Luego de mi último artículo, ¿Podemos tener un liderazgo servidor en la literatura dominicana?, me llegaron comentarios, muchos buenos, otras críticas o evaluaciones sobre la incapacidad de movernos a un liderazgo más genuino, y me surgió otra pregunta al evaluar dos aspectos que exprese allí, aquí cito nuevamente:
1-La imperiosa necesidad de líderes de generar un “reino” o espacio al que otros deben pertenecer, como si ello fuera un impedimento para el mismo liderazgo ejercer su papel y capacidad.
2-Raíces profundas, como el síndrome de Procusto, proveniente de la mitología griega, una metáfora que describe el comportamiento de personas que intentan motivar a los demás a adaptarse a un patrón preestablecido, del que no se deben salir.
Entonces seguí elaborando la pregunta: ¿qué nos impide movernos a ese nivel de innovación y modernidad que anda tan campantemente en otras industrias y que en nuestra literatura se hace tan difícil?
En esta ocasión me atrevo a decir, yendo a la pregunta que Luis Reynaldo Pérez, editor, poeta y escritor colega, me indujera luego de leer el artículo: ¿el ego-centrismo artístico es el gran responsable del retraso en la gestión literaria de la República Dominicana? Surgió una pregunta mucho más interesante, ¿podemos pensar en tener equipos eficaces, dentro de una esfera tan sensible al ego y a la primacía como es el arte y literatura? Algo normal, debo decir, no importando a la rama que apuntemos en el arte.
Sin ánimos de señalar manos ni cabezas, puedo decir que sí; no por el simple hecho de que seamos artistas significa que podemos tener una única manera de hacer las cosas, siento y aseguro que eso no está escrito en piedra. Este artículo está pensado para levantar preguntas, ¿por qué no podemos tener entonces mejores estados de las cosas, pudiendo traer de aquí para allá conocimientos y prácticas de otras áreas que nos ayuden a disrumpir en la literatura dominicana?
En 2018, mientras estaba de visita a mi universidad de maestría en Nueva York, encontré un libro muy interesante que se titula, El ADN del Innovador, (The ADN Innovator, en inglés) un best selling book de los autores Jefff Dyer, Half Gregersen y Clayton M. Christensen, profesores americanos de estrategia, liderazgo y negocios, respectivamente.
Este trío de autores plantea lo siguiente: un innovador que es capaz de disrumpir los sistemas bajo los que trabaja, no nace, se hace.
Junto a ello observé lo más importante de este artículo, los siguientes hallazgos:
Existen dos tipos de profesionales: creativos, emprendedores, empresarios, maestros, ingenieros, arquitectos, escritores, profesionales en general: Los DELIVERY y los DISCOVERY, los primeros son aquellos que están acostumbrados a una metodología de trabajo y siguen un patrón para realizar sus tareas y ejercer su liderazgo sobre lo establecido. Los segundos son innovadores que no les importa el canon establecido para trabajar, retan el estatus quo y saltan de un lugar a otro buscando desarrollar ideas; poniendo toda su capacidad creativa a funcionar. No le tema a jugar con lo que tiene en frente.
El ADN del innovador también habla de cinco habilidades para convertirnos en innovadores: cuestionamiento, observación, asociación, experimentación y networking. Habilidades que fomentaron y pulieron en sus ambientes y equipos, grandes mentes de la innovación, casos hay muchos.
Cuando leí sobre el “cuestionamiento” y el famoso “¿qué pasaría si?”, me quedé pensando, ¿qué pasaría si hiciéramos las cosas diferentes y en vez de tener empresas culturales con un modelo de servicios, tuviésemos empresas con modelos que buscan soluciones específicas a los escritores o clientes en general; tratando de generar un mercado? “¿Qué pasaría si estuviésemos reunidos semanalmente discutiendo nuevas ideas sobre cómo salir a camino en la literatura con lo que tenemos en las manos?, ¿qué pasaría?
La otra habilidad que me llamo la atención fue la “asociación”, es decir qué pasa si mezclamos cosas que no están llamadas a mezclarse pero que sabemos pueden funcionar juntas, cuando pasamos de un lado a otro conceptos, estrategias, metodologías e inventaríamos con ellas nuevas ideas y propuestas.
El título de este artículo no es para apuntar a nadie, pero si para levantar la curiosidad de por qué seguimos ensimismados en el mismo lugar.
No creo que el ego-centrismo sea el único responsable del retraso en la gestión literaria, si creo que el mayor responsable ha sido nuestra incapacidad de soñar, pensar de manera diferente y hacer equipo, algo que también es difícil pero no imposible.
Estamos llamados a innovar, y creo que es un tesoro guardado en los dominicanos, y no hemos profundizado en el tema. Es hora de ponerlo en la luz, obtener nuevas formas de trabajar, y generar conversación alrededor de la innovación.