Este sábado 2 de noviembre, como cada año se conmemoró el día de los fieles difuntos, de finado o día de los muertos. Con motivo de la fecha fuimos invitados a compartir una conferencia conversatorio por el Northern Manhattan Community Land Trust de New York la noche del viernes 1ero de noviembre, organizado por las activistas dominicanas residentes en Estado Unidos, Vannia Lara y Paloma Lara con la idea fundamental de aprender sobre la fecha y honrar a los difuntos dominicanos fallecidos en New York.

Dia de muertos, Espíritu Caribeño

La conferencia tenía como título: Dia de muertos, Espíritu Caribeño, fue una noche de muchos aprendizajes, de compartir miradas, saberes y experiencias junto al público presente de todas las edades, donde además había personas de otras nacionalidades interesadas en el tema. La actividad inició luego de la presentación de un servidor, con una pregunta para abrir el conversatorio. La joven Vannia nos preguntó: Tradicionalmente el tema de la muerte ha sido considerado como tabú, o tratado con desinterés. Pero en tu caso, la muerte y su estudio siempre han sido de tu interés. ¿Por qué es importante estudiar las manifestaciones en torno a la muerte?

Esa pregunta la respondimos desde nuestra mirada y sobre todo desde nuestras vivencias, la misma no la vamos a describir con ustedes, pero aprovechamos la ocasión para públicamente agradecer a los jóvenes organizadora y la institución, por la invitación a compartir en esa noche y vivir esa experiencia tan bonita.

Lo que vamos a compartir con los lectores de esta columna, es un trabajo sobre el tema de la muerte con el mismo título que tiene el artículo y que publicamos como artículo científico en la Revista internacional indexada de Ciencias Sociales Dominio de la Ciencia, en su volumen 9, núm. 1. Enero-marzo, 2023, pp. 1293-130. Luego ese mismo trabajo fue presentado y seleccionado por el Comité Científico de la Casa del Caribe para una ponencia dentro de la celebración del Festival de Caribe de Santiago de Cuba en julio del año 2023, que fue dedicado a las tradiciones de la celebración de la muerte y tuvo como invitado a México, donde la tradición fue declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por el UNESCO en el año  2008, celebración en la que por varios años participamos y que conocemos muy bien por vivir en México en nuestros años de estudios.

En el festival de Santiago de Cuba junto a colegas mexicanos preparamos varios altares de muertos, uno de ellos tipo túmulo, dedicado Máximo Gómez vinculado a la cultura de Villa Mella, el altar se instaló en el Centro Africano Fernando Ortiz de Santiago de Cuba. Todos sabemos la trascendencia que tiene el insigne dominicano banilejo Generalísimo Máximo Gómez Báez para la historia cubana y todos los cubanos.

El estudio de la muerte, sus rituales, características, trascendencia, trasformaciones y su vinculación con la cultura popular dominicana, de la isla, del Caribe y Latinoamérica siempre ha formado parte de mis líneas de investigación.

Fue en México estudiando antropología, que surgió mi pasión y amor por los estudios de la muerte y los cementerios, aunque desde niño ya estaba haciendo observación participante y etnografía, aun sin saber que iba a estudiar antropología, ya que asistía a los velorios, entierros, nueve días, velas, cumple mes, misas, cabo de años, bancos y horas santas acompañado de mi abuela materna Matilde Ramírez que en paz descanse, la que me crió desde los tres meses y con la que viví hasta los quince años cuando falleció en mis brazos la noche del siete de noviembre del año 2005 en la emergencia del hospital Francisco Moscos Puello del ensanche Luperón del Distrito Nacional, a consecuencia  de un infarto fulminante. A partir de ese día mi vida cambio y todo es historia.

Una mirada antropológica al día de los muertos

Introducción

Hoy existe la compresión del significado y la  responsabilidad  que  implica  la  protección  y preservación del patrimonio cultural, por parte de los gobiernos, de las instituciones educativas, de la sociedad y del común de la gente, que deben ser partícipes en su protección y difusión para las nuevas generaciones.

