Con la barriga al viento, pantaloncito corto gris, chancletas gastadasy limpiabotas en la mano derecha, Dionisio Publio de la Paz (Cano) apareció en la farmacia Santa Rosa que funcionaba en la casona de madera, verde, techada de zinc,  ubicada en la Duarte con Braulio Méndez, en el centro del pueblo, y se quedó deslumbrado con los juguetes exhibidos en la vitrina.

A través del cristal, fijó la mirada en dosrevólveres cacha blanca, de mito, con sus respectivas cananas, que nadie había comprado en víspera del Día de Reyes. Escenas de películas de vaqueroscomo las de Durango Kid, Sam Elliott y las del Llanero Solitario, de moda en el viejo cine Doris, revoloteabansin parar en su mente.Había pasado la famosa fiesta de los niños y “pese a que yo le puse yerbas para los camellos, los Reyes nada me dejaron”.

Después de dar canillas por todos los rincones de la comarca, excepto la zona de burdeles, donde había reales probabilidades de lustrar zapatos, Cano había llegadoa la farmacia cansado, sin un céntimo en los bolsillos del short que le había confeccionado su hermano mayor, Franklin, quien luego le enseñaría a coser.

Profesor Dionisio Publio de la Paz. Fue limpiabotas.
Profesor Dionisio Publio de la Paz. Fue limpiabotas.

Al otro lado del mostrador, un hombre delgado, 5.7 pies, de voz suave, vestido con una camisa de cuadritos marrones y pantalón kaki, observaba paciente al niño de once años ensimismado con su mundo de ilusiones.

Era Balbino Montes de Oca (maestro Hillman), encargado del negocio de la farmacia de Artemia (Colita) y Elpidio (Pillo) Montes de Oca. Pillo, farmacéutico graduado Summa Cum Laude, dirigente local Movimiento 14 de Junio y profesor honorífico del Liceo Pedernales en formación. Colita, mujer activa, que, siempre aconsejó el mantener las tradiciones para contener la influencia extranjera.

Cano soñaba con pañuelos cubriendo la nariz o antifaces en sus ojos, pantalón de vaquero y dos revólveres al cinto para sacarlos a velocidad de rayo, y, como en las películas, disparar con ambas manos: ¡Bang, bang, bang! Y nunca morir. Pero era tan pobre que los “Reyes” apenas le ponían un pito u otro regalo barato. Y le amargaban la vida.

Nostálgico, con su voz grave, evocala escena: “Yo le dije a Hillman que quería esos revólveres que quedaban ahí, y cuánto costaban. Y él me respondió: un peso con treinta y cinco cheles. Entonces le dije: me interesan, pero en mi casa somos muy pobres y yo no tengo dinero porque hoy no he limpiado zapatos, no he conseguido.Le pedí que me dejara pagárselos de diez en diez. Y él me dijo: está bien, dame los diez cheles ahora para guardártelos y mensualmente me trae diez”.

Y siguió contando: “Yo entonces le llevaba el dinero, religiosamente. Pero, al año, para enero, yo sólo tenía acumulado un peso con veinte cheles. Entonces fui y le pedí que si podía darme el juguete,que yo llevaría luego los quince cheles faltantes. Y él me contestó: me has impresionado, eres un muchachito ejemplar, te los regalo, llévate tu juguete, juega y cuídalo para que no se rompa…Corrí a mi casa y yo mismo me los puse, y le dije a mi mamá que los reyes no existen, que no entretengan a niños diciéndoles que pongan yerbas a los camellos… Disfruté con los revólveres y también se los presté a mis hermanos para que también tiraran. A partir de ahí, jamás me pude despegar de Hillman, y terminé siendo operario en su taller de costura”.

Hijo de Rosa de la Paz (Rosá), madre soltera que crio ocho (cinco varones y tres hembras) bajo todas las penurias imaginables, Cano hoy es un conocido pintor y profesor de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ha cumplido 65 años. 

Aldemar Molina, Hillman y Ramón Pérez

ESCUELA DE MUCHOS

Hasta su salida de Pedernales, en 1975,Hillman vivió en la misma casona de donde operaba la farmacia, en el lado oeste, frente al parque Duarte. Justo al lado. La sala era el taller de costura que sirvió de escuela gratuita para todo joven que quiso aprender, y sitio de encuentro para otros.Y él, mayor que todos, era el eje, maestro y consejero de cuantos le necesitaran. Pasaba los días de un lado para otro. En uno, vendía fármacos y accesorios; en el otro, fabricaba pantalones.

