Aproximación al autor y su obra

Poeta Julio Cuevas.

El texto artístico, ya sea en literatura, artes visuales, música o cualquier otra manifestación, soporta muchos tipos de abordajes, con diferentes métodos, temáticas, perspectivas, lógicas, etc. Aunque a veces no suele uno percatarse, en el caso del arte literario, el texto, en vez de ser leído por un sujeto, termina el texto leyendo al sujeto mismo.

Ahora bien, si el lector o crítico de un texto es experto en lingüística o filosofía del lenguaje, le asaltaría el uso de los signos y los argumentos válidos para una reflexión. En ese sentido, puede centrar su atención en la ortografía, la morfosintaxis y el uso de la lengua. También, el sentido filosófico, en los problemas vinculados a los temas de la esencia, la sustancia, la cosa, los simbolismos, los metamensajes, el sentido estético, la trascendencia, entre otros. Un texto puede ser leído e inducir a las siguientes preguntas: l ¿Qué quiere decir, y qué intención tiene el autor? Reitero, hay textos que leen al lector y lo desentrañan, lo desnudan. Van al mismo centro de sus propios problemas, sociales, íntimos, creativos.

El poeta Cuevas ha publicado varios libros y ha obtenido múltiples premios y reconocimientos. Entre sus obras figuran: Epistolario del crepúsculo (poesía, 1974); Visión crítica en torno a la poesía de Víctor Villegas (ensayo, 1975); Testimonio del tiempo (poesía, 1986); Homenaje en tono oblicuo (poesía, 1992); Los cantos de Hierofante (poesía, 1997); Poema Tierra adentro (poesía, 2008); Literatura infantil para creatividad y pensamiento crítico (ensayo, 2012), entre otros. En esta ocasión nos referiremos al poemario, El oráculo de la vida y de la muerte (Cuevas, 2021)puesto a circular en el año 2022.

Ramón Núñez Hernández nos dice de este libro, lo siguiente: “El poeta se inspira en la construcción social de la realidad y la ironía de la vida, en yo existo o no existo, sembrando la idea de que vivimos en un mundo paradójico, que tuvo un origen y un final, pero que es incierto, cuyo resultado es la nada” (Núñez, 2023). También, el destacado ensayista y novelista Manuel Matos Moquete expresa: “El yo de Julio Cuevas es diverso: mitológico, yo / nosotros, yo terruño, yo cimarrón, yo ser dominicano; un yo que, revestido de la imagen de Hierofante, se expande a lo largo de todos los poemas en expresiones sensuales, eróticas, danzarinas, pero a la vez patrióticas, elemento este último, constante en la poesía de este autor (Matos, 2022).”

Preparación e interrogantes

A lo largo de sus 93 páginas, con 28 poemas en el Oráculo de la vida y de la muerte, busqué las maneras de expresión de este poeta sureño de largas andanzas en la educación superior y la literatura en la República Dominicana. Como ya había leído las opiniones de Núñez y Moquete, tenía la idea por donde andaría su discurso poético. Aun así, fui cauto, esquivé prejuicios. Sabía que una obra del arte literario suele leer al lector.

Como expresé anteriormente, quise sentirme representado en el texto. Es una costumbre que tengo al leer. ¿Qué tanto un texto puede entrar a mis espacios y descubrir zonas no develadas por nadie y otras que ni siquiera me percato que existen en mí? ¿La obra levanta mis cortinas del placer estético? ¿Qué dice de mi conciencia del pasado, del presente y del futuro? Además, ¿cuáles escuelas o corrientes poéticas antiguas, modernas, clásicas o actuales le influyen? ¿Cuáles escritores de cualquier tiempo están presentes en la memoria estética de los versos? ¿Qué de nuevo para nuestra literatura nacional y contemporánea trae el texto para otorgarle cierta trascendencia? ¿Hasta dónde el uso de la lengua y el lenguaje abren —por nombrar algunos— nuevos campos de acción comunicativa, realista, vanguardista, filosófica, social, histórica, etc.? Entre otras preguntas.

