Este domingo 19 de mayo se celebra de acuerdo al calendario litúrgico católico el día del Espíritu Santo o Fiesta de Pentecostés. Unas de las celebraciones más importantes católicas, luego de los cincuenta días de la celebración de la pascua de resurrección del señor. En el contexto dominicano, en las cofradías dedicadas a esta manifestación, el pueblo cristiano y la Religiosidad Popular se unen por fe y devoción con una participación masiva y esperada.  Por eso las calles y parques de pueblos como Cotui, Comendador, Villa Mella, El Batey en San Juan y Banica, se confunden entre salves, atabales, oraciones, bailes, comidas, procesiones y durante el día en las vestimentas y ornamentas de los creyentes y devotos abunda el color rojo, color simbólico del consolador, como también se le llama en la iglesia al Espíritu Santo, simbolizado en una paloma dorada que guía las procesiones, en quien los devotos depositan la fe en sus milagros.

Portadoras de tradición del Espíritu Santo, con blusa blanca filomena Mota. Foto fuente externa.

He querido a raíz de la fecha compartir en esta columna un capítulo de mi obra: Cofradías del Espíritu Santo, dedicado al poner en valor el papel de las mujeres en las cofradías y la cultura popular dominicana.

La devoción, el trabajo, la entrega, la fe y las creencias de las mujeres en las cofradías dominicanas, no es menor que la devoción de los hombres.

Es la misma fe y esa cosmovisión no tiene género ni color. Por esta razón, el papel de las mujeres sobre todo de las negras afrodominicanas de la zona de Villa Mella, San Juan, Cotui y pueblos como Comendador en Elías Piña, así como otros, pero en este caso, hablo de los territorios objeto de estudios en mis investigaciones sobre las cofradías dominicanas del Espíritu Santo.

Las mujeres han sido fundamental en la preservación de las manifestaciones y celebraciones de las Religiosidad Popular dominicana, tal como ocurre en todos los espacios de la sociedad, reiteramos, sobre todo en las diferentes cofradías. A pesar de que en los últimos años se ha escrito mucho sobre la participación de las mujeres, poco es lo publicado acerca de su papel en la religiosidad, como portadoras y hacedoras de tradición e identidad ancestral, fundamentalmente nuestras mujeres, las pobres, las negras, las campesinas, las de los grupos populares, las que tienen apellidos ni nombres sonoros, solo su amor, humildad y saberes, esas que dedican sus vidas a la puesta en valor de sus creencias y practicas y las llevan consigo con espíritu alegre y para cumplir las promesas de generación en generación en las familias.

Recordemos que, en la mayoría de las grandes religiones, históricamente la mujer ha experimentado y experimenta en la actualidad un trato desigual en cuanto a sus derechos y su dignidad con respecto a los varones con los que comparte credo y prácticas religiosas.

Así ocurrió en la baja Edad Media y siguió ocurriendo entre los siglos XVI y XVII, cuando el papel de la mujer en la Iglesia católica estuvo relegado principalmente a la vida conventual, estando vedado a la mujer laica, no perteneciente a una orden religiosa, todo aquello que supusiera cercanía o familiaridad con lo sagrado.

Es por eso que leyendo lo que plantea Pérez González en su obra: “Mujeres y cofradías a finales de la Edad Media”, (2012), establece:

“Las mujeres y las cofradías mantuvieron distintos tipos de relaciones. Estos vínculos se manifiestan a través de diferentes ámbitos y se establecieron con la institución en general o con algunos de sus integrantes en particular”.

Mientras que el papel de la mujer en las cofradías, va más allá de la preparación de los alimentos y fogones en las actividades propias de la organización, o de la decoración de los altares para las fiestas o celebraciones a los difuntos. Las mujeres cofrades, como los hombres, también tocan y fabrican los instrumentos, componen y cantan las salves, bailan con la belleza y la delicadeza que las caracteriza, apoyan en las actividades cotidianas, ellas rezan el tercio en los velorios, cabo de años, horas santas y bankos.

Son muchas las extraordinarias mujeres que han dedicado sus vidas al servicio de esta cofradía y han sembrado la semilla del amor, el respeto y la participación familiar por generaciones. Por tal razón nos encontramos con mujeres que forman parte de ella en la actualidad que nos dicen con orgullo, que sus abuelas, madres, tías, hermanas, madrinas y amigas fueron también parte de la cofradía y hoy ellas honran sus vidas haciendo lo mismo.

A ellas también les ha costado que las dejaran dar el paso, en un país con una tradición secular masculina en el mundo de las cofradías y hermandades, desde las primeras que fueron fundadas. Por eso nos encontramos con grandes mujeres, aunque pocas conocidas, que hasta son las creadoras de cofradías, como el es caso de la Cofradía del Espíritu Santo de Comendar Elías Piña y la Doña Juana Sierra.

Sobre esta grandiosa mujer portadora de tradición del sur dominicano, en el capítulo cinco de mi obra Cofradías Dominicanas del Espíritu Santo (2023), de acuerdo a lo que plateaban sus sucesores en la cofradía, establezco:

La Señora Juana Sierra, apoyada por su marido el Capitán Piña, hermano menor del coronel y héroe nacional dominicano Elías Piña. En 1864, residiendo en Comendador, celebró por primera vez una fiesta al Espíritu Santo, causando la celebración religiosa popular un furor en el sacerdote de la iglesia católica del pueblo, por el apoyo brindado de los munícipes a la celebración. Ese año la fiesta al Espíritu Santo desplazó las patronales del pueblo de la iglesia católica, dedicada a Santa Teresa de Jesús.

