Este sábado 2 de noviembre, como cada año se conmemoró el día de los fieles difuntos, de finado o día de los muertos. Con motivo de la fecha fuimos invitados a compartir una conferencia conversatorio por el Northern Manhattan Community Land Trust de New York la noche del viernes 1ero de noviembre, organizado por las activistas dominicanas residentes en Estado Unidos, Vannia Lara y Paloma Lara con la idea fundamental de aprender sobre la fecha y honrar a los difuntos dominicanos fallecidos en New York.
Dia de muertos, Espíritu Caribeño
La conferencia tenía como título: Dia de muertos, Espíritu Caribeño, fue una noche de muchos aprendizajes, de compartir miradas, saberes y experiencias junto al público presente de todas las edades, donde además había personas de otras nacionalidades interesadas en el tema. La actividad inició luego de la presentación de un servidor, con una pregunta para abrir el conversatorio. La joven Vannia nos preguntó: Tradicionalmente el tema de la muerte ha sido considerado como tabú, o tratado con desinterés. Pero en tu caso, la muerte y su estudio siempre han sido de tu interés. ¿Por qué es importante estudiar las manifestaciones en torno a la muerte?
Esa pregunta la respondimos desde nuestra mirada y sobre todo desde nuestras vivencias, la misma no la vamos a describir con ustedes, pero aprovechamos la ocasión para públicamente agradecer a los jóvenes organizadora y la institución, por la invitación a compartir en esa noche y vivir esa experiencia tan bonita.
Lo que vamos a compartir con los lectores de esta columna, es un trabajo sobre el tema de la muerte con el mismo título que tiene el artículo y que publicamos como artículo científico en la Revista internacional indexada de Ciencias Sociales Dominio de la Ciencia, en su volumen 9, núm. 1. Enero-marzo, 2023, pp. 1293-130. Luego ese mismo trabajo fue presentado y seleccionado por el Comité Científico de la Casa del Caribe para una ponencia dentro de la celebración del Festival de Caribe de Santiago de Cuba en julio del año 2023, que fue dedicado a las tradiciones de la celebración de la muerte y tuvo como invitado a México, donde la tradición fue declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por el UNESCO en el año 2008, celebración en la que por varios años participamos y que conocemos muy bien por vivir en México en nuestros años de estudios.
En el festival de Santiago de Cuba junto a colegas mexicanos preparamos varios altares de muertos, uno de ellos tipo túmulo, dedicado Máximo Gómez vinculado a la cultura de Villa Mella, el altar se instaló en el Centro Africano Fernando Ortiz de Santiago de Cuba. Todos sabemos la trascendencia que tiene el insigne dominicano banilejo Generalísimo Máximo Gómez Báez para la historia cubana y todos los cubanos.
El estudio de la muerte, sus rituales, características, trascendencia, trasformaciones y su vinculación con la cultura popular dominicana, de la isla, del Caribe y Latinoamérica siempre ha formado parte de mis líneas de investigación.
Fue en México estudiando antropología, que surgió mi pasión y amor por los estudios de la muerte y los cementerios, aunque desde niño ya estaba haciendo observación participante y etnografía, aun sin saber que iba a estudiar antropología, ya que asistía a los velorios, entierros, nueve días, velas, cumple mes, misas, cabo de años, bancos y horas santas acompañado de mi abuela materna Matilde Ramírez que en paz descanse, la que me crió desde los tres meses y con la que viví hasta los quince años cuando falleció en mis brazos la noche del siete de noviembre del año 2005 en la emergencia del hospital Francisco Moscos Puello del ensanche Luperón del Distrito Nacional, a consecuencia de un infarto fulminante. A partir de ese día mi vida cambio y todo es historia.
Una mirada antropológica al día de los muertos
Introducción
Hoy existe la compresión del significado y la responsabilidad que implica la protección y preservación del patrimonio cultural, por parte de los gobiernos, de las instituciones educativas, de la sociedad y del común de la gente, que deben ser partícipes en su protección y difusión para las nuevas generaciones.
