El reino de este mundo (1949), del escritor cubano Alejo Carpentier es una fábula sobre el sentido de la libertad. Una novela que nos cuenta sobre los miedos y los misterios que sacuden a las almas humanas. Es también una propuesta de liberación para el cuerpo y la razón. Una forma quizás de poner en juego la verdad de tantos hombres, que había estado agazapada en el terreno político del imperialismo colonialista. Así como soñó Mackandal, –personaje principal del relato– soñaron también miles de africanos, la patria que estaba guardada en el más remoto de sus recuerdos y lo logró venciendo la muerte. Más que todo, es también una genial novela sobre la memoria espiritual de la nación haitiana. Es a su vez, una tesis certera sobre la imaginación, en la que muchos esclavos, traídos a tierras extrañas, recrearon sus mitos y sus leyendas como la imagen propia de un espejo. Imaginaron así su mundo y crearon uno nuevo a partir de la esperanza que Dios le puso por debajo de la piel. En cierta medida, esta es una novela sobre el amor y el desamor, sobre el poder de la mente y la determinación del hombre, sobre la muerte, la venganza y la hipocresía del poder colonial que cercenó el espíritu de tantas almas, dejadas al desamparo y, a lo que le deparara el destino.
Se puede afirmar que El reino de este mundo, en cierta medida adelantó los procesos estéticos de la nueva novela latinoamericana del siglo XX, la que años más tarde escribirían, García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar, cuando puso en el ruedo de la estética narrativa el nuevo orden mitológico latinoamericano. Si hacemos una revisión profunda y minuciosa de la narrativa latinoamericana, diríamos, desde los años 30 hasta los años 60 del siglo XX, veremos que Carpentier renovó el panorama novelístico, tomando en cuenta las cuestiones siguientes:
Con la mitificación de los héroes, Carpentier acercó la novela latinoamericana al conjunto de los mitos universales y a la épica universal. Cuando enfrentó los continentes, enfrentó también a las culturas y originó allí, una lucha de pensamiento y de poder político, en beneficio de la liberación racial, al tratar el tema de la independencia haitiana y la abolición de la esclavitud. Posición esta, que luego provocó acaloradas reflexiones y luminosos debates sobre el papel que debía jugar el intelectual latinoamericano frente a la historia y sobre el lugar que debía ocupar la voz de este, en la creación de una mejor conciencia social y colectiva, sobre la base de un ejercicio orientador y pedagógico, aunado desde las aulas y medios posibles. Este planteamiento heroico, sin duda, le dio a la novela una dimensión épica, de niveles nunca antes alcanzados, en efecto, acercó nuestra literatura a los temas de la épica universal, por lo tanto, el mito latinoamericano tomó a partir de aquí, ribetes universales, cosa nunca antes hecha por autor alguno en nuestros países.
Así que El reino de este mundo, le dio una nueva revalorización al lenguaje, a la oralidad y al folclore, latinoamericanos, al tiempo que dimensionó el hombre latinoamericano hacia otras latitudes del arte universal. Carpentier demostró con sobradas razones, que el barroco americano es un espíritu estético, no un conjunto de enrevesadas formas lingüísticas y exagerados contenidos con los que contribuyó al fortalecimiento y creación de una estética narrativa, que se había puesto en duda, al poner en el ruedo la discusión de una teoría especulativa como es, lo real maravilloso americano, para recrear en ella, los elementos espiritualistas de una cultura como son el mito, la cábala y la leyenda.