En concordancia  con  lo  expuesto (Reynosa,  2015) argumenta que, en  el  contexto internacional actual, el patrimonio cultural y la identidad, cada vez cobran mayor vigencia. Ambos son vitales para la conservación, disfrute y sostenibilidad de las tradiciones y bienes socioculturales. También expone este autor, las tradicionales referencias teóricas señalan que el patrimonio cultural se podría explicar a partir de dos vertientes fundamentales: patrimonio cultural tangible (material) y patrimonio cultural intangible (inmaterial) (Reynosa, 2015). Sobre  lo  formulado,  es  posible  decir  que  dentro  de  los  bienes  inmateriales  reconocidos  por  la UNESCO  se identifican aspectos de la cultura y las distintas manifestaciones de la “cultura viva” como  tradiciones,  expresiones  orales,  artes  del  espectáculo,  usos  sociales,  rituales,  conocimientos, artesanías, entre otras(Jiménez & Seño, 2018).

En esta línea fundamental se inscribe el Día de los Muertos, que según el documento emitido por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos-México (CNDH), es una conmemoración que forma parte de la lista del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desde el año 2003, en el interés de que sus actores tengan clara conciencia de su valor y prevalencia (CNDH, 2019). Con  la  Convención  de  Salvaguardia  de  Patrimonio  Cultural  Inmaterial  (2003)  se  reconoce  la importancia de preservar los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con los   instrumentos,   objetos,   artefactos   y   espacios   culturales   que   les   son   inherentes que   las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconocen  como parte integrante de su patrimonio cultural (UNESCO, 2016).

En este orden  de  ideas,  la  Coordinación  Nacional  de  Patrimonio Cultural  y Turismo  de  México (CONACULTA)  enfatiza, que la  festividad  indígena  dedicada  a  los  muertos  constituye  una  de  las manifestaciones  culturales  más  trascendentes  y  significativas  de  México,  reconocido  a  nivel internacional   como   una   de   las   más   importantes   manifestaciones culturales   de   América(CONACULTA, 2006). Adicionalmente el referido organismo,  destaca  que  los  estudios  históricos  y  antropológicos  han permitido constatar que las celebraciones dedicadas a los muertos no sólo comparten en México una profundidad histórica  que  pone  de  manifiesto  la tradición  secular,  sino  también  su diversidad contemporánea de manifestaciones, en razón de la pluralidad étnica y cultural sobre la que se sustenta el país (CONACULTA, 2006).

Vale decir que, si bien es cierto que la celebración anual destinada a los muertos ha sido reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, con relación al culto mexicano, esta es una fecha muy particular, llamativa e importante, desde las creencias, la fe, la idiosincrasia y la cultura de los diferentes pueblos del mundo que la esperan para conmemorarla y rendir cultos a los que ya se han ido a otro plano o dimensión, pero que viven en la memoria y los corazones de sus parientes. De acuerdo con las apreciaciones de Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) en cada país que  conforma  América  Latina  se  realiza esta  celebración  con  diversos  elementos  en común, como las ofrendas de comida y los altares, que suelen estar plenos de simbolismos católicos (ILCE, 2021).

En  la  cosmovisión  andina  que connota  un  sentido  geográfico  y  topográfico  que  refiere  a  la  región montañosa de América del Sur (que incluye Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile) y de cuyas condiciones han surgido diversas culturas, la muerte implica el final de la vida física, biológica, pero no de la existencia del alma (nuna o camaquen). El alma se irá a otro mundo, y volverá cuando sea nombrada, hacia donde su cuerpo yace. Se trata de un descanso relativo, ya que el espíritu del difunto tendrá que afrontar en su nueva vida trabajos no exentos de sufrimiento: se sabe que uno sigue viviendo en el otro mundo tal como ha vivido en este. Siendo natural no es motivo de desesperación (Krmpotic & Vargas, 2018).

En el caso concreto de República Dominicana por su origen y su cosmovisión como otras naciones, es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad, es la concepción que se tiene sobre la vida, la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ellas. Al respecto, (Arias, 2005) destaca, en República Dominicana, a diferencia de México, el día de los fieles difuntos es una celebración familiar de veneración y recordación a los muertos.