En concordancia con lo expuesto (Reynosa, 2015) argumenta que, en el contexto internacional actual, el patrimonio cultural y la identidad, cada vez cobran mayor vigencia. Ambos son vitales para la conservación, disfrute y sostenibilidad de las tradiciones y bienes socioculturales. También expone este autor, las tradicionales referencias teóricas señalan que el patrimonio cultural se podría explicar a partir de dos vertientes fundamentales: patrimonio cultural tangible (material) y patrimonio cultural intangible (inmaterial) (Reynosa, 2015). Sobre lo formulado, es posible decir que dentro de los bienes inmateriales reconocidos por la UNESCO se identifican aspectos de la cultura y las distintas manifestaciones de la “cultura viva” como tradiciones, expresiones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, conocimientos, artesanías, entre otras(Jiménez & Seño, 2018).
En esta línea fundamental se inscribe el Día de los Muertos, que según el documento emitido por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos-México (CNDH), es una conmemoración que forma parte de la lista del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desde el año 2003, en el interés de que sus actores tengan clara conciencia de su valor y prevalencia (CNDH, 2019). Con la Convención de Salvaguardia de Patrimonio Cultural Inmaterial (2003) se reconoce la importancia de preservar los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconocen como parte integrante de su patrimonio cultural (UNESCO, 2016).
En este orden de ideas, la Coordinación Nacional de Patrimonio Cultural y Turismo de México (CONACULTA) enfatiza, que la festividad indígena dedicada a los muertos constituye una de las manifestaciones culturales más trascendentes y significativas de México, reconocido a nivel internacional como una de las más importantes manifestaciones culturales de América(CONACULTA, 2006). Adicionalmente el referido organismo, destaca que los estudios históricos y antropológicos han permitido constatar que las celebraciones dedicadas a los muertos no sólo comparten en México una profundidad histórica que pone de manifiesto la tradición secular, sino también su diversidad contemporánea de manifestaciones, en razón de la pluralidad étnica y cultural sobre la que se sustenta el país (CONACULTA, 2006).
Vale decir que, si bien es cierto que la celebración anual destinada a los muertos ha sido reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, con relación al culto mexicano, esta es una fecha muy particular, llamativa e importante, desde las creencias, la fe, la idiosincrasia y la cultura de los diferentes pueblos del mundo que la esperan para conmemorarla y rendir cultos a los que ya se han ido a otro plano o dimensión, pero que viven en la memoria y los corazones de sus parientes. De acuerdo con las apreciaciones de Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) en cada país que conforma América Latina se realiza esta celebración con diversos elementos en común, como las ofrendas de comida y los altares, que suelen estar plenos de simbolismos católicos (ILCE, 2021).
En la cosmovisión andina que connota un sentido geográfico y topográfico que refiere a la región montañosa de América del Sur (que incluye Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile) y de cuyas condiciones han surgido diversas culturas, la muerte implica el final de la vida física, biológica, pero no de la existencia del alma (nuna o camaquen). El alma se irá a otro mundo, y volverá cuando sea nombrada, hacia donde su cuerpo yace. Se trata de un descanso relativo, ya que el espíritu del difunto tendrá que afrontar en su nueva vida trabajos no exentos de sufrimiento: se sabe que uno sigue viviendo en el otro mundo tal como ha vivido en este. Siendo natural no es motivo de desesperación (Krmpotic & Vargas, 2018).
En el caso concreto de República Dominicana por su origen y su cosmovisión como otras naciones, es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad, es la concepción que se tiene sobre la vida, la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ellas. Al respecto, (Arias, 2005) destaca, en República Dominicana, a diferencia de México, el día de los fieles difuntos es una celebración familiar de veneración y recordación a los muertos.
Según el sociólogo Carlos Andújar: “consiste en pequeñas ofrendas, visitas al cementerio para ordenar limpiar y compartir un momento con el espacio del difunto: la tumba”, Andújar explica también, que en conmemoración a este día se ejecutan cánticos religiosos y salves, se rezan oraciones, se hacen despojos para liberar el cuerpo de alguna energía negativa y responsos para reverenciar al muerto y hacer alguna que otra petición. Los altares más comunes para esta celebración son los túmulos, que tienen una estructura de 3 niveles: aire, fuego y agua (Arias, 2005). En atención a lo anterior, esta investigación plantea aportar desde una visión antropológica, sobre la celebración o conmemoración del día de los muertos, los fieles difuntos o finado sen América Latina y el Caribe.