También, si no hay nada para mí en la obra que vincule mis íntimos (sentimientos, conocimientos, emociones, razones…), paso a reflexionar sobre el entorno, el contexto social, para explicar las razones de los temas y los hechos del pasado y del presente tratados en el texto. Si no encuentro nada o no resulta relevante este aspecto, redirijo la mirada a una explicación simbólica del futuro.

Casi nunca hay éxito en el análisis artístico cuando se toma como sujeto de estudio al autor, cuando el analista trata de introducirse en la mente del creador. El discurso resultaría incompleto y tentado por prejuicios. Hago como los Toltecas, no realizo suposiciones con la intención de producir una tesis concluyente. En el mundo de la creación artística es riesgoso. Por eso muchos estudiosos interpretan los escritos mediante métodos descriptivos.

De otra parte, como en literatura la base expresiva de las obras es por medio de la lengua y el lenguaje, existen métodos de abordaje de los temas tratados por los autores… Para ello, muchos se basan en explicación científica, lógica, filosófica, o búsqueda de una “consistencia hermenéutica” para la aproximación o traducción del texto.

Palabras a ser rescatadas

El libro de Cuevas lo encabeza, precisamente, el poema que le da título: El oráculo de la vida y de la muerte. Tres palabras han de ser rescatadas: oráculo, vida y muerte. Ningún lector, en cualquier lengua, con el conocimiento temático, al leer la palabra oráculo, habrá de sustraerse de sus campos de significación. Tendría que hacer un periplo por la cultura griega, egipcia y romana y conceptualizar sobre la definición y función de los oráculos… De los más conocidos en la cultura occidental es el oráculo de la ciudad de Delfos, en Grecia, en la falda del monte Parnaso; el santuario del dios Apolo y el oráculo de Olimpia en la ciudad antigua de Olimpia. Los oráculos se caracterizaban porque, por medio de sacerdotes, sibilas o pitonisas, los dioses daban respuesta a una pregunta personal mediante técnicas adivinatorias.

A partir del título del libro han de esperarse revelaciones trascendentes sobre la vida y la muerte, temas estos de mucho interés para la filosofía, la religión, la ciencia y el arte. El lector es colocado en una avenida de juicios y prejuicios antes de entrar al salón de las esteticidades, antes de percibir la condición de lo poético en el lenguaje literario.

El título de un texto traza pautas para la comprensión de su contenido. Sobre esa barca se sube el lector para navegar por los mares procelosos o cerúleos del lenguaje. No espera encontrar vientos y tormentas que pongan en riesgo su travesía sensitiva. No vislumbra estados de angustias y ansiedades, ni tener que recurrir a la filosofía de la consolación de Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio (480-524/525), ni dejar que se justifique el mito de la Rueda de la Fortuna para reaccionar ante el texto.

Entrada a los análisis

La escritura de poemas suele ser una actividad íntima. Lleva consigo todos los mundos presentes y ocultos del autor. No existe el desdoblamiento del artista que lo desconecte con su obra. El vínculo con su producto artístico se encuentra quizá en una explicación transgeneracional. Los significados de las palabras y el lenguaje, en sentido general, también se explican por la herencia genética, lo cual ha valido muchas discusiones a biólogos, psicólogos, lingüistas y hasta sociólogos. B. F. Skinner (1904-1990) sostenía que la adquisición del lenguaje era producto de un proceso básico de aprendizaje; mientras que N. Chomsky (1928-?) defiende que el lenguaje es una capacidad innata que forma parte del acervo genético del individuo humano. El lenguaje es la casa del ser, sostenía Martín Heidegger (1889-1976), y nadie sale de la casa del ser dejándola atrás. Se la lleva consigo, sus realidades, luces, misterios y fantasmas.

Eso hace el poeta Julio Cuevas; cuando escribe, no lo hace de forma impersonal. Su impronta vital la deja en cada verso y en cada poema. Su ideal de trascendencia, principalmente el del yo, y la esencia de los otros, es notorio. Apunta a una metafísica personal, a una rebeldía ancestral.