En el caso de la Cofradía del Espíritu Santo de los Congos de Villa Mella, hablar de mujeres que ya se han ido a otro plano, como de otras que siguen vigente y activas en la cofradía a pesar de sus problemas de salud y edad como: Juliana del Rosario, Carmen del Rosario, Ana Ferrand, Rosanna Ferrand, Clara de Paula, Vitalina Nolasco, Catalina Vinicio, Berenice Brazobán, Josefina Minier y otras, es visibilizar la vida de las mujeres negras que, consagradas al servicio de la tradición, se han destacado y ya son caras conocidas en el país cuando con sus presentaciones nos regalan esos saberes, sus bellas voces con las salves centenarias que cantan y encantas, sus bailes únicos y sus toques de instrumentos aprendidos sin un maestro de escuela, sin partituras ni ninguna formación especializada, es un aprendizaje con el que nacen y se van haciendo, como forma de vida y resistencia negra, con la compañía de siempre de Kalunga, título que lleva esta columna cultural.

Ya en otros artículos hemos hablado de todo lo que significa para nuestro país y la cultura popular los aportes de mujeres como Enerolisa Núñez, La Reverenda, Petronila Catalino, ambas de Villa Mella.

Mujeres de la Cofradía del Espíritu Santo de Villa Mella en una presentación. Foto fuente externa.

Así como otras mujeres destacadas y valiosas de nuestra cultura popular como: Amancia Pérez, la eterna capitana de la Saranduga de Bani; Juanita Morel, la del famoso merengue cibaeño; Emeteria Mercedes, la reina de los atabales de El Seibo; Bibiana de la Rosa, de la loma de Mana, que a los casi cien años de su muerte, plantea Dagoberto Tejada, quien ha estudiado la manifestación, plantea, que todavía hoy su iglesia donde está enterrada detrás del altar, la gente le reza, pide, da las gracias, cree en ella y los más fanatizados esperan su regreso, característica de una personaje mesiánico.

La apreciada Jorgita Encarnación, la legendaria profesora de carabiné de la escuela de la sección de Puello en Comendador Elías Piña; mi querida Hilda Peguero, portadora de tradición de la celebración de San Juan Bautista en Villas Fundación Bani, cada 29 de julio; Filomena Mota, de Sierra Prieta, cantadora y tocadora de salve al Espíritu Santo, aun con sus 95 años; María Núñez Cleto, doña Tatica, portadora de tradición de Dolorita en Los Morenos de Villa Mella; María Elena Gisel, servidora de misterio del vudú dominicohaitiano en San Cristóbal; Cuncun, la mujer jefa de gagá en La Meseta de Elías Piña; Nereyda Rodríguez, La Doña, portadora de tradición afrodominicana toda su vida, folklorista, bailarina, coreógrafa y maestra consagrada de generaciones; Caridad Severino, la líder del extraordinario grupo Cari salve; Graciela Vallejo, portadora y mantenedora de tradición de la celebración de San Antonio en Haina, fallecida el pasado mes de marzo de este año.

Mujeres portadoras de tradición en la celebración del Espíritu Santo en Cotui. Fuente externa.

Si estudiamos a fondo, la Cofradía del Espíritu Santo de Cotui, la más antigua de todas, conoceremos grandiosas mujeres, como María de Reyes, icono de la manifestación, fallecida el pasado mes de febrero, otra con la que hemos compartido, es doña Rosa, portadora originaria de tradición del Espíritu Santo toda de toda una vida, a ella para nuestro libro, le realizamos una entrevista en mayo del año 2017 en Cotui y nos decía lo siguiente a estas dos preguntas:

  1. ¿Algún familiar suyo formó parte de la cofradía?
  2. Claro, mi abuela y madre, de ellas herede, es un compromiso de vida.
  3. ¿Qué significado tiene para usted el Espíritu Santo?
  4. Para mí, significa todo, después de Dios, el Espíritu Santo, ese es el que me tiene viva, el que me para de la cama todos los días, el que me cuida a mi familia. Yo siempre le pido con fe y mire ese que si me cumple.

Doña Rosa en Cotui, además de ser una respetada y valorada líder religiosa popular, representa a todas esas valiosas mujeres portadoras de tradición, identidad, religiosidad, rezadoras, cantadoras, cocineras, modistas de vestidos de promesas, servidoras de misterios y plazas, que ponen en valor, defienden, promueven y viven su identidad. Cuando visitamos la celebración del Espíritu Santo en Cotui, es obligatorio conversar con ella, bailar, compartir y disfrutar de su amor y fe contagiosa como devota, bailadora de atabales y uno de los troncos de la tradición, ya que según ella misma nos expresó, tiene más de 60 años en la cofradía, un compromiso espiritual y una herencia generacional que comenzó con su abuela, su madre y que ahora ella lleva con orgullo y respeto.

Doña Rosa, mantenedora de la tradición del Espíritu Santo en Cotui. Foto fuente externa 2023.

Que vivan nuestras mujeres portadoras de tradición popular, que se respeten valoren y reconozcan su legado como ellas merecen. Y que ellas sirvan de ejemplo para que otras mujeres continúen y mantengan poniendo en valor la tradición y la identidad popular. Hasta el próximo domingo.

Este articulo es parte del capítulo: El papel de las mujeres afrodominicanas en las cofradías, de la obra: “Cofradías Dominicanas del Espíritu Santo”, 2023, que pueden adquirir en la plataforma de Amazon en este link: https://www.amazon.com/-/es/Jonathan-Oleo-Ramos/dp/B0CKQ2Y9SM

Jonathan De Oleo Ramos en Acento.com.do