Según el sociólogo Carlos Andújar: “consiste en pequeñas ofrendas, visitas al cementerio para ordenar limpiar  y  compartir  un  momento  con  el espacio del difunto: la tumba”, Andújar explica también, que en conmemoración a este día se ejecutan cánticos religiosos y salves, se rezan oraciones, se hacen despojos para liberar el cuerpo de alguna energía negativa y responsos para reverenciar al muerto  y  hacer  alguna  que  otra  petición.  Los altares más comunes  para  esta  celebración  son  los túmulos, que tienen una estructura de 3 niveles: aire, fuego y agua (Arias, 2005). En atención a lo anterior, esta investigación plantea aportar desde una visión antropológica, sobre la celebración o conmemoración del día de los muertos, los fieles difuntos o finado sen América Latina y el Caribe.

Altar de día de muertos en México. Fuente externa.

El paso  de  la vida a la muerte es  un  momento  emblemático  que  ha causado  admiración,  temor  e incertidumbre  al  ser  humano  a  través  de  la  historia.  Por  muchos  años,  en  diversas  culturas  se  han generado  creencias  en  torno  a  la  muerte  que  han  logrado  desarrollar  toda  una  serie  de  ritos  y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. Es decir, que esta  inteligibilidad  de  lo  impensable  también  lleva  a  los  individuos  a  reciclar  imaginarios, cosmologías y a reinventar los rituales que sustentan una metafísica de los desaparecidos (Delacroix, 2020).

En este sentido, para (Hidalgo, 2011) la muerte, por su valor central en la formación de conciencia social, constituye  un  fenómeno  privilegiado  de  las representaciones  colectivas.  Aun  cuando representa  un  cambio  individual,  implica  también  una  modificación  en  la  actitud  de  toda  la comunidad. Los difuntos ocupan entonces, un vasto espacio en el contorno de deudos vivos. Y figuran  en  la    vida cotidiana  no  sólo  en  camposantos  y  cementerios,  sino  además  en  genealogías, estatuaria, homenajes en aniversarios, nombres de escuelas, colegios, parques y calles, e incluso en numerosas  referencias  de  la  memoria  histórica,  sin  que  tengamos  plena  conciencia  de  esta abrumadora presencia (Tavares Clenis, 2019). Ahora bien, una de estas costumbres y tradiciones lo constituye el Día de los Muertos, el cual se basa en la doctrina de que las almas de los fieles que al tiempo de morir no han sido limpiadas de pecados veniales, o que no han hecho expiación por transgresiones del pasado, no pueden alcanzar la Visión Beatífica y se les puede ayudar a alcanzarla por rezos y por el sacrificio de la misa.

Origen

La práctica religiosa  hacia  los  difuntos  es  sumamente  antigua. El  profeta  Jeremías en  el  Antiguo Testamento  dice:  “En  paz  morirás.  Y  como  se  quemaron  perfumes  por  tus  padres,  los  reyes antepasados que te precedieron, así los quemarán por ti, y con el “¡ay, señor!» te plañirán, porque lo digo yo —oráculo de Yahveh” (Jeremías 34,5). A su vez en el libro 2°de los Macabeos está escrito: “Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para quedaran libres de sus pecados” (2 Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, en los primeros días de la cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva  acostumbraba  a  anotar  en  dos  listas  pareadas  los  nombres  de  los  vivos  y  los  muertos. Adoptada por Roma en el siglo XIV, pero se remonta varios siglos atrás. (Bedoya, Jorge 2014).

En Europa, su origen tiene relación con una antigua celebración Celta de inicio del invierno, llamada hamonis, que se realizaba a comienzos de noviembre. El rito fue posteriormente sincretizado por los romanos con la Cosecha de la Manzana, celebrando a Pomona, Diosa de la Fruta (Garnier, 1904). En el año 980, con el fin de mantener el dominio espiritual de la Iglesia sobre una práctica profundamente arraigada, el rito fue incorporado al cristianismo por el abad de Corvey (Rogers, 2002).