El paso de la vida a la muerte es un momento emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. Es decir, que esta inteligibilidad de lo impensable también lleva a los individuos a reciclar imaginarios, cosmologías y a reinventar los rituales que sustentan una metafísica de los desaparecidos (Delacroix, 2020).
En este sentido, para (Hidalgo, 2011) la muerte, por su valor central en la formación de conciencia social, constituye un fenómeno privilegiado de las representaciones colectivas. Aun cuando representa un cambio individual, implica también una modificación en la actitud de toda la comunidad. Los difuntos ocupan entonces, un vasto espacio en el contorno de deudos vivos. Y figuran en la vida cotidiana no sólo en camposantos y cementerios, sino además en genealogías, estatuaria, homenajes en aniversarios, nombres de escuelas, colegios, parques y calles, e incluso en numerosas referencias de la memoria histórica, sin que tengamos plena conciencia de esta abrumadora presencia (Tavares Clenis, 2019). Ahora bien, una de estas costumbres y tradiciones lo constituye el Día de los Muertos, el cual se basa en la doctrina de que las almas de los fieles que al tiempo de morir no han sido limpiadas de pecados veniales, o que no han hecho expiación por transgresiones del pasado, no pueden alcanzar la Visión Beatífica y se les puede ayudar a alcanzarla por rezos y por el sacrificio de la misa.
Origen
La práctica religiosa hacia los difuntos es sumamente antigua. El profeta Jeremías en el Antiguo Testamento dice: “En paz morirás. Y como se quemaron perfumes por tus padres, los reyes antepasados que te precedieron, así los quemarán por ti, y con el “¡ay, señor!» te plañirán, porque lo digo yo —oráculo de Yahveh” (Jeremías 34,5). A su vez en el libro 2°de los Macabeos está escrito: “Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para quedaran libres de sus pecados” (2 Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, en los primeros días de la cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos. Adoptada por Roma en el siglo XIV, pero se remonta varios siglos atrás. (Bedoya, Jorge 2014).
En Europa, su origen tiene relación con una antigua celebración Celta de inicio del invierno, llamada hamonis, que se realizaba a comienzos de noviembre. El rito fue posteriormente sincretizado por los romanos con la Cosecha de la Manzana, celebrando a Pomona, Diosa de la Fruta (Garnier, 1904). En el año 980, con el fin de mantener el dominio espiritual de la Iglesia sobre una práctica profundamente arraigada, el rito fue incorporado al cristianismo por el abad de Corvey (Rogers, 2002).
En los Andes centrales, como denotan las crónicas de (Guaman Poma de Ayala, 1980) sobre los Incas, esta festividad, al igual que en Europa, coincidía con el actual principio de noviembre. Aunque no se han encontrado investigaciones que desarrollaran esta semejanza, dicha coincidencia sugiere un fenómeno astronómico análogo en ambos hemisferios interpretado de forma similar (Ramírez, 2002). En América, actualmente la importancia de la conmemoración a la muerte en la región se evidencia en el calendario oficial de la mayoría de los naciones. Salvo algunas excepciones, este es un día feriado en el continente. En Sudamérica, con excepción de Argentina, Paraguay, Venezuela. En ciertos países, como Chile, Colombia, Guatemala, Perú, es feriada el 1 de noviembre, “Día de Todos los Santos”. En Bolivia, Brasil, Ecuador, México y Uruguay, es el 2: “Día de los Difuntos”. En otros países, la celebración está sujeta a movilidad (Mardones, 2020).