Esta novela constituye a mi modo de ver, una propuesta interesante sobre la moral, el comportamiento ético del hombre y sobre la lucha, en contra de la distorsión social y el discrimen étnico-racial. Esta idea se ilustra al final del relato, cuando Ti Noel, –uno de los personajes centrales–, ya viejo y cansado de vivir, se convierte en ganso para unirse a ellos. Se traslada así de un mundo a otro, por lo tanto, de un pasado remoto a un presente continuo, el que creía menos severo y más justo para él, sin embargo, fue rechazado por la comunidad de gansos. Este rechazo se puede ver como un castigo moral a la cobardía y a la traición racial, en virtud de que Mackandal, –su héroe–, durante muchos años se había convertido en animal para servirle a la redención de los hombres, y lo había hecho, más que convencido, gracias a su ferviente creencia en la raza humana, no necesariamente para desertar del terreno de los hombres como lo hizo Ti Noel y esa fue exactamente la fuente principal de su castigo.
Se podría afirmar que, El reino de este mundo es un espacio para discutir la historia, un modelo, si se quiere, para ver en detalle los desmanes y desventuras del poder político, desde diversos planos y una manera divertida y lúdica de ver, y estudiar a fondo las pasiones imperiales y las pasiones espirituales de una religión. En efecto, la novela constituye también un manifiesto filosófico a favor de la libertad del hombre y la reivindicación universal de la raza negra en el Continente Americano.
Se manifiesta en El reino de este mundo una concepción providencialista de la historia. Siendo la providencia divina la que pone de relieve el choque de las fuerzas actuantes. Se enfrentan así, los conceptos filosóficos espíritu-materia. El poder espiritual se contrapone al poder político y al poder material. A la idea de la liberación de los negros, lo acompaña, la tesis del providencialismo, en virtud de que estos hombres, para alcanzar su liberación, actuaron movidos por fuerzas extrañas, venidas del más allá.
Esta novela es además, la puesta en valor de una nueva sensibilidad novelística en América Latina, al confluir en ella, valores estéticos nuevos, nunca antes alcanzados por escritor alguno. En virtud de que en sus páginas, el autor propone una forma diferente de ver el mundo, a como lo habían visto los novelistas anteriores a través de la novela, ya que desde aquí se ponen en valor, la historia y la cultura.
En opinión de Carpentier, lo expuesto en la novela revela una concepción, un tanto filosófica de la historia, en el sentido de que los hechos no se presentan como simples datos narratológicos en el orden del tiempo, sino que, al trastocar los hechos, el autor crea las bases para un pensamiento propio de la historia. Sin el ánimo quizás, de querer presentar una tesis sobre lo acontecido en Haití durante el siglo XIX, ni parecer exacto en lo que cuenta. Lo cierto es que, con este relato, Alejo Carpentier elabora una correcta postura filosófica del hombre como tal, frente a su ineludible destino.
Contrario a la tesis del historiador mexicano Edmundo O Gorman, cuando afirma “que es el hombre por sí solo y no merced a ninguna intervención divina, quien debe cumplir la finalidad inmanente de la historia y labrarse así, su propia felicidad”. Sin embargo, en El reino de este mundo, la idea de la liberación del hombre no hubiese sido posible sin la intervención de los dioses africanos, lo que explica que en la novela se desarrolla una concepción divina y providencialista de la historia. Por lo tanto, esa visión cientificista de la historia vista por Gorman es completamente opuesta a la estética carpenteriana, quien más bien, ve la historia desde el punto de vista antropológico, diríamos en un plano más cultural del hecho histórico y mucho más abarcador de la visión del mundo hacia la proyección universal del hombre. Por lo tanto, en a novela, no hay nada casual. Para que esté enmarcada en el plano de lo real maravilloso, tiene que fundamentarse en la creencia divina y en la fe inquebrantable de que suceda un milagro. Por otra parte, hay que ver el hombre y su circunstancia. Los esclavos africanos traídos hacia América necesariamente fueron seres arrastrados por el momento histórico que les tocó vivir, quienes vinieron de un mundo lleno de creencias junto a un pasado ancestral y remoto. De manera que su destino estuvo marcado por la recreación de sus mitos, lo cual amerita echar una mirada en profundidad a la novela, desde el punto de vista antropológico, para que tengamos una idea mucho más acabada y abarcadora, sobre el mundo narrado por Alejo Carpentier.