La muerte, el duelo y el luto han sido temas de estudios en muchas áreas, pero su abordaje desde las Ciencias Sociales y Humanas, no fue tan notorio o, dicho en otras palabras, no se hacía tan interesante para los cientistas sociales de forma particular. Aunque se conocen estudios con enfoques sociológicos y antropológicos de la temática basado sobre todo en los aspectos religiosos y espirituales de la muerte.

El tema de la muerte y su estudio siempre me llamado la atención. Es que desde niño acompañaba a mi abuela materna a los llamados velorios, a dar el conocido pésame o cumplimiento, como también se le llama en la gran mayoría de los pueblos de la zona norte de Republica Dominicana. El pésame es una visita al funeral para acompañar a los familiares del difunto, que además de estar presente y acompañar ese momento tan difícil, es una manifestación llena de simbología y ritualidad, que varía de acuerdo al contexto. Desde la ropa que usa para ir a esos lugares, el tiempo dedicado, la unidad y el sentimiento de dolor que se une con las familias vinculadas al fallecido, hasta el componente alimenticio que forma parte del funeral.

Una de las disciplinas de las Ciencias Sociales que trabaja estos temas, es el trabajo social, como profesión basada en la práctica académica que promueve el cambio y el desarrollo, la cohesión, el fortalecimiento y la liberación de las personas.

No deja de sorprender la asimetría entre la honda y perenne preocupación que la muerte concita en la vida social de las personas, con el reducido tratamiento dispensado por las disciplinas que de ella se ocupa. En rigor, sin haber sido un tema central, visto retrospectivamente pueden determinarse en el último siglo algunos períodos de mayor interés por el tema, en particular por la muerte del otro en otras culturas.

Es por eso, que investigadores como A. Robben (2004) cuestionaba a la antropología y los antropólogos, por no atreverse a tocar la muerte en las sociedades occidentales, confinando su interés por el tema sólo cuando se estudiaban sociedades remotas. Algo similar podría decirse de las otras disciplinas; sin embargo, este tabú, desinterés o dificultad para pensar aquello que se situaba del otro lado de una frontera imaginada de la vida social, hoy ha cambiado y en unas ciencias sociales crecientemente especializadas, los estudios por el tema han conocido una notable productividad. Vinculado a la muerte, encontramos el duelo, que, en sociedades como las nuestras, conllevan al luto, lleno de simbología que se convierten en objetos de estudios.

El duelo y la pena como fenómeno de estudio social

Los expertos establecen, que el duelo es un proceso normal y la expresión del duelo es la manera en que una persona reacciona a la pérdida de un ser querido, una enfermedad o cualquier otra ruptura que le ocurra. Muchas personas creen que el duelo es una sola ocasión, un periodo breve de dolor o de tristeza en respuesta a una pérdida, como las lágrimas que se derraman en el funeral de un ser querido.

Por esa razón Robert Fulton en sus investigaciones sobre la muerte entendía, que el proceso del duelo por la muerte puede durar mucho tiempo y el mismo involucra muchas emociones, acciones y expresiones diferentes, que en definitiva son las mismas que ayudan a la persona a aceptar la pérdida de un ser amado. Los estudios desembocan en la muerte a partir de un interés primordial por la diversidad de expresiones religiosas. La muerte es, entonces, el punto de llegada que permite describir y explicar la violenta y compleja explosión de manifestaciones religiosas, pues son estas las que dan cuerpo y forma a la salvadora y confortable creencia en la inmortalidad del espíritu independientemente del cuerpo (Malinowski, 1948).

Otras de las áreas en las que se ha estudiado este tema, desde la antropología, está fundamentada a las religiones, la fe y la cosmovisión de los pueblos, que generan una mirada de pensar la muerte no como un final, sino como la puerta de ingreso al más allá. Esto puede adoptar, a su vez, una pluralidad de formas y los caminos para llegar a él pueden también ser disímiles, en algunas religiones depende hasta de la forma de morir, como vuelve y plantea Malinowski en sus estudios sobre el tema.

Muerte, inmortalidad, cuerpos y funeral

Otra etapa distinta que inicia un nuevo momento para el muerto y también para la sociedad, es la muerte pensada como un proceso que no provoca, por lo demás, la destrucción instantánea del individuo. Esa inmortalidad, es la que está vinculada al espíritu, mientras que es el cuerpo el que se descompone. Las ceremonias establecen estas diferencias y garantizan esta separación. Eso lo vemos si nos adentramos al estudio de diferentes religiones, sobre todo las ancestrales.

