Herman Melville, autor de “Moby Dick” (1851), estaba convencido de que ningún escritor americano debería escribir como un francés o un inglés. Reclamaba acabar “con esa levadura bostoniana de servilismo literario a Inglaterra”, pues le parecía que los escritores de Boston sólo pretendían ser escritores ingleses. El pensamiento de los Estados Unidos pronto se reclamó del individualismo que acabó teniendo como gran novela ideológica “El manantial” (1943) que llevó al cine King Vidor seis años más tarde.

Un profesor de literatura de la Universidad de Madrid (entonces sólo había allí una universidad), Cándido Pérez Gállego, muerto en plena juventud, publicó un buen libro hoy, como tantos otros, lamentablemente olvidado, “El héroe solitario en la novela norteamericana” (1967). El individualismo conduce a la soledad y la novelística construye personajes que se enfrentan al mundo. Sin duda influido por un famoso libro de D. H. Lawrence, “Estudios sobre literatura clásica norteamericana” (1923), el joven profesor español sistematizaba un mito norteamericano a través de autores como Melville, Sherwood Anderson, Faulkner, o Hemingway, entre otros. Suele afirmarse que el arquetipo mítico de la novela norteamericana es la pérdida de la inocencia y la iniciación en la vida (Richard Chase: “The American Novel and its Tradition”, 1957); ello se llevaría a cabo desde una peculiar idea de la libertad de efectos durísimos. Como dice Lawrence, “nunca he estado en país alguno en que sus conciudadanos le inspiren al individuo un temor tan abyecto. Porque [..] están en libertad de lincharlo desde el momento en que se dan cuenta de que no es uno de ellos”.

Libertad y héroe solitario se dan la mano en el género narrativo más estadounidense de todos, que responde a lo que en lengua española llamamos “novela del Oeste”. Algunos, si no lo desprecian, lo dejan de lado, por considerarlo excesivamente popular. Desde “El virginiano” (1902), de Owen Wister, y “La herencia del desierto” (1910), de Zane Grey, hemos aprendido la fuerza heroica cotidiana de numerosos héroes solitarios que el cine ha llevado a su apogeo.

Annie Proulx, Brokeback Mountain

Hacia mediados del siglo XX el héroe empieza a tener un acompañante a su misma altura. Películas como “Two rode together” (1961), traducida al español como “Dos cabalgan juntos”, dirigida por John Ford, “Wild Rovers” (1971), traducida como “Dos hombres ante el Oeste”, dirigida por Blake Edwards, o “Butch Cassidy and the Sundance Kid” (1969), traducida como “Dos hombres y un destino”, de George Roy Hill, son buenos ejemplos de los dos amigos, voluntarios o forzados, que enfrentan juntos las dificultades de una vida peligrosa.

Esa amistad estrecha, en momentos difíciles, llevada adelante día y noche, es evidentemente asexuada. Tiene su origen en Fenimore Copper, quien posee una serie de novelas (“Pioneros”, 1823, “El último mohicano”, 1826, “La pradera”, 1827, “El guía”, 1840, y “El cazador de ciervos”, 1841), en la que figuran dos personajes opuestos que congenian narrativamente: Natty Bumppo, anglosajón libre en contacto con la naturaleza, y el indio Chingachgook. Ambos podrían constituir el modelo de una nueva sociedad. Dice Lawrence que se establece en la serie novelesca “una relación de dos hombres más profunda que los abismos del sexo”, que la propiedad, la paternidad, el matrimonio o el amor porque, en ella, no hay amor. Lawrence lo entiende como “el nuevo núcleo de una nueva sociedad” que exige “un grande y cruel desprendimiento”; que encuentra “un nuevo mundo, una nueva moral y un nuevo paisaje”.

Ese proyecto de una nueva sociedad que Lawrence estima posible se quiebra en 1995 con una novelita de Annie Proulx, “Brokeback Mountain”, traducida al español como “En terreno vedado” y llevada al cine por Ang Lee en 2005. Los dos protagonistas, tras días y noches de convivencia e intimidad, llegan a unas relaciones homosexuales en las que nunca habían pensado y que, pese a que ambos organizan una vida más o menos reglada con mujer e hijos, reaparece al cabo de los años y tropieza con las mismas dificultades que las relaciones heterosexuales tradicionales. La narración es de extrema dureza, devastada por un ambiente de pobreza material y moral en la que los personajes se sienten sin fácil salida. La versión cinematográfica rompe, sin embargo, ese ambiente y construye un melodrama casi decadentista, sin apreciar la tragedia personal latente en la mitología del héroe que ha dejado ya de ser solitario y heroico.

 

Jorge Urrutia en Acento.com.do

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