Para decirlo con palabras del crítico francés Yves Michaud, no sólo el arte contemporáneo está en estado gaseoso, sino que todo el panorama mundial  atraviesa por una gran crisis que ha erosionado las esferas de la vida social: Hay, crisis de los sistemas políticos, crisis de las religiones, crisis de la cultura y crisis de los valores morales: tráfico humano, sicariato a gran escala, narcotráfico internacional y la corrupción privada y gubernamental que campea hacia todos los niveles de la administración. En el mundo moderno está haciendo estragos el culto a la personalidad, al dinero fácil y a la vida material, al hedonismo y a los falsos heroísmos construidos en las redes sociales y la internet. Escasean como nunca antes los paradigmas. El mundo asiste, -a decir de Mario Vargas Llosa- “a una banalización de la cultura”. Tiene mucha razón Zygmund Bauman: “vivimos una época de incertidumbre”, o lo que él con mucha propiedad llama “tiempos líquidos”. En fin, el mundo se ha convertido, desde un tiempo a esta parte, en un espectáculo trivial y de mal gusto. En ese sentido, Andrés Oppenheimer, en su ya clásico libro, Basta de historias, señala la crisis de los sistemas educativos en el mundo moderno, a niveles superiores y en el ámbito escolar. Sin embargo, entre los países de  América Latina y el Caribe,  la educación de la República Dominicana, es una de las peores,  y está  empantanada, por causa de un problema político partidista. Estamos por debajo de la media en el conocimiento de la lengua española, las matemáticas y la educación inicial y nuestros estudiantes obtienen las peores calificaciones en las mediciones regionales como la prueba diagnóstica y la prueba Pisa. Desde el 2012 hacia acá, y con la implementación del 4% del PBI, que implica la inversión de miles de millones de pesos cada año, todos los empresarios y los políticos, viven ansiosos y siempre quieren rasgar un dedo en las nieves del pastel. No en vano, los escándalos de corrupción han estado a la luz del día, por las compras de terrenos sobrevaluados, construcciones de edificios escolares cuyos presupuestos son injustificables, junto a la adquisición de equipos tecnológicos de efímera vidia útil, pero que dejan pingües beneficios a los encargados de compras de los departamentos correspondientes, que a la postre son compañeros del partido de gobierno. Hay que señalar el jugoso negocio que representa la edición de los libros de textos cada año, en el cual el Minerd invierte cuantiosas sumas de dinero, como los de este año en curso, plagados de errores ortográficos y errores de conceptos. Asimismo, compras inútiles de libros digitales en formato PDF, como las ejecutadas en la gestión del señor Roberto Fulcar, para el inicio del año escolar 2021-22, que representó para el Estado Dominicano, la inversión de miles de millones de pesos, sin uso alguno y resultados mucho menos.

Si queremos una respuesta satisfactoriamente concienzuda, las causas debemos de buscarlas más allá. Dejar de ser inmediatistas e irnos al fondo de la raíz que ha generado el problema, mucho antes quizás de nuestra vida republicana. Por lo tanto, propongo que en las líneas que siguen conozcamos lo que yo he llamado las fases del estado gaseoso en la educación dominicana: El origen del problema, la fase del esófago y el experimento y la sustancia.

Uno de los principales problemas radica en quienes dirigen la educación. La mayoría de los puestos y cargos importantes donde se originan las políticas educativas están ocupados por compañeros del partido, quienes a la postre, desconocen los procesos educativos e ignoran los principales mecanismos del currículo. Por esta razón, desde los viceministros, directores de departamentos, directores regionles y distritales, hacen acopio de abultamiento de datos y un sinnúmero de actividades sin planificación de manera conjunta y simultánea, las cuales no tienen resultados favorables. Hace tiempo he señalado que este Ministerio de Educación, es el ministerio de los números y de los datos. Sólo le interesa la cantidad de participantes en todos los procesos, no así los resultados obtenidos y el impacto en la comunidad educativa.