En los Andes centrales, como denotan las crónicas de (Guaman Poma de Ayala, 1980) sobre los Incas, esta festividad, al igual que en Europa, coincidía con el actual principio de noviembre. Aunque no se han encontrado investigaciones  que  desarrollaran  esta  semejanza,  dicha  coincidencia  sugiere  un fenómeno astronómico análogo en ambos hemisferios interpretado de forma similar (Ramírez, 2002). En América, actualmente la importancia de la conmemoración a la muerte en la región se evidencia en el calendario oficial de la mayoría de los naciones. Salvo algunas excepciones, este es un día feriado en el continente. En Sudamérica, con excepción de Argentina, Paraguay, Venezuela. En ciertos países, como Chile, Colombia, Guatemala, Perú, es feriada el 1 de noviembre, “Día de Todos los Santos”. En Bolivia, Brasil, Ecuador, México y Uruguay, es el 2: “Día de los Difuntos”. En otros países, la celebración está sujeta a movilidad (Mardones, 2020).

En  los  países  donde  la  relevancia demográfica  y  cualitativa  de  los  pueblos  Amerindios  ha  sido históricamente  reducida  o  comprimida,  la  preeminencia  de  este  festejo  fue ejercida  desde  el cristianismo,  como  en  Argentina,  Chile,  Brasil  o  Uruguay. En aquellos  países  donde  los  pueblos indígenas son demográficamente considerables, social y políticamente, como es el caso de Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú, la celebración hacia y con los muertos se presenta de una forma sincrética entre los usos y prácticas amerindias y cristianas. En todos los países donde se conmemora, el  rito  es  celebrado  en  la  misma  época:  entre  fines  de  octubre  y  principios  de  noviembre (CONACULTA, 1984)

Día de los Muertos, recorrido por las latitudes

El culto a la muerte en países como México no es algo nuevo, pues ya se practicaba desde la época precolombina. Así mismo, el en calendario meixa, que se localiza en el Museo de Antropología del país,  se  puede  observar  que  entre  los  18meses  que  forman  este  calendario,  había  por  lo  menos seis festejos dedicados a los muertos(Garcés, 2019). Ciertas creencias populares  relacionadas  con  el  Día  de  los  Difuntos  son  de  origen  pagano  y  de antigüedad inmemorial,  con el  devenir  del  tiempo  se  ha  encontrado  que, posteriormente,  los evangelizadores cristianos de tiempos  coloniales  aceptaron  en parte las tradiciones de los  antiguos pueblos  mesoamericanos,  fusionándolas  con  las  tradiciones europeas,  para  poder  implantar  el cristianismo entre dichos pueblos (Vázquez, 1973).

Los orígenes  de  la  celebración  del  Día  de Muertos  en México son  anteriores  a  la  llegada  de  los españoles.  Hay registro de celebraciones  en  las  etnias Mexica, Maya, Purépecha y Totonac. El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar Mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte", actualmente   relacionada   con   "La   Catrina", personaje   de José   Guadalupe   Posada y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la Tierra de los Muertos.

Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos (Ammerman, 2014). De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración no es propia de todos los mexicanos puesto que, pese a ser una fiesta que se ha convertido en un símbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines  educativos)  en  las  escuelas  del  país,  existen  muchas  familias  que  son  más  apegadas  a celebrar  el  “Día de  todos  los  Santos”  como  lo  hacen  en  otros  países católicos.  Además, cabe mencionar la fuerte influencia de los Estados Unidos que, al menos en zonas fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la cual se celebra cada año con más frecuencia y en  un  mayor  número  de  hogares.  De ahí  también  que  exista  una  inquietud  entre  los  propios mexicanos  de  querer  preservar  el  Día  de  Muertos  como  parte  de  la  cultura  mexicana  sobre  otras celebraciones parecidas (Perdigón, 2017).

