Múltiples características podemos resaltar de la filosofía contemporánea. De las que cabe mencionar sus constantes “giros” que han impactado en el modo de reflexionar los contenidos de la realidad humana. No haremos un riguroso levantamiento de ellos, pero si me pidieran mencionar algunos diría: giro lingüístico, antropológico, cultural, giro pragmático, fenomenológico…

Estas diversas transformaciones producen cambios en las denominadas disciplinas filosóficas donde encontramos a la Ética. Desde mi punto de vista, percibo que desde hace unos años se ha producido lo que denomino como “giro hermenéutico de la Ética”. ¿Qué significa dicha expresión y cómo se constata a partir de la segunda mitad del siglo XX y este que corre?

A partir de la publicación de Verdad y método del filósofo alemán Georg Gadamer, se habla de “rehabilitación de la razón práctica”. O sea, la de volver a recuperar la fuerza y capacidad del juicio práctico que implica la toma de decisiones que sean justas, insistiendo en el ideal de esa razón como nuevo paradigma de la comprensión humana. Esta mencionada razón, se sustrae al tan parangonado ideal tecnocientífico de la racionalidad, que algunas corrientes impusieron como única vía para poder decidir lo que es justo o no, en diferentes casos.

En su obra, Gadamer no solo rehabilita a la razón práctica, sino que además recupera la Ética como forma de conocimiento en la que se juegan los procesos de humanización y la formación cultural de los sujetos. Se rescata, al mismo tiempo, el pensamiento de Aristóteles, quien en su Ética a Nicómaco ofrece cátedras en torno a la naturaleza moral del ser humano y la necesidad de salvaguardar el Bien Común desde la política. A propósito de abordar las virtudes que encarnan los valores y la fuerza de la norma entendida no como impedimento, pero si como parámetro de las acciones humanas que la inclinan hacia el bien y lo justo; hacia el término medio y no hacia el desenfreno que provoca los extremos.

A partir de ahí, el giro hermenéutico de la Ética, como disciplina y reflexión sobre la moral, no se ha detenido. Y lo podemos comprobar en las obras de muchos filósofos que han puesto su grano de arena en esta nueva condición por la que atraviesa hoy la filosofía moral. Desde Paul Ricoeur a Richard Rorty. Pasando por las complejas indagaciones de un Michel Foucault o Jürgen Habermas. Hasta llegar a Gianni Vattimo quien propone una ética de la interpretación. O la gran Martha Nussbaum quien vuelve a hablar con nuevos aires sobre el fenómeno de las capacidades. Un fenómeno que ya la hermenéutica recuperaba en su concepto de aplicación a propósito de la retórica y la capacidad lingüística como moldeadora de cualquier proceder que involucra la experiencia.

Lo cierto es que hablar sobre el “giro hermenéutico de la ética” es tematizar el hecho de que los valores y la construcción moral de las personas involucran grandemente al fenómeno de la interpretación. Pero, también, es volver al hecho inobjetable de que la justicia, el bien, el derecho, las reglas del juego en una sociedad, solo son posibles porque existe algo que las pone en marcha, más allá sin dudas, que la implementación de una ley: la comprensión humana.

En otro momento, nos gustaría seguir ampliando estas ideas con el objetivo de esclarecer este cambio de marcha en filosofía contemporánea que ha afectado, sin temor a equivocarnos, a la Ética como disciplina práctica y como corroboradora del ejercicio de la libertad.