En el poema Oráculo de la vida y de la muerte (primer poema), encontramos su poesía fundamental, al poeta en su contacto con fuentes metafísicas, cosa que veremos más adelante. No encontré relaciones primordiales entre los demás poemas del libro. El hilo conductor entre todos los poemas no existe, solo en algunos. La mayoría posee buena factura, individuación, individualidad y sentido propio; pero fuera del marco conceptual del poema primero y principal, como lo he catalogado. O sea, que podrían ser parte de otro texto con otra línea temática, como, por ejemplo, el poema “Antielegía a mis maestras”, “El traganíquel”, “Poema sin nombre” y “Cuando”, Elegía a Federico García Lorca, Lili, Ilusión, Morena linda, entre otros.

Las descripciones de paisajes y contextos aportan elementos culturales de una región. Se basan en creencias, naturaleza, vivencias, valor, libertad, coraje y rebeldía. Allí encontramos sentimientos del cimarrón y del patriotismo en Carta cimarrona a Juan Pablo Duarte. La hace para que el patricio “borre a los traidores”, “despierte a Lemba”, y “caliente los tambores de África”.

Análisis del primer poema

Esta es la primera estrofa del poema “El oráculo de la vida y de la muerte”:

Antes del vagido de la palabra / la serpiente fue. / Antes del plenilunio / la oscuridad cubrió tus labios. / Antes del antes / no hubo capricornio / sino acuario / y primero fue el verbo / y se hizo carne. Y primero fue la tempestad / y luego la calma. Y primero fue lo primero / y después el ventarrón / y sus aullidos. / Y el espanto del viento / y la esperanza / y luego la espera del olvido.”

Por los contenidos poemáticos se observa una anacronía de los sucesos. No existe una lógica del lenguaje. También, se aprecia una tensión entre el lenguaje del ser, el yo y la identidad.

Tensión entre el lenguaje, el ser, el yo y la identidad

Vamos por parte. En la primera estrofa del poema “Oráculo de la vida y de la muerte”. El primer verso del libro dice: “Antes del vagido de la palabra / la serpiente fue” (p. 9). Aquí el campo referencial de la palabra vagido nos lleva por múltiples sentidos. La palabra como logos supone una fuerza creadora, una acción telúrica, capaz de estremecer los linderos del vacío, de la nada. Nunca manifestarse como un gemido, un llanto, un lamento o un quejido. Desde una lógica divina, el Logos es Dios, y debiera ser o existir antes que la serpiente. Como dice, aparece en el segundo verso de la estrofa.  “Antes del vagido de la palabra / la serpiente fue”.

Otra anacronía es cuando se dice: "Antes del antes / no hubo capricornio / sino acuario". Resulta que el periodo de la constelación de Acuario, la cual discurre, con una duración de 4000 años, no precede, sino que antecede, a la de Capricornio. El 8vo. verso dice:"…y primero fue el verbo", cuando ya se había expresado que Antes había sido el vagido de la palabra.

Siguiendo una lógica de pensamiento, desde la analogía de la creación según los textos bíblicos, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, como reza en Juan 1:1-14 (Reina-Valera Antigua). Entonces, la conciencia primera es Dios, no la serpiente, la cual tiene su simbología en el jardín del Edén, por encarnar la seducción.

En los versos siguientes se destacan los vocablos, tempestad-calma, ventarrón, (los aullidos del ventarrón), viento (el espanto del viento), esperanza; y luego, la espera del olvido.

Pero, ¿cómo esperar el olvido? ¿Dónde está el “ansia de eternidad” metafísica? Todo para que al final el olvido gane la batalla. Por suerte, el olvido tiene las malas artes de comerse, el tiempo y la memoria. Nadie recordará nada.

No es cierto que en el texto todo termine en el olvido. No es más que una parada reflexiva, un vahído de la existencia, para que el poeta en la segunda estrofa se plante con su canto. “He aquí al ser que es… yo…" Ha irrumpido, ha retornado, “en el retorno que está en el otro / yo en la raíz plural de nosotros” (p. 10).