En la República Dominicana la costumbre es encender velones, velas, visitar y limpiar los panteones y colocar flores, realizar misas y Hora Santa, para recordar y rendir tributo a sus deudos. Además, en esta fecha se realizan acciones con el objetivo de promover el respeto y homenaje a los familiares fallecidos y  allegados,  existe  una  costumbre  en  los  habitantes  del  campo  y  de  las  zonas  rurales  de encender una vela por cada familiar o allegado fallecido que depositan en el patio de su casa, tradición que se ha ido perdiendo por la transformación de la cultura. Unas de  las  tradiciones  que  se  realizan  ese  día,  es la visita  obligada  a  la  tumba  del  Barón  del cementerio, ya sea por motivo de fe y creencia, como por curiosidad. El Barón del cementerio, es el primer  muerto  del  cementerio,  que  la  religiosidad  popular  sincretiza  con  San  Elías,  el  santo  de  la iglesia católica (Descola, 2015).

En  Guatemala  se  realiza  para  la  fecha  el  Festival  de  los  Barriletes  Gigantes,  un  evento  popular  en Santiago Sacatepéquez y Sumpango, no lejos de La Antigua Guatemala, es una de las celebraciones más coloridas y descomunales de Guatemala. Celebrado el 1 de noviembre, es una oportunidad para que  los  guatemaltecos  se  comuniquen  con  sus  difuntos;  además,  los  cementerios  se  adornan  para recibir a las familias y visitantes (Perdigón, 2017).

Señora en tumba de un familiar en cementerio dominicano. Fuente externa .

Por otra  parte,  los  indígenas  Kakchiqueles  tienen  la  costumbre  de  construir  cometas  de  madera  o bambú, que pueden alcanzar de 5 a 10 metros de diámetro; cubiertas con papel de seda multicolor, se elevan sobre los cementerios para comunicarse con los difuntos. El hilo de la cometa permitiría que las  almas  de  los  muertos  descendieran  al  mundo  de  los  vivos,  en  medio  de  un  ambiente  de  fiesta, comida y música tradicional.

En Costa Rica suelen crear altares en sus casas, diseñados especialmente para esta festividad, con el fin de honrar a los muertos. Luego, las familias realizan una visita ritual a las tumbas decoradas con coloridos  adornos  en  los  cementerios  locales.  Aunque  no  hay  grandes  desfiles  en  las  calles,  los restaurantes y los parques suelen estar llenos de gente en este día festivo. Cada 2 de noviembre se realizan  en  San  José  grandes  fiestas  abiertas  al  público;  basta  con  acercarse,  por  ejemplo,  al Cementerio  Central  del  Calvario  para  disfrutar  de  las  diversas  actividades  que  organizan  los lugareños, desde actuaciones de música hasta disfraces y danzas tradicionales (Possamai, 2015).

En  el  Salvador  en la  localidad  de  Tonacatepeque,  se  celebra  el  Festival  de  la  Calabiuza  en  la  que, cada 1 de noviembre, los lugareños celebran el folclore, mientras visten atuendos alusivos a los mitos y leyendas más representativas del país. Al final, los asistentes se concentran en la plaza del pueblo para comer calabaza con miel, cocinada en fogones gigantes. Por su parte, el Día de los fieles difuntos, el día 2 de noviembre los habitantes acuden al cementerio a visitar a sus familiares fallecidos, poner flores en sus tumbas y compartir una comida.

Otra tradición  propia  del municipio  de  Nahuizalco,  en  el  Departamento  de  Sonsonate,  es  la celebración de los Canchules cada 1 de noviembre. Consiste en preparar los altares de los difuntos, decorándolos con flores, comida, velas, confeti, objetos diversos y fotografías del difunto. En grupos, los habitantes caminan de altar en altar pidiendo tamales, chocolate, frutas y repitiendo el siguiente estribillo: "Somos ángeles, hemos caído del cielo, pedimos canchules para el camino" (Morales, 2013). En Nicaragua no todos los habitantes celebran el Día de Muertos de la misma manera.