En los países donde la relevancia demográfica y cualitativa de los pueblos Amerindios ha sido históricamente reducida o comprimida, la preeminencia de este festejo fue ejercida desde el cristianismo, como en Argentina, Chile, Brasil o Uruguay. En aquellos países donde los pueblos indígenas son demográficamente considerables, social y políticamente, como es el caso de Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú, la celebración hacia y con los muertos se presenta de una forma sincrética entre los usos y prácticas amerindias y cristianas. En todos los países donde se conmemora, el rito es celebrado en la misma época: entre fines de octubre y principios de noviembre (CONACULTA, 1984)
Día de los Muertos, recorrido por las latitudes
El culto a la muerte en países como México no es algo nuevo, pues ya se practicaba desde la época precolombina. Así mismo, el en calendario meixa, que se localiza en el Museo de Antropología del país, se puede observar que entre los 18meses que forman este calendario, había por lo menos seis festejos dedicados a los muertos(Garcés, 2019). Ciertas creencias populares relacionadas con el Día de los Difuntos son de origen pagano y de antigüedad inmemorial, con el devenir del tiempo se ha encontrado que, posteriormente, los evangelizadores cristianos de tiempos coloniales aceptaron en parte las tradiciones de los antiguos pueblos mesoamericanos, fusionándolas con las tradiciones europeas, para poder implantar el cristianismo entre dichos pueblos (Vázquez, 1973).
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias Mexica, Maya, Purépecha y Totonac. El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar Mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte", actualmente relacionada con "La Catrina", personaje de José Guadalupe Posada y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la Tierra de los Muertos.
Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos (Ammerman, 2014). De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración no es propia de todos los mexicanos puesto que, pese a ser una fiesta que se ha convertido en un símbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines educativos) en las escuelas del país, existen muchas familias que son más apegadas a celebrar el “Día de todos los Santos” como lo hacen en otros países católicos. Además, cabe mencionar la fuerte influencia de los Estados Unidos que, al menos en zonas fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la cual se celebra cada año con más frecuencia y en un mayor número de hogares. De ahí también que exista una inquietud entre los propios mexicanos de querer preservar el Día de Muertos como parte de la cultura mexicana sobre otras celebraciones parecidas (Perdigón, 2017).
En la República Dominicana la costumbre es encender velones, velas, visitar y limpiar los panteones y colocar flores, realizar misas y Hora Santa, para recordar y rendir tributo a sus deudos. Además, en esta fecha se realizan acciones con el objetivo de promover el respeto y homenaje a los familiares fallecidos y allegados, existe una costumbre en los habitantes del campo y de las zonas rurales de encender una vela por cada familiar o allegado fallecido que depositan en el patio de su casa, tradición que se ha ido perdiendo por la transformación de la cultura. Unas de las tradiciones que se realizan ese día, es la visita obligada a la tumba del Barón del cementerio, ya sea por motivo de fe y creencia, como por curiosidad. El Barón del cementerio, es el primer muerto del cementerio, que la religiosidad popular sincretiza con San Elías, el santo de la iglesia católica (Descola, 2015).
En Guatemala se realiza para la fecha el Festival de los Barriletes Gigantes, un evento popular en Santiago Sacatepéquez y Sumpango, no lejos de La Antigua Guatemala, es una de las celebraciones más coloridas y descomunales de Guatemala. Celebrado el 1 de noviembre, es una oportunidad para que los guatemaltecos se comuniquen con sus difuntos; además, los cementerios se adornan para recibir a las familias y visitantes (Perdigón, 2017).
Por otra parte, los indígenas Kakchiqueles tienen la costumbre de construir cometas de madera o bambú, que pueden alcanzar de 5 a 10 metros de diámetro; cubiertas con papel de seda multicolor, se elevan sobre los cementerios para comunicarse con los difuntos. El hilo de la cometa permitiría que las almas de los muertos descendieran al mundo de los vivos, en medio de un ambiente de fiesta, comida y música tradicional.
En Costa Rica suelen crear altares en sus casas, diseñados especialmente para esta festividad, con el fin de honrar a los muertos. Luego, las familias realizan una visita ritual a las tumbas decoradas con coloridos adornos en los cementerios locales. Aunque no hay grandes desfiles en las calles, los restaurantes y los parques suelen estar llenos de gente en este día festivo. Cada 2 de noviembre se realizan en San José grandes fiestas abiertas al público; basta con acercarse, por ejemplo, al Cementerio Central del Calvario para disfrutar de las diversas actividades que organizan los lugareños, desde actuaciones de música hasta disfraces y danzas tradicionales (Possamai, 2015).
