No creo que este sea el mejor momento para los poetas y quizá tampoco para la poesía. Sin embargo, la poesía se convierte en tiempos como estos en una acción de emergencia ante el caos, ante la profunda crisis humana; es el único lugar donde el ser se sentiría cómodo, ante la crisis del ser mismo. Un ser fuera de las palabras, del lenguaje, un ser fugado del espacio definido por Heidegger.

Existe una conspiración epocal contra el desarrollo y la manifestación del ser en sus esencias. Son múltiples los caminos que se han abierto a las masas con pocas salidas que no sean controladas. La hipercomplejidad de un mundo que ha descubierto otras realidades, que las recrea, que las simula y se las cree, permite la apertura de las incertidumbres; realidades que se escapan entre los dedos y a veces dejan la sensación de hartazgo y fascinación. El simbolismo de los agujeros negros en el espacio se traslada a ese mundo del individuo presente, se instala como modelo con rastros de nihilismos y existencialismos en una lucha feroz contra la vertiente esperanzadora.

Existe la pauta del control de las mentes colectivas sin que apenas haya un tiempo de respuestas contrarias. La creación de un estado de sitio sin héroes ni batallas que salven porque todo tiende a la fuga, a la libre expresión de un poshedonismo como emergencia temporal.

¿Cuáles espacios le quedan al ser humano? Se me ocurre pensar que esa preocupación no es nada novedosa, desde los primeros establecimientos de humanos con el consecuente incremento de las poblaciones, la conquista de espacios ha sido una aspiración desde la génesis humana. De ahí parte el dominio de los territorios por los imperios y reinados, la mentalización de la guerra de las galaxias, el dominio de la virtualidad y de las dimensiones más allá de las fronteras euclidianas, el metaverso… De hecho, la guerra de las mentes, del conocimiento y de la inteligencia abre espacios estelares para el uso del poder.

Cuando las economías sobrepasan lo racional, creando pronunciadas curvas de desigualdades; cuando el desconocimiento o la evaporación del ser, perdido en cualquier agujero negro se aviste sin posibilidad de rescate; cuando el placer pierda sus efectos, cuando se pierda la capacidad de autoorganización, personal y natural, entonces, ¿la poesía podrá ser una de las escaleras que nos permita la conquista de otros espacios para la realización del ser? Algunos han buscado esos espacios en supremas ideologías de emancipación, religiones, cultos, oraciones, meditaciones, sustancias narcóticas, flagelaciones, etc…

Pero ¿Cuándo entrará en decadencia el egoísmo? Las religiones, la filosofía y la poesía con sus doxas han sido fuentes predicadoras contra el egoísmo; sin embargo, como si fuera un fractal autogenerativo este se expresa en las conductas humanas con mutaciones, más allá de todo tipo de predicción. El egoísmo entra en la conducta como una base de sustentación del yo, como una reafirmación de sí mismo, lo peor es que lo haga de forma patológica porque se rompe el equilibrio.

La poesía está ahí siempre por desentrañar, los poetas pasan por una etapa crítica y una razón es porque la poesía en este tiempo no es espectáculo. Nunca se había visto una era humana donde el espectáculo se haya convertido en una fuente de fascinación de carácter general, desde lo sacrosanto hasta la más alta expresión banal, carnal o sexual, que antes estaba limitado a círculos más cerrados. Dentro de la característica de la personalización que define al individuo posmoderno, el individuo mismo viene trasladando esa personalización a una especie de hiperespectáculo.

Ahora se traslada a las máquinas la simulación de los conocimientos, de los sentimientos humanos, de las emociones… Esos estados que son capaces de generar formas de lenguajes indescifrables, de retar el entendimiento. El avance de las ciencias de la computación ofrece la oportunidad de programar la imaginación, de que se alimenten sistemas con algoritmos basados en el léxico y el lenguaje humano para producir ideas y hasta arte. Entiéndase algoritmo como un conjunto metódico de pasos que pueden emplearse para hacer cálculos, resolver problemas y alcanzar decisiones (Harari, 2016).

Uno de los casos es el uso de algoritmos para producir poemas tratando de aproximarse lo más posible a un verdadero poeta humano. Para ello existen varios estudios, ensayos y programas. Ya producimos poesía en laboratorios y cada día más se perfecciona la técnica. Es el resultado no solo de las ciencias de la computación sino de esas ansias humanas de encontrar otras formas de expresión que siempre serán infinitas. Nada de pensar a estas alturas que las máquinas de producir poesía podrán sustituir al poeta real, humano, debido a que ellas responden a una programación precisamente de humanos, aunque como dije anteriormente, ciertas prácticas y usos de algoritmos han dado pie a la creación de nuevas formas de lenguaje. Lo que puede poner en riesgo esa afirmación.

El algoritmo natural, unas veces programado, otras veces infinito, con cadenas lingüísticas bien cohesionadas es elaborado por el cerebro humano. Estructuras capaces de utilizar signos que proceden del automatismo para producir lenguaje. Ese mecanismo natural del pensamiento, del procesamiento de los conocimientos, las emociones y sentimientos, codificarlos en forma de lenguaje es único. En las tertulias del Movimiento Literario Efluvismo tratamos esos temas, donde el ejercicio creativo active las células neuronales. (CONTINUARÁ)

Domingo 25 de diciembre 2022

El autor es escritor y educador.

Virgilio López Azuán en Acento.com.do