En León es tradición  cocinar  y  ofrecer  buñuelos  de  viento  y  buñuelos  de  piedra  a  los  familiares  que  visitan  el cementerio de Guadalupe. En el municipio de Diría, Granada, es costumbre ofrecer un “atol de ánimas” en el cementerio municipal; luego, los habitantes se reúnen en  torno  a  esta  bebida  con  la esperanza de interceder a favor de las almas de los difuntos que se encuentran en el purgatorio para ayudarles  a  salir  más  rápidamente  de  él.  Esta  es  una  antigua  tradición  indígena  que  solo  existe  en Nicaragua. En cuanto a los habitantes de Carazo, celebran el Día de Muertos ofreciendo “Chilate”, una bebida típica nicaragüense, a los familiares que visitan los cementerios. (CUVI, 2008).

En Ecuador, el Día de los Difuntos o Finados se realiza cada 2 de noviembre conmemorando la partida del que en vida fue un ser querido. Se tiene por costumbre visitar los cementerios donde se encuentra su última morada, arreglar su tumba, colocar flores, y en un acto de fe realizar unas oraciones para el descanso de su alma. También se tiene por tradición saborear de una bebida tradicional denominada “Colada morada”, acompañada  de  las  famosas “Guaguas  de  pan”,  en  compañía  de  sus  familiares  y amigos más allegados y con el recuerdo presente de aquellos que ya no acompañan en ésta vida.

Por otra parte, se ha encontrado que, en la cosmovisión indígena, sus muertos no mueren, sino que pasan a otra vida donde el diálogo es posible. Los ingredientes principales para "dialogar" con los muertos son el “Champús” y el pan amasado en casa. La preparación del champús, el alimento ritual funerario  de  los  pueblos  del  norte,  requiere  harina  de  maíz,  panela  y  hojas  verdes  de  limón.  Esta preparación  es  consumida exclusivamente  en  noviembre  o  en  los  funerales  de  adultos  y  es considerada como la colada predilecta de los muertos(Herrera, 2012.).

En Bolivia se comienza a celebrar el 1 de noviembre con la preparación de las ofrendas (panes con formas alusivas: animales, escaleras, cruces), que se colocan en casas de familias. Se decora una mesa con las ofrendas, se encienden velas y se colocan flores, a la espera del alma de la persona fallecida.

El 2 de noviembre se realiza un rezo y se recoge la mesa, repartiendo las ofrendas entre familiares, amigos y  vecinos  que  participaron  en  la  celebración.  Se  visita  a  los  difuntos  en  el  cementerio, colocando en su tumba flores y coronas florales (Chesnut, 2013). En Perú se visitan a los cementerios, colocando ofrendas delante de las imágenes y recuerdos de los difuntos: guaguas de pan, pan de maíz y de centeno, así como platos tradicionales favoritos de los difuntos.  Familiares, amigos y conocidos  se reúnen  para  recordar  a  sus  seres  queridos  fallecidos, degustando licores, platos y potajes.

El 2 de noviembre en Cuba es uno de los pocos días en que se rompe la tranquilidad y el silencio que caracterizan a los cementerios. Muchos son quienes llegan a estos lugares, distantes a veces de sus casas, para venerar a los que partieron. Aunque podría llamarse Día de Muertos, se conoce como el de los Fieles Difuntos, una tradición tan antigua que nadie recuerda su origen y con el paso del tiempo se ha convertido en una costumbre propia de los adultos, a veces ignorada por los jóvenes. Si bien ha sido estandarizada en el país, se conserva con mayor fervor en los pueblos o regiones provincianas.

En estos sitios, los campos santos tienen una dimensión más pequeña y es fácil verlos abarrotados, sobre todo en horas de la noche, cuando la luz de las velas supera al alumbrado público. (ICONACULTA, 2006). En Argentina simultáneamente se conmemora el Día de los Muertos por la Patria, instituido a partir de  la  iniciativa  del  profesor  correntino  Dr. José  Alfredo  Ferreira,  en  el  año  1910. En  la  ciudad  de Buenos Aires, el Día de los Difuntos, nombrado en quechua como aya markay quilla o Wiña y Pacha, en  aymara, es  celebrado  por  migrantes  del  área  andina  central,  principalmente  del  occidente boliviano,  del  Noroeste  Argentino  (NOA)  y sureste  peruano,  así  como  sus  herederos  porteños (Porteño  es  el  gentilicio  de  los  oriundos  de  la  ciudad  de Buenos  Aires). Actualmente la fecha representa  uno  de  los  rituales  más  significativos  en  el  proceso  de aymarización y quechuización experimentado en la metrópolis (Mardones, 2016).

