Las reflexiones sobre el lenguaje y el habla son pilares que fundamentan la hermenéutica psicoanalítica. Para S. Freud, la asociación libre de ideas es el descubrimiento más importante de la modernidad. El valor de la palabra es la experiencia que se opone al silencio. Y esto no solo nos hace consciente, sino que anuncia el hecho de otro topo que es el inconsciente mismo.
La reflexión del psicoanálisis desde la escuela de Nancy abrieron las puertas para el entendimiento que la cura solo es posible mediante la palabra. Dado que el inconsciente es un lenguaje y el psicoanalista su traductor. A decir de Borges, lo que no se nombra, es lo que está detrás del nombre. Esa disquisición del escritor muestra que existe una instancia más allá de la conciencia, donde se elaboran los procesos psíquicos.
Para comprender la psiquis, el Dr. Freud impulsó un método que permitiera el diálogo entre el psicoanalista y el analizante. Este acto mismo se le llamó Psicoanálisis.
¿Y por qué el lenguaje? es muy singular, la humanidad se instaura bajo el orden simbólico. A decir de la antropología, la cultura es el territorio del lenguaje y el logo marca el campo del inconsciente. Este fue el descubrimiento de la piedra filosofal. Una metafísica del inconsciente.
Y el inconsciente aparece en ciertos momentos bajo el lapsus lingues, los sueños entre otros. Pero sus ventanas, sólo se abren cuando los sujetos pueden lograr una relación transferencial con su analizante. En esa instancia íntima de elaboración aparece en escena lo que J. Lacan llamó la palabra plena. Es decir aquello, que hace acto, y que a su vez, uno de los dos sujetos, no es el que era antes.
Una trama que solo puede darse frente a la presencia del analista. Por ende, se facilita una intermediación con otro que no está ausente, sino presente, pero que a la vez, es solo un tercero para que el analizante logre el reconocimiento de sí mismo. Esto lo expresa metafóricamente Kafka en un poema que tituló: “Ein Traum”.
El poema habla de tres, como instancia imaginaria que conforman voces y figuras representadas por su propia naturaleza, las cuales se reconocen entre sí, pero que no saltan a la conciencia, sino a través de rendijas interiores que se muestran en los sueños.
Es entonces, el trauma aquello que suprime la palabra e induce al dolor y a la pérdida. Y solo mediante el síntoma se manifiesta, a través de las fisuras de la psiquis. Es lo que se arrastra sin palabras y sin sueños. Es el rodador repetitivo de manera perturbadora que se muestra en escena de manera sorpresiva, así como lo hizo Hitchcock, con sus apariciones fugaces que dejan perplejo a la audiencia. Es aquello que hace que él sufriente busque y se apegue a la trama.
El dolor verdadero está abonado con las raíces inconscientes y es siempre indecible, pues arranca palabras. El psicoanálisis dio valor al lenguaje y lo considero una medicina valiosa y llena de poder, porque provee los medios para que se inicien historias.