Sobre la muerte y los ritos, compartimos lo que consideran los autores: Arnold Van Gennep y Robert Hertz. Ambos estudiados por nosotros en los estudios de antropología. El primero, aborda a los ritos de pasaje en general y a los funerales en particular, por cuanto son estos, sostiene, los ritos de separación más significativos. El segundo, si bien trabajó la idea de ritos de pasaje, concentró su interés en el significado social del funeral, en el papel que juega el cuerpo y las dobles exequias.

En 1909, en Les rites de passages, Arnold Van Gennep estableció la relación entre creencias y prácticas mortuorias. Sosteniendo, que, en el curso de una vida, en el desarrollo social de un individuo, este debe pasar por distintas y numerosas situaciones de crisis que provocan un cambio de estatus, de estado, de clase social y de edad. Para estas situaciones existen ritos que tienen el propósito esencial de facilitar el pasaje de una posición definida a otra posición que asimismo está bien definida. Por eso plantea lo que pudo observar en sus etnografías, notando las fuerza que tienen los procesos rituales y los necesarios que son para exorcizar el caos, el desorden y la disrupción que pueden afectar a una sociedad en un momento dado. Ver la muerte como ciclo de la vida que además de todo, funciona para domar los peligros, evitar el desorden y garantizar la continuidad de la sociedad y la cultura.

El luto, origen, significado, colores

Ya lo plateábamos al inicio, el luto es el resultado de perdida, es por eso que forma parte de ese proceso que requiere tanta importancia en el individuo, aunque con el tiempo esta práctica se ha ido transformando en la sociedad por la necesidad misma del individuo.

Si estudiamos la estética, la semiótica y simbología del color en el luto, nos damos cuenta, que llevar ropa negra sin adornos es señal de luto. Una práctica social que se remonta a la antigua Roma, en donde existían prendas especiales que debían ser llevadas durante un considerable periodo de tiempo. Además, en Europa existía la creencia de que, con las prendas negras, las almas en pena no podían invadir el cuerpo de los asistentes a los funerales. Es decir, era como un amuleto contra las posesiones demoníacas.

Cuando estudiamos la Edad Media y el mismo periodo del Renacimiento, las vestimentas propias del luto se llevaban por pérdidas personales.  Por ejemplo, los historiadores describen que, las mujeres vestían de luto y llevaban sombrero y velo negro y en algunas zonas rurales de Portugal, España, Grecia y otros países mediterráneos, mientras que las viudas por costumbre tenían que vestir de negro como señal de luto el resto de sus vidas (Garro, Linda 1990).

Pero desde otro ángulo, analizando los colores vinculados al luto, también nos encontramos con el color blanco, que la historia nos dice, que era habitual su uso entre las reinas europeas medievales, en lugar de usar ropa del color negro para el luto. En España, por ejemplo, estas costumbres llegaron hasta finales del siglo XVI y la reina Fabiola de Bélgica lo puso de nuevo en práctica en el funeral de su esposo el Rey Balduino I de Bélgica. Po esa razón desde mediados del siglo XX, el luto se ha vuelto menos habitual, aunque las personas más cercanas al difunto suelen vestir con ropa oscura. Entre los alemanes, irlandeses y austriacos se sigue utilizando el brazalete como símbolo de luto por la muerte de un pariente.

En el catolicismo, el luto está muy asociado a las mujeres, habiendo sido una imposición social durante años. El luto oficial, regula el comportamiento de las personalidades públicas y los miembros de la familia real. La duración y el grado del luto suele decretarse siguiendo un protocolo establecido y puede ser de ámbito nacional, regional o local. Las señales de duelo varían de un país a otro, y este estado se evidencias hasta en el izado de la bandera a media asta en los edificios públicos, como ocurre en el contexto dominicano, cuando por decreto del poder ejecutivo se declara duelo nacional.

El color negro simboliza el respeto que se tenía por el difunto y sus familiares y el dolor por su pérdida, y sobre esta aseveración, expertos refieren que esto se debe a que el color negro es la ausencia de luz. Otros autores refieren que, la costumbre de vestir de negro en los funerales tiene cientos de años de antigüedad y son varias las leyendas alrededor de esta tradición que se conocen. La primera de ellas la refiere, Eric Olson en sus trabajos publicados en 1974, sobre las prácticas y ritos mortuorios de la tribu de los deudos. Esta tribu ancestral tenía miedo de que el alma de los fallecidos saliera de su cuerpo y se introdujera en los vivos. Por eso, se pintaban de negro para esconderse.

Olson plantea, que la pintura negra en los funerales se fue transformando con el tiempo a una vestimenta negra como la que se usa en la actualidad. En tiempos del Imperio Romano, durante los periodos de luto, se vestía la toga pulla o toga sórdida, que estaba hecha de lana de color negro. Pero la costumbre de vestir de negro en los funerales se institucionalizó en el año 1502 por reglamentos de los Reyes Católicos, que promulgaron la pragmática de luto y cera, que establecía que el color negro era el indicado para ir a los funerales.

