A través del tiempo se ha demostrado que las tradiciones, las leyendas de los pueblos, los mitos y las creencias populares forman parte de la cultura y ayudan al fortalecimiento de la identidad. No importa el grado educativo o nivel económico, porque los rasgos folclóricos y culturales tienen como centro de origen la lengua. Algunas leyendas por su dimensión adquieren categoría mitológica de acuerdo con el tratamiento lingüístico y de acuerdo al uso que le da la gente a través del habla popular. En nuestra tradición folklórica dominicana todas las leyendas son de carácter folclórico porque son propias del ejercicio de la oralidad y del habla natural. De ahí su riqueza cultural y ancestral. Así que nuestra tradición cultural se nutre también de mitos relacionados con las creencias populares y religiosas, fantasmas aparecidos, cuentos de caminos, lugares encantados y extraños. Como elementos fundamentales de nuestro folklore hacen de la cultura dominicana una fuente inagotable y un valioso tesoro para estudiosos e investigadores.

Así mismo el carnaval dominicano se ha nutrido de los mitos propios de las entrañas del pueblo y en cada carnaval o (carnestolendas dominicana que se compone desde el mes de febrero hasta el mes de abril, según el maestro Fradique Lizardo), el pueblo expone lo más significativo de su folklore, aunque con rasgos comunes, pero cada uno se diferencian en sus distintas expresiones. Podría decirse que el Diablo cojuelo es personaje central del carnaval dominicano y sus variantes en cada región o ciudad. Así tenemos: Los Guloyas en San Pedro, Los toros de Monte Cristy, las Cachúas de Cabral en Barahona, los Platanuses de Cotuí, el Taimáscaro de Puerto Plata, los Papeluses de Salcedo, los Lechones de Santiago, el Diablo cojuelo de La Vega, que se destaca por el brillo de las lentejuelas y cascabeles multicolores, y finalmente tenemos el jinchaíto de Moca.

En el año 1997 un grupo de mocanos, preocupados por el rescate de la cultura tradicional del nuestro pueblo, encabezado por el mecenas Silverio Ferreira se propusieron la tarea de organizar un carnaval que se identificara con nuestras raíces culturales. La metodología empleada para tales fines obedeció a un orden de investigación de recogida de datos y consultas a través de encuestas y entrevistas, trabajo este que dio como resultado un diagnóstico valiosísimo sobre el origen antropológico de la ciudad de Moca. De esa investigación resultaron historias, mitos, creencias, expresiones y leyendas como los Puercos de Pitico, Los cucos, el Trueno de Machepa, María Taquito, la idea de que los mocanos somos seco, sacudío y medío por buen cajón y el mote muy bien conocido de El jinchaíto de Moca. 

Según lo recoge el artista plástico e investigador folclórico Félix Tejada, en nuestras zonas montañosas de Villa Trina y Jamao al Norte específicamente donde se cultivaba el café, este exigía para su cuidado, el hecho de secarlo bien, sacudirlo para que el grano quedara bien limpio. Cuando terminaba esta tarea, el café se medía en un cajón que era a su vez, la unidad para su comercialización.

Para venderlo a un mejor precio los productores decían que este era un café bien “seco, bien sacudío y medío por buen cajón”. Esta expresión propia de los productores también era un símbolo de honestidad del mocano y se convirtió en una característica propia que garantizaba la calidad del buen producto. Con el tiempo esta expresión popular fue ganando terreno en la conciencia del pueblo y se adaptó a otros quehaceres de la vida cotidiana de los mocanos como por ejemplo, en el orden histórico para identificar acciones de índole patrióticas y heroicas.

Producto de esa expresión se deriva la idea de que el mocano es guapo, porque en la ciudad de Moca se han llevado a cabo varios hechos históricos que han gravitado de manera directa en la conciencia nacional, entre ellos:  La gesta heroica del 2 de mayo de 1861, de la que estuvo al amando José Contreras y que se convirtió en la primera protesta armada en contra de la anexión a España, del territorio dominicano. A su vez, los mocanos han ajusticiado a varios dictadores, a saber:  Ulises Heureaux el 26 de julio de 1899, cuyos ajusticiadores fueron Jacobito de Lara y Ramón Cáceres,  y  a Rafael Leónidas Trujillo Molina el 30 de mayo de 1961, en cuya muerte participó de manera activa, Antonio de la Maza. Así que para hacer valer su honradez, honestidad y sus características de hombre probo y responsable se dice que el mocano es seco, sacudío y medío por buen cajón.

Los antecedentes del carnaval del jinchaíto se remontan a la época de los años ochenta cuando los hermanos Bidó y un joven llamado César, del Barrio La Milagrosa, se vestían de macarao todos los domingos de febrero, pero la gente, en vez de celebrar se burlaban de ellos y los abucheaban, así mismo lo tildaban de ridículos.  Sin embargo, estas manifestaciones de rechazo, ellos la tomaban como parte de la actividad carnavalesca y seguían domingo tras domingo, solo con el ánimo de divertir, porque en el fondo no proponían ningún personaje alegórico sobre los mitos y las leyendas del pueblo.

La leyenda del jinchaíto tiene su origen en la comunidad de Juan López, ahora Distrito Municipal, ubicado en la falda de la Cordillera Septentrional, en el trayecto que conduce de Moca hacia Villa Trina. Cuenta la leyenda que en un tiempo de mucha sequía, la gente de esa comarca, desesperada hacía pozos o manantiales para la extracción de agua. Con el tiempo el agua de los manantiales se contaminaba con mucha frecuencia por las pisadas de los caballos y las reses del lugar. Así que el uso continuo de esta agua ponía a la gente júpera y buchúa o más bien, hinchada.

Sabemos que por sus orígenes canarios, los campesinos de Juan López son rechonchos, con el pelo lacio, piel blanca y ojos azules, características  étnicas que lo asemejan  con el uso del agua sucia, o amarilla,  cosa esta que no tiene un carácter científico pero sí, tiene carácter de leyenda. Cuando los campesinos de Juan López iban a la ciudad, los citadinos comenzaron a llamarle Los jinchaítos de Juan López. Con el tiempo este mote se extendió a todos los mocanos, hasta el grado de que a los habitantes del pueblo de Moca se les identifica en todo el país como jinchaítos de Moca. De acuerdo con la investigación referida anteriormente, esta es la leyenda que más se asemeja a una idea de carnaval, por su conexión con la étnico, lo antropológico y con lo racial: una cara ancha, descolorida, mejilla protuberante, pelo lacio y una mirada inexpresiva, son los rasgos que identifican al jinchaíto.

A pesar de la leyenda, el carnaval del jinchaíto se enrumbó hacia otros linderos de la modernidad carnavalesca y turística y desde finales de los años noventa, los grupos de carnaval optaron por un “jinchaíto moderno” con algunos rasgos del diablo cojuelo vegano, como son los cuernos y los cachos, por encima de la cabeza, pero tomando en cuenta elementos de la cultura de Moca, como la artesanía y la producción agrícola.  Así que los personajes debían llevar trajes elegantes con vistosos adornos llenos de colores llamativos, y cascabeles; de manera que a partir de esa fecha hasta hoy el carnaval de Moca apostó a una versión turística  como símbolo de la nueva modalidad de la industria cultural en detrimento de la tradición cultural.