Los personajes imaginarios en las obras de Jorge Luis Borges forman un viaducto metafísico y filosófico que se alterna con las controversias de lo psicológico y lo intemporal de la memoria. Lo estático o efímero no existen en sus cuentos y poesías, dada la tridimensionalidad narrativa de los mismos, debido a las obsesiones psíquicas que se adueñan de lo imprevisto, de lo absurdo y de lo cabalístico que generan una obsesión que superpone a la realidad como tal.

También se trata de un amasijo de hipótesis históricas que el autor elabora a partir del imaginario para hacer que sus personajes operen desde la dialéctica del azar, equivalente, a la herencia humana. Por ello la crisis que se genera en sus personajes adquiere la noción del tiempo, que adquiere categoría del paraíso perdido del que nos habla Milton.

Borges sopesa que más allá de estas consideraciones está la mitología, la cual juega en sus personajes un destacado papel. A fin de comprender sus visiones con respecto a la eficacia mágica, fantástica o irreal que ocupan sus personajes en sus obras, como los sucesos sobrenaturales que el subconsciente produce en éstos, Borges, los envuelve en el misticismo  profundo, para que avancen en un destino insospechado, por tratarse de la tragedia existencial que padecen desde que nacen hasta que mueren. Los que se salvan de tales acontecimientos disfrutan de un paraíso atávico que no queda fuera de las controversiales vicisitudes de la vida.

Es por esa razón que en las obras de Borges los personajes están dominados por fuerzas extrañas que solo el azar puede resolver y de esa manera el autor argentino y universal desentraña o, mejor dicho, fragua una metafísica muy particular para llegar al fondo de sus personajes y salvarlos de lo evanescente o de la percepción fugaz o escenográfica que prefigura toda existencia humana.

Borges, tematiza las diversas concepciones de Nietzsche, Kant, Heidegger y Hegel

En sus personajes se aguza un mecanismo complicado con relación a los prototipos de enfoques que articulan en cuanto a la imaginería fantástica y misteriosa, porque las situaciones psicológicas que experimentan se caracterizan al explicar los diferentes estados de ánimo. A esto se agrega, el hilo conductor de la manera con que narran sus experiencias y sucesos y a partir de ese clima o ambiente el lector descubre el sello distintivo de su personalidad. Y, desde el lenguaje filosófico, meticuloso y elegante, Borges eterniza su existencia al inferir la causalidad del drama, rasgos que se instalan en el subconsciente sin que el personaje pueda definirlo o solucionarlo a menos que no sea a través de instintos metafísicos.

Aquí se da la paradoja situacional que se convierte en reflexión, paradigma y finitud, tres elementos fundamentales en su cuentística y en la que Borges se vale de los estados patológicos para penetrar a sus personajes de una dialéctica histórica, filosófica y metafísica que revela al mismo tiempo la crisis atemporal por la que atraviesan algunos de sus personajes en los cuentos de su libro El Aleph.

En Borges, el modo de plasmar sus cuentos tiene varias autopistas cuyo recorrido es de largo kilometraje al desmitificar los confines del alma de sus personajes, obligándoles a formar columnas de reflexiones que van más allá de estructuras y lenguajes estéticos porque en ese contexto, el autor enrosca la imaginación creativa en corpus de contradicciones filosóficas que abra de asumir sus personajes para explicar la raíz histórica del mundo y de la realidad.

En efecto, teniendo en cuenta estas hipótesis filosóficas hay que reconocer en las obras de este singular maestro del lenguaje universal, lo que tiene mucha resonancia desde el punto de vista de bosquejar irrealidades donde lo inverosímil determina en que parámetros psíquicos desenvuelve el personaje o sujeto su vida e inmortalidad. Borges, tematiza las diversas concepciones de Nietzsche, Kant, Heidegger y Hegel, entre otros filósofos que dejaron traducidas en sus teorías y metodologías el drama del alma y constelación del subconsciente, las que están presente en su reflexión creativa de apariencias y temores, pero, también, encuadradas en ficciones suprasensibles.

Uno de los filósofos hoy más de moda, Byung-Chul Han, dice: “En vista de la muerte uno se cerciora de sí mismo, del “yo soy”. La muerte humana, es decir, la muerte que es exclusiva del hombre y que lo distingue, es para Heidegger “mi morir exclusivamente mío”. La muerte, que en realidad sería el final definitivo del yo, acarrea un énfasis del yo. La heroica “libertad para morir”, que “se cree capaz de soportar la angustia” o que “está dispuesta a pasar miedo”, se manifiesta como “libertad de escogerse y emprenderse a sí mismo”. Por así decirlo, el yo crece a base de angustia. La existencia “que está dispuesta a pasar miedo”, hace temblar la “autonomía” o el “tener consistencia por sí mismo”. Poder morir en cuanto que poder ser sí mismo significa que la existencia “se escoge su héroe”. (Han, Byung-Chul, Muerte y alteridad, traducción de Alberto Ciria, Herder Editorial S. L., Barcelona, pp. 15-16, 2020)

Estas modalidades también se advierten en la mayoría de sus cuentos, poesías y ensayos  donde, todo está determinado por el tiempo. Por ello esa temporalidad no hace más que situarse entre el subconsciente y lo secular del pensamiento filosófico donde pone de manifiesto el extravío ontológico de algunos de sus personajes. De esa manera explora su existencialismo sin fisuras porque los mismos desbordan lo emocional para situarse en una historicidad que los trasciende de modo absorbente.

Por lo que existen en los géneros que este genio de la palabra elaboraba con la materia más pura del pensamiento, rasgos acentuadamente definidos como objetivo puntual de su complejo sistema escritural que constituye la base de su imaginería psíquica, la cual adjudica a sus personajes funciones de carácter escenográficas irrepetibles por el complejo sistema de símbolos y referencias al estar dentro de la antropología histórica y filosófica que les otorga categorías culturales universales.

Por ello es necesario puntualizar que todo cuanto escribió Borges estuvo sometido a una lógica filosófica. Es por esa razón que sus escritos en cualquier género están estructurados sobre la base del pensamiento filosófico y sometido a un estado de vibraciones metafísicas donde el lenguaje en su contexto consigna un ajuste exacto y una dramatización que conlleva, según sostiene Santiago Kovadloff, al estudiar la obra poética de Cecilia Meireles, “cierto tipo de equilibrio entre cierto concepto de forma y cierto concepto de expresión”. (Kovadloff, Santiago, Cecilia Maireles, Mapa falso y otros poemas, traducción del portugués de Estela dos Santos, Calicanto Editorial, S. R. L., Montevideo, 1979, p. 14).

En Borges, la necesidad de explorar lo laberíntico del Ser desde una perspectiva de elementos específicos de la elucubración de la atemporalidad y desde una particular concepción filosófica cuando aborda la pureza discursiva y la historicidad, contiene su actividad mental. Llamemos a esta consecuencia donde están implícitos los fulgores del tiempo, las visiones, los estados de vivencias psíquicas y la conciencia estética, eclética, por demás, por la que discurre una preceptiva que impregna el enigma de sus personajes de transfiguraciones cósmicas egocéntricas y cosmogónicas.

 

Cándido Gerón en Acento.com.do