En el Salvador en la localidad de Tonacatepeque, se celebra el Festival de la Calabiuza en la que, cada 1 de noviembre, los lugareños celebran el folclore, mientras visten atuendos alusivos a los mitos y leyendas más representativas del país. Al final, los asistentes se concentran en la plaza del pueblo para comer calabaza con miel, cocinada en fogones gigantes. Por su parte, el Día de los fieles difuntos, el día 2 de noviembre los habitantes acuden al cementerio a visitar a sus familiares fallecidos, poner flores en sus tumbas y compartir una comida.
Otra tradición propia del municipio de Nahuizalco, en el Departamento de Sonsonate, es la celebración de los Canchules cada 1 de noviembre. Consiste en preparar los altares de los difuntos, decorándolos con flores, comida, velas, confeti, objetos diversos y fotografías del difunto. En grupos, los habitantes caminan de altar en altar pidiendo tamales, chocolate, frutas y repitiendo el siguiente estribillo: "Somos ángeles, hemos caído del cielo, pedimos canchules para el camino" (Morales, 2013). En Nicaragua no todos los habitantes celebran el Día de Muertos de la misma manera.
En León es tradición cocinar y ofrecer buñuelos de viento y buñuelos de piedra a los familiares que visitan el cementerio de Guadalupe. En el municipio de Diría, Granada, es costumbre ofrecer un “atol de ánimas” en el cementerio municipal; luego, los habitantes se reúnen en torno a esta bebida con la esperanza de interceder a favor de las almas de los difuntos que se encuentran en el purgatorio para ayudarles a salir más rápidamente de él. Esta es una antigua tradición indígena que solo existe en Nicaragua. En cuanto a los habitantes de Carazo, celebran el Día de Muertos ofreciendo “Chilate”, una bebida típica nicaragüense, a los familiares que visitan los cementerios. (CUVI, 2008).
En Ecuador, el Día de los Difuntos o Finados se realiza cada 2 de noviembre conmemorando la partida del que en vida fue un ser querido. Se tiene por costumbre visitar los cementerios donde se encuentra su última morada, arreglar su tumba, colocar flores, y en un acto de fe realizar unas oraciones para el descanso de su alma. También se tiene por tradición saborear de una bebida tradicional denominada “Colada morada”, acompañada de las famosas “Guaguas de pan”, en compañía de sus familiares y amigos más allegados y con el recuerdo presente de aquellos que ya no acompañan en ésta vida.
Por otra parte, se ha encontrado que, en la cosmovisión indígena, sus muertos no mueren, sino que pasan a otra vida donde el diálogo es posible. Los ingredientes principales para "dialogar" con los muertos son el “Champús” y el pan amasado en casa. La preparación del champús, el alimento ritual funerario de los pueblos del norte, requiere harina de maíz, panela y hojas verdes de limón. Esta preparación es consumida exclusivamente en noviembre o en los funerales de adultos y es considerada como la colada predilecta de los muertos(Herrera, 2012.).
En Bolivia se comienza a celebrar el 1 de noviembre con la preparación de las ofrendas (panes con formas alusivas: animales, escaleras, cruces), que se colocan en casas de familias. Se decora una mesa con las ofrendas, se encienden velas y se colocan flores, a la espera del alma de la persona fallecida.
El 2 de noviembre se realiza un rezo y se recoge la mesa, repartiendo las ofrendas entre familiares, amigos y vecinos que participaron en la celebración. Se visita a los difuntos en el cementerio, colocando en su tumba flores y coronas florales (Chesnut, 2013). En Perú se visitan a los cementerios, colocando ofrendas delante de las imágenes y recuerdos de los difuntos: guaguas de pan, pan de maíz y de centeno, así como platos tradicionales favoritos de los difuntos. Familiares, amigos y conocidos se reúnen para recordar a sus seres queridos fallecidos, degustando licores, platos y potajes.
El 2 de noviembre en Cuba es uno de los pocos días en que se rompe la tranquilidad y el silencio que caracterizan a los cementerios. Muchos son quienes llegan a estos lugares, distantes a veces de sus casas, para venerar a los que partieron. Aunque podría llamarse Día de Muertos, se conoce como el de los Fieles Difuntos, una tradición tan antigua que nadie recuerda su origen y con el paso del tiempo se ha convertido en una costumbre propia de los adultos, a veces ignorada por los jóvenes. Si bien ha sido estandarizada en el país, se conserva con mayor fervor en los pueblos o regiones provincianas.
