He hecho una lectura reciente de la famosa novela de Louise May Ascott, alejada ya del recuerdo de mi adolescencia. A veces tarda uno en entender los libros porque carecemos de conocimientos. Los comprendemos sólo en su superficie, sin alcanzar toda su complejidad. Bertholt Brecht decía que los placeres estéticos pueden ser simples o complejos. En este caso, me quedé en los simples.

”Mujercitas” estuvo siempre en nuestras bibliotecas escolares, porque el Secretariado de Orientación Bibliográfica de Acción Católica —en tiempos con mucha influencia— consideraba el libro ‘Indiferente’ desde el punto de vista moral y para lectores jóvenes. Lamento lo segundo porque encierra la novela en un nicho perverso. Está bien que la lean los jóvenes, pero es malo que se crea que es una novela sólo para ellos. Según otros, el tema únicamente importa a las mujeres. Es una novela de mayor espectro porque, aunque los protagonistas sean cuatro hermanas, la obra ilustra un elaborado concepto del mundo.

Tras las huellas de los “scholars” de Concord, L. M. Ascott es de un idealismo mitigado que sólo le parece útil cuando se carece del conocimiento práctico que obtiene el individuo integrándose en la naturaleza y siendo consciente de que la persona no se hace por la circunstancia, sino que la construye —no lo estimará así Ortega y Gasset—. Cada uno debe ser dueño de su destino y no someterse. Aquí se sitúa el origen del individualismo norteamericano, que literariamente culmina en “El manantial” (1943), de Ayn Rand y, en política, sigue luchando contra cualquier planteamiento comunitario. “Lo recto es lo que se conforma con mi ser, con mi conciencia: todo lo que pugna con ésta y con aquel es el mal”, escribió Emerson, porque el hombre debe sostenerse a sí mismo. Una creencia tan poco solidaria exige crear una moral y, sin duda, esa fue la labor de Alcott padre.

Las hermanas insisten en su pobreza ligada a la satisfacción por el trabajo, manual o mental, y en la importancia de la modesta labor doméstica y del esfuerzo de institutrices y tutores, poco considerados pero esenciales. Alcott padre fue el mejor representante del trascendentalismo y un orador elegante; es natural que influyese en su hija Louise May. Frente a la estructura social de origen inglés, “Mujercitas” defiende la ética del trabajo y del esfuerzo personal, por lo que se concluye que no hay mejor lugar para vivir que Estados Unidos.

Margaret Fuller, la feminista de primera hora, también formó parte del grupo de Concord, se hizo cargo del periódico, y sus tertulias —que dieron pie al libro “La mujer en el siglo XIX” (1855)— influyeron en la fundamentación de los derechos de la mujer, que unieron a la defensa del abolicionismo. Hay que proteger al débil y a las mujeres, sin importar clase social, edad o color de piel, dijo Emerson, pero también establecía un curioso conjunto: la justicia “para el negro, el pobre y el borracho” se justifica por el ‘yo’ del que actúa, no por quien recibe el beneficio. Fuller es más estricta: “Es un error vulgar que el amor, “un” amor, conforme la integralidad de la experiencia para una mujer; nació también para la Verdad y para el Amor en su plena energía universal”. El indígena, en cambio, no existe para este grupo de “scholars”.

Desde las  “Observaciones sobre la literatura nacional”  (1823), de Channing, se defendió la autonomía cultural frente a Europa y la importancia de vivir en lo que ellos denominan exclusivamente América. “¿Será América un simple eco de lo que se piensa y escribe bajo las aristocracias del otro lado del mar?”. El ensayo de Emerson “El escolar americano” (1837) se considera como la declaración intelectual de independencia. El hombre de Nueva Inglaterra, no está hipotecado por las opiniones europeas y debe saberlo. Esta reclamación americanista llegará a José Martí, quien lo defenderá en “Nuestra América” o en su carta a Manuel de Jesús Galván, tras leer “Enriquillo”: “Acaso sea la manera de escribir el poema americano”. Una visión, en el fondo, individualista del país. La novela “Mujercitas”, vista así, importa como  una obra fundacional de una nación que se sustenta en el individuo y la familia.

 

Jorge Urrutia en Acento.com.do

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