¿Quién es ese yo? Si no lo entendemos cuando se presenta por primera vez en ese verso, jamás lo haremos. Es un yo multiplicado en la otredad; plural, existente, “desde antes de anidar en el vientre” (p. 10), un yo que es un “eco mutante y mundano” y se construye “desde los estándares del nosotros” (p. 11).

Es un yo fuerte y dominante. “Yo digo aquí lo indecible”, su voz es fundacional, narra el principio de las cosas hasta que nace el poeta, otro demiurgo que “nombra los arcoíris / el escarabajo y las pulgas” (p. 12). El yo y el poeta son uno mismo; ambos acaban de nacer y lo hicieron, adultos de sabiduría. El poeta narra su propio nacimiento; era una hora de misterios, cábalas y bestias, en un espacio apocalíptico.

El nacimiento del sujeto-autor

El autor, Julio Cuevas, nació un día 23 de enero del año 1955, como consta en su biografía. En su poema escribe sobre ese hecho: “La polvareda sintió el relámpago / desde el ombligo / un 23 de enero de luna llena / corrían por los patios los cuentos de caminos” (p. 13). En versos escritos más adelante, revela el año. “Mientras fluía en el cielo / el salmo de un 1955”. Resulta que el 23 de enero del año 1955 era domingo. No hubo noche de luna llena, era luna nueva.

Aunque sin acierto en el nombre de la fase lunar, deja claro que quien nace es él, el poeta es él, y el yo al cual hace referencia es su yo.  Ese dato no le resta para nada al poemario; la lógica de esa poesía puede ser otra. No hay ningún desdoblamiento ni asume otra personalidad, porque no habrá ninguna otra que deba asumirse… El poeta había declarado que él “era” en la “raíz plural de los otros.” Estaba contenido en la otredad de donde construye su mismidad. “He aquí al ser que es… yo… / desde antes de anidar el vientre / en la mismidad del aliento de aquella / otredad que es mi propia vida.”

Tomaremos otro verso ya citado: “He aquí al ser que es… yo…”. Solo este verso de tanta profundidad da para producir una tesis filosófica de identidad. Un abanico de interpretaciones se abriría con la el riesgo de errar en la búsqueda de una analogía o respuesta coherente y demostrable. Definir la identidad del sujeto-autor-poeta es complicado, por decirlo de alguna manera.   Él lo sabe, por eso apela a su presentación. Lo hace estableciendo una especie de analogía con el pasaje bíblico del Ex. 3,13-14 de la Biblia, cuando «Moisés dijo a Dios: “Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarían cuál es su nombre.  Y entonces, ¿qué les responderé?”. «Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Luego añadió: “Tú hablarás así a los israelitas: Yo soy, me envió a ustedes".» Yo soy el que soy, es uno de los siete nombres de Dios, con “las implicaciones teológicas y místicas de la tradición judía medieval”.

El autor-sujeto-poeta entendía lo difícil que resultaría penetrar en su identidad. Sentía que era un yo-ser multiplicado en todos. Ese era su ideal, solo su ideal. Los otros, sin la aspiración de ser nosotros, necesariamente no estaban en eso. ¿Por qué? El autor—sujeto—poeta, se presentó en un contexto evocativo del pasado lejano, perdido en los anales de la cultura, esperando ser rescatado y hacerlo trascender. Lo hace en el tiempo y espacio de la comadrona y la curandera. Allí, en ese lugar donde se gritaba: “¡Qué llueva!”, “¡Qué llueva!”, “¡La virgen de la cueva!” El autor se presenta, con sus espadas poéticas, para desentrañar los olvidos. Dice: “He aquí el ser que es… yo.” Eso no le garantiza el ser escuchado por los otros y mucho menos —que junto a él— se conviertan en nosotros. Pero su grito está, su canto