En estos sitios, los campos santos tienen una dimensión más pequeña y es fácil verlos abarrotados, sobre todo en horas de la noche, cuando la luz de las velas supera al alumbrado público. (ICONACULTA, 2006). En Argentina simultáneamente se conmemora el Día de los Muertos por la Patria, instituido a partir de la iniciativa del profesor correntino Dr. José Alfredo Ferreira, en el año 1910. En la ciudad de Buenos Aires, el Día de los Difuntos, nombrado en quechua como aya markay quilla o Wiña y Pacha, en aymara, es celebrado por migrantes del área andina central, principalmente del occidente boliviano, del Noroeste Argentino (NOA) y sureste peruano, así como sus herederos porteños (Porteño es el gentilicio de los oriundos de la ciudad de Buenos Aires). Actualmente la fecha representa uno de los rituales más significativos en el proceso de aymarización y quechuización experimentado en la metrópolis (Mardones, 2016).
Vestidos de negro, blanco y púrpura, los creyentes en el Vudú de Haití visitan cementerios durante el “Fete Gedé” anual, el Festival de los Muertos. La celebración de los espíritus, que con frecuencia se lleva a cabo durante los primeros dos días de noviembre, coincide con las festividades católicas del Día de Todos los Santos. Durante el festival, los creyentes se visten como espíritus Gedé conocidos como “Loas” y dicen que son poseídos por los que escuchan sus oraciones y que proporcionan favores a los miembros de su congregación “El espíritu Gedése ha manifestado en mi cabeza durante 30 años”, dice Ateis Auguste, que vende comida frita en las calles de Cité Soleil, uno de los barrios más pobres, violentos y sobrepoblados en las afueras de la capital (Canelo, 2013).
Cada año durante la celebración pintan su rostro con polvo blanco, portan ropa especial y caminan por los angostos callejones del barrio para rendirle honores a los espíritus. Además, beben y se lavan el rostro, los ojos e incluso los genitales con una mezcla de ron y chiles picantes, y ofrecen café, alimentos, ron, música y danzas a sus familiares y amigos muertos, así como a Barón Samedi, el gobernante del cementerio. Entre todos los Loas, Baron Samedi es uno de los más respetados, y se dice que es el protector de los niños y la última esperanza de los enfermos. Con frecuencia se le muestra bebiendo alcohol, fumando tabaco y siguiendo a mujeres jóvenes en forma provocativa (De la Torre, 2012).
En Panamá este día se celebra con marchas o romerías de colegios e instituciones civiles hacia los cementerios o camposantos arreglados con flores. Las autoridades y personalidades entregan ofrendas florales en las tumbas de los personajes notables que han contribuido con el desarrollo histórico del país.
Durante este día queda restringida la compra y venta de bebidas alcohólicas hasta después de la media noche. En Venezuela el día 2 de noviembre se conmemoran los Fieles Difuntos en las localidades del Municipio José Félix Ribas, en el Estado de Aragua, donde se hace una festividad de sincretismo religioso, heredada de los indígenas, llamada el Baile de llora (Flores, 2016). En España, como en otras partes del mundo, veneran a sus difuntos, se continua con la tradición de estas fechas de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo, está acompañada de un profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que se marchó pasará a una mejor vida, sin ningún tipo de dolencia, como sucede con los seres terrenales.
En Francia país europeo, la gente de todos los rangos y credos decora los sepulcros de sus muertos en la Fête des morts.Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. De acuerdo a lo que plantea la UNESCO: El patrimonio cultural inmaterial incluye prácticas y expresiones vivas heredadas deantepasados y transmitidas a descendientes, como tradiciones orales, artes escénicas, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional (UNESCO, 2019). Con la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, adoptada por la Conferencia General de la Organización en su 32ª reunión, en octubre de 2003 y que entró en vigor el 20 de abril de 2006 se abrió una nueva fase en la protección de este patrimonio. Entre sus objetivos están: La salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial. El respeto del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades, grupos e individuos. La sensibilización en el plano local, nacional e internacional del Patrimonio Cultural Inmaterial.