Pero es importante saber, que el negro como color de luto no se utiliza en todos los países ni sociedades. Las diferentes costumbres o el color de la piel hacen que en lugares como La India el color de la vestimenta de luto sea el blanco para contrastar con la tez de sus habitantes. Asimismo, los habitantes de algunas tribus de África se cubren la piel con cenizas blancas para evitar que el espíritu de la persona fallecida entre dentro de los vivos.

Otros colores que se usan o se han usados para identificar el luto en diferentes sociedades del mundo, de acuerdo a los datos que investigamos son:

El rojo en el antiguo Egipto, se consideraba símbolo de ira y fuego, asociado con el desierto, lugar que guarda relación con la muerte, considerado la entrada a un submundo cada noche al esconderse el sol. En la Antigua Roma, se asociaba con el color de la sangre derramada e iba unido, tanto con el luto, como con la muerte.

El naranja cuando se fusiona el rojo, que significa “felicidad”, con el amarillo, que significa “perfección” se crea este color. El naranja es el color del Ocaso y en la actualidad, en Egipto, se utiliza este color como metáfora del final de la vida.

El amarillo, muchos budistas chinos ven representado en este color la libertad de los cuidados mundanos y por ello es apreciado y guardan el luto con este color. Además, para ellos significa neutralidad y buena suerte.

El azul en los países árabes este color simboliza la protección, al día de hoy en Siria, el luto se refleja con el color azul claro. Un poco más cerca, en Gran Bretaña, este color era el oficial para la asistencia a los funerales durante muchos años.

El lila y violeta, define un color claro perteneciente a la gama del morado y es similar al lavanda y al malva. El referente es el color de la lila, flor que da su nombre a este color. En la iglesia católica a nivel litúrgico, tiene connotación de modestia y penitencia y es usado para el tiempo de cuaresma, Este color se atribuye, en la actualidad, al luto de las viudas en Tailandia. Los reyes franceses utilizaron el púrpura como color de luto. Proviene de la creencia de los ropajes que los soldados romanos le pusieron a Jesús para mofarse llamándolo “Rey de los Judíos”.

La transformación social de la muerte y sus ritos

Como resultado de la transformación de la cultura, notamos que, en la actualidad, ha ido cambiando significativamente la costumbre de guardar luto, incluso hasta de ir de lutos a los funerales. Nuestras abuelas llamaban guardar luto, donde solo se vestían de blanco, negro, gris y color lila, cuando fallecía un familiar cercano. Esas prácticas duraban años y años y hasta se prohibía en nuestras casas hacer fiestas y prender el radio. De manera que, sin nosotros usar los colores del luto en la ropa como las abuelas, nos sumábamos al luto familiar por esas prohibiciones, que se cumplían o se cumplían.

Yo recuerdo a mi abuela materna, tener un luto eterno por la muerte de su hija, mi tía muy querida que murió en Holanda, cuando yo tenía nueve años. Pero además mi abuela guardaba luto a los compadres, las comadres, los sobrinos, o cualquier cercano a ella, era un luto sobre otro luto. Mi abuela le guardó luto por varios años hasta a José Francisco Peña Gómez.

El luto, el duelo y los mismos rituales de la muerte se han transformado, por ejemplo, en los denominados nueve días, últimos rezos o velas como le llaman en el Cibao, en sectores populares del país, se visten los familiares con una camiseta blanca con el rostro del finado delante.

De las simbologías de los procesos mortuorios en el caso de la cultura popular dominicana, ya no se ven los famosos lazos negros preparados con cinta en los familiares del difunto, se ha ido perdiendo la costumbre de las entregas de los recordatorios con la foto del difunto, que contenía sus con sus generales, oraciones, el salmo 23, la foto de la Virgen de la Altagracia y debajo de la foto del muerto, que muchas veces era la misma de la cedula de identidad, decía lo siguiente: "Recuerdo de la ultima hora santa, oficiada en su residencia el día tal".

Ahora en muchos lugares no se hacen las horas santas y los tres tercios, lo que vemos es, que se celebran misas por parte de las iglesias con los sacerdotes, diáconos, ministro o presidentes de asambleas como les llaman en el Cibao. Un apunte para finalizar, cuando mi abuela falleció en noviembre del año 2005, eran muchos los recordatorios que tenía guardados y tuvimos que salir de ellos. Hasta la próxima semana.

Jonathan De Oleo Ramos en Acento.com.do