He leído El otro proceso (Galaxia Gutenberg 2023). Una obra muy emblemática de Elías Canetti, sobre Kafka. Esta es, la escritura de un genio sin duda, sobre la vida de otro genio. Un escritor, que a cien años de su desaparición física, aún vive en la memoria y no solo en la memoria, sino que Kafka influye de manera considerable en el pensamiento, en el comportamiento social y en la formación estética y espiritual, porque su veta inagotable, es también, infinita. Con el tiempo esa peculiar literatura ha alcanzado un grado tal de infinitud, cuya única condición basta para que haya perdurado en la memoria y sea un referente obligatorio.
Como héroe de una época convulsa, Kafka adelantó el futuro. Miró con ojos se asombro el mundo y extendió los pormenores de una estética narratológica. Así mismo adelantó el apocalipsis de un relato social y político. Un genio que contempló el mundo con ojos de sabio, más allá de sus posibilidades materiales. En El otro proceso, Canetti interioriza profundamente sobre la obra de este genial escritor y tal parece que mucho antes de este morir (me refiero a Canetti), ya estas almas se habían encontrado en el universo sideral de la creación.
Gracias al ojo de Canetti podemos ver que en la obra de Kafka hay un dato escondido que agudiza el dolor y existencial. Un valor agazapado que define el espíritu del alma atormentada. Un hecho nodal, propio de su vida de escritor y que define el tinte de su obra como tal. Este dolor ya no pertenece exclusivamente a Kafka, sino que es parte de la memoria universal de los lectores quienes a diario frecuentan su monumental obra. Ese dolor de Kafka por la vida, era ya premonitorio en él, pues imaginaba y sospechaba de su corta existencia, quizás por ello, no tuvo la entereza de materializar el amor carnal con su amada Felice: Su musa verdadera. Quizás por esta causa decidió que ese amor platónico se quedara intacto en su memoria, para que viviera en el recuerdo como parte de un dolor que se convirtió luego, en el leit-motiv de su obra futura.
Para un lector dotado de cierta sensibilidad, volver a la obra de Kafka (diarios, cartas narrativas), es quizás una manera equizofrénica de explorar el sufrimiento, a expensas de que Kafka vivió para el dolor. Volver a Kafak significa a profundidad, encontrarse con los valores de un hombre que marcó para siempre el destino de una literatura, a la que le imprimió un sello muy personal. Es imposible que sus procesos no provoquen en los lectores cierta incertidumbre, cierto dolor instantáneo sobre el destino cruel de los hombres en la vida terrenal.
Franz Kafka,
Franz Kafka, no solo es la marca literaria de una época, sino que su literatura es además, una marca global, universal. Su poder de fabulación es inmenso, infinito: Su sabiduría es eterna como el cielo y su pensamiento, eterno como el mar. Así que vivió como viven los grandes genios, enfrentados al tiempo, desafiando las horas de su trágico destino. De ahí que sus diarios serían una marca ineludible para conocer desde adentro, su vida y su extraña obra.
El poder de fabulación que encierra la obra de Kafka tiene mucho de infinitud, pues su espíritu trascendió el pensamiento y las coordenadas estéticas de una época. Leer a Kafka es sentirse seducido por el poder de un lenguaje cautivante. Leer a Kafka es abrir la compuerta de la imaginación hacia lugares insospechados. Nada es casual en su obra, pues el plan escritural es parte de una trama muy poderosa que desafía el tiempo. De ahí que su obra también esté creada para desafiar la muerte. ¿Quién ha dicho más que Kafka a lo largo de estos cien años? Para él, escribir significaba enfrentar con gallardía la vida hasta explorar zonas inéditas de la condición humana del hombre. De ahí que fuera un visionario del tiempo y de la existencia. Por eso dejó una lesión moral de vida. ¿A caso, no llegó a soñar con sus lectores? Ordenarle a su amigo Max Brod sobre la quema de su obra, paradójicamente le permitió pensar en sus lectores. Esa extraña paradoja de enfrentar el tiempo con su escritura, también le ayudó a resolver un problema existencial, imperecedero que vivirá por siempre en algún espacio sideral de su memoria inconsciente.