Otra de las causas del estado gaseoso se encuentra en las prácticas educativas y los procesos áulicos, en virtud del desface que hay entre lo que se enseña y lo que se mide. Nuestros estudiantes tienen resultados muy pírricos en las Pruebas Nacionales, en virtud del divorcio que hay entre los procesos áulicos y los métodos inferenciales en los que están basados los exámenes, igual ocurre con la Prueba Pisa y la Prueba Diagnóstica. En estos momentos, el Minerd está enfrascado en la educación por competencia, un modelo que acaba de fracasar en el mundo.  Aun así, se sigue promoviendo un modelo que no aporta nada al pensamiento de los estudiantes, porque no lo enseña a reflexionar ni a pensar. Mientras tanto, pienso que la competencia debe venir desde el ámbito de los profesores, porque son los que orientan y acompañan en las aulas a nuestros estudiantes, quiénes en su mayoría, lamentablemente no la tienen. En los más de ochenta mil maestros que trabajan en nuestro sistema educativo, más del el 90% no está en el ejercicio por vocación, sino atraído por el sueldo, lo que implica un desdén y un desamor por la enseñanza, que va en contra de los procesos y la calidad educativa; y más aún: En la gestión del Ministro Carlos Amarante Baret, y por conveniencia política, entró al sistema educativo dominicano, una cantidad exagerada de profesionales de otras áreas, que en cierta medida mellaron la calidad educativa y vulgarizaron el sistema, sobre todo, debido al desconocimiento que tenían estos sobre  los procesos pedagógicos.

Una tarea primordial del sistema educativo dominicano en estos momentos debe ser “la necesidad de que los estudiantes mejoren su dicción y aprendan a hablar bien y a escribir el idioma español. Las fallas del sistema en la enseñanza del idioma estriaban en la poca atención que se le presta al habla”. Visto este panorama se hace necesario revisar las prácticas pedagógicas de los docentes. A esta se suman otras no menos preocupantes, como la falta de un programa sistemático de lectura y la ausencia de bibliotecas en las escuelas.  Y si consultamos a los maestros que enseñan la lengua española, nos encontraremos un panorama sombrío, ya que sus lecturas son escasísimas y en sus prácticas pedagógicas los textos literarios brillan por su ausencia. Los maestros dominicanos no tienen hábitos de lectura. Por esa razón no pueden enfrentar a los estudiantes con la lengua viva que son los textos literarios. Quien no tiene la lectura como medio de su práctica pedagógica, le faltaría capacidad para conquistar estudiantes lectores. Esto significa que, en su gran mayoría, estos profesores no llegaron a estudiar esta carrera por vocación, sino por moda o por conveniencia. Quien no tiene amor y pasión por la lectura, mucho menos la tendrán por la enseñanza de la lengua.

De manera que el Ministerio de Educación también deberá avocarse a elaborar un plan nacional de lectura para maestros en servicio.

Visto así, la educación de hoy, sin duda, es el resultado de lo que hicimos ayer:

La primera legislación dominicana referente a la educación surgió setenta y dos años después de haber sido proclamada la república. En ese período posterior a la independencia no sucedió nada significativo en beneficio de la educación en virtud del atraso social en el que vivía la República Dominicana del siglo XIX, pero mucho menos después de creada la primera ley de educación, que fue obra de los interventores norteamericanos de 1916, y menos aún, cuando el país cayó en manos de una tiranía sin precedentes en la historia política del continente. De manera, que después de haber sido fundada la república, con legislación o sin ella, vivimos un período de ciento dieciséis años de atraso en materia de educación, con la sola excepción del sistema hostosiano, cuyas ideas fueron muy significativas para la educación, las cuales se pusieron en prácticas con la fundación del Instituto de Señoritas que fundara Salomé Ureña.

Otros de los renglones torcidos de nuestra educación son también el Plan Decenal de Educación llevado a cabo en el gobierno de Joaquín Balaguer, que representó un intento fallido para mejorar nuestra educación,  por ser un modelo enlatado e importado, muy divorciado de la realidad dominicana, de nuestras expectativas y de nuestras necesidades más urgentes. El otro modelo fallido, lo constituye la famosa tanda extendida, prometida en campaña por el candidato del PLD, Danilo Medina y su interés desenfrenado por alcanzar la presidencia de la república. Desde sus inicios, se ha sentido como un modelo venido a menos, en cuanto que, la comunidad educativa no estaba preparada para y porque con el tiempo se ha creado un sistema parasitario y asistencialista, propio de los gobiernos populistas de América Latina. En ese sentido, ¿Qué ha generado la tanda extendida en la educación dominicana?: Dispendio del presupuesto, abultamiento de nóminas, maestros inadaptados, que ante la menor oportunidad se quedan fuera del país, estudiantes cansados y desencantados. En definitiva, hemos vuelto hacia atrás: Vivimos un atasco educativo.