Nació en Tábara Arriba, provincia Azua, a 196 kilómetros de Pedernales, en el mismo suroeste. Allí aprendió temprano con su amigo Miguelito el oficio de corte y confección. Pero migró a la capital, donde un tío paterno lo inscribió en el colegio La Salle. Años después, llegó a Barahona donde instaló su taller y se convirtió en suplidor de varias tiendas.

Su sobrino Antonio Pimentel, quien desde 1968 era dependiente de la Farmacia Santa Rosa, le convencería para que se mudara a Pedernales yse encargara del negocio. Un año después, él llegó al pueblo para asumir tal misión. Y ahí mismo instaló sus máquinas y la mesa de corte. La demanda de pantalones campana estaba en lo más alto y no daba abasto. Para satisfacerla subcontrató aprendices y enseñó a otros. En la farmacia, comenzó a vender discos de 33 y 45 revoluciones por minuto y juguetes, elementos que, junto al trato humano, atrajeron la atención de jóvenes y niños.

Para Antonio, 68 años,él no fue un tío sino un padre ejemplar. Recuerda que se separó de él en 1968 para viajar a Pedernales.

“Y siempre se preocupó por mí. No podía estar tranquilo sabiendo que yo estaba tan lejos, solo, atendiendo esa responsabilidad. Sin él, hoy no sería nadie. Hoy, todo lo que tengo se lo debo a él. Padre ejemplar, buen abuelo para mis hijos y nietos. A mi esposa y a mí nos queda el orgullo de que varios de nuestros hijos llevan su nombre. Nunca le conocí un enemigo; se dedicó a ayudar a los jóvenes y envejecientes”.

Andrés Pérez (Chichicito, Tiguerito Pérez), 63 años, hoy es ingeniero residente en Estados Unidos; ayer, un muchacho presa de la pobrezacon casi nulas probabilidades de recibir ayuda pese a sus ansias de crecer, como muchos. No deja de recordarlo. Hillman fue su soporte inclaudicable cuando más necesitó el auxilio de alguien.

Chichicito con Hillman, en la Farmacia Santa Rosa.
Chichicito con Hillman, en la Farmacia Santa Rosa.

“Llegué a la sastrería a través de Alejandro González (Andito). Yo trabajaba con Andito y tenía que llevarle a Hillman los pantalones que él confeccionaba. Y llevarlos a planchar a la lavandería del doctor Máximo Calderón, en la Duarte esquina Libertad. Así me sentí atraído por la efervescencia política y cultural que se daba en la farmacia, desde que Hillman llegó a ella. Pero no pasé de aprendiz por falta de vocación. Él y yo desarrollamos un vínculo de padre a hijo. Sin su ayuda no habría podido salir a estudiar”.

Otros, como él, pasaron por la sastrería: los hermanos Pastor y Felino Reyes Nin, Juan Salvador Pérez (Juan La Rura), Leonardo Pérez y Cristo Antonio Pérez. Hoy buenas personas y profesionales casi todos.

El periodista Hillman Chany Pimentel, hijo de Antonio, comenta con voz quebrada, a ratos:

“Papi Hillman, hasta el último día de su vida, me estuvo dando lecciones de cómo vivir correctamente y de manera justa, sirviendo a los demás. Fue quien me crio junto con mis padres. Ellos me enseñaron cómo uno se puede dar a los demás sin esperar nada a cambio. Dar amor al prójimo. Llevar su nombre es un reto de cada día cuando despierto. Mi padre Antonio, como Hillman, en el 1992, dejan todo para venir a atenderme a mí a Santo Domingo, a donde había venido a terminar el bachillerado e ingresar a la UASD”. 

ALLANAMIENTO A LA CASA

El 1 de diciembre de 1975, el maestro Hillman se marchó al Distrito Nacional. Pero no para siempre.Iba y regresaba al pueblo. Fijaría residencia definitiva en 1992. Pero, en Pedernales o en la capital, mantuvo su apoyo a los jóvenes de allá y de su natal Tábara Abajo.

La mayoría de los jóvenes estudiantes de esta comunidad eran pobres. Les resultaba casi imposible mudarse a la metrópoli para hacer carrera en la universidad estatal.

Balbino Montes de Oca (maestro Hillman)
Balbino Montes de Oca (maestro Hillman)

Hillman había alquilado a la señora Berrocal una casita en el 13 de la calle Alejandro Geraldini, antigua N, en el sector Los Mina. Pagaría 60 pesos mensuales, dinero que acumulaba con lo poco que conseguía de la costura. Dos habitaciones, techo de asbesto y nada de agua. Sus inquilinos tenían que cargarlas en cubetas desde las cisternas de vecinos.

