Se puede afirmar que, aunque ayudado por un mercantilismo y una industria editorial desenfrenada, ediciones de lujo y las convocatorias cada vez más frecuentes a concursos nacionales e internacionales, en los últimos tiempos, “el cuento” ha logrado colocarse con cierta justicia, casi en un lugar preferencial, debido a que ha habido un mayor foco de interés en los textos para escolares y en los manuales para escritores. Por eso quiero referirme en lo adelante a  las posibilidades actuales del cuento como discurso valioso y docto de múltiples  cualidades didácticas.

De acuerdo con sus partes constitutivas, en este caso la brevedad y la intensidad, producen mayor impacto que la novela, en los estudiantes y lectores en sentido general. Uno de sus mayores aciertos se encuentra en la economía de medios expresivos. Su lenguaje deberá ser preciso, contundente, certero, sin rodeos, el cual involucra la forma como el autor nos presentará la vida de unos personajes envueltos en la trama y en acciones determinadas. En sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos, el profesor Juan Bosch llegó a decir que la primera frase de un cuento debe ser como “una punta de lanza que pinche el corazón del lector”.

Apuntes sobre el arte de escribir cuentos, de Juan Bosch.

Por el contrario, la novela, que es un género de largo aliento y de mucho más alcance que el cuento merece un estudio detenido y pausado por su larga historicidad y variada temática. Por tanto, la novela requiere de una mayor atención por parte del lector y una detallada búsqueda de su estructura, desmenuzamiento y escarceo ideológico de su discurso y de la trama, así como el estudio en profundidad de las situaciones humanas que ella plantea y los diversos psicologismos de los personajes.

La novela nos permite además una mirada honda, si se quiere, al perfil psicológico de los personajes y sus referencias a lo intrahistórico, y a las diversas situaciones que ella plantea, esto es, de una forma mucho más detallada y amplia que la que exige en el cuento.

Los territorios del cuento son más sólidos y propicios a la creación, a la invención de fórmulas didácticas que nos faciliten la enseñanza y la adecuada comprensión. Podríamos decir que esta enseñanza la heredamos del cuento maravilloso o en tal caso de la fábula, cuya moraleja nos deja un aprendizaje y una lección inquietante respecto de la moral y del comportamiento social del hombre. De hecho, desde su nacimiento, el cuento fue visto como “ejemplo, fábula, apólogo, proverbio, hazaña”.  Tratar de descomponer un poco la trama, analizar las situaciones planteadas y los conflictos, o de lo contrario, elaborar esquemas de  comentarios sobre el contenido de la obra constituyen  recursos valiosos que están a la mano, como tarea básica de los lectores. De ahí que los espisodios narrados en la mayoría de cuentos y fábulas se emparentan por lo general con situaciones de la vida cotidiana de los estudiantes, en su entorno geográfico y en su contexto social, cultural y familiar: amoríos, tragedias, conflictos políticos, muertes, y experiencias estéticas diversas, así como apelaciones a la leyenda y a los mitos y a la cábala. Aparece aquí un factor determinante que representa una de las principales funciones del arte narrativo, y es la de determinar dónde termina lo real y dónde se inicia la ficción.

Establecer este plano general de la genialidad artística del autor, funciona como un vínculo, que al parecer constituye, un desafío importante, porque sitúa al lector en un marco referencial de índole estética y cultural que lo hace descubrir los posibles mundos habitados por el escritor, cuya referencialidad lo sitúa frente a un estado inferencial de criticidad mental, el cual permite un acabado acercamiento a  la obra que lee.

En el ambiente del cuento también influye el escenario y el tiempo en el que se ha desarrollado la acción y cual será su escenario preciso. Si este es rural o urbano, también puede ser real o ficticio, o que el mismo esté planteado de manera simbólica, como sucede en los cuentos de hadas o en los cuentos maravillosos de lugares encantados.

El tiempo en el cuento puede ser lineal, cronológico o puede dar saltos constantes, planteado como téctica retropectiva o flash back como la llaman los ingleses. La historia puede ser contada iniciando  con la vida anterior de los personajes o viceversa como sucede en “Viaje a la semilla” de Alejo Carpentiuer. El plano temporal será propio de la ficción: puede ser evocado como en el cuento maravilloso o imaginario como sucede en el cuento fantástico, que bien descubrimos en algunas narraciones de Jorge Luis Borges, por ejemplo en El milagro secreto, o en algunos cuentos del norteamericano Ambrose bierce como en Un suceso sobre el puente del riachuelo del búho. La acción del cuento puede transcurrir en segundos, en una hora, en un día, en varios días, en una semana y así de manera sucesiva de acuerdo con las agujas del reloj o más bien como lo demande la trama del mismo. El tiempo también puede transcurrir en la mente del personaje y dejar de esta manera al lector fuera del tiempo narrativo, mientras este transcurre libremente en su  vida interior, sin que el lector se percate de ello.

Jorge Luis Borges.

El ambiente del cuento tiene mucho que ver con la atmósfera predominante, aquella que interviene de manera directa en el estado de ánimo del lector: Si es de tristeza, de alegría, de violencia, paz, angustia o mágica. En fin, aquellos momentos estelares de la historia, junto a las situaciones que determinan el perfil psicológico de los personajes y la estructura de la trama. En otros casos, puede haber una atmósfera intelectual como sucede en muchos cuentos de Borges, cuyas reflexiones bordean la frontera del ensayo filosófico. En cuanto a las técnicas narrativas, el escritor del cuento puede llegar a manejar recursos valiosos que son de fácil comprensión para los estudiantes y público en general como los  diálogos, monólogos, corrientes  de conciencia o pensamientos y reflexiones propias en la boca de los personajes. Esto se evidencia más fácilmente en la forma como el autor llevará a cabo la narración, o más bien, cómo este va a contar la historia o quién va a contar la historia y desde qué punto de vista: Si es en tercera persona, primera persona, segunda persona del singular o cuando el escritor emplea un conjunto de técnicas novedosas como el contrapunto o el diálogo telescópico que utiliza magistralmete Mario Vargas Llosa en su novela Conversación en la catedral. Puede ser pulverizando todas las formas posibles de la narración como hace Julio Cortázar en La noche bocarriba.

Las aplicaciones didácticas del cuento pueden estar referidas puramente al plano linguístico y literario, a los planteamientos fónicos y sintácticos y morfológicos, así como al orden semántico: sustantivos, verbos, los diferentes tipos de oraciones, el significado y el comentario de frases, así como a las figuras literarias. Los recursos literarios se refieren a la especialidad y a la poética del lenguaje, a los tipos y niveles de lengua utilizados por el autor. Se puede detener un poco en las metáforas, comparaciones, epítetos, hipérboles y otros recursos propios del lenguaje. Después viene la valoración final del  y la opinión del lector: Tratar de definir el pensamiento y la intencionalidad específica del escritor: si fue didáctica, histórica, filosófica, moral, social, política, autobiográfica, memorística o la relación de este con situaciones de la vida real contemporánea, o tratar de ver si su interés era el de contar una experiencia puramente estética. En fin, el cuento es una de las experiencias literarias  más  gratificantes, que nos permite el encuentro con infinidad de recursos didácticos que son de fácil aplicación y comprensión y que a la vez  facilitan el aprendizaje de los estudiantes y lectores en general.

 

Eugenio Camacho en Acento.com.do