Las muertes más sentidas en la poesía dominicana han sido las de Jacques Viau Renaud y Maximiliano Gómez, “El Moreno”.

Antes y después no tuvimos nada parecido a esos textos, ni tampoco algo cercano al “Lamento por Ignacio Sánchez Mejías”, de Federico García Lorca.

Los poetas desaparecidos en acciones mayores no generaron grandes impactos en sus tiempos, porque la sociedad no había aquilatado aún lo que significaba un creador. Fusilado Manuel Rodríguez Objío en 1871, muerto por mano propia Gastón Fernando Deligne en 1913, bajo la creencia de haber contraído la lepra que en teoría se llevó a su hermano Rafael en 1902, los poetas dominicanos por lo general murieron en sus plácidas camas.

La de Jacques Viau Renaud, herido por un proyectil de las fuerzas ocupantes norteamericanas el 15 de junio de 1965, muerto el 21, en el hospital Padre Billini, luego de innúmeros esfuerzos por salvarlo, se convirtió en marca indeleble para su generación. René del Risco, Juan José Ayuso, Miguel Alfonseca y su albacea literario, Antonio Lockward Artiles, inscribieron sus versos y prosas en epos de dolor, rabia, amistad.

La segunda figura histórica en ser recuperada poéticamente fue la de Maximiliano Gómez, “El Moreno” (1943-1971). Dos fueron sus grandes cantores: René del Risco y Norberto James Rawlings.

A los poetas y al combatiente los unían los días maravillosos y también duros de aquella infancia petromacorisana de los años 40 y 50. También la lucha. Gómez y James Rawlings compartieron, además, la condición negra y la militancia en el Movimiento Popular Dominicano (MPD). Compartir la infancia, los sueños, la lucha, las calles, el café, crea esa cercanía tan necesaria como la respiración.

René del Risco (Foto cortesía de la Fundación René del Risco Bermúdez).

A René del Risco la misteriosa muerte de “El Moreno” en Bruselas lo tomó en su oficina de su publicitaria Retho. Al día siguiente de aquél fatídico 23 de mayo de 1971, escribió casi de un tirón, un texto sin título, pero que luego sería conocido como “No está bien, sin embargo”, dedicado a “A Maximiliano Gómez, amigo y compueblano, ante su muerte”.

Para Norberto la historia fue distinta. Activista cultural, poeta, estudiante, en 1971 entró en la mirilla de aquel desangramiento de la izquierda, en esa lucha brutal de MPD y del PACOREDO (“Partido Comunista de la República Dominicana”). Temiendo por su vida y también por la del joven poeta Andrés L. Mateo, ambos siguen el consejo y las gestiones de Carlos Dore Cabral, alto dirigente del PCD (“Partido Comunista Dominicano”), trasladándose a La Habana, donde realizarán posteriormente estudios universitarios.

Norberto James Rawlings.

En julio de 1972 de las prensas de Editora Taller salen mil ejemplares de “La provincia sublevada”. Con portada de Asdrúbal Domínguez y Mellizo, a partir de una foto de René Alfonso y con dibujo de otro viejo combatiente revolucionario, José Ramírez Conde, “Condecito”, se lanza un poemario que hará época y con una misteriosa dedicatoria:

“A Marino.

Porque casi al mismo tiempo nos fueron cerradas

las puertas hacia la infancia.”

Dos años antes del deceso de Norberto, mientras trabajábamos en la compilación de su “Poesía completa”, le pregunté que quién era ese “Marino”. Me dijo que era “El Moreno”, y se puso casi a llorar cuando comenzó a rememorar aquel Macorís junto al mar y entre los ingenios. “Marino” era el nombre de guerra de Maximiliano Gómez, en aquellos 12 años de terror balaguerista (1966-1978).

Tanto la obra poética de René del Risco Bermúdez (1937-1972) como la de Norberto James Rawlings (1945-2021) han sufrido un grave proceso de descafeinización.

Mientras que de René se acentúa su pertenencia a la bohemia cuando no su zona rosada de baladas y amoríos y patrias en griteríos de Efemérides Patrias, de Norberto se saca en tiempos de carnaval su poema “Los inmigrantes”, cuando no es que los especialistas infantiles recuerdan su infancia sin bicicletas ni zapatos.

Tanto René como Norberto fueron ninguneados en su tiempo. El canon emergente en los años 70 se saturó de afueras y de barricadas, infravalorando el encanto de lo íntimo, el yo, y asumiendo un “nosotros”-camisa de fuerza. En los 80, la reacción frente a tanta pólvora igualmente obvió aquel espíritu whitmaniano que también puede marcar lo mejor del alma: las visiones minúsculas del niño, la simpleza de la mecedora o el patio, o simplemente, el no tener que hacer o ser algo. Desde los 90, con la llegada de Rita Indiana y su tropa, tanto René como Norberto han vuelto a leerse con avidez, curiosidad, encanto.

Desde 1985, año de la fundación de Ediciones Cielonaranja, hemos estado insistiendo en más amplias lecturas, primero de René y luego de Norberto. Aparte de haber recuperado las obras completas de ambos, también publicamos “René del Risco, lo dominicano, la modernidad” (1997), que fue parte de mi tesis en mis estudios de Sociología, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Ahora, sin embargo, saturados de redes virtuales y selfies, cuando las buenas letras de los más jóvenes se arriesgan entre tantos meandros, con resultados tan variados, vale la pena volver a esta poesía donde el poeta es hermano, niño, sujeto, luchador. Porque “nada” está bien, porque “no está bien, sin embargo”, como escribiría René.