Debido a las circunstancias que le tocó vivir, a lo mejor enfrentó Kafka algún estado de demencia futura. Una peculiar manera de locura, poco común en la vida literaria, aquella que solo habita en los meandros del miedo y de la muerte. De ahí que las angustias de sus personajes son exactamente las mismas de su vida. Así que las paradojas de Joseph K, son también las paradojas de Kafka, su alter ego. De ahí que muchos críticos advierten las huellas personales y autobiográficas de su obra. Aprendió como nadie (y esto parece más que una lesión) a recorrer el seguro camino de su temprana muerte. Por eso, es preciso destacar que los avatares a los que se enfrentó, lo hizo con fina gallardía y al valor de su entereza lo acompañó de una sabia decisión: Enfrentar la muerte.
En sus cartas a Felice, hay un sentimiento de culpa agazapado; el de no haber materializado el amor deseado. En tal sentido prefería escribirle. Esa actitud demuestra que vivía para la literatura y vivía en la literatura. Como vivía en la literatura, era pues, el propio personaje de sus ficciones. Así que, su poder de fabulación le permitió convertir esa realidad personal en arte. De ahí que sus fantasías literarias representen una realidad trágica, onírica y siniestra del espectro social, algo que para él, acentuaba más que en ningún otro escritor, un grado de belleza infalible. Exploró a ciencia cierta el estado límite de la belleza del límite, de manera que explorando los límites de esa realidad, él los metamorfoseó en fantasías memorables.
No en vano, los elementos fantásticos que se registran en su obra recogen también los miedos y las dudas de los lectores, sobre todo, por el sentido gráfico que encierra la extraña visión del ojo en Kafka, capaz de convertir la imaginación en elemento real. Gracias a esa visión tan extraña de la mirada, sus fantasías se convierten el algo memorable, representan un elemento infinito que alcanza los ribetes de la máxima belleza en la creación estética. De ahí, que la mirada profunda de Kafka crea en su propia obra, una estética proverbial, porque su literatura trata de indagar en las interioridades del hombre. Talvez, esa literatura no provoque risa ni alegría, por su dramatismo, sin embargo, a lo mejor, crea un espanto que conmueve hasta los huesos. Hace llorar a los lectores más sensibles y alcanza niveles reflexivos para el mejor destino de las almas. De ahí que, al convertir la realidad en literatura, los lectores de Kafka viven los destinos de K y se conmueven con las angustias de Samsa. Así que quien se enfrente a la obra de Kafka enfrentaría una paradoja de un alto grado de belleza, con ribetes de eternidad.
En sus diarios se manifiesta como algo capital el enfrentamiento del alma con el instante. Enfrenta un tiempo que en realidad lo exaspera. Una realidad interna que lo coloca al borde de la nostalgia y la incertidumbre. Bien lo ilustra la vida de Gregorio Samsa en La metamorfosis, frente a su trágico destino y su espíritu triste y melancólico.
En Kafka ganó mucho terreno el esfuerzo que hizo entre el pensar y el vivir. Sin embargo, como era literato, para él, escribir era vivir. Su vida quedó retratada y volcada en sus textos de ficción. Por eso, le costó mucho más dedicarse a pensar que a vivir. No tuvo mujeres, no tuvo hijos, viajó poco. Sólo escribió para vivir y para soñar, lo que demuestra que vivió para la literatura. Así que vivió inmerso en la ficción pensando en la memoria de los otros. Por eso, los lectores de Kafka representamos la memoria del otro. El retrato oval que necesitamos los seres vivos de aquel mundo extraño que soñó en sus intrincadas zonas laberínticas.
En ese sentido, lo onírico en Kafka tiene consorte de pesadilla. Un fenómeno que abunda en la psicología de sus personajes. Por eso, su literatura es alucinante y conmovedora, en consecuencia, produce cierto desasosiego e inquieta la conciencia. La afectación psicológica que produce esta literatura crea el real ceremonial de las máscaras que poseemos los seres humanos, ante las falsas virtudes morales. De ahí que el objetivo final de su obra consiste en camuflajear las emociones para transportar hacia afuera las verdades ocultas del yo interior.
Al enfrentar la obra de Kafka nos preguntamos si acaso, en esa alma atribulada por la enfermedad y las dificultades de la existencia, no habitaba algún grado de locura poco inusual. Si la neurociencia moderna no ha descubierto las virtudes de una demencia que ha sido capaz de conquistar y hacer cómplices a tantas almas terrenales. Causa de que sus historias están depositadas en la memoria y que sus lectores, aún siguen atrapados en las circunstancias de la duda y el incierto destino. A los que inquieta saber si lo que están leyendo es el resultado de un sueño. Un extracto de la realidad, o es acaso, una mentira soñada, un relato bien contado que se hace verdadero en nuestra realidad mental.