Darnos a la dichosa tarea de leer y comentar poesía dominicana. Amablemente, de esa que nos habita tan próximo.
Si leemos (p.e) la poesía de Enmanuelle Taveras, Castillo, San Francisco de Macorís. R.D, en este su tiempo sincrónico, 12 de abril del 2024, debemos estar percibidos y prevenidos para correr parejos; leyendo y discurriendo en una misma dirección, y en tres surcos distintos a enterarse eso sí, por lo menos; cuidado si hasta en cuatro o más! – Pero así ocurre con cualquier ejercicio lectoral de la poesía-; vino enmienda de alguien.
No estoy en desacuerdo con el parecer enmendante, pero me le adelanto, definiendo la experiencia particular de la lectura poética de referencia, de la siguiente manera: leer y releer, hacerlo varias veces para volverlo a hacer y ahí descubres el prodigio de senderos particulares varios, alineados cada uno con su sintaxis invisible, con su materia propia, y necesarios de seguir en el acto experiencial de la lectura que he dicho.
Hago un paréntesis para agradecer al dios de mi fe, al de mi madre, por darme las antorchas y hasta prestarme, de momento, su ubicuidad sagrada de andar sin a tientas y simultáneamente, sobre señales indistintas; polifónicas, polisígnicas y cromáticas polirrítmicas.
Si leo mientras veo en un fondo con fuga, que parece vacío, imágenes de un poema con horizonte y estribillo… descubro un relato con sus atributos estatutarios, en el que encuentro un motivo también de su demiurgo con voluntad expresa de producir sentido autobiográfico con belleza, un lenguaje sencillo (cuasi coloquial por tierno, familiar y cercano en lectura inmediata), cuyo hermético misterio por sus combinaciones y entrelazamientos.
Merced a lo anterior, no impiden la expedita recepción ni el placentero goce del lector, ante lo comprendido, si es que vuelve herramientas los instrumentos objetivos del lenguaje para reconstruir el universo nuevo, la propia poesía del lector, su particular narrativa desde tu peculiar mundo referencial, vivencial, intelectual y sensible/ creativo.
Miren este modelo del poema Festival de rostros:
“Una canción nace del mecánico grito de la tarde (… y es otoño.
O a veces solo decides convertirte en caballo (de sombras para entrar en ciudades humanas.
Una canción nace del giro mecánico de la tarde (… y eres tú.
Una canción nace del giro mecánico de la tarde. (… y termina la función”.
Igual que postulábamos en el modesto estudio realizado a la publicación del libro Metamorfosis de las Sombras, de este autor, con corrección y prólogo de nuestro insigne Manuel Mora Serrano. Enmanuelle es miembro de número y dulces afanes cotidianos de la Comunidad Literaria Taocuántica, que con tantas claridades ha fundado y acertadamente gestiona en San Francisco de Macorís, Provincia Duarte y el país, el poeta, maestro y gerente cultural de lujo, Ramón Antonio Jimenez.
El poeta Taveras pone presente en sus nuevas composiciones (y de manera natural), con absoluta fluidez, no solo los enunciados generales del ideario taocuántico, sino además, su propia interpretación del Tao y de la cuántica en su particular maneras -las de él- de acercarse desde su propia sensibilidad y subjetivas (corazonadas poéticas) y su intelectual racionalidad y ejercicio de transmutar y trasladar a los modos literario-poético, lo que podemos definir como las complejas y sutiles adyacencias de cuerdas, energías y vibratos de la mecánica cuántica y sus enigmáticas subatomidades, lo incluye de manera casi imperceptible en el poema, al igual que hace con el universo Tao y sin nombrarlos, (como tiene que ser en modo poético, que no científico ni haciendo alardes doctrinarios de retórico acento especialista).
Se trata más bien y tan solo de hacer uso apropiado de algunos, solo de pocos términos (solo por sus derivas) del lenguaje que nombra fenómenos y efectos de las dos disciplinas que combinadas nombran al credo poético de su membresía. Miremos algunas muestras: Poema Memoria y latido, dedicado a su mentor, Manuel Mora Serrano ( )…
“Tú eres tu camino, tu universo, tu sorbo de eternidad”. Y este otro verso del mismo poema. “En el altar de las invocaciones haces culto a la llama que ilumina tu carne, al umbral de tu nueva estación, a tu recién estrenada realidad…”
y del poema, Sinfonía del ser. Citar:
¿Qué es el hombre?
– A veces música perdida en el pentagrama de las esferas… “Y si sus huesos aún no alcanzan para romper la piel que les abraza. – Qué hacer?
– Volverse canto y elegía de los rincones cardinales.
– Arrancarse los andamios de la civilización en sus ojos de fantasmas.
– Olvidar los objetos transmutados en el incienso y la memoria del agua.
– Y si queda desprovisto del lenguaje y no encuentras más seres que las sombras. – Qué hacer entonces?
-Absorberse en la energía indisoluble de los árboles y transformarse el rostro en la memoria del sol”.
Al inicio hablamos de los surcos distintos y en paralelo que debemos seguir si leemos a este poeta, que dice con palabras porque la poesía no puede ser dicha de otro modo y las palabras de antemano vienen ya siendo convenciones y signos lingüísticos que el poeta transgrede por su condición de creador; entonces nos encontraremos aquí con la palabra que dice del poeta y su él, la palabra que evoca y convoca, la palabra que inventa y reinventa nuevos ámbitos para la lengua, la palabra que nombra, asigna y designa, la palabra paradójica y silenciosa, la palabra que enuncia y sugiere… y finalmente, nos encontraremos aquí en estos poemas de Enmanuelle Taveras con la más poética de todas las palabras; aquella palabra que prescinde anulando la sentencia y condena convencional de la palabra. Es ahí el verdadero acto revolucionario, creativo, transgresor y revelador del poeta, de la poesía y del poema.