El materialismo histórico otorga calidad de actante omnímodo a la propia historia, en tanto la concibe como creadora de los sujetos en sus contextos. Es precisamente esa hiperactividad con la otredad que permite a sujetos conformar su propia cosmovisión del mundo; de modo que, todas las expresiones del ser se encuentran, a mayor o menor grado, condicionadas por su propia experiencia de vida. La historia crea al hombre, mientras el hombre mismo crea su historia, su propia travesía vivida, según el materialismo.
La intención del subscrito no es insinuar, en modo alguno, que las creaciones estéticas del imputado corresponden al plano de la “realidad real”, lo que sería equiparable a la historia objetiva de don Gustavo Olivo Peña. Sin embargo, sí pretendo enfatizar, sensu lato, el hecho de que la frontera que une y separa la realidad ficcional de la real, en una obra de arte, suele ser cuasi inexistente. Entonces ¿cuál diríamos que es la diferencia entre una historia real y una historia inventada?
La literalidad es la respuesta, dirían los formalistas rusos. Yo me adscribo a esa aseveración. Se trata de una capacidad que permite expresar un contenido verbal revestido de significantes alegóricos, con la finalidad de buscar, más allá del contenido, suscitar en el sujeto lector cierto goce, o placer estético, es decir, entretenimiento. Siendo así, los juegos del lenguaje simbólico transgreden la formalidad del lenguaje ordinario y lineal, porque su fin es recreativo. Ello exige al creador un dominio pleno de la sintaxis y la morfofonología del texto literario.
La creatividad y la imaginación inventiva se evidencian en el empleo de técnicas propias del arte de contar; en la capacidad de convertir las cuestiones de la vida cotidiana en juego verbal estérico, cuyo ritmo narrativo e intensidad episódica dirigen al lector desde un punto de partida hacia el clímax del relato y, de este, hacia un desenlace final. Por supuesto, no existe una única forma de contar y ese hecho es muy evidente en el libro “Un hombre discreto y otras historias” del narrador y destacado periodista dominicano Gustavo Olivo Peña.
La literalidad en la narrativa breve de nuestro autor es muy evidente en la elocución de ese sujeto empírico que, tácita y, en algunos casos, sardónicamente, logra introducir al narratario en su relato, al grado de que una escena, un ambiente, unos diálogos, inspiran la lectura de los acontecimientos subsiguientes. Se trata de una característica común a los once relatos.
No estoy seguro de si exista alguna relación entre literalidad y moralina. Lo que sí puedo afirmar es que los cuentos que mayor éxtasis cerebral me produjeron tienen que ver con cuestiones prohibidas. Me divertí, sobre todo, con ese relato que recrea a ese joven sacerdote, lleno de vida, cuya vocación era servirle a Dios y a la comunidad.
Sin embargo, el fuego viril que habitaba debajo de esa sotana negra, no pudo ser apagado a fuerza del rosario y de la invocación al espíritu santo. Los rezos asiduos no lograron reprimir las llamas que encendió esa veterana mujer melosa, cuyo mayor privilegio fue disfrutar del ímpetu del padrecito, cual toro arrecho y sediento, se lanzó al infierno uterino para disfrutar así de las mieles del edén vedadas por el celibato.
En otro cuento, “La profesora Campos” se vio asediada por el quedirán del sector. No obstante, asumió con gallardía la responsabilidad de dejarse preñar por el moreno que le cuidaba la hacienda. Leamos la representación simbólica de su pudor en el siguiente pasaje:
“De regreso a casa, sentía la sensación de que la observaban, y que, de alguna manera, la gente estaba enterada de su caso. Creía escuchar murmuraciones, pero reparó en que tal vez no era más que su imaginación” (…)
Aunque la maestra Campos tenía como objetivo dejar una descendencia para que se convirtiera en heredera de sus bienes, hemos de imaginar, más allá del relato, que disfrutó el proceso. Debió primero convencer al sirviente para que la coitara. Y más allá de la conquista, ese hombre, duro y seco, la hizo sentir mujer; pero la moralina le impedía subir la cabeza frente a los demás. “¿Una profesora soltera y embarazada? Uhhh”. Todos en el sector sabían que los hijos no eran traídos por ninguna cigüeña.
En conjunto, “Un hombre discreto y otras historias” es un libro que goza también de buena acogida entre lectores jóvenes, como lo demuestran las tertulias que ya hemos realizado con estudiantes de la UASD y de la PUCMM.
No es la primera vez que un periodista de prestigio desborda las posibilidades de su oficio para mostrar al mundo literario sus dotes de buen narrador y de buen creador de historias ficticias, tan transparentes y relucientes como el propio relato que conforma la cosmovisión del mundo de don Gustavo.
En consecuencia, no creo que Gustavo deba responder ante la imputación. El expediente (su libro) se encuentra disponible en las principales librerías del país. Quienes deseen disfrutar de la narrativa exquisita de un narrador inmaculado, harán bien en adquirirlo y leerlo como la auténtica obra narrativa de un creador de amplio bagaje cultural.
¡Enhorabuena a Gustavo Olivo Peña y a su fascinante narrativa!