Anuncia la esperanza redentora. Lo hace no porque semeje a Dios, sino para llamar la atención de todos, se declara cimarrón con su grito de identidad. “Yo soy el que es / quien se multiplica en el nosotros / el cimarrón seguidor de tus salmos nocturnos” (p. 28). Se considera un iniciado en los misterios. “La mediumnidad me convoca al rito” (p. 24), “Soy el iniciado que te persigue” (p. 24). “Soy el iniciado. / El que dejó su pan para buscarte milagros / en los templos”. Evoca los misterios de la serpiente, el kundalini, en una extraña carga de erotismo como si no se pensara en el ritual sagrado de la iniciación en los misterios mayores, en el conocimiento de los arcanos mayores como materia prima para el crecimiento espiritual: “Que no se detenga el kundalini de tus muslos. / Que caiga sobre mi lengua la mermelada de tu cuerpo. / Que sean tus palabras sentencias de aureolas en mis manos” (p. 27).

Frases, versos, metáforas

Aunque hemos centrado el estudio en el poema que le da título al libro, en los otros poemas incluidos, debe destacarse la imaginación del autor cuando articula el paisaje de su niñez y adolescencia en la región sur. O cuando describe un hecho y atiza juegos de palabras para hacer énfasis en el lenguaje de connotaciones y aderezar los versos elevando su condición estética. Veamos algunos casos: “Ustedes han domado el cimarrón lenguaje de la bayahonda y la guasábara…” (p. 35), refiriéndose quizá a quienes le dedica el poema (a su padre y a todos los agricultores). También, “la agraria agonía de las plantaciones (p. 38), “Nadie puede ignorar su húmeda sonrisa de guanábana” (p. 40), “Deja que la música de tus nísperos florezca en mi lengua” (p. 42), “Tamboriléame la vida” (p. 42), “Somos un trozo de tambora y güira renaciendo” (p. 44), entre otras.

Toma la metáfora del campo y los sembradíos para empalmar una poesía del contexto vivido. Así rescata la plasticidad del lenguaje del olvido. Devela los signos de la otredad, en la otredad misma, en el recuerdo y los valores declarados perdidos o desplazados. Trae lugares, personajes, cosas comunes: Moqui, su perro; el bar de Barito, el maíz, la torta y los panes de Tata; el gallo que canta tres veces, las chichiguas, la muchachada…

Donde el poema crece

En la estrofa número VIII es donde más sube el poema, el día de la proclama apocalíptica. Se recomienda leer estos versos de forma rápida para duplicar la emoción estética. El drama se hace veloz, el ritual es excitante hasta que “el cuchillo clava las amapolas” (p. 19). La estrofa IX sigue el éxtasis, el ritual de lo anterior. Es la hora del ruego, la suprema vocación de entrar al pasmo, al trance.

Parecía que el poeta era él mismo, mediador divino del oráculo. Pero no es así, clama a su propia pitonisa no para que le revele profecías, sino para que le devuelva la vida. "¡Ay! Mi oráculo / ¡Devuélveme la vida!" (p. 21). Y además, que le permita estar con ella. ¿Qué ha sucedido después de este ruego? La estrofa siguiente, la marcada con el número X. Ha pasado el trance. Toda la agitación presentada en las estrofas VIII y IX, desde la proclama apocalíptica, ha quedado atrás. ¿Qué ha quedado? Leamos: “Tengo en mi frente la marca de Caín / y desde tus caricias extiendo mis karmas de luz / para que tus dedos se hinchen / para sentirme caer silencioso en tus brazos” (p. 22). Ha habido un acogimiento del poeta por parte de una pitonisa.  Se ha liberado de todo, de la noción del odio, la miseria de los herejes y el rencor del pervertido. ¡Se ha convertido en profeta!   “Yo soy el profeta que dormita” (p. 32), defensor de la alquimia y convertido en el dios de los espermas. 