Vestidos de negro, blanco y púrpura, los creyentes en el Vudú de Haití visitan cementerios durante el “Fete Gedé” anual, el Festival de los Muertos. La celebración de los espíritus, que con frecuencia se lleva a cabo durante los primeros dos días de noviembre, coincide con las festividades católicas del Día de Todos los Santos. Durante el festival, los creyentes se visten como espíritus Gedé conocidos como “Loas” y dicen que son poseídos por los que escuchan sus oraciones y que proporcionan favores a los miembros de su congregación “El espíritu Gedése ha manifestado en mi cabeza durante 30 años”, dice Ateis Auguste, que vende comida frita en las calles de Cité Soleil, uno de los barrios más pobres, violentos y sobrepoblados en las afueras de la capital (Canelo, 2013).

Cada año durante la celebración pintan su rostro con polvo blanco, portan ropa especial y caminan por los angostos callejones del barrio para rendirle honores a los espíritus. Además, beben y se lavan el  rostro,  los  ojos  e  incluso  los  genitales  con  una  mezcla  de  ron  y  chiles  picantes,  y  ofrecen  café, alimentos,  ron,  música  y  danzas  a  sus  familiares  y  amigos  muertos,  así  como  a  Barón  Samedi,  el gobernante del cementerio. Entre todos los Loas, Baron Samedi es uno de los más respetados, y se dice que es el protector de los niños y la última esperanza de los enfermos. Con frecuencia se le muestra bebiendo alcohol, fumando tabaco y siguiendo a mujeres jóvenes en forma provocativa (De la Torre, 2012).

Baron-Samedi-jefe-de-la-familia-guede-y-su-esposa-Maman-Brigitte-en-el-Vudu-haitiano.-Fuente-externa2.

En Panamá este día se celebra con marchas o romerías de colegios e instituciones civiles hacia los cementerios o camposantos arreglados con flores. Las autoridades y personalidades entregan ofrendas florales en las tumbas de los personajes notables que han contribuido con el desarrollo histórico del país.

Durante este día queda restringida la compra y venta de bebidas alcohólicas hasta después de la media noche. En Venezuela el día 2 de noviembre se conmemoran los Fieles Difuntos en las localidades del Municipio José Félix Ribas, en el Estado de Aragua, donde se hace una festividad de sincretismo religioso, heredada de los indígenas, llamada el Baile de llora (Flores, 2016). En España, como en otras partes del mundo, veneran a sus difuntos, se continua con la tradición de estas fechas de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo, está acompañada de un profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que se marchó pasará a una mejor vida, sin ningún tipo de dolencia, como sucede con los seres terrenales.

En Francia país europeo, la gente de todos los rangos y credos decora los sepulcros de sus muertos en la Fête des morts.Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. De acuerdo a lo que plantea la UNESCO: El patrimonio cultural inmaterial incluye prácticas y expresiones vivas heredadas deantepasados y transmitidas a descendientes, como tradiciones orales, artes escénicas, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional (UNESCO, 2019). Con la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, adoptada por la Conferencia General de la Organización en su 32ª reunión, en octubre de 2003 y que entró en vigor el 20 de abril de 2006 se abrió una nueva fase en la protección de este patrimonio. Entre sus objetivos están: La salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial. El respeto del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades, grupos e individuos. La sensibilización en el plano local, nacional e internacional del Patrimonio Cultural Inmaterial.