Era la casa de la esperanza y lugar de encuentro de perdernalenses.

“En un momento había camillas dobles hasta en la sala”, refiere Adria Férnández al ponderar la filantropía del maestro. Junto a su pareja vivió allí un tiempo y siente agradecimiento hasta su muerte.

El primero que llegó fue Chichicito, quien comenzaría el semestre el 5 de diciembre. Luego se hospedaron Víctor Ramírez (Vitico), Cristo Antonio Pérez, Juan Salvador Pérez (Juan La Rura). En otros períodos: Ramón y Josefa Pérez, como parejas, También, Fernando Féliz (Cunán), Ángel Pérez (Pecao) y Adria Fernández como pareja, José Jiménez (José Linda). Y otros, otros, otros.

“Eran tiempos muy difíciles. Algunos recibían desde Pedernales algún dinero y comida cocinada de sus familiares. Las tareas domésticas se repartían entre todos. No siempre se cumplía con los deberes, pero Hillman se las ingeniaba para lograr cohesión interna. Un compadre Hillman que era asistente de Emma Balaguer, la hermana del presidente, nos mandaba una ración semanal de unos cuantos pollos y unas cuantas libras de arroz”, explica Chichicito.

La represión política estaba en su buena. Balaguer agotaba su tercer cuatrienio. Los barrios estaban en la mira; el uasdiano era considerado comunista y, por tanto, su vida valía nada.

Antonio y Zoila se casan. Hillman es testigo

Una mañana de 1977, Tony Matos (actual viceministro de Salud, Chichicito y Hillman hacían un inventario de insumos para cocinar un locrio.Pero descubrieron que faltaba salsa de tomate. Chichicito se encargó de ir colmado de la esquina.

“Y cuando regresé, en cinco minutos, hallé a Tony y a Hillman como un papel blanco. Cuando les pregunté la razón, me contestaron que la Policía se le tiró para hacer un allanamiento y había fusiles por todos lados… Pero que se marcharondiciendo que había sido un error. Pasado el sobresalto, nos enteramos que era un plan un capitán de la Policía que visitaba diariamente a un gallero de origen cubano que vivía justamente en la casa adyacente de la vivienda dúplex. Metía terror porque en la casa vivíamos estudiantes que, a menudo, nos metíamos en discusiones políticas en las que los ataques al presidente Balaguer eran comunes”.

Ana María Acosta, actual directora de la Dirección Provincial de Salud de Pedernales, no titubea al hablar del parsimonioso Hillman.

“Él fue el padre de la juventud y de los estudiantes de Pedernales… Yo iba los domingos a la casa de Los Mina, con mis cinco muchachitos, y allá, con los muchachos, pasaba un día feliz. Fue una persona muy dada a la otra persona, digna, honesta, afable, sin tachas, que lo daba todo por los demás. No debió morir así”.

Y puntualiza: “Yo le llamaba a menudo para hacer pedidos de medicamentos en la farmacia donde él trabajaba, en la capital. Y dejé de hacerlo porque llegó un momento en que no quería cobrar por tratarse de nosotros”.

En 2006, Andrés Pérez (Chichicito) compró la vivienda de la esperanza por RD$300,000 y exoneró a su mentor de pagar mensualidad. La revendió luego de su fallecimiento a uno de sus sobrinos.

El domingo 22 de enero de 2012 llovía a mares en Santo Domingo Este. Escampó por un momento y el maestro Hillman aprovechó para caminar unos 800 metros hasta el mall La Sirena, en la alborotada avenida Venezuela, a comprar alimentos que compartiría con sobrinos.

De regreso,ya había caminado unas tres cuadras y esperaba en la acera para cruzar. Un conductor borracho lo embistió con la jeepeta. Motoconchistas corrieron en su auxilio. Le conocían. “El don de la farmacia”, le decían. Llamaron a los bomberos y estos llegaron rápido y letrasladaron en una ambulancia hasta el hospital traumatológico Darío Contreras. Faltaban minutos para las seis de la tarde.

A las diez de la noche, cuando Hillman Chany Pimentel  se enteró de la noticia, agotaba su jornada periodística en el tabloide matutino El Día.Y corrió hacia el sanatorio. El maestro Hillman, a quien él considera su papá, murió en sus brazos justo cuando le cargaba para colocarlo en una camilla y trasladarlo a una habitación de tránsito hacia una clínica privada. No hubo justicia.