La vida y la muerte

Faltarían argumentos para justificar en el libro los conceptos de oráculo, vida y muerte, desde un enfoque místico, gnóstico y cultural. El importante caso del oráculo de Delfos: con la llegada del cristianismo, sus prácticas se consideraron paganas. El emperador Teodosio lo abolió definitivamente en el siglo IV y se acabaron los presagios. Apolo calló.

Queda en la cultura universal una memoria ancestral de aquellas creencias, que el autor de Oráculo de vida y de la muerte, lo asume como un elemento simbólico para enmarcar un contexto cultural del sur dominicano, donde las supersticiones han formado parte de su constructo. De ahí puede desprenderse la elección de la imagen de la calavera para la portada del libro. La misma, sería interpretada como una justificación de “parte” del título o por el simbolismo supersticioso que de ella se desprende. Se recuerda que la calavera, tanto en Hamlet de William Shakespeare (1564-1616) como en Fausto de Goethe (1749-1832), es el emblema de la caducidad de la existencia.

Asume simbolismos de multitud de rituales y derivados de antropofagia. También, aparece la calavera en los libros de alquimia en relación con la nigredo, asociado a la putrefacción e involucra a una disolución de la materia prima (Cirlot, J.-E., 1992). Eso no lo sugiere el texto o mi exégesis es limitada.

En el Oráculo de la vida y de la muerte hay, en la primera parte, una propuesta de metáforas refulgentes, chispazos intuitivos y profundos, donde se indaga la esencia de valores humanos, personales y sociales. Se verifica un rescate del apego a las creencias y tradiciones, aunque sea con una analogía de la cultura griega, egipcia o romana. Sucede así por ese legado cultural que antecede al hombre occidental.

El poeta Julio Cuevas no solo ofrece un texto rico en elementos poéticos, apostando a la diversidad de contenidos, y basado en las evocaciones de un pasado marcado por recuerdos, reconstruidos a manera de poesía. En vez de la develación de misterios y hechos al estilo de las pitonisas como mediadora de dioses olímpicos, en sus versos existen fibras de libertad, patriotismo, identidad, creencias, y sobre todo, la proclama de vencer los olvidos.

Domingo 18 de agosto de 2024

En Acento: Publicación No. 115

Consultas

Catardo, G. (2006). Hermenéutica y tropología en carta sobre humanismo de Martín Heidegger. Universidad Andrés Bello, Santiago de Chile. Revista de Filosofía Volumen 62, 59-72.

Cirlot, J.-E. (1992). Diccionario de Simbolismos. España: EDITORIAL LABOR, S.A.

Cuevas, J. (2021). Oráculo de la vida y de la muerte. Santo Domingo, República Dominicana: Tiempo de nosotros.

Matos, M. M. (26 de junio de 2022). Julio Cuevas y la cimarronía poética: rebeldía y libertad. Red Social CODi. doi:https://redsocialcodi.com/julio-cuevas-y-la-cimarronia-poetica-rebeldia-y-libertad/

Núñez, R. (22 de septiembre de 2023). El Oráculo de la vida y de la muerte. Acento.com. Recuperado el 11 de agosto de 2024, de https://acento.com.do/cultura/oraculo-de-la-vida-y-de-la-muerte-poemas-de-julio-cuevas-ii-9248640.html

Porcel Medina, Manuel; Pérez Álvarez, Marino. B. F. Skinner revisitado. 2022. Co-            presencias Editorial, ISBN: 978-8409462544. 502 p.

Leyte, A. (04 de 06 de 2006). La inhabitable casa del ser. Recuperado el 14 de 8 de 2024, de file:///C:/Users/Virgilio%20Lopez.Azuan/Downloads/243-1-476-2-10-20120620.pdf

Ortiz, D. (2017). Poesía y música en la consolación de la filosofía de Boecio. Revista Española de Filosofía Medieval, p. 35-53.

Sánchez, R. M. (2023). El debate entre seguidores de Chomsky y de Skinner sobre la llamada conducta verbal, es, en el fondo, una discusión sobre la esencia del lenguaje y las facultades cognitivas. Mente y ciencia.

Virgilio López Azuán en Acento.com.do