Pero pasemos a los poetas. Compartamos el poema de René y el fragmento de “La provincia sublevada”, aquél mítico libro de Norberto dedicado a su amigo de infancia, luego convertido en “Marino” y para siempre, Maximiliano Gómez Horacio, “El Moreno”.

NO ESTÁ BIEN, SIN EMBARGO…

Por René del Risco Bermúdez

A Maximiliano Gómez, amigo y compueblano, ante su muerte

Está bien que el pájaro se canse, que entristecido ruede de la rama empolvado el plumaje

y se desgaje

en un vagido oscuro en la mañana.

Está bien si la fruta picoteada

se desprende del tallo y viene a tierra y encolada su dulzura;

siempre queda

el mundo en grave paz, no ocurre nada.

Y también está bien que el viento venga, badajo gris golpeando una campana

de lluviosa oquedad y la mañana

en húmedos repiques se detenga.

Todo está bien: la ingrávida melena que vela el dulce rostro adolescente, el amor en la cama y de repente

un pájaro cantando en otra rama.

Está muy bien la sangre derramada, la boca del fusil, la mano negra

de pólvora y de llanto, y la mirada

fija sobre el cadáver en la tierra.

Bien que estalle la paz o que la guerra sea ganada por todos libremente,

bien por el día que empieza tristemente, bien por la puerta que al pobre se le cierra.

Todo está bien, el saco, la corbata, la soda para el whisky, la cortina,

Herb Alpert en mis manos y la fina sordina

de la lluvia en los tejados.

Bien está lo perdido y lo ganado,

la sal y el agua, el fin, de lo vivido, los rostros olvidados y el olvido que nos cubre

de polvo de pasado.

Bien está que juguemos torpemente a cara o cruz, a llanto o alegría, bien que la luz sea máscara del día, y el día rostro amargo del presente.

Que estemos hechos de ayer, de escurridiza y caduca materia condenada,

de sangre triste, de sangre aprovechada, de piel enamorada

y enfermiza.

Está bien la paloma en la cornisa, el beso en la mejilla, la mirada espejo de la risa

y la imprecisa

frontera entre la noche y la alborada.

Bien la mujer que siempre me acompaña, bien la mesa del pobre, el agua fresca,

el pan elemental, la simple araña, bien que llueva, que escampe,

y que anochezca.

Hay que aceptar el mundo en su inviolable redondez planetaria o de moneda,

justa es la soledad, es aceptable

la vida y el cansancio que nos queda.

Lo que no puede ser, lo que no entiendo es que tú, como un pájaro cansado

de mucha libertad, de haber cantado en el árbol más alto y más abierto, mueras así, de un modo tan sencillo, tan en paz, tan sin plomo, ni cuchillo, que a mí se me haga extraño

que has muerto…!

Mayo 24, 1971.

LA PROVINCIA SUBLEVADA

Norberto James Rawlings

[De la primera parte] XIV

De mi parte conservo igual manera de contar las cosas.

Sé buscarle música

al paso de la multitud en protesta.

Al crujir

de la vieja puerta de madera. Al cobertor de luz anaranjada

de cada tarde.

XVI

¿De qué latitudes vendrán los vientos

a borrar estas imágenes?

¿De qué desconocido cielo

caerá la lluvia que lave la sal de nuestros rostros? Estos ojos

fijos en el camino

por donde sé no vendrás porque estás entre nosotros.

Entre quienes pretendemos buscarte a cada instante.

¿En cada acto o gesto de pureza porque te sabemos pura?

No vendrás. No. Estás aquí

-entre nosotros-

esperando tu rescate definitivo.

Dibujo de José Ramírez Conde ("Condecito") para "La provincia sublevada"

[De la segunda parte]

I

Cuando

un hombre

cercano a tu corazón cae

pierde su sombra

es inútil que escondas

—presuroso—

entre papeles viejos tu tristeza

o salgas a mostrarla por la calle

como ropa recién estrenada.

II

Cuando

un hombre

que crecido en tu amor se aleja

—sientes el vacío— no lo llores.

La tarea que en él termina En nosotros

apenas comienza.

III

Yo sé

que esta breve lenta historia podría resumirse

en una sola pregunta.

Sé que ningún ángel

puede detener la diestra sangrante.

¿Pero qué ángel da estas señales de exterminio cuando apenas es botón

la flor de fuego que encarnamos?

IV

Lo que sobre el corazón descansa,

lo que el tiempo no logra explicar esto que gravita pesadamente sobre la frágil alegría de los días,

a lo que podría renunciar a ras de piel es lo combatido

lo negado.

¿De qué paz hablarían estos hombres cuando sobre cráneos

y banderas derribadas

levantan sus monumentos al odio?

V

Te levantas cada día

con el mismo rostro padeciendo la misma historia los mismos dolores

y esperas paciente

porque nada puede doblegar la joven espiga de tu fe.

Porque de tu amor del mío

del nuestro

pervive la esperanza

en la esperanza del pueblo a pesar de la ira y el odio.