, en materia de creación, es siempre lo primero.

Y así, volviendo a los místicos, es obvio que el poema El Dios levantado, producto de un asceta y no de un místico y que publiqué en el 2007, no sólo busca desde el fondo la reconciliación respecto de las diferencias que durante siglos han tenido la religión y las ciencias, sino que desde la perspectiva informalista suprime muchas formas completas que los rilkeanos podrían llamar el “poema cosa”, pues no cae en lo ininteligible y se conforma con algunos trazos generales en cada canción como ser complejo antológico del objeto poético, sin agotarlo del todo como absoluto, del siglo xxi y de la prehistoria del hombre sobre la tierra, con una mirada profunda sobre el oscuro futuro que se cierne sobre toda la órbita planetaria y sus habitantes, en variadas facturas poéticas para no cansar la lectura; y es El Dios levantado, justo con El sueño de un elefante, mi mayor aporte a los fans del informalismo, conjugando sonetos rimados (Diablo en tinieblas no coge cabeza.), romances (¿Dime, Dios, cómo es posible), seguidos por versos libres inclusive (Un ángel de sueño), para hacer más descansada la recitación del largo poema.

Desde luego, el informalismo, en tanto que supresión de formas, no comulga con el verso libre que nace de la pluma de un poeta que no sabría usar la métrica, ni rimar, ni usar los  acentos o ritmos en los versos, que son su música, porque entonces no podría cumplir con el primer mandamiento que fijó D. Moreno Jimenes, que primero había que liberar el verso, segundo liberar la poesía del verso, y después liberar la poesía de la palabra. Lo que implica un proceso que lleva a una poesía Acto, pura emoción, a lo intangible que hay en la poesía de Bécquer, como en la poesía de los místicos, lo mismo que esas imágenes y decir renovado y sencillo que encontramos tanto en Lorca como en Neruda, que no revolucionaron el verso en cuando a la métrica, y, también, que hallamos  en el propio Moreno Jimenes, que introduce e impone el verso libre en nuestro país, vemos que el verso blanco, por haberse liberando de la métrica, es la forma esencial y eviterna de la poesía, cuando aspira a ser música, a encantar el oído, y no sólo a impresionar los ojos de un lector ávido de imágenes nuevas o renovadas… porque lo demás es pues, es no imitar, ni aun a mí, como dijo Rubén Darío, sino que lo demás es puro doce interior de las formas, más impresionismo y surrealismo, con sus respectivas tendencias y grupos.