El reconocimiento recíproco del PCI entre países y la cooperación y asistencia internacionales (Gobierno de Mexico, 2017).En la ceremonia llevada a cabo en la ciudad de Paris en Francia, el 7 de noviembre del año 2003, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO. Distinguió a la festividad indígena de Día de Muertos como: Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. La distinción consideró que esta festividad tiene raíces prehispánicas y festeja la memoria de los difuntos con visitas a cementerios y coloridas ofrendas.

La riqueza de esta manifestación de la cultura mexicana es tan basta, que es por esta razón que la UNESCO la inscribió en su Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, definiéndola como una expresión tradicional integradora, representativa y comunitaria. Se encuentra que, las fiestas indígenas dedicadas a los muertos están altamente arraigadas en la vida cultural de los pueblos indígenas de México. Esta fusión entre ritos religiosos prehispánicos y fiestas católicas permite el acercamiento de dos universos, el de las creencias indígenas y el de una visión del mundo introducida por los europeos en el siglo XVI.

De manera análoga podemos relacionar la conmemoración de esta fecha con los derechos de los pueblos y comunidades indígenas estipulados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, debido a que el artículo 2º señala desde la reforma indígena del 14 de agosto de 2001 que: “La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.

Por otro lado, la Constitución Política reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la autonomía para: “Preservar y enriquecer sus lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan su cultura e identidad”. Es importante señalar que la antropología es una ciencia excepcionalmente comparativa y holística. El holismo se refiere al estudio de toda la condición humana: su pasado, presente y futuro: la biología, la sociedad, el lenguaje y la cultura y dentro de ellas los rituales en torno al fallecimiento de los seres vivos.

La antropología examina todas las sociedades antiguas y modernas, simples y complejas. La antropología ofrece una perspectiva transcultural única, al comparar constantemente las costumbres de una sociedad con las de otras tal como se ha realizado con este análisis.

Conclusión

Una vez que ha pasado el momento más próximo al fallecimiento y llega el momento de día de muertos la situación y actitud hacia la muerte cambia, pues entonces se convierte en júbilo, alegría, festejo, celebración, conmemoración; pues la conciencia colectiva mantiene fervientemente la creencia en que habrá un contacto de carácter más íntimo entre vivos y muertos, esta creencia es la que deriva en una gran celebración en numerosos países del mundo, aunque con sus diversas manifestaciones.

En el imaginario colectivo, la celebración anual destinada a los muertos representa un momento privilegiado de encuentro no sólo de los hombres con sus antepasados, sino también de los integrantes de la propia comunidad entre ellos, algo que, desde hace siglos, ha permanecido y el fin es que continué siendo de esta forma para preservar las tradiciones. Dentro de la ritualidad se reconocen distintos factores, como lo son las ofrendas y altares colocados en la temporalidad de la festividad de día de muertos, evidentemente con sus elementos y la parte simbólica.

Los ritos que se realizan en estos días sagrados van dirigidos o vinculados hacia los difuntos; incluyendo los cantos, los rezos, la vigilia, el culto negativo y positivo, la misma colocación y proceso de la ofrenda, altares, la limpieza del cementerio y la preparación de alimentos. Es parte importante también analizar la alumbrada que se realiza en el cementerio y qué es lo que se desarrolla durante ella. Así mismo es parte fundamental identificar cuáles son los elementos que son utilizados, como las flores, la luz (veladoras, ceras, cirios), cuáles son los colores, los alimentos que son utilizados para los ritos o simplemente durante la temporada.

La idea de compartir este trabajo con los lectores de Kalunga es con el interés de adentrarnos de una manera más profunda a la celebración y conocer otros contextos, otras miradas y otras historias, que se encuentran y se desencuentran con la nuestra. Finalizo con lo que planteaba la joven Vannia Lara en el conversatorio del pasado viernes sobre la muerte que participamos en New York hablando sobre muerte, inmortalidad, cuerpos y funeral: “La muerte inicia un nuevo momento para la sociedad pero también para el o la muerta. La muerte está pensada como un proceso que no provoca la destrucción instantánea del individuo”. Ver la muerte como ciclo más de la vida es además una filosofía muy africana ya que dista de la linealidad del pensamiento occidental”. Hasta la próxima semana.