El reconocimiento recíproco del PCI entre países y la cooperación y asistencia internacionales (Gobierno de Mexico, 2017).En la ceremonia llevada a cabo en la ciudad de Paris en Francia, el 7 de noviembre del año 2003, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO. Distinguió a la festividad indígena de Día de Muertos como: Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. La distinción consideró que esta festividad tiene raíces prehispánicas y festeja la memoria de los difuntos con visitas a cementerios y coloridas ofrendas.
La riqueza de esta manifestación de la cultura mexicana es tan basta, que es por esta razón que la UNESCO la inscribió en su Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, definiéndola como una expresión tradicional integradora, representativa y comunitaria. Se encuentra que, las fiestas indígenas dedicadas a los muertos están altamente arraigadas en la vida cultural de los pueblos indígenas de México. Esta fusión entre ritos religiosos prehispánicos y fiestas católicas permite el acercamiento de dos universos, el de las creencias indígenas y el de una visión del mundo introducida por los europeos en el siglo XVI.
De manera análoga podemos relacionar la conmemoración de esta fecha con los derechos de los pueblos y comunidades indígenas estipulados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, debido a que el artículo 2º señala desde la reforma indígena del 14 de agosto de 2001 que: “La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.
Por otro lado, la Constitución Política reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la autonomía para: “Preservar y enriquecer sus lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan su cultura e identidad”. Es importante señalar que la antropología es una ciencia excepcionalmente comparativa y holística. El holismo se refiere al estudio de toda la condición humana: su pasado, presente y futuro: la biología, la sociedad, el lenguaje y la cultura y dentro de ellas los rituales en torno al fallecimiento de los seres vivos.
La antropología examina todas las sociedades antiguas y modernas, simples y complejas. La antropología ofrece una perspectiva transcultural única, al comparar constantemente las costumbres de una sociedad con las de otras tal como se ha realizado con este análisis.
Conclusión
Una vez que ha pasado el momento más próximo al fallecimiento y llega el momento de día de muertos la situación y actitud hacia la muerte cambia, pues entonces se convierte en júbilo, alegría, festejo, celebración, conmemoración; pues la conciencia colectiva mantiene fervientemente la creencia en que habrá un contacto de carácter más íntimo entre vivos y muertos, esta creencia es la que deriva en una gran celebración en numerosos países del mundo, aunque con sus diversas manifestaciones.
En el imaginario colectivo, la celebración anual destinada a los muertos representa un momento privilegiado de encuentro no sólo de los hombres con sus antepasados, sino también de los integrantes de la propia comunidad entre ellos, algo que, desde hace siglos, ha permanecido y el fin es que continué siendo de esta forma para preservar las tradiciones. Dentro de la ritualidad se reconocen distintos factores, como lo son las ofrendas y altares colocados en la temporalidad de la festividad de día de muertos, evidentemente con sus elementos y la parte simbólica.
Los ritos que se realizan en estos días sagrados van dirigidos o vinculados hacia los difuntos; incluyendo los cantos, los rezos, la vigilia, el culto negativo y positivo, la misma colocación y proceso de la ofrenda, altares, la limpieza del cementerio y la preparación de alimentos. Es parte importante también analizar la alumbrada que se realiza en el cementerio y qué es lo que se desarrolla durante ella. Así mismo es parte fundamental identificar cuáles son los elementos que son utilizados, como las flores, la luz (veladoras, ceras, cirios), cuáles son los colores, los alimentos que son utilizados para los ritos o simplemente durante la temporada.
La idea de compartir este trabajo con los lectores de Kalunga es con el interés de adentrarnos de una manera más profunda a la celebración y conocer otros contextos, otras miradas y otras historias, que se encuentran y se desencuentran con la nuestra. Finalizo con lo que planteaba la joven Vannia Lara en el conversatorio del pasado viernes sobre la muerte que participamos en New York hablando sobre muerte, inmortalidad, cuerpos y funeral: “La muerte inicia un nuevo momento para la sociedad pero también para el o la muerta. La muerte está pensada como un proceso que no provoca la destrucción instantánea del individuo”. Ver la muerte como ciclo más de la vida es además una filosofía muy africana ya que dista de la linealidad del pensamiento occidental”. Hasta la próxima semana.