El primer verso del libro confirma que estos versos estarán pasados por mucha agua: Bajo el aguacero escribo tu nombre. No sabemos si llueve adentro y escampa afuera para el autor, que navega con su imaginario de la mujer cuyo nombre se oculta en todas las pequeñas estampas que va dejando en la primera parte del libro que justamente da nombre al poemario.

Me crece tu nombre como un fruto de agua puede ser una bitácora o quizás un cuaderno de promesas, quizás un recetario. No lo sabemos. Tampoco nos interesa saberlo: estamos en un viaje demasiado lúbrico para abrir los ojos. La idea es abrir otros sentidos, sin prejuicios ni eufemismos: las cosas se llaman por su nombre y apellido, con dirección, teléfono y número de cédula. Como acontece en los poemas Más que nada tu piel, Desencuentro, Un gorrión posado en el viento repite tu nombre.

Editado por La Pereza Ediciones en Estados Unidos, el más reciente parto poético de Luis ya arranca con tres señales irrefutables de lo que se encontrará en el libro. Y son los epígrafes que me permito citar:

Escribe aquí tu huella de cielo y de navío

y deja que esta voz se inunde de tu gracia.

ENRIQUILLO SÁNCHEZ/Invocación

Tú eres limpia de pájaros caídos.

Tú eres limpia de orillas como el opio.

LUIS ALFREDO TORRES/Llegada

¿Qué callas, mujer, pintada

entre dos nubes de mármol?

XAVIER VILLAURRUTIA/Cuadro

La deliciosa brevedad de los textos empuja a pasar la página, devolverse. Es el caso de Poema de lunes en la mañana, un telegrama útil para estos días de pocas palabras y más imagen:

¿Qué es esta palpitación

de pájaros salobres en mis dedos?

¿Acaso tu nombre?

Podría invertir mi tiempo en hacer inventario de las palabras que se repiten como mantras (que nadie oiga que dije geranio, almendra, cocuyo, luciérnaga, jengibre, girasol, naranja, albahaca). Sin embargo, hay una sola que repica en mi memoria gastada y postcovidiana: clerén. La conocida fermentación artesanal amaga en títulos y versos, señal inequívoca de que el poeta ha bebido, y muestra total de su condición sureña.

Este juego de cuerpos y aguaceros frescos y nuevos me traen a la memoria otras voces, en otros tonos, como Los huéspedes secretos de Manuel del Cabral, Sally Rodríguez en Luz de los cuerpos, el poema Al nombre de alguna mujer de José Mármol, cualquier esquina literaria pisada por René Rodríguez Soriano. Incluso un himno recurrente de mi mesa de noche, que es el poema De lo que no se dijo de Fernando Valerio Holguín, del que citaré los versos iniciales: “Tu cuerpo es una fiesta innombrable, una fiesta de lluvia”.

La segunda parte del poemario toma bien el nombre de Monedas, porque justamente eso es: versos menudos para pagar y devolver, sin que haya posibilidad de responder de nuevo. Porque, qué se dice después de la moneda 15 o la 10, que cito aquí:

Soy una lengua

sembrada de palabras

que se incendian.

Traidor como Judas, Luis ofrece al final 30 monedas: 15 para la piel y otras 15 para la ausencia. Yo seguiré leyendo a ver con cuáles me quedo. Recomiendo, además, que elijan sabiamente cuáles para pagar y cuáles para devolver. Posiblemente sigan debiendo frutos de agua que no han crecido aún.

Daniela Cruz Gil

Santiago, últimos días de noviembre 2024