El mes de octubre de 1968, con motivo del 430 aniversario de la fundación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, el entonces rector, doctor Rafael Kasse Acta, anunció que la alta casa de estudios había invitado a venir a República Dominicana al poeta chileno Pablo Neruda, autor de una obra poética universal y de enorme compromiso social.
La iniciativa para que se le invitara, se produjo desde la Dirección de Cultura de la UASD, entonces a cargo de Milagros Ortiz Bosch y secundada por el poeta Mateo Morrison.
Neruda, estaba de visita en Venezuela por lo que bastaba una coordinación de vuelos para que llegara a Santo Domingo y fuera invitado de honor de la UASD, que planeaba investirlo como doctor Honoris Causa. Parte del programa sería una conferencia sobre poesía y compromiso social y en el Aula Magna, ofrecería un recital de viva voz con los poemas más conocidos de su producción.
Tan pronto se difundió la noticia, recuerda el historiador Alejandro Paulino Ramos en su trabajo publicado el 17 de enero de 2016, (1) uno de los grupos de izquierda, minúsculo y radical, pero con más de 62 militantes, llamó a boicotear la visita de Neruda, desplegando letreros pintados en las paredes universitarias, acusándolo de “revisionista”, “plumífero de la burguesía” y oficiante del “decadente arte burgués”. Se referían al autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de sus odas y de Versainograma a Santo Domingo, que en 1971 ganaría el Premio Nobel de Literatura.
La oposición, en el fondo de no declarado por el PACOREDO, se radica en que el Partido Comunista Chileno tenía relaciones con la hoy desaparecida Unión Soviética, y el grupo izquierdista criollo, fanático del maoísmo, las tenía con la República Popular China.
A los 62 firmantes, enfermeras incluidas, de la carta (enviada a más de seis mil intelectuales) les asiste el derecho de no ir a la Feria del Libro 2023. Ellos se lo pierden.
El resultado fue que, por la postura de boicot a que llamó ese grupo, República Dominicana se quedó sin hacerle presencialmente el homenaje que merecía Neruda y sin poder escuchar de su voz, ni sus ideas ni su poesía. Como nación no se pudo ofrecerle a Neruda el homenaje que merecía como poeta que se solidarizó con la lucha del pueblo dominicano, cuando escribió piezas memorables que llevaron al mundo el ansia de libertad.
La obra de Neruda, que comprende 45 libros, más diversas recopilaciones y antologías, ha sido traducida a más de 35 idiomas, es conocida en todos los países del mundo, y estudiada en las principales universidades y centros de investigación literaria. Su popularidad y vigencia son permanentes y sus lectores se cuentan por millones a través del mundo, indica la página de la Fundación Pablo Neruda (2)
El poeta Manuel Mora Serrano, al enterarse de las razones por las que se impidió la visita de Neruda al país, escribió: “No sé si la palabra vergüenza tendrá la envergadura suficiente para definir este rubor que nos cubre el rostro”.
La censura de la cultura, por la vía del boicot, puede tener sus paradojas y llevar a posturas de difícil definición.
Pongamos un ejemplo hipotético: La embajada del gobierno de Nicaragua, que preside el dictador Daniel Ortega, convoca a un acto para conmemorar los 132 años de la aparición del libro Azul, de Rubén Darío, que – como se sabe- fue el título que marcó la apertura de las letras hispanoamericanas al modernismo en poesía y narrativa.
Azul es un libro fundamental y su autor respetable, por lo cual nunca sería inmerecido reconocer el valor de esa pieza, pero que sería homenajeado por un gobierno que hoy día está despojando de su nacionalidad a escritores, que mantiene centenares de presos políticos, que reprime en las calles a los opositores…usted, querido lector ¿asistiría al acto? ¿Optaría por asistir a un homenaje convocado por un gobierno antidemocrático, violador de los derechos humanos, a pesar de que el motivo del mismo, es justo? ¿Hasta qué punto el dogmatismo, el etiquetado político-partidario nos puede obnubilar la perspectiva cultural, a partir de las posturas políticas?
Si nos tocara a nosotros, definir si asistimos, estaríamos en primera fila en ese acto. Incluso sin hacer nada para exteriorizar nuestra oposición al gobierno de turno. Para hacerlo hay momentos y espacios adecuados. Pero para los seguidores del dogma, una resolución de este hipotético caso, no es tan simple. No existe una prisión peor que la de la propia mentalidad personal y grupal, cuando el dogma y la postura extrema, son las que signan el accionar. Una pena que sea así.
A los 62 firmantes, enfermeras incluidas, de la carta (enviada a más de seis mil intelectuales) les asiste el derecho de no ir a la Feria del Libro 2023. Ellos se lo pierden. Una pena por cada uno de ellos. Y ellas.
(2) https://fundacionneruda.org/